VICKY EN SEMANA
“Llegaba a mi casa y no había gas, nevera, tv, entonces salía a robar, yo cometí errores”
El cantante de música popular Yeison Jiménez contó cómo, por necesidad, tuvo que hacer cosas que no quiso, sobreviviendo en un peligroso barrio de Bogotá.
J. L.: pero venga, cuéntenos, eso sí con todo respeto lo digo porque usted lo está nombrando, ¿cómo así que robaba, Yeison?
V. D.: déjeme hacerle solamente un paréntesis, Yeison. Sabe que esta historia suya es muy bonita porque tiene un final feliz. Es decir, usted pudo cambiar, se pudo superar, hoy es un berraco, es un empresario, es un artista reconocido en el país. Pudo cumplir sus sueños, pudo ayudarle a su familia... Entonces contar todo esto es muy importante para la gente que nos está viendo, para que entiendan que puede estar uno en la más oscura de todas, pero si pone voluntad se puede salir adelante. Quería hacer este paréntesis para que la gente entienda que no es por el morbo de saber estas cosas, sino por entender que es ejemplarizante, al final, una historia como la suya.
Y. J.: Vicky, yo llegaba a mi casa, mi mamá debía tres meses de arriendo, tenía un local donde de pronto apenas acababa de pagar el arriendo; no había gas, no había nevera, no había televisor y eso genera rabia, Vicky. Yo entiendo a muchos jóvenes, eso sí lo tengo claro, porque yo decía: “No, no tengo por qué mamarme esto”, y ya te llenas de otro tipo de cosas en tu cabez. Anduve con jóvenes que todos están muertos, todos murieron muy jóvenes, y lastimosamente yo, pues si quiero el televisor, me voya a comprar el televisor como sea; si quiero comerme algo rico, me voy a comer algo rico como sea. Esa es la realidad de muchos jóvenes. Cuando tú no tienes cómo escoger... Yo entiendo, o sea, yo entiendo muchas cosas de la vida, la verdad, entiendo muchas cosas de la vida porque las viví. Entonces no era el típico loco que salía a robar porque simplemente robaba, sino decía: “Bueno, hoy voy a traer unos pollitos asados para la casa, me voy a tomar mis tragos, quiero comprarme un cubrelecho”, cosas así. Y montaba una película que lo iba a conseguir como fuera y ya. Hay muchas historias que son muy difícil contarlas todas.
V. D.: claro.
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Y. J.: pero cosas muy pesadas, porque vivía en el barrio más peligroso de Bogotá y en la esquina más peligrosa.
V. D.: ¿dónde vivía?
Y. J.: en la avenida Ciudad de Cali con calle 38. Eso es La Virgen, está en toda las esquina de Corabastos. Todos los días había muertos, todos los días había robos, todos los días había licor, todos los días había cosas malas. Tengo amigos que tiraron las esposas o las novias de esos momentos de un cuarto piso y las mataron; unas amigas de mi hermana que aparecieron descuartizadas en la Biblioteca del Tintal, que almorzaban con nosotros, que iban a mi casa, que se ponían la ropa de mi hermana, que nos jodíamos de parche y, de un momento a otro, salían en el Q’hubo descuartizada, no sé qué... Y obviamente cuando uno preguntaba sabía quién era, y todos los chismes y todo el tema. Fue una vida muy pesada, fue una vida muy, muy pesada.
Recuerdo a un joven, es una historia que yo nunca olvido porque fue muy ahí, porque todas eran historias muy fuertes... Te voy a contar: algún día estaba tomando con un hombre que era muy problemático y era novio de mi hermana. Estábamos sentados en mi cama con una mesita, tomándonos unos guaros. Yo no podía salir de mi casa y él era un hombre muy, muy recio, o sea, un hombre que murió de 19 años, que mandaba en el barrio. Y pasa, viene un señor con una zorra de chatarra de recoger basura..., pues sí, claro, perdón. Cuando esta persona, no puedo mencionar nombres porque son cosas que quedan muy ahí todavía... Y cuando esta persona se asoma por la ventana dice: “Basta, hijuetantas”. Entonces yo le dije: “No, cálmese, weón, ya pues, no pasa nada”. Estamos en la ventana. Él me decía paisa: “No, paisa, a mí me respetan”. Tendría ese pelado en ese momento 17 años. Cargaba el revólver en el bolsillo de atrás, y sale de mi cuarto, baja las escaleras, abre la puerta..., yo lo veo discutiendo con el indigente y veo que le quitó algo, como que le quitó una bolsa de algo, nunca supe qué fue; saca el revólver y le pega dos tiros en la esquina de mi casa. Entra, cierra la puerta, sube a mi cuarto y se asoma por la ventana y dice: “Uy, marica, lo mataron”, y yo: “Sí, lo mataron”.
Pues era pesado, era un ambiente muy pesado. Y seguimos tomando. Me acuerdo, como si fuera ayer, que me decía: “Paisa, usted cante, usted cante, porque si usted sigue por aquí, lo van a matar”, y como ponle todo un año y medio él fue el novio de mi hermana, él me quería mucho a mí, quería mucho a mi hermana, a mi mamá, nosotros lo queríamos a él..., pero era un tipo muy peligroso que tenía muchas historias en ese barrio. Muy peligroso, sumamente peligroso. Y un día simplemente nos llamaron y nos dijeron: “Ya lo mataron”. Estaba yo comiéndome una cazuela de fríjoles con mi hermana; mi hermana empieza a gritar y yo le digo: “Pues parce, se sabía que iba a pasar en algún momento”. No podíamos ir al entierro, no podíamos ir al velorio; simplemente eran personas jóvenes que morían porque así fue la vida que forjaron. Así es y hay muchas historias muy pesadas que yo nunca cuento. En ese momento yo tenía casa por cárcel, nunca he contado por qué.
V. D.: y cuénteme, pero cuénteme, ¿por qué?
J. L.: gracias por estar contando estas historias.
VICKY DÁVILA (V. D.): estamos con un invitado distinto, diferente. Siempre estamos hablando de política, de judiciales, pero esta vez les traemos un invitado para una entrevista deliciosa. Saludo a Yeison Jiménez. Yeison, bienvenido a SEMANA.
Yeison Jiménez (Y. J.): Vicky, hermosa, un saludo muy especial para ti y saludo a todas las personas que siempre están conectadas con SEMANA y con todas nuestras redes sociales, como yo, que mantengo pendiente de SEMANA todo el tiempo.
V. D.: bueno, muchísimas gracias, y nosotros de usted. ¿Cuánto hace que teníamos planeada esta entrevista, por Dios?
Y. J.: no, Vicky, no me recuerdes eso porque qué rogadera, qué sufridera. ¡Imagínate! Eso fue en pandemia, estábamos encerrados y nosotros hablamos de que valía la pena reunirnos y charlar un poco. Pero bueno, yo pienso que los tiempos de Dios son perfectos; además que el país ha estado tan embolatado que entiendo que no hay tiempo para nada más.
V. D.: así es. Pero, Yeison, déjeme empezar por preguntarle hoy, si estoy en lo correcto, si yo le digo que usted es el cantante de música popular más importante que hay hoy, digamos, el que más se escucha, el que más contratos tiene, el que más canciones saca, el que más éxitos tiene... ¿Estoy en lo correcto?
