ENTREVISTA
Angélica Jaramillo revela su estremecedora historia tras publicar un video en el que confesó sus excesos y conmovió a Colombia
Angélica Jaramillo, modelo y actriz colombiana, cuenta los detalles más íntimos que la llevaron a publicar el mediático video dando cuenta de sus adicciones. Además, habla de su fuga del centro de rehabilitación y de la relación con su familia.
El país se sorprendió el 13 de agosto de 2024 por un video de Angélica Jaramillo. La modelo, que participó en Protagonistas de nuestra tele, contó en dicho material audiovisual una historia propia, difícil, compleja, que al mismo tiempo buscaba que fuera ejemplarizante: su relación con las drogas.
Vicky Dávila (V. D.): Angélica, bienvenida. Gracias por acompañarnos.
Angélica Jaramillo (A. J.): Vicky, muchas gracias por este espacio, Dios les bendiga. De verdad que había tomado un tiempo prudente. Han pasado varios meses desde que hice la publicación. Y, bueno, hablar a través de mi verdad, que me parece tan importante porque se han escuchado muchas versiones, se han tergiversado las versiones, la información que se ha dado, y considero que —a través de mi verdad— puedo llegar a esos corazones y sobre todo a mí misma, porque tengo que ser la persona que va primero. Sí, pensar en mí también, en ese liberarme, en ese hablar sin miedos y, bueno, esto es una historia que tomé la decisión de llevarla a otro nivel porque sí venía pasando. Venía pasando el tema de que hace muchos años probé las drogas, las probé con una persona a la que amaba profundamente, que ya no está en mi vida ni en este plano terrenal, trascendió; pero no seguí en ese cuento.
Paré, o sea, no era que fuera que yo viniera consumiendo año tras año, no. Las probé, paré y pasaron muchos años, y he tenido muchos sucesos en mi vida. Entonces, a través de eso, no me voy a cobijar sobre las cosas que me han pasado. He pasado por muchas situaciones adversas que he podido superar con la ayuda de Dios y, bueno, quise decirle a la gente: “Mire, me pasa esto, que no le pase a usted”.
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V. D.: Perdóneme una cosa la interrumpo. Hablemos de ese momento, ¿qué circunstancias rodearon ese video?
A. J.: Yo me encontraba en Cali; eso fue dos días después del matrimonio de mi hermana, la segunda. A mí me dio un poco duro porque recordé muchísimo mi matrimonio, que fue en 2003. Imagínate, ya han pasado muchos años. Yo tenía 18 años, el matrimonio fue muy parecido, entonces extrañé a mi esposo. Yo digo que no me dio depresión, pero sí sentí como esa nostalgia, ese recordar y a veces uno dice que recordar es vivir y sí me sensibilicé, me puse muy feliz por ella, pero llegué, me encerré y digo que la soledad no es buena compañía para nadie. Después de eso, quise ir como a buscar a alguien con quien conversar y llegué a un sitio que no era el más adecuado para ese momento que yo estaba pasando.
Estaban consumiendo en ese lugar antes de llegar a la casa donde yo hice el video. Primero llego a un lugar, que es un apartamento, y después de ese apartamento yo llevo a mi amiga para que la ayuden, pues había un doctor que justamente salió en el video, que no tenía nada que ver, y es un señor que tiene clínicas de recuperación y de desintoxicación en Medellín. Esa persona nos estaba dando la mano cuando le dije a mi amiga, que estaba enferma de gastritis: “Vámonos a buscar a alguien que te ponga un suero, vamos a ver qué vamos a hacer”. Yo —hasta el momento— estaba sana. Cuando empezaron a llegar amigos de ella y conocidos míos, y entonces yo veo que el pasamanos, el pasamanos, y me aguanté una hora, me aguanté y dije: “No, no es aguantarse, simplemente decir, no, me voy, chao”.
Pero cómo te vas a salvar vos y a salvar a otra persona de querer hacer algo si, yo digo, es como cuando a ti te gusta algo y así por decisión propia no quieras hacerlo, simplemente dices “no”, y punto. Te aíslas y buscas otras situaciones o te distraes de otras formas. Pero están siempre como a la distancia las distracciones que te sacan de tu foco natural o tu estilo de vida. Entonces yo le recibo a un amigo, le digo, listo, hágale pues, unito, y después dos, tres, y ya me fui de allí. Me sentó muy mal. Llevo todo este año haciendo un proceso porque recaí, porque fui tan débil, tan tonta; no quiero ver a mis amigos, que los amo, que los quiero, o a las personas conocidas o a la gente del trabajo.
Uno ve por todos lados muchas cosas y quería yo —más bien— darles ese mensaje positivo: “Vengan, somos tan llenos de dones, de talentos. Aprovechemos esos talentos, pongámonos a trabajar, a funcionar”. Pero dentro de todas las cosas, a veces pasa que hay eventos sociales y no sé qué distracciones, cierto, que te sacan a ti de ese foco, de tu profesionalismo y que te dejas llevar también.