Y. J.: Yeison Jiménez es el producto musical del género popular más sólido que hay hasta el momento. Sí soy el que más trabaja y también es cierto que es el producto más costoso del mercado, no caro, sino costoso, pero no soy el único; simplemente que de pronto he venido haciendo un proceso muy largo, entonces hay otros productos muy interesantes, muy fuertes y muy importantes que vienen haciéndose procesos de posicionamiento y que algún día muy seguramente también van a poder decir lo mismo, esta es la realidad.
V. D.: Yeison, ¿cómo se hace una carrera? Usted tiene solo 31 años, es muy joven, tiene una carrera artística sólida, como lo dice, pero también un emporio que ha ido construyendo empresarial. Háblenos de eso, por favor.
Y. J.: a nivel artístico, Vicky, yo me he dedicado a hacer lo que a mí me gusta que me hagan. La gente no tiene máscaras con Yeison Jiménez y la gente sabe qué se va a encontrar cuando va a un concierto mío. La gente sabe que soy un hombre que me gusta el aguardiente, que hablo como soy, que no tengo como esas fachadas. Encima de eso, yo me crié en una cantina; mi mamá tenía un bar, siempre ha tenido bares, creo que durante toda mi vida. Apenas hace un año los terminó porque ya me cansé de rogarle, le dije: “Madre, ya no más, ¿toda la vida con bares?”. Eso me lleva a tener, pienso yo, un oído muy comercial; entonces siempre que Yeison Jiménez lanza han salido éxitos, esa es la realidad. Primero que todo, la gloria es de Dios, porque uno no elige eso y nadie sabe cuál es la fórmula para hacer un éxito, uno lo que trata de hacer es acercarse a esos sonidos y a esos vocabularios y a esas historias que le gustan a la gente, pero realmente quien pone la magia es Dios y el pueblo, el público que es quien dice si la canción es o no es un éxito.
Feliz Domingo mi gente ! pic.twitter.com/zTvzqwCpbE
— Yeison Jiménez (@yeison_jimenez) May 23, 2022
Jairo Lozano (J. L.): y así es. Yeison es un éxito en la música popular, no solamente en Colombia, sino fuera del país. Hoy usted es un hombre exitoso, un hombre de Dios, pero a usted no le ha sido fácil, no le han regalado nada, como dicen popularmente. Para la gente que lo quiere conocer un poco más, usted empezó trabajando desde muy niño en una plaza de mercado, ¿cómo es eso, Yeison?
Y. J.: es una es una vida que yo todavía no entiendo en qué momento fue que la viví. Si ustedes me preguntan, yo siento que viví dos vidas. Tuve una vida cuando estaba más joven, que estuvo llena de milicia, de... ¿cómo es que se dice?, de una vida peligrosa, de un barrio peligroso, de esas historias de todos los días, de amigos muertos, y entré a Corabastos con 13 años a llevar unas arepas. Había acabado de llegar a Bogotá de Manzanares (Caldas) y llevando esas arepas me quedé cinco años y medio hasta los 18 años y medio. Todos los días, de tres de la mañana a once de la mañana, y estudiaba en la tarde. Hice ese proceso paulatino con mi estudio no porque quisiera, sino también porque nos tocaba. Vengo de una familia que, en ese momento, pues no había televisor, no teníamos nevera, nunca tuvimos una casa propia, toda mi juventud fue pagando arriendo y todo lo que esta vida conlleva, todo lo que realmente es salir desde abajo.
V. D.: pero venga, Yeison, vamos por partes; cuénteme la historia de las arepas. Entonces usted iba, llevaba las arepas, ¿cuántas llevaba?
Y. J.: como diez arepas. Es que en la casa donde vivíamos había una señora que también era paisa y ella vendía arepas; el hijo de ella trabajaba vendiendo aguacates y el jefe del hijo le pidió unas arepas a la mamá. Yo ese día no estaba haciendo nada y la señora me dijo que fuera y llevara unas arepas allá. Cuando llegué, tenía 13 añitos, y ese señor, no recuerdo en este momento el nombre, pero siempre me acordaba, en este momento se me olvidó, me dice que si quería organizar unos costales y ahí comenzó toda mi carrera como aguacatero doblando unos costales. Después empecé a cargar y a lo último terminé de jefe de puesto; cuando me retiré era jefe de puesto, pero siempre fui empleado porque mucha gente piensa que es que yo tenía era un puesto allá en Corabastos, como una firma. Era empleado.
J. L.: cotero...
Y. J.: cotero, exactamente.
V. D.: ¿y cuánto costaba cada arepa? Es que yo no me lo imagino a usted vendiendo arepas. ¿Cómo hace uno para convencer, ‘vea, cómpreme la arepa’?
Y. J.: siempre fui un buen vendedor. Yo he vendido tierra, papa criolla, aguacate, arepa, dulces, cosas malas, he vendido de todo (risas). He sido un hombre que siempre me gustó mantener mi platica. Yo decía dentro de mí: “Yo no quiero morir pobre”, y también decía: “Yo no quiero morirme en una plaza de mercado”. No porque no sea digno, sino porque la vida es muy bonita y vale la pena luchar por cosas mejores.
V. D.: pues claro. ¿Y sabe una cosa?, a mí me conmueve mucho su historia, porque también recuerdo mucho de cuando yo era niña; yo también vendía cosas cuando era chiquita y le tocaba a uno de los pueblos ayudar a la familia, a la mamá, al papá...
Y. J.: yo pienso que valen la pena esos procesos. Nada más ayer me estaba acordando de muchas cosas porque le dije a mi esposa, nosotros salimos a comer casi todos los días que estamos juntos a un restaurante, y siempre yo a ella le digo: “Amor, quiero algo rico”. Es normal, un martes, un miércoles o a mis amigos o al asistente, a las personas que viajan conmigo, yo mantengo en restaurantes, ese es mi parche, ese es mi plan. Y yo le decía anoche precisamente a ella: “Qué locura uno poder decir que vamos a comer lo que se nos dé la gana y poderlo hacer todos los días”. Y eso, yo soñé tanto con eso, Vicky. Este era mi sueño, yo quiero comerme lo que yo quiera, cuando yo quiera, realmente este era mi sueño.
V. D.: el sueño no era el supercarro o la supercasa, sino que usted siempre tenía esa cosa porque, generalmente, cuando uno puede comerse lo que quiere, cuando quiere, es porque está bien...
Y. J.: mira, yo nunca soñé con un carro porque nunca tuve ni siquiera una bicicleta. De hecho, cuando niño me prometieron muchas ciclas, nunca me las dieron y cantando me gané cinco ciclas como en dos años. Tendría yo de los nueve a los 12 añitos, pero mi mamá quedó en embarazo de un señor y ese señor nos llevó a vivir a Bogotá, de Manizales hacia Bogotá, y vendieron todas mis bicicletas para pagar el trasteo y para pagar unas deudas que había en Manizales y ahí quedé sin ciclas. Entonces yo nunca aspiré a tener un carro porque se me hacía muy lejos. Por eso, la verdad, he tenido tantos y compro tantos, porque yo siempre lo digo, no es por opulencia, es porque yo nunca había pensado que iba a tener un berraco carro y hoy en día cada que puedo me los compro. La verdad es así, así sea para tenerlos guardados, pero es un tema que hay dentro de mi corazón. Al frente del puesto donde yo trabajaba siempre me parqueaban una camabaja con un Mazda 323 que rifaba un señor que se llamaba Raúl, que murió, gran amigo mío, y Raulito me decía: “Cómprame la boleta”. Valía como 120.000 pesos, eso era más de la mitad de mi semana de trabajo. Y yo decía: “¿Cómo me voy a comprar una boleta de 120.000 pesos para ganar un carro? Mejor voy a ahorrar”. Pero yo hacía cuentas y decía: para comprarme un 323 tenía que ahorrar como siete años sin comprar ropa..., o sea, son cosas bien bonitas, son historias loquísimas.
J. L.: Yeison, y esto de la música popular uno se imaginaría que fue cuando usted empezó a escuchar la música en las cantinas de su familia, en la plaza de mercado, pues esa es la música que se escucha. ¿Cómo empieza usted a decir: “Yo quiero ser cantante o yo voy a ser cantante y me gusta esta música”?
Y. J.: todo comienza cuando estoy en prekinder, en el albergue, porque me la pasaba cantando corridos prohibidos: ‘La cruz de marihuana’, ‘La pista secreta’, ‘Las monguitas’...
J. L.: ¿tan pequeño?
Y. J.: tenía cuatro años. Entonces una vez me sacaron del salón porque la profesora me decía que yo qué hacía cantando música. Yo me acuerdo que era la de “cuando me muera, levanten una cruz de marihuana”. ¡Imagínense a un niño de cuatro años cantando eso en el jardín! Entonces, realmente, yo sí estoy totalmente seguro de que mis raíces son por dos razones: número uno, mi pueblo, que es 100 % cantinero. Tú vas a Manzanares (Caldas) y hay 40 cantinas, cuatro panaderías y una iglesia, ese es mi pueblo. Y mi mamá. Mi mamá ha sido una mujer toda la vida de bares, de restaurantes, de discotecas, de cantinas, entonces yo todo el tiempo crecí escuchando esa música y ahí tuve que meterme eso en el corazón.
V. D.: el primer éxito, Yeison, ¿cuál fue?
Y. J.: ¿qué día es hoy?
V. D.: ¿cómo dice?
Y. J.: (empieza a cantar) ¿Qué día es hoy? ¿Dónde me encuentro? ¿Con quién estoy? Ya me acordé, estoy borracho desde el viernes y creo que el lunes ya estoy bien...
V. D.: no, mejor dicho, uno quisiera que se volviera como una vitrola...
Y. J.: tengo un guitarrista que me va a acompañar ahorita...
V. D.: hágale, ¿pero sabe cuál me gusta?, la del guaro. ¿Se acuerda la del guaro? Esa es muy famosa, haga la del guaro.
J. L.: si necesita coro estamos listos...
Y. J.: (empieza a cantar). Que me traigan guaro, cerveza y licor y que vengan viejas pa’ pasarla cabrón, que me traiga el tequila, cerveza y licor y que suene el mariachi hasta que salga el sol.
V. D.: ¡no, qué maravilla! Oiga, nos quedamos con una imagen suya con ‘El Rey del Despecho’. La muerte fue muy sorpresiva y quedó como que casi que el destino los puso a los dos en esa última imagen. Cuéntenos, ¿qué pasó en ese encuentro entonces?
Y. J.: lo primero es que no me gustó el regalo de cumpleaños que el viejo me dio, porque precisó, Vicky, cuando me senté en mi fiesta sorpresa de cumpleaños, abro el Instagram y dice: “Murió el rey del despecho”. Entonces, Vicky, nadie se imagina qué era, qué es para un artista de música popular conocer a Darío Gómez. ¿Por qué? Porque es que es un artista que duró 48 años pegado, 48 años haciendo éxitos. Yo llevo 11 años de carrera y es un artista gigante; o sea, él es la persona que inventó lo que yo hago, con lo que yo vivo, con la que le cambié la vida y el rumbo a mi familia, entonces yo lo amo. Ahora, ese día cantamos juntos en Medellín, él se había acabado de bajar de tarima y yo iba entrando, yo cerraba el concierto, y apenas me ve, me abraza y me dice: “Yeison, yo te amo, culicagado, yo te amo”. Estaba tomadito mío. “Tú eres mi legado”, y vean eso quedó en este video. Yo no lo grabé, eso lo subió otra persona que estuvo ahí y son palabras muy bonitas, muy sentidas, que hoy en día lo que me traen es nostalgia. Para serle sincero, siento que debí haberlo abrazado, no sé, me faltó.
V. D.: le faltó ese abrazo. ¿Quién era Darío Gómez para Yeison?
Y. J.: es que hoy en día todo es muy vano, hoy en día todo es muy plástico, muy maquillado. ¡Hoy en día todo es como tan fácil! Pero imagínense un campesino cuando no había Internet, cuando no había computadores, cuando no había CD, cuando no existía nada de esa vaina..., con un bolso, con unos... los famosos HP, repartiéndolos por las emisoras rurales. Es una historia demasiado linda. Creo que Darío Gómez merece haber sido el rey del despecho y es un artista gigante. Y como compositor, ¡ni se diga! ¿Cómo es que un campesino puede hacer tantos éxitos que les gustan a empresarios, a ingenieros, a arquitectos, a policías, a alcaldes, a gente estudiada, lo que simplemente un caficultor cantaba?
V. D.: claro, además qué significa la música popular, Yeison, para llegarle a la gente. Porque es que la música popular lo que hace es contar las historias de lo que siente el rico, el pobre, el blanco, el negro, esa es la verdad.
Y. J.: yo siento que la música popular es de esa poquita música que queda con sentido, un sentimiento con el corazón. Ya hoy en día la música se convirtió en sonidos, en beats, en pistas, en DJ; es una música..., ¿cómo es que se le dice? Más secular. Un poco más para el cuerpo que para el alma, y la música popular tiene esa bendición de que queda. Por ejemplo, hoy en día nadie va a rumbear con una canción como ‘La gasolina’, que es lo más brutal que ha habido en el reguetón, pero ninguno de nosotros ponemos ‘La gasolina’, ahí cuando estamos rompiendo, a menos que sean las famosas gynday, que ponen los DJ, que ponen ‘No puedo olvidarla’. Bueno, pero la música popular tiene esa curiosidad de que se queda en el oyente. Hoy en día, cantar ‘¿Qué día es hoy?’, que la hice hace diez años, es como cantar Aventura y eso es una bendición que tiene mi género.
V. D.: Yeison, o sea que las letras del reguetón veo que no le gustan. ¿No le gusta?
Y. J.: no, a mí me gusta el reguetón y escucho reguetón, poquito. Escucho mucho más rap, pop, pues, pero el reguetón es una música que hoy en día se hace más para el cuerpo que para el alma, y pues es mi punto de vista, que es para que la gente baile, se parche, que para que la gente sienta algo dentro de su alma; entonces, si es en ese sentido, sí opino que le hace falta un toque. Ahora, no todo, ya atrás hacen música con mensaje, hay algunos artistas que aún hacen ese tipo de reguetón, ¿no? Pero casi la mayoría, hoy en día, es un beat que se repite y se repite, y dicen algo repetitivo, y me gusta a mí y a todo el mundo.
V. D.: claro, lo que pasa es que es muy rítmico; como usted dice, es para el cuerpo, es para bailar, es para estar chévere. Pero cuando usted se sienta, si usted se siente nostálgico, triste, y pone un reguetón... Yo creo que no le produce nada irse de rumba, levantarse de la silla o de la mesa.
Y. J.: mira, yo tengo dos hijas y hoy en día me da duro escucharlas cantar algunas canciones de este género, para serles muy sincero; creo que está desbordado el vocabulario, 100 % desbordado el vocabulario de género. Pero es un tema demasiado profundo porque a la gente no le interesa pensar en estas cosas. Entonces yo no soy un santo, mi música también incita a beber, simplemente que mi música no está diciendo mensajes tan contundentes, y digamos que es porque es otro tipo de música. Entonces si me ponen a escoger entre reguetón, sí, escucho reguetón, pero selecciono lo que voy a escuchar. Me gusta la música como protesta, por ejemplo, Calle 13 hace cosas chéveres; me gusta la música que tiene historia. Escucho muchos, poco reguetón, pero también lo escucho.