V. D.: Cuando usted dice que empezó el pasamanos, ¿eso qué quiere decir?
A. J.: El pasamanos es que ellos tenían ahí droga para compartir, compartían entre ellos y yo, obviamente..., pues si te están ofreciendo, uno dice, no, no quiero, no quiero.
V. D.: Hasta que aceptó...
A. J.: Sí.
V. D.: ¿Qué consumió ese día del video?
A. J.: Yo consumí tusi, ¡y me sentí como que estaba siendo tan desleal conmigo! Dije, definitivamente, ¿dónde está mi carácter, dónde está? Uno mismo se pisotea y se cree que tiene la verdad absoluta sobre las cosas, que nada lo va a sacar de ese autocontrol y me pasó; o sea, yo le digo que no es fácil aceptar estas cosas, pero lo hablo porque quiero decir —ahora que estoy limpia, porque estoy limpia, los exámenes que me han hecho, el tiempo que ha pasado después de ese video, de estar sana, de no permitirme tampoco esas distracciones—, quiero decir que es simplemente no hacerlo, porque yo no sufro de depresiones. Yo no sufro de abstinencia, no me dan ansiedades por eso.
Lo he hecho, Vicky, de una forma recreativa, digámoslo así, pero no tiene nada de recreación porque son falsas felicidades que uno está comprando y por estar aburrida en esos momentos que no tengo nada que hacer. Entonces me di cuenta de que es ahí que uno tiene que apegarse a las personas que te ayudan a mantener ocupada, que te brindan crecimiento. A mí me duele decir esto, porque muchas personas que conozco, que amo, que quiero, que de repente lo han probado, o lo harán de vez en cuando, y no puedo, si no estoy sana, si no estoy ya en el proceso, decirles, venga ya no más. Pero ahorita sí les digo: “Ya no más, vea, sí se puede”. Entonces no quiero llegar a convencer a nadie, sino hablar a través de mi verdad, con honestidad.
V. D.: Y se lo agradezco porque yo creo que esto tiene que servir para la gente que lo vea. Ya vamos a entrar en esa fase para que usted nos explique por qué no es bueno entrar en contacto con las drogas y demás, pero déjeme seguir conn el video. ¿Usted se acuerda de todo lo que dijo en ese video?
A. J.: Claro que sí, que yo me creía la mejor mamá, la mejor esposa. A mí me han pasado tantas cosas, tantas tormentas y considero que haberlas sobrepasado me hace una mujer victoriosa, guerrera. Yo he pasado por la muerte de un hijo, por la desaparición de un esposo, por un secuestro en el 2008; historias de una forma que parecieran de película, como si fuera una pesadilla, pero desperté y ahí está el recuerdo.
Pero todo eso me hizo tan valiente, tan llena de un carácter que ha ido evolucionando y lo ha ido forjando, y sigo siendo una niña, sí, dentro de mí hay una niña con curiosidad, hay una niña que explora. No me las sé todas, no soy —como dicen por ahí— una santa de devoción, pero tampoco soy una persona que obra a través de la maldad, y el daño que de repente causa esto me lo hago yo y lo acepto y lo asumo, asumo mi responsabilidad.
V. D.: En ese video, ese día, lo que se veía era como que le replicaban que no grabara porque usted estaba como en un live, me pareció...
A. J.: Hice un live. Mi amiga y otra persona que estaba ahí, cuando dije, “voy a hacer un live”, pensaron que estaba molestando porque en ese momento había consumido.
V. D.: Me pareció que usted lo que quería era decir: “¡Ya no más!”.
A. J.: Es ese retarme y decir: “Venga, ¡si usted misma se lo había dicho, que usted no necesita de eso para estar bien!”. Yo me lo he dicho mil veces, que no necesito de esto. Es que eso no me define a mí, no puedo estar tergiversando mis palabras porque tengo que ser coherente; mis palabras, como mis hechos. Si yo digo algo y no lo cumplo, me estoy fallando.
Entonces en ese momento llego a esa casa, donde —supuestamente— el señor que estaba ahí le iba a dar la orden a mi amiga para que se fuera a poner un suero, y también le ofreció los servicios de los otros centros para que se fuera. A ella le descubrieron una bacteria por el consumo. Esos son fondos que no he querido tocar, son espejos: veo a través de cada persona lo que quiero y lo que no quiero. Entonces son puntos que no he querido llegar y decir: “Oiga, también tengo que tener unos límites para no recaer o para no hacerlo porque tengo tantas cosas positivas por las que luchar y seguir”.
Cuando estábamos en esa casa, las personas se escondieron.