V. D.: sí, Yeison, pero si uno les pone como atención a las letras del reguetón, es la mayoría, no todas, pero es sexo explícito, por ejemplo.
Y. J.: sí, es lo que vende hoy en día, y la gente siempre está detrás de eso. Osea, anoche pensaba yo algo y es que hoy en día se vale todo, esta es la palabra, se vale todo. Para mí, como ser humano que ha vivido un proceso tan profundo, tan bonito, con tantos altibajos, para mí no se vale todo. Yo hoy en día jamás, por ganarme 100 millones de pesos más, voy a tratar de dañar algo o a alguien, pero eso es mi punto de vista como artista.
V. D.: pero hay una cosa que me parece interesante profundizar: el tema de sus niñas. ¿Cuántos años tienen las niñas?
Y. J.: mis hijas tienen, ¡wow! Tienen diez añitos la primera, la mayor, y cuatro años y medio la menor. Cuando conocí a mi esposa, la niña mayor tenía un añito, y como en cuatro o seis meses, de hecho, ella me dijo que tenía una bebé y yo no le creía porque era una mujer muy bonita, sin una estría, sin una cicatriz, ¿cómo así que un bebé, en dónde? Es que como la conocí solita y, aparte de eso, muy joven... Y resulta que sí tenía una bebé, que hoy en día es mi hija mayor, yo la crié con todo el amor que he tenido, es mi hija 100 % y es una mujer que me adora y ella sabe que yo también la amo; hay una relación demasiado bonita. Yo tuve seis padrastros, así que yo sé qué es ser un padrastro y qué es ser un papá; entonces por eso creo que ella salió tan bien librada, porque nunca en mi vida ha existido maltrato, un atropello, un grito, un golpe, nada, y las trató por igual y me aman por igual y las aman por igual.
V. D.: ay, venga, no, pero es que esa parte me parece... cuando habla de los padrastros, ¿qué hay ahí, se portaban mal esos padrastros o qué?
Y. J.: yo tuve todos los tipos de padrastros que hay.
V. D.: sí, malo, regular, bueno, chévere...
Y. J.: de todo. El borracho, el morboso, el cochino..., tuve el que no hace nada. Yo utilizo palabras, pero iba a decir el que no hace un culo, el muy bueno, pero que duró poquito; tuve el joven, tuve el viejo. Sí, eso no fue fácil. Lo que pasa es que mi mamá quedó soltera con 32 años, pues uno a los 32 tiene que intentar rehacer su vida amorosa, ¿no? Pues claro, era muy joven. Yo tengo 31; por ejemplo, si hoy se acabara mi vida, yo voy a buscar otra pareja. Entonces yo la entiendo, ¿si me entiende?
V. D.: sí.
J. D.: sí.
Y. J.: se sufrió mucho. Yo era un chico muy problemático y por eso ya cuando cogí una madurez, después de los 17 años, pues conmigo ninguno se metía porque llevaban, yo no me le quedaba callado ni quieto a nadie, era un joven problemático, y creo que ellos también sabían eso, entonces conmigo no se metían. Pero tengo dos hermanas con las que sí, algunas veces hubo cosas que no me gustaron. Entonces esos temas son pesados, son muy pesados.
V. D.: claro, le tocó vivir una situación muy dura y muy difícil, ¿no? Por lo que nos está contando. Y la mamá, ¿qué hacía?
Y. J.: mi familia fue muy... ¿cómo se dice, esas familias que son medio locas? Disfuncionales.
J. L.: Sí, sí, sí, hay de todo, diga que hay de todo...
Y. J.: mira, mi familia ha sido gente campesina que ha tenido éxito y que ha perdido el éxito; que ha tenido dinero y que se ha despilfarrado el dinero. Mi padre tuvo dinero, cuando yo era joven era de una muy buena familia de mi pueblo, mi papá era un cafetero que tenía varios Willis, o de los carros que transportaban los campesinos, y tenía varios negocios de los más importantes del pueblo. Era para mí normal ver a mi papá siempre armado, siempre estrenándose la última Luv del año, la última DT del año; teníamos dos empleadas... Y cuando se acaba el amor, llegan los problemas y llega el licor, se acaba todo. Y resulté recogiendo chatarra en la galería de Manizales con 12 años. Y eso fue un cambio... De los ocho a los 12, en cuatro años de playa alta a playa baja.
V. D.: claro...
J. L.: claro...
Y. J.: y ahí empezó todo el proceso. Pero dentro de mi familia, yo creo que debido a esa pérdida que hubo en todos los sentidos, mi mamá siempre ha sido una mujer extremadamente trabajadora, pero todos nos entregamos al licor, todos éramos borrachos, mi hermana, mi mamá, yo...
V. D.: o sea, usted también...
Y. J.: sí, claro, Vicky. Yo a los 19 años estaba dejando el licor.
V. D.: ay, no, qué pecado...
J. L.: ¿cómo así dejando? ¿Empezó a tomar desde cuándo?
V. D.: empezó niño...
Y. J.: a los 14 años, en Corabastos, ya se tomaba todos los días.
V. D.: con los adultos y todo, ya como si fueras un viejo...
Y. J.: sí, totalmente. Empecé a fumar a los 14 años, a tomar. A los 19 años me sentí cogido, o sea, yo tomaba, era el borracho, el borracho chévere porque siempre mantenía plata, porque además de que trabajaba, también robaba, entonces tenía dinero y era jovencito, pero mantenía con dinero. Siempre me ha gustado vestirme bien. Es lo único por lo que yo trabajaba o hacía cosas, por tener muy buenos tenis, una buena chaqueta. Y ya, eran como las aspiraciones de uno, pues jovencito.
J. L.: pero venga, cuéntenos, eso sí con todo respeto lo digo porque usted lo está nombrando, ¿cómo así que robaba, Yeison?
V. D.: déjeme hacerle solamente un paréntesis, Yeison. Sabe que esta historia suya es muy bonita porque tiene un final feliz. Es decir, usted pudo cambiar, se pudo superar, hoy es un berraco, es un empresario, es un artista reconocido en el país. Pudo cumplir sus sueños, pudo ayudarle a su familia... Entonces contar todo esto es muy importante para la gente que nos está viendo, para que entiendan que puede estar uno en la más oscura de todas, pero si pone voluntad se puede salir adelante. Quería hacer este paréntesis para que la gente entienda que no es por el morbo de saber estas cosas, sino por entender que es ejemplarizante, al final, una historia como la suya.
Y. J.: Vicky, yo llegaba a mi casa, mi mamá debía tres meses de arriendo, tenía un local donde de pronto apenas acababa de pagar el arriendo; no había gas, no había nevera, no había televisor y eso genera rabia, Vicky. Yo entiendo a muchos jóvenes, eso sí lo tengo claro, porque yo decía: “No, no tengo por qué mamarme esto”, y ya te llenas de otro tipo de cosas en tu cabez. Anduve con jóvenes que todos están muertos, todos murieron muy jóvenes, y lastimosamente yo, pues si quiero el televisor, me voya a comprar el televisor como sea; si quiero comerme algo rico, me voy a comer algo rico como sea. Esa es la realidad de muchos jóvenes. Cuando tú no tienes cómo escoger... Yo entiendo, o sea, yo entiendo muchas cosas de la vida, la verdad, entiendo muchas cosas de la vida porque las viví. Entonces no era el típico loco que salía a robar porque simplemente robaba, sino decía: “Bueno, hoy voy a traer unos pollitos asados para la casa, me voy a tomar mis tragos, quiero comprarme un cubrelecho”, cosas así. Y montaba una película que lo iba a conseguir como fuera y ya. Hay muchas historias que son muy difícil contarlas todas.