V. D.: Y usted se quedó sola haciendo el live.
A. J.: Yo me quedé sola haciendo el live y después fue el ataque más bravo porque les tocó cambiarse de casa. Todo el mundo llegó, o sea, yo me río ahora porque hice algo a través de la verdad, que en ese momento no fue fácil, que me atacaron y sé que causé dolor a mi familia porque no se lo esperaba, porque me venían viendo en el matrimonio de mi hermana bien. Yo canté en el matrimonio de mi hermana, nunca me tomé un trago, nunca me he venido tomando tragos, no soy de tomar licor; venía mostrando un proceso, pero es muy difícil. Tu familia sabe que tú lo has hecho anteriormente y quiere cambiar eso en la actualidad.
Como dicen por ahí: “Crea fama y échate a dormir”. “Mamá, yo estoy por acá —por ejemplo— no sé..., en tal sitio con unos amigos y más tarde a la casa, mamá, tranquila”. Entonces generé esa desconfianza en mi familia, esa intranquilidad tan brava que es duro recuperarla, duro. Mis amigos, después de que hago eso, al señor que brindó lo de las clínicas la familia se vino en contra de él creyendo que él estaba ahí consumiendo conmigo, y fue difícil decirle, “oiga, cuánto lo siento”, pero tenía que decirlo. Yo le dije a él: “¿Puedo hacer un live?”. Él se quedó sentado mirando y no sé si no entendió qué era un live, pues se quedó sentado mirando.
Ya las otras personas, cuando empezaron a recibir las llamadas porque reconocieron el lugar sus parejas —parejas de personas que había ahí, que sabían que vivían ahí o que estaban—, entonces yo me voy, dejo ahí la problemática para que ellos resuelvan. Pero la problemática también era mía. Llama mi familia: “Aparezca ya, aparezca ya”. Yo me puse como en instancia, como aquí está pasando algo. Dije: “¡Dios mío, Dios mío!”.
V. D.: Salió corriendo. Usted dijo: “Mi familia me va a crucificar”.
A. J.: Sí, y no quise volver como en día y medio, hasta que mi hermana me dijo: “Dime dónde estás, por favor, te lo ruego, para que te vengas para la casa”. Dije, no, no, no, no. Ya estaba anocheciendo. De verdad cuando llegué, como al segundo día, ella no me dijo nada, fue muy seria, muy parcial, y después fue que nos fuimos para donde estaba mi papá con mis hermanas y ahí me cogieron entre todos y me abarcaron. Fue fuerte y yo me puse muy triste porque prácticamente me dijeron que ellos querían hacerse cargo de mis cosas, que me iban a ayudar con los niños, que yo necesitaba ayuda, pero yo no sabía de qué manera me la querían brindar. Pensé que era como, oye, tranquila, vente para Cali, los niños están estudiando acá entonces puedes quedarte aquí en la casa.
Yo vivo en Bogotá, estoy completamente en Bogotá, pero en ese momento me dicen: “Queremos que estés al lado de nosotros, entonces pásalo todo para Cali”. Ya los niños estaban organizando el colegio, todavía no habían entrado, y cuando ya entraron, obviamente me vi en la necesidad de pasarme.
Me vengo para Bogotá después de eso y duro 20 días organizando prácticamente todas mis cosas para poderme ir, y cuando me voy para Cali, de nuevo pasa una serie de cosas. Mis hermanas me recibieron y me dijeron: “Estuviste 20 días”. ¡Pero es que tengo que trabajar! Es que son muchas cosas... Igual la comunicación con mi hijo fue constante, pero como yo no les volví a contestar a ellos por el tema que siempre yo sentía que estaban ahí como queriendo —a través de su temor— que yo no fuera consumir, a recaer. Es muy duro cuando tú estás haciendo las cosas de una manera y creen que las estás haciendo mal.
Una explicación lleva a otra y otra, y yo dije: “No, un momento, yo voy a cumplir 40 años y no puede ser que me estén tratando como a una niña”. Yo tengo total madurez, no soy una persona impedida, no soy una persona que no tenga coherencia, soy totalmente consciente de las acciones y estoy aquí poniendo la cara ante mi familia, ante todo el mundo, para buscar soluciones, para que eso no trascienda. Le puse un stop a todo eso y se lo puse desde el momento en que decidí no volverlo a hacer.
V. D.: Angélica, pero deténgase ahí, por favor, un segundo. Cuando su familia le dice “nos encargamos de sus cosas y demás”, y excúseme la palabra: ¿usted sintió que de pronto la veían como una persona interdicta, como una persona sin capacidades de seguir manejando su vida, sus hijos?
A. J.: Para que declaren a una persona interdicta tiene que haber una junta de médicos para que dicten esto, o de psicoterapeutas, para que digan que la persona no está mentalmente en sus cinco sentidos y que no puede —por sus propios medios— solucionar su vida y tomar decisiones ni abarcarlas ni con palabras ni con acciones. Yo nunca le demostré esto a mi familia, jamás; siempre me han visto como una mujer guerrera. Yo he sido la más. Yo soy la mayor de mis hermanas y me vine para Bogotá a luchar por mi familia, Vicky. Yo he luchado por mi familia durante muchos años. Les he demostrado con amor, con sacrificios, con tenacidad, con profesionalismo, que cuando uno se propone algo, lo logra.