V. D.: claro.
Y. J.: pero cosas muy pesadas, porque vivía en el barrio más peligroso de Bogotá y en la esquina más peligrosa.
V. D.: ¿dónde vivía?
Y. J.: en la avenida Ciudad de Cali con calle 38. Eso es La Virgen, está en toda las esquina de Corabastos. Todos los días había muertos, todos los días había robos, todos los días había licor, todos los días había cosas malas. Tengo amigos que tiraron las esposas o las novias de esos momentos de un cuarto piso y las mataron; unas amigas de mi hermana que aparecieron descuartizadas en la Biblioteca del Tintal, que almorzaban con nosotros, que iban a mi casa, que se ponían la ropa de mi hermana, que nos jodíamos de parche y, de un momento a otro, salían en el Q’hubo descuartizada, no sé qué... Y obviamente cuando uno preguntaba sabía quién era, y todos los chismes y todo el tema. Fue una vida muy pesada, fue una vida muy, muy pesada.
Recuerdo a un joven, es una historia que yo nunca olvido porque fue muy ahí, porque todas eran historias muy fuertes... Te voy a contar: algún día estaba tomando con un hombre que era muy problemático y era novio de mi hermana. Estábamos sentados en mi cama con una mesita, tomándonos unos guaros. Yo no podía salir de mi casa y él era un hombre muy, muy recio, o sea, un hombre que murió de 19 años, que mandaba en el barrio. Y pasa, viene un señor con una zorra de chatarra de recoger basura..., pues sí, claro, perdón. Cuando esta persona, no puedo mencionar nombres porque son cosas que quedan muy ahí todavía... Y cuando esta persona se asoma por la ventana dice: “Basta, hijuetantas”. Entonces yo le dije: “No, cálmese, weón, ya pues, no pasa nada”. Estamos en la ventana. Él me decía paisa: “No, paisa, a mí me respetan”. Tendría ese pelado en ese momento 17 años. Cargaba el revólver en el bolsillo de atrás, y sale de mi cuarto, baja las escaleras, abre la puerta..., yo lo veo discutiendo con el indigente y veo que le quitó algo, como que le quitó una bolsa de algo, nunca supe qué fue; saca el revólver y le pega dos tiros en la esquina de mi casa. Entra, cierra la puerta, sube a mi cuarto y se asoma por la ventana y dice: “Uy, marica, lo mataron”, y yo: “Sí, lo mataron”.
Pues era pesado, era un ambiente muy pesado. Y seguimos tomando. Me acuerdo, como si fuera ayer, que me decía: “Paisa, usted cante, usted cante, porque si usted sigue por aquí, lo van a matar”, y como ponle todo un año y medio él fue el novio de mi hermana, él me quería mucho a mí, quería mucho a mi hermana, a mi mamá, nosotros lo queríamos a él..., pero era un tipo muy peligroso que tenía muchas historias en ese barrio. Muy peligroso, sumamente peligroso. Y un día simplemente nos llamaron y nos dijeron: “Ya lo mataron”. Estaba yo comiéndome una cazuela de fríjoles con mi hermana; mi hermana empieza a gritar y yo le digo: “Pues parce, se sabía que iba a pasar en algún momento”. No podíamos ir al entierro, no podíamos ir al velorio; simplemente eran personas jóvenes que morían porque así fue la vida que forjaron. Así es y hay muchas historias muy pesadas que yo nunca cuento. En ese momento yo tenía casa por cárcel, nunca he contado por qué.
V. D.: y cuénteme, pero cuénteme, ¿por qué?
J. L.: gracias por estar contando estas historias.
V. D.: mire, usted está abriendo el corazón. ¿Qué le pasó?
Y. J.: no, tenía problemas y me estrellé y ya.
V. D.: pero por el cuento de... Espere, que usted aquí está con periodistas. O sea, ¿por qué le dieron casa por cárcel? ¿Por el tema del robo o por algo más grave?
Y. J.: no, no... Yo cometí errores en mi vida, Vicky; lo que pasa es que hay cosas que uno para qué cuenta, porque la gente no va a entender.
V. D.: era menor de edad.
Y. J.: sí, era menor de edad. Eso fue el 9 de junio de 2008.
V. D.: o sea, usted alcanzó a estar en una situación... en un hoyo profundo.
Y. J.: Vicky, yo alcancé a estar metido, muy metido. Es que también había un tema dentro de mí. Es que sentía rabia, me llené de rabia y esa rabia me permitía hacer muchas cosas, y siempre fui un pelado muy serio. Una vez llegué con una puñalada aquí debajo del brazo y mi mamá nunca se enteró. Yo me vestía, me cambiaba para el colegio, me ponía gasas, me hacía curación, compraba..., ¿cómo es que se llama esa vuelta, ome?
V. D.: ¿Isodine o qué?
Y. J.: un polvito que uno le echa al agua para cicatrizar.
V. D.: Domeboro será.
Y. J.: papeletas de Domeboro, y me aplicaba muchas cosas. Fue una vida muy triste. Fue una niñez pesada, fue una niñez que no quisiera repetir. Que yo hago..., de verdad, yo siento como que no pasó, porque también me duelen mis amigos, mis compañeros, la gente que murió. Fueron muchas cosas... De sobremesa, mi mamá alimentaba a reinsertados de la guerrilla, entonces mis mejores amigos eran exguerrilleros, y quienes pasaban conmigo de los 24 a los 31 eran sicarios, y quienes llevaban pescado a mi casa para que hiciéramos un almuerzo eran comandantes de cosas... Y era una vida así y, o sea, todo el tiempo era eso.
V. D.: claro, increíble...
J. L.: Yeison, y con todo esto que nos cuenta uno se imaginaría que estuvo en peligro. ¿Alguna vez estuvo en peligro que usted dijera: “Uy, me salvé”?
Y. J.: sí, claro, obviamente muchas veces. Recuerdo en el colegio, en época de colegio y en ese barrio, en Kennedy, hay muchas bandas, hoy en día se ha bajado un poquito porque bueno, no sé, pienso que los jóvenes -de cierta manera- en ese tiempo eran diferentes a los de hoy; hoy estamos pendientes del Instagram, de TikTok, de otras cosas. En ese tiempo no había nada de eso, solo había un andén en la calle para sentarse a fumar y a ver quién pasaba. Y una vez había un peladito que era muy peligroso, también está muerto, y se enteró de que yo era de otra banda y a mí me avisaron dentro del colegio, me dijeron: “Paisa”, me acuerdo, un pelado Ávila, “paisa, que a la salida le van a volear”, y yo okey.
J. L.: ¿volear es que lo querían matar?
Y. J.: sí. A mí me llevaba a mi casa un amigo que hoy en día es compadre mío, se llama Fabián Guerrero, o sea, yo soy el padrino del hijo de él. Y Fabián salió y se subió a la cicla y yo ya había llamado a unas personas, amigos míos, pero eso fue como a las cinco de la tarde y salíamos a las 6:15 p. m. Del barrio mío a donde yo estudiaba era lejos, entonces yo decía: “No van a alcanzar a llegar”. Yo empecé a hacer tiempo dentro del colegio; cayó un poquito la noche. Cuando salgo y estoy en la bicicleta sentado en la barra, la bicicleta de mi compañero, me echaron mano acá y me pusieron un revólver. Uno de los pelados me decía: “Usted ya sabe qué es lo que pasa, ¿no?”. Yo le decía: “Sí, pero deje ir a Guerra, deje ir a Guerra”, y Guerra se puso a llorar, que era Fabián. Y Fabián me decía: “Yo no me voy”, y yo le decía: “No, tienes que irte”. En ese momento yo me bajé de la cicla, les dije: “Solo dejen ir al pelao porque él es un pelado de una familia bien”. Y cuando me bajé, lo único que escuché fueron disparos, y habían llegado mis amigos, y gracias a Dios las cosas cambiaron.
J. L.: lo salvaron.
Y. J.: y las personas que llegaban eran gente muy delicada, entonces usted solo veía que se abría todo el colegio. Resulta que cuando yo me acercaba al colegio, siempre me llegaba la policía. Eran cosas muy locas.
J. L.: ¿por qué la policía, Yeison?
Y. J.: porque yo estaba reseñado o porque sabían quién era uno; porque sabían que había cosas de por medio, porque sabían que había mucha gente de por medio. Entonces cuando yo salí, porque yo me gradué, fui el tercero mejor del colegio. Pero me gradué y en tres meses debido a los problemas que tenía tuve que irme. Bueno, pedir en otro colegio que me dejaran terminar mi grado, no había perdido ninguna materia y me dediqué a estudiar. Siempre he sido un poco demasiado inteligente, como les digo, fui el tercero mejor del colegio, me gané una beca para estudiar Ingeniería Química en la Universidad de Bogotá, pero yo no quería estudiar esa vaina. Y esa es una de esas historias que yo recuerdo como si fuera hoy, porque quizá si no hubieran llegado mis amigos justo en ese momento... Y siempre andaba armado, siempre, todo el tiempo, todos los días.
V. D.: ¿qué arma tenía, Yeison?
Y. J.: tenía un revólver.
V. D.: ¿y cómo lo consiguió, entonces, si era un niño, en el mercado negro?
Y. J.: eso es una bobada, Vicky, eso se consigue en cualquier lado.
V. D.: claro, sí.
Y. J.: porque bueno, muchas cosas... Fue una vida curiosa. La verdad fue una vida de un proceso demasiado lindo. En el colegio conocí a una peladita cristiana y me hablaba de Dios, pero para mí Dios era eso de que salió el sol, gracias a Dios; se fue el sol, gracias a Dios, eso era Dios. Por echarle los perros a esa peladita empecé a ir a una iglesia cristiana y un día me estrellé contra el mundo y conocí a Dios; conocí la realidad que existe en él, lo real que es. De hecho, yo hoy en día lo vivo. Es una cosa muy fuerte. Todo lo que le pido, me llega; siempre me cuida, siempre tengo éxito, siempre lleno; yo no me estreso por nadie, no miro el trabajo de nadie, no estoy pendiente de nadie, no me interesa el camino de nadie, yo hago mi camino, mi proyecto, mi rumbo y todo lo dejo en manos del man. Lo trato como mi amigo, como mi papá. Siempre, cuando abro los ojos, oro; soy un hombre al que le gusta estar arrodillado. Fui un hombre al que le gustaba la música cristiana; cambié demasiado, dejé de fumar, dejé de tomar, dejé algunas drogas que consumía, porque nunca me gustaron las drogas, pero debido a la presión del ambiente, de lo que se sentía todos los días, tenía que consumir, si no quedas como la niña del paseo.
V. D.: ¿qué consumía, Yeison, entonces?
Y. J.: solamente consumí una droga esporádicamente, pero durante mucho tiempo, como casi cuatro o cinco años y ya.
V. D.: ¿pero cuál era?
Y. J.: cuando entré a la Iglesia empecé a dejar eso.
V. D.: ¿pero qué era? ¡Cuénteme, hola!
Y. J.: no me gusta como suena esa palabra..., la coca.
V. D.: ahora le parece extraño porque... o sea, sí, o sea, cocaína.
J. L.: cocaína.
Y. J.: es que la palabra es como pesada, ¿sabes?
V. D.: claro, pero además niño. Es que a mí lo que más me impacta de todo esto es que es como si usted hubiera tenido dos vidas, ¿verdad? Más, tres vidas. La primera vida al lado de su papá, una vida chévere en el pueblo; luego, una vida que lo llevó a un hoyo profundo, y luego una vida de salvación. ¿Cómo se salva Jason Calderón, cómo se salva? Perdón, Yeison Jiménez, Calderón es compañero de RCN, y Yeison Jiménez, ¿cómo se salva? ¿Qué lo salva?
Y. J.: yo siento que la música. Resulta que llegué a los 19 años, Vicky, y estaba mamado de todo, de absolutamente todo. Me sentía saturado, Vicky, y no me gustaba salir, no me gustaba la calle. Yo crecí y tuve muchas madrugadas en la calle de 13, 14, 15, 16 años, con una cerveza en la mano, armado, andando calles; entonces llegó un momento de mi vida en el que le cogí pereza a todo eso. Entonces no salía, solo iba a trabajar y volvía a mi casa, iba a trabajar y volví a mi casa. Todo el mundo me decía: “Pero usted canta muy bien, usted canta muy bien”, y cuando niño me había ganado varios concursos de canto, entonces yo un día dije: “¿Sabe qué? Yo lo voy a intentar, lo voy a intentar y si no lo logro, me voy para el Ejército”. No me gustaba la Policía, por obvias razones; aunque hoy en día tengo muchos amigos policías a los que quiero y que adoro y que los llevo en la rebuena; pero en ese tiempo sí eran como gente que no era amable con nosotros.
Y empezó ese proceso de promocionar: yo sacaba CD, afiches; una persona me hacía los hilos en tal lado, los afiches en otro. Me iba con mi mejor amigo de este tiempo, que se llama Johnny, me bajaba del TransMilenio, llevaba fotos que me tomaba en la 19 y decía: “Háganme un diseño con un afiche y ponga mi número aquí”; luego me iba para las fundas, para los barrios, los billares y le decía a la gente que si me dejaba cantar, que yo no le cobraba, que solamente me dejara cantar a ver qué les parecía. Y cuando cantaba, sacaba los CD, que me salían en ese momento a 650 pesos, y les decía que se los regalaba y que me regalaran lo que pudieran, lo que quisieran y mucha gente me daba 2000, 3000, 500, 20.000... Y empecé a hacer ese proceso de cero, totalmente de cero. En ese tiempo estaba Pipe Bueno muy fuerte, entonces yo decía: “Pero si ese pelado pudo, pues yo también puedo”. Tenemos la misma edad, que me quemé, pero la diferencia era abismal, estábamos totalmente en dos mundos muy diferentes. Después llega Rafael Muñoz, que es la persona que fue mi mánager hasta el año pasado, 11 años duramos juntos, 11 o 12, porque de pronto estoy restando un año, sino que no recuerdo muy bien... Y el día que lo llevé a conocer mi casa, o sea, conozco mi mánager, yo ya tengo mánager, él me dice: “¿Tú dónde vives?”, yo le digo: “En Patio Bonito”.