Acepto mi responsabilidad, he sido demasiado sensata y, como dicen por ahí, considero que la verdad nos hace libres. Yo hablo a través de la verdad, porque esta verdad me llega a mí y toca y transcurre fronteras. Sé que no estoy sola en este tema y sé que hablándolo te apoyas para no seguir hundiéndote en el fango, y no es empujarte para que te hundas más. Para mí, ellos estaban planeando algo, lo planeaban a través del amor; creo que ellos querían tomar medidas extremas para que yo tuviera una recuperación completa.
V. D.: Angélica, y hablemos un poco de eso, quiero que me conteste cosas puntuales. ¿Cuál fue la primera vez que usted probó la droga, hace cuánto tiempo?
A. J.: Yo tendría por ahí 19 años.
V. D.: ¿Y qué probó?
A. J.: Ah, no, la primera vez, a los 15 años, probé marihuana. Fue con los amigos del colegio.
V. D.: ¿Luego qué pasó?
A. J.: No lo volví a hacer. De allí, ya como a los 18 años, me caso. Participo en el reinado del Valle del Cauca, empiezan a pasar una serie de cosas en mi vida. Al año siguiente me llaman y me declaran, ya por decreto, señorita Valle para ir al Reinado Nacional de Belleza, pero recién me había casado, entonces ahí se frenaron. Tengo un bebé, el amor de mi vida. Yo me casé para toda la vida. Con mi esposo sí salíamos a fiestas electrónicas y probé éxtasis, pero no era que siempre lo hiciera, sino que de repente él me decía: “¿Quieres o no quieres decir?”. Esa es la realidad.
Eso era como muy por allá en eventos que salían, o en otras ciudades o en otros países, y viajamos muchísimo. Empecé a tener esas experiencias; para mí muchas cosas eran nuevas y pues haciéndolas con él me sentía protegida, estaba con mi esposo. Uno también se deja llevar por la falta de madurez y de carácter y decir “no”.
V. D.: ¿Cuándo vuelve a probar drogas y de qué tipo?
A. J.: Cuando muere mi bebé, Mateo, en 2007. Él nace con gastrosquisis, le hacen una cirugía y a los dos días muere. El psiquiatra me receta Xanax. Yo tuve que ir a la funeraria a vestir a mi bebé y cremarlo, ese proceso lo hice completamente sola porque mi esposo también me había dejado; nadie me acompañó en ese proceso. Me fui para la casa a tomar Xanax, más o menos ocho días, y eso me mantenía totalmente tonta.
Dije: “Ya no quiero más, esto no soy yo”. Un amigo va a mi casa, me ve, que estoy prácticamente muy triste en ese duelo, y me dice: “Usted se va conmigo para el apartamento”. Yo, no, no, no, ya estaba recuperándome, ya habían pasado más o menos unos 15 días, y me dijo: “No, usted se va”, y prácticamente me saca. Y allá llegué y probé, volvió a darme un éxtasis para que se me subiera el ánimo.
Cambié el Xanax por el éxtasis. No era que siempre lo hiciera, pero sí busqué salirme de esa tristeza. Después, probé la cocaína. Cuando probé la cocaína —hay que saberlo manejar porque es fuerte—, lo hacía como muy medida y no en fiestas, sino más bien cuando estaba sola.
V. D.: Eso pasa con la cocaína y después, cuando hace el video, consume otra cosa.
A. J.: El día del video solamente consumir tusi.
V. D.: Sinceramente, ya que esta entrevista la va a ver mucha gente, ¿qué les diría usted, que ha tenido esta experiencia, a las personas que tienen que decidir si consumen drogas o no?
A. J.: Yo les digo que somos seres humanos que estamos en un constante aprendizaje. Sé que nadie nace aprendido, pero tengan carácter, digan “no”, porque se prueba una vez y se sigue y si la persona no tiene esa fortaleza emocional, espiritual, puede caer muy fácil; al recaer se vuelve un consumo constante y llega una adicción. La adicción es una enfermedad, porque es incontrolable.
Yo he pasado por una situación bastante adversa en la que mi familia quiso ayudarme, pero me metieron a un internado. Perdón, a un sitio de recuperación. Pero me llevaron a la fuerza, a las malas, prácticamente. Yo me sentí como si estuviera secuestrada y dije que no era necesario llegar a tocar ese fondo.
Digo que —a través del amor— hay que perdonarse a uno mismo, hay que perdonar a los demás, a los que creen que tienen la verdad sobre tu vida, pero nadie sabe con la sed que uno vive, cada uno carga con su propio bulto o su propia cruz. Entonces creo que si tú —a través del amor— generas el diálogo... Si yo estoy hablando a través de la verdad y alguien viene y me juzga, entonces se vuelve el juez que me condena y me impone un castigo; no deben ser jueces de nosotros mismos, para eso hay un Dios todopoderoso. Por eso, oremos a través de esa verdad y y no les dé miedo pedir ayuda, no les dé miedo. Es preferible que ustedes digan: “Mire, me está pasando esto, no quiero más”. Se mira qué posibilidades hay de recuperación, pero no lo hagan, familias, no obliguen a una persona a que se recupere; nunca se va a recuperar una persona obligada, nunca se recupera, a no ser que se genere una conciencia propia.
Entonces, si yo genero conciencia, ya se crea una transformación y esa transformación desarrolla un cambio, pero uno real. Las personas clínicas que permiten que entren personas involuntarias y actuando de maneras bravas, duras... A mí me tocó vivirlo, fue muy fuerte.
V. D.: ¿Fue muy fuerte el sitio en el que usted estuvo? ¿Cuántos días estuvo en ese lugar?
A. J.: Veintiséis días; ocho días en una celda. A mí me entraron seis personas, me forcejearon horrible, me lastimaron, pero no puedo entrar a hablar mal de esas cosas porque me generó una conciencia de nunca más querer volver a tocar un sitio de estos. Iría a visitar a las personas que conocí allá porque son muy nobles, con una proyección de cambio impresionante, con talentos, dones increíbles, cantantes, músicos, compositores, artistas..., con el mismo problema de las drogas. Diferentes situaciones, problemas de alcoholismo, de consumo de drogas altísimos.
Son historias fuertes y yo les tomé cariño a todos. Yo estoy grabando, estoy escribiendo en este momento un libro, y me dieron la posibilidad de entrevistarlos, entonces quisiera —de verdad— que esto ayudara a un autoanálisis en las personas. Estoy limpia y tengo que seguir lidiando con eso de aceptar y decir: “No más, no vuelvo a caer”. Hay tantos sueños, tantos proyectos que realizar, tengo tantas cosas, tantos talentos de la música, lo de la televisión; quiero irme para Estados Unidos porque tengo posibilidades de grabar, de seguir grabando allá miniseries, películas. He hecho varias películas. Hay mucho por hacer.
V. D.: De ese lugar donde usted estuvo se escapó, ¿verdad?
A. J.: Sí. Yo venía pidiendo que, por favor, no me negaran la llamada a mis hijos y que me dejaran hablar con mi familia. Lo venía planeando desde el día que entré. Cuando me meten en esa celda, duré dos días que no me paraba, y cuando me pude parar, estaba supremamente aporreada, o sea, los brazos, todo vuelta nada. Yo dije, no, yo no puedo estar aquí porque yo conozco mi proceso.
Cuando me meten en esa celda, duro los ocho días allá y les pido que me dejen salir. El día que me iban a quitar el candado, no encontraron la llave. Eso me hizo pensar muchísimo. Si hubiese pasado algo urgente, un incendio, que sé yo, voy a hablar lo más extremo... Casi que no quitan el candado, tres personas intentaron quitarlo hasta que llegó una cuarta y, no sé cómo, pero lo pudo romper. Se demoraron prácticamente una hora quitando el candado.
Yo siento que otra vez veo el sol, como que, Dios mío, gracias. ¿Por qué me tenían en esa celda que impedía la libertad? ¿Por qué me encerraron? Entonces ahora lo veo y prefiero reírme para no llorar, porque no creo que me hayan hecho eso de esa forma; me drogaron durante dos días con dosis altísimas para dormirme, para entrarme a ese lugar. Dosis altísimas que no era necesario, pudiendo haberme dicho: “Mire, ¿quiere ir a ese lugar? Es un lugar que hemos investigado, nos parece de esta forma”.
V. D.: ¿Quién la drogó?
A. J.: ... (Llanto).
V. D.: Tranquila, no se preocupe que no le voy a insistir en eso, pero usted finalmente llega allá, pasa esos días, pero entiendo que se escapa por la puerta principal...
A. J.: (Llanto). Yo venía pidiendo que me dejaran salir de allá, que no te entendía por qué tanto tiempo encerrada; mi proceso era diferente de todos. Entonces, como no me dejaban hablar con mis hijos, no me dejaban hablar con nadie... La dueña del lugar decía que mi caso era diferente, que era un caso especial y que lo trataba personalmente, pero ella nunca aparecía; la llegué a ver dos veces, dos o tres veces en 26 días.
La alimentación era algo que no tiene nada que ver con mi vida y pues, como me lo dijo alguien hoy, es que eso no era un sitio cinco estrellas. Pero ¿por qué me llevaron allá? Que si me querían ayudar a recuperarme, sería en un centro terapéutico, pero de terapéutico no tenía sino por ahí el 10 %, porque el resto era puro aguante, el resto era puro aguante ese sitio.