Nos tomamos unos tragos ese día cantando en un bar y yo le dije:”No, vámonos a mi casa, la seguimos en mi casa”. Tomábamos mucho llegando a mi casa, nos bajamos del taxi y salen dos muchachos a robarnos, y yo los miro y les digo: “¡Hijuetantas!”, y me enfrento con ellos y Rafa dice como que está haciendo, o sea, no entendía. Yo no me iba a dejar robar de esta loca, y claro, pues yo estaba acostumbrado a ese tipo de cosas. Cuando llegamos a la casa de él siempre cuenta esa historia. Él dice que él corría, se escondió en un carro y yo enfrentado con la correa y con la chaqueta contra un tipo con una navaja en la mano... Y él me decía: “Marica, yo nunca me imaginé que usted estaba en esa película”. O sea, y para mí era algo como que no me voy a dejar robar de este bobo. Entramos a mi casa y entonces yo empiezo a contarle un poco, mira, yo vengo de acá, yo he hecho esto, hago aquello, pero quiero cambiar; yo decía quiero cambiar, y ese día él me dice: “Tú tienes que irte de este barrio, te tienes que ir de aquí, porque sino aquí van a pasar cosas”. Efectivamente empaqué mis maletitas y me fui para una casa que iban a demoler de un familiar de él.
Siempre he sido muy ordenado y siempre he leído mucho, yo soy autodidacta y entiendo de todos los temas y, como ustedes saben, tengo nueve empresas. Entonces, yo he sido muy ordenado, por eso ahorita estaba tendiendo la cama. Yo odio el desorden, lo odio, me parece de quinta. Desde que era pobre era un tipo ordenado, limpiaba mis tenis, doblaba mis camisas, planchaba mis jeans. ¿Por qué? No tengo idea, pero soy extremadamente ordenado. Hoy en día los que trabajan conmigo se ríen mucho porque cuentan que yo siempre digo: “Parce, tráeme tal cosa”, “¿Dónde está?”. Y yo: “Vea, eso está en el bolsillo de tal chaqueta, que me puse tal día”, y van y ahí está. “No, ¡usted está loco!”. Yo les digo que no, que eso es ser ordenado, es saber todo. Vicky, cuando llego a ese barrio, ahí adonde yo llegué, simplemente me cambió la vida que nadie me conociera; un ser humano diferente, podía andar sin camisa, podía andar y nadie sabía nada de mí, porque Bogotá es muy grande.
V. D.: como que volvió a empezar, ahí pudo volver a empezar.
Y. J.: ahí era otro ser humano. Hice una promesa: que no volvía a fumar ni a consumir absolutamente nada, y duré casi nueve años sin tocar un cigarrillo; volví a fumar como tres meses, muy poco, y volví lo dejé.
V. D.: ya para siempre.
Y. J.: sí, no he vuelto a fumar, no me hace falta. ¿También sabes qué es lo que pasa? Que tuve un momento de mucho estrés debido a un mal negocio que hicimos, que se perdió mucho dinero y como casi no tomo y como soy un hombre de hogar, de casa, y como no me gusta la calle, como no voy a discotecas, como que... ¡Dios mío! Salía de mi casa, salía al patio de mi casa en Bogotá, me tomaba un tiempo y me temblaba la mano de todo lo que estaba sintiendo, y dije: “No, tráigame un cigarrillo”- Tú me entiendes. Sí, esa situación yo creo que fue la que me hizo fumar, pero nunca me fumaba más de un cigarrillo al día.
V. D.: no, Yeison, ¡qué historia tan brava! Hágale al ‘Aventurero’ ahí un ratito.
J. L.: hágale caso a la jefa, a ver si cambiamos un ratico. Y gracias, Yeison, por todas esas historias.
Y. J.: ‘Aventurero’ la compuse en esta mesa, aquí donde estoy sentado. Es de las canciones más importantes del género, grabada en 15 versiones.
V. D.: increíble. ¿Pero quiere que le cuente una cosa? Yo tengo un hijo de diez años, yo no conocía la canción y un día lo oí bañándose y oyendo ‘Aventurero’, se baña con música. Y yo decía, pero, Salomón, diez años, cantándola, ¿pero qué es esta canción? Claro, la canción es superbuena, superpegajosa. Pero él la encontró y le gustó y tiene diez años. Ahí le doy, o sea, que esto le gusta a todo el mundo.
J. L.: todos, sí.
Y. J.: (empieza a cantar). Yo soy un vagabundo, que ando por el mundo derrochando amor, y yo soy un mujeriego, pobre muy sincero con el corazón. Me gusta la farra, las mujeres buenas, vivir con amigos paseando botellas, me gusta la vida, me encanta el amor, soy aventurero con el corazón y a mí me gusta la parranda.
V. D.: no, le falta “A mí me gustan las mujeres”. Oiga, hágame un favor, mándele un saludo a Salomón, porque esta no me la va a creer.
Y. J.: Salomón, hijo, que Dios te guarde. Es un gusto para mí que te guste mi música. No, jamás me lo imaginé. Te mando un abrazo aquí desde mi casa.
V. D.: oiga, esta entrevista debería durar dos horas, porque es que nos falta mucho por hablar. O sea, a mí me encantaría que usted nos contara... Está de lanzamiento, además, en estos días, en esta semana, en Bogotá.
Y. J.: sí, esta noche. Precisamente hoy vamos a sacar un DVD en vivo que se llama De farra con Yeison Jiménez, y comienza otra nueva etapa de Yeison Jiménez. Vamos de gira para Estados Unidos, estaremos haciendo 16 conciertos. En este momento, ya está la boletería a la venta. Te cuento, que no sé si lo sabes, pero Yeison Jiménez es el artista que más vende boletería en mi país, de mi género. Es que yo he sembrado en tierra firme, la gente siempre ha sabido quién soy y eso eso gusta. Además que es mi realidad, muy bien todo el tema de las empresas, el problema mío es que soy un pelado inteligente.
V. D.: ah, caramba, modestia aparte.
Y. J.: sí, al ser inteligente me meto en mucha cosa, en unas gano, en otras pierdo, en otras empato, pero siempre por la derecha, siempre haciendo las cosas bien y desde hace muchos años.
V. D.: esas empresas que tiene, perdóneme un segundo Jairo, esas empresas que tiene..., dice tiene nueve. ¿Una de qué es? ¿La número uno de qué es, de ganadería? Yo lo he visto que tiene como ganadería.
Y. J.: tengo ganadería, tengo agricultura, tengo construcción, tengo inmobiliaria, compraventa, tengo una empresa en Estados Unidos, tengo una marca de ópticas.
V. D.: ah, sí, lo de las gafas.
Y. J.: tengo venta de miel, por eso estoy pendiente a toda hora del dólar, de qué pasa con el presidente, con todo el mundo porque, claro, yo entiendo muy bien el tema. Lo que pasa, Vicky, es que nunca me vendí de esa manera, de hecho, ni me siento de esa manera. Es muy curioso porque, mira, el equipo mío contable es muy grande, demasiado, y cuando hay esas reuniones yo les digo, y por qué no hacemos esto; todos me voltean a mirar y les da rabia, como que dicen, pero por qué este muchacho, que no tiene nada que ver con la contabilidad nos dice por dónde podemos coger. Y tienen razón. No sé si sea lógica o intuición o qué, pero entiendo mucho el tema de nuestro país, de los negocios; soy un pelado al que le gusta salir adelante, pero no soy amante al dinero, esa etapa de mi vida ya pasó, ya pasé por esa etapa. No me levanto todos los días diciendo: “Hoy necesito 200 millones para ser feliz”, no, es diferente. Yo lo hago más a nivel empresarial, a nivel estructural, a nivel de sueños. Compro un lote, construimos un hotel, bodegas, locales comerciales, logro cosas, pago, me endeudo, ese soy yo, ese es el nuevo Yeison Jiménez.