Yo me empecé a ganar la confianza, empecé con buen comportamiento, empecé a hacer oficio, todos los días teníamos que hacer oficio, y no me parece mal, porque yo siempre he sido muy juiciosa. No me quita nada levantar un plato o barrer algo, levantar una suciedad, pero la casa era grandecita. Yo barría los pasillos, los dejaba como un espejito; cuando yo los tomé parecían un barrizal, pero yo, pues obviamente, haciendo las cosas superbien. Vieron la disposición de que sí me quería quedar. Empecé a mantener mucho con un muchacho, a hablarnos con cariño, él también me llenaba de cartas, me llenó de motivación; me ayudó en ese proceso de aceptación de estar allá, de que hiciera el proceso completo. Yo le decía que me sentía secuestrada, me sentía impedida, le decía: “No soy interdicta, me quieren hacer sentir así. Yo no estoy incapacitada ni soy una persona que obra a través de incoherencias”.
No sufro de alucinaciones, como muchos dicen por ahí, yo hago las cosas con los cinco sentidos. Yo estoy en mis cinco sentidos; cuando hice el video, en mis cinco sentidos. No lo hice en contra de mi voluntad, lo hice para hablar de una problemática que es de salud pública. No es solamente a mí, es un tema que, mientras nosotros consumimos, muchos se quedan en sus bolsillos con el dinero. Yo lo que quiero es que las personas generen conciencia.
Entonces me vuelo de allá cuando un señor se enferma, el cocinero se enferma, y yo había dicho dos días antes: “Si no me dejan ver a mis hijos, yo me voy de aquí por la puerta grande”. Y lo decía entre risas, como, “si ustedes no me dejan llamar a mis hijos, me voy a ir por la puerta grande”. Siempre de buen ánimo, risueña, no iba a permitir que me robaran la paz. Tenía dos opciones: o estaba de buenas o estaba de malas en el carácter. Sí tuve que respirar mucho, tuve que aguantar mucho, tuve que tragar muy entero y muchas cosas y muy injustas. El tema de la comida, el tema del trato, el tema de cómo tratar a los otros muchachos, el tema de que allá también vi injusticias de trato.
Si uno cometía alguna falta, entonces lo encerraban en el calabozo con candado; eso me parecía tenaz. Las condiciones tocaba discutirlas y prácticamente rogar, implorar, para que dieran un permiso de algo. El terapeuta tenía herramientas y trataba de ayudar, pero no todos somos iguales, no nos pueden tratar a todos de la misma forma porque cada caso es particular. Yo no aguantaba más. Esperaba que me rescataran. Ya habían dado hasta dinero en Medellín buscándome. Yo decía, día 22, no llegan por mí; día 23, no llegan por mí; 24..., y el 25 dije, no me aguanto más. Me doy cuenta de que Frank se enferma, mi amigo el cocinero, y llega un taxi el día 26.
Cuando abrieron la puerta para que ese carro saliera, yo salí corriendo como una loca cuesta abajo por esa montaña, y corre, corre, corre, corre, corre, corre, corre. Yo dije, no, yo aquí me tengo que quedar escondida hasta que vea bajar ese carro. Cuando vi que bajó, entonces otra vez cuesta abajo y seguí corriendo hasta que llegué a una autopista, pero estaba cerrada la carretera por el tema de Rigo; estaba al lado del tema del ciclismo, que se estaba despidiendo, o algo así.
V. D.: ¿El fin de semana que acaba de pasar fue que usted se escapó?
A. J.: Sí, yo me escapé el domingo al mediodía de ese lugar. Me fui corriendo solamente con lo que tenía puesto, sin documentos, sin dinero, sin nada. No sabía adónde iba a llegar, no sabía dónde estaba, no tenía la menor idea, pero dije, la mano de Dios me puso.
Mi Dios abrió esa puerta para que yo saliera y Dios hizo todo de una manera que yo dije, eso solamente lo hizo él, porque yo venía orando: “Ayúdame, ayúdame, ayúdame, yo me tengo que ir de aquí como sea”. Porque mi familia no fue a visitarme, no me fueron a ver, no me dieron una explicación, no me daban razones de cuánto tiempo me iba a quedar allá. Entonces llegué a la autopista y me encontré al taxista, me alcanzó a ver y me dijo: “Venga”, y yo: “No, no”.
“No, tranquila, la vamos a ayudar, la vamos a ayudar. Venga, venga, usted ya se voló, usted ya es responsable de aquí en adelante de lo que haga; la queremos ayudar, Angélica. Usted no se merece eso, usted no merece lo que estaba viviendo allá. Váyase para donde sus hijos. Demuéstrele al mundo de lo que usted está hecha, de ese talento que mostró allá adentro a los muchachos y a nosotros”. Porque yo allá les cantaba, les ayudé a componer. Yo tenía que hacerme mis días también. No podía pasármela angustiada llorando y destruida.
Cuando el señor del taxi me auxilió, y como estaba en la carretera, pues tuvimos que volver a pasar por la misma clínica, por el mismo centro de rehabilitación, y yo decía: “Por favor, prométame que aquí no me van a bajar”, y de verdad me cumplieron y me ayudaron a salir.
V. D.: ¿Y usted terminó pudiendo escapar?
A. J.: Me llevaron a la terminal de transporte. Ellos se comunicaron con mi mamá, yo le rogué: “Por favor, no más, ya no más eso”‚ y mi mamá mandó 200.000 pesos para que yo me viniera para Bogotá. Me fui al terminal, me tomaron fotos y mi mamá era: “Tómele la foto que sí se está subiendo al bus y se viene para Bogotá”. Tuve que hacer eso porque yo no tenía documentos, no tenía nada.
V. D.: ¿Ya pudo hablar con sus dos hijos?
A. J.: Sí. Mi hijo me dijo: “¿Mamá, por qué no estás en el sitio donde estabas?”. “Porque eso no era para mí”, le dije. Me dijo: “¿Y ahora qué me dices de tu consumo?”.
V. D.: Dios...
A. J.: Imagina afrontar a mi propio hijo y decirle: “Hijo, confía en mí, tranquilo. Eso no hace parte de mi vida, no es como lo dicen, que yo estaba llevada en la droga. Sí, lo acepto, que hice un video; sí, acepto, hijo, que lo he hecho en años anteriores, pero estoy limpia y me hicieron exámenes. No te dejes lavar la cabecita”.
Entonces, una cosa es que tengamos un proceso en familia y otra cosa es que pongan a tus hijos en contra tuya, no sé, diciéndoles qué cosas o no sé. Pero mi hijo prácticamente me decía: “Es que tú tenías que haberte quedado un año allá”.
Esto no va a parar todavía... Yo no me fui para Cali, no llegué directamente a Cali a ver a mis hijos por el miedo a que me volvieran a agarrar, o a que ya no me guardaran en un sitio como esos, sino en un psiquiátrico...
V. D.: ¿Qué les quiere decir a sus hijos en esta entrevista?
A. J.: Que los amo con todo el corazón, que sí, hijos, no puedo tapar el sol con un solo dedo. Hice un video, pero en medio de la sanidad quiero decir ahora que su mamá no está consumiendo, que su mamá está llena de proyectos, que soy una mujer que se siente con ese poder que le da Dios, que tengo el amor de Dios en mi corazón. Tengo ese don de perdón también, que no estoy cargada contra la familia, que no piensen que estoy cargada contra la familia ni que estoy llena de ira ni de rabia, como me hacían ver en los videos, que yo era una persona rabiosa, malgeniada. Las cosas se muestran con hechos. Como siempre, su mamá nunca le ha fallado a usted ni a su hermana.
Yo amo a Isabela, amo a Samuel, con todo mi corazón. No quiero que esto sea para que a ellos, de pronto, en el colegio les generen críticas. Al contrario. Vamos a hablar ese tema donde tengamos que hablarlo para ayudar a muchas otras personas, y sé que Dios tiene un propósito hermoso a través de esto. Yo no tengo la verdad absoluta, pero me estoy asesorando. Estoy cuidándome, estoy haciendo las cosas como considero que debía hacerlas, el rumbo de haber tomado este sartén por el mango, como una vocera también.
Si uno tiene la posibilidad de llegar a personas con cosas verdaderas de cambio y de ayuda, uno puede salvar a muchas personas para que no caigan en peores situaciones adversas y tocando fondos que —a veces— tocan porque no tienen una guía. No son capaces de decirlo, de hablarlo, entonces estoy aquí también para que mi vida se transforme y las personas se quieran transformar. Sigamos buscando una salida y sigamos proyectando las cosas buenas, positivas, de amor, de verdad, sobre todo. Y no hagan que las personas que están en esas situaciones tomen decisiones, porque yo nunca he tenido —por ejemplo— un episodio de suicidio ni nada de eso, pero sé que muchas personas lo han atravesado y han tenido que ver a sus hijos muertos porque se suicidaron, o han tenido que ver a un familiar o a un papá que no aguantaron la presión. Eso es de carácter frontal, la presión, las consecuencias de mis actos, y las estoy afrontando. Créanme que las quiero afrontar con verdad y no con con odio ni tomando represalias en contra de nadie.
A las personas que se han preocupado por mí, les doy las gracias. A Frank, que me auxilió con su esposa Cristina en Medellín, le doy las gracias. A Andrés, también le doy las gracias. A mis amigos de allá donde estuve, que los quiero, que los he pensado muchísimo, que hay muchas cosas por cambiar de estos sitios donde lo meten a uno; que estoy en contra, que voy a tratar de erradicar todas esas injusticias porque, si está en mis manos hacer algo, lo voy a hacer.
Y decirles a mis familiares que los amo y que sé que —a través del miedo— obraron, y cuando uno tiene miedo, actúa de formas equívocas. Pero también sé que lo hicieron a través del amor. Que gracias, que los perdono y me perdono, y quiero que me perdonen también porque sé que sintieron tristeza y se desesperaron por buscar un método de ayuda, pero que hay otras formas de hacerlo. De pronto es el cómo. Si me lo hubieran comentado, si me lo hubieran transmitido, de pronto allá yo estaría... No sé, pero si me hubiesen dicho, quieres ir voluntaria, jamás.
V. D.: Para terminar, a usted le va a aparecer extraño lo que le voy a decir, pero una persona como usted, tan talentosa, tan linda, con toda la vida por delante, con esos hijitos maravillosos... Por favor, no lo vuelva a hacer.
A. J.: Promesa. Me siento muy bien en el aspecto que cuando usted se afronta a sí mismo y cuando usted se reta de verdad, a mí no me hace falta. No lo voy a negar, que sí lo he hecho por gusto, pero no sufro de abstinencia, y eso es positivo para mí. Entonces, el hecho es que yo le puedo prometer acá, pero me lo prometo a mí misma y se lo prometo a mi familia, a Dios todopoderoso, que me ayuda a sostenerme todos los días. Yo lo hago por un cambio real, lo hago porque puedo engañar a todo el mundo, como lo dijeron en tiempos atrás, que yo engañaba a todo el mundo y decía: “No, yo estoy bien”, pero no estaba bien. No se engañen, no obren a través de la mentira porque lleva a decir otra mentira y otra.
V. D.: Angélica, la droga puede terminar arruinándole la vida a una persona, a su familia, a la gente que quiere, arruinando los sueños...
A. J.: ¿Usted cree que yo no me hubiese arruinado peor? Yo viendo que pasaba el tiempo estando en un lugar donde no podía hablar con mis hijos; si yo no me vuelo, no sé qué hubiese pasado conmigo. No le voy a echar la culpa a nadie porque la responsabilidad es mía; no me voy a victimizar. No les voy a echar la culpa a las personas que me vendieron allá, porque sé que obraron a través de la ignorancia y del amor. O sea, a través del amor, pero fueron ignorantes porque desconocían las condiciones del lugar, aunque fuese muy bonito. Una cosa es lo que a usted le muestran y otra cosa es lo que realmente es. Yo no estaba feliz con las condiciones porque no eran mis condiciones; además, porque no era nada aceptado por mí. Yo me vi sometida a una realidad que no era la mía, a unas circunstancias de encierro y de privación de mi libertad. Me generaba una impotencia increíble, que no voy a sentir, esa impotencia que no te deja dormir, y al no dormir empiezas tú a enfermarte. Ya los últimos 15 días me sentía enferma. Enferma físicamente y cansada.
Entonces es no llevar a esos límites de trastornos, de generar traumas, no es necesario. Vean, señores, si ustedes dijeron que esos lugares eran magníficos, primero cerciórense. Y, de verdad, si es posible, compartan un día con el familiar que está allá para que vivan, para que vean en qué condiciones están.
V. D.: Angélica, mucha fuerza de voluntad, muchas bendiciones. La queremos ver en la televisión, la queremos ver cantando, la queremos ver en comerciales, modelando todo lo que se le ocurra.
A. J.: Pues hablando del tema de la música, antes de ser internada en ese sitio en contra de mi voluntad, yo iba a salir el 20 de octubre a grabar el video de un tema musical mío que se llama ‘Tú eres para mí'. El tema lo grabé con Moisés Sánchez en Santo Domingo, que es quien le compuso la canción ‘Loca’ a Shakira; trabaja también con Eddy Herrera.
Bueno, el 20, perdí un dinero porque ya había separación de fechas. Entonces se debía grabar el video, y tengo que retomar todo eso porque apenas aparecí y no he tenido cómo comunicarme con todas las personas. Pero en su momento les mostraré el gran avance y progreso de esta fusión musical que he desarrollado con ayuda de este productor, con este papacito. Es un tema, un merengue, que también voy a sacar. Viene música y, bueno, espero el apoyo también incondicional de las personas que han trabajado conmigo.
Quiero decirles a las familias que ánimo, no crean que ahí se acaba el mundo, la vida continúa y aprendamos a dar oportunidades con amor, ahora, a través del amor. Por favor, obligados no se pueden lograr grandes cambios, simplemente con conciencia y recapacitando. Cada persona tiene que tomar un acto de decisión, y con amor se puede salir adelante.
Un abrazo. Creo que esta historia nos tiene que servir a todos. Las drogas no son un juego, consumirlas no es un juego y puede causar muchas tragedias y momentos que no son deseables para ninguna persona.