V. D.: qué maravilla. ¿Cuántos empleados tiene?
Y. J.: hoy pueden ser, en estos momentos, pasamos los 120, 120 empleados.
V. D.: increíble.
Y. J.: antes eran un poquito más.
V. D.: le quiero preguntar algo: ¿está preocupado por el dólar? Ya que mencionó el dólar, ¿se preocupa por el dólar, lo chequea? Eestá preocupado, ¿por qué?
Y. J.: todos los días, Vicky, porque yo tengo inversiones internacionales y cuando tú tienes inversiones internacionales, tienes que chequear cuánto te va a valer el trabajo para producir empresa, para convertir a dólares, para pagar. Entonces cada que sube el dólar pasan muchas cosas en nuestro país, muchas cosas, entre la más fácil, para que la gente entienda, pues les va a alcanzar menos la plata para comer ya; sí, es eso.
V. D.: ¿pero cómo está viendo esa proyección del dólar?
Y. J.: Vicky, te tengo otra sorpresa: yo soy gran seguidor tuyo, yo conozco muchas cosas. He visto muchas entrevistas tuyas. Soy seguidor, entiendo muchas cosas de tu personalidad, de lo que tienes que vivir día a día en redes sociales, en todo; y como te digo, más allá de un artista, hay una persona que es inteligente, que entiende, que se educa, que lee, que aprende. En nuestro país, lastimosamente, Vicky, no sabemos qué va a pasar, no entendemos qué es lo que puede pasar. Llo peor de todo es que era algo que se sabía que iba a pasar, que iba a venir, que iba a llegar, ¿por qué? Porque también hay que entender que la gente se mamó, la gente se cansó; o sea, todos los colombianos se mamaron de ver las mismas ratas acabando con el país. Esa es la clave, ¿qué quería la gente? Cambiar. Que roben otros, pero que sean otros, no más esto, ¿si me entienden?
Yo me reúno con mucha gente, tengo muchos amigos políticos, policías, generales, arquitectos alcaldes, gobernadores, lo que tú te imagines, empresarios muy grandes del país con los cuales hago negocios. Tengo un nombre dentro dentro de los negocios, tanto ganaderos como inmobiliarios, donde se respeta mi nombre, es mi apellido, saben que soy un man que cumplo, que tengo palabra, que desde que Dios me dé vida y salud, si hacen un negocio conmigo nunca les voy a quedar mal, un man que nunca les va a fallar y que no le quita un peso a nadie. Entonces es muy triste, Vicky, es muy triste. Yo tenía una proyección gigante en mi país y en estos momentos todo está frenado, absolutamente todo, y me duele porque qué más quisiera yo que generar trabajo, generar empleo y seguir ayudando a este país, pero hay muchas cosas que uno no entiende y el tema de inversiones en estos momentos se está poniendo complicado. El tema del dólar es catastrófico para todo lo que queramos hacer. Yo como agricultor y productor de carne, y de otros productos, hay muchas cosas que no entienden. ¿Sabes cuál es la embarrada de los políticos? Voy a decir los políticos... Que los políticos son muy superficiales a la hora de entrar en un tema, entonces cuando hablan de petróleo, ah, sí, pues cerremos esto y abramos esta llave y ya se solucionó, y no.
Bueno, lo que están haciendo ahorita con las exportaciones ganaderas, Vicky, los insumos del ganado son costosísimos; las sales, carísimas. Entonces, ¿qué pasa? Producir un kilo de sal bajando el precio del ganado, de un kilo de carne, bajando el precio del ganado, va a ser casi insostenible, ¿si me entiendes? Por ahí otro loco propuso que no, que los ganaderos paguen 15.000 pesos por cabeza ganado y con eso acabamos la pobreza en Colombia. Yo tengo solamente una pregunta: ¿por qué los ganaderos tienen que pagar la pobreza de Colombia de tres décadas que se han robado la plata? Yo vendo esa finca y yo sigo cantando normal, o sea, si me quiero quitar el título de ganadero, me lo quito, pero en mi lógica no está que un solo gremio tenga que pagar los platos rotos. Además que hay algo que se llama costo de producción, que no sé en dónde es que estudian los políticos y algunos gobernantes (algunos, porque debe haber gente muy inteligente), que dicen: le subimos 15.000 pesos mensuales a cabeza de ganado. ¿Quién va a pagar eso? Y eso se llama costo de producción, eso lo paga el consumidor final, porque nadie saca un pan y dice, bueno, de este pan me cobraron 30 pesos más, pero eso lo regalo yo porque soy papá Noel. Entonces, ¿qué va a pasar al final del ejercicio? Pues la carne llega más cara a la casa de la gente y así muchas cosa. Yo soy un tipo que, lastimosamente, soy inteligente, entonces al ser inteligente, entiendo muchas cosas.
J. L.: Yeison, a ver cómo es tan inteligente no puedo dejar de preguntarle lo siguiente: ¿qué piensa de este gobierno de Gustavo Petro? Y si nos quiere contar, por ejemplo, ¿usted votó por él?
Y. J.: bueno, yo no puedo decir por quién voté. Soy un artista y los artistas son de la gente. Claro, qué opino yo de Gustavo Petro... Esto es algo que hacía volver tendencia, así que voy a decir mi punto de vista general. Gustavo Petro es un hombre que demostró ser el más inteligente en toda la campaña, en todas las encuestas y en todas las... ¿Cómo se llaman? Sí, lo que lo llamaban a hacer...
V. D.: los debates, los debates, todos los debates.
Y. J.: se notaba que era un hombre que estaba extremadamente preparado. Hay muchas cosas en las que tiene absoluta razón y yo, como un ser humano que genera trabajo y genera dinero, yo digo: la rotación del dinero debe cambiar. Sí, esa es la realidad, porque todos los que somos empresarios y que hemos entendido un poquito, sabemos que en Colombia los ricos no pagan impuestos, ni las empresas grandes, no pagan impuestos. Eso es real, es cierto. ¿Cuál es el problema de Gustavo Petro? Con quien se rodeó. ¡Cuál es el cambio de un presidente cuando mete a dos o tres personas a su gabinete, que han venido con las mismas personas que vienen dañando al país? Ahí no hay cambio de nada. Eso fue una muy mala decisión. Por otro lado, pienso que debe ser claro. Yo tengo una palabra que es fea, no la voy a decir, pero dijo un amigo: “Lamba o no lamba, sale por ladrón”, ese es un dicho de Corabastos. Lamba o no lamba, sale por ladrón. O sea, Gustavo la tiene fácil. ¿Por qué la tiene fácil? Porque los gobiernos anteriores venían haciendo casi nada, pero el enfoque que se le está dando al país, a los empresarios, a la rotación del dinero, no es la indicada. Tú no puedes generar pánico y tú no puedes creer que vas a generar una estabilidad económica nacional generando pánico y sin tener claridad.
Colombia es un país que tiene tres cosas que lo pueden sacar cuando quieran de la situación en la que está, cuando le dé la gana a este país con tres cosas lo sacan. Número uno: agricultura. Gustavo Petro tiene toda la razón cuando dice que no se deben importar algunas comidas porque acabaron con los arroceros, acabaron con la gente del maíz. Tú vas ahoritica a Ibagué o al Tolima y no hay casi maíz cultivado. ¿Por qué? Pues porque abrieron las brechas para comprar más barato afuera; el costo del dólar sube los insumos, así que producir un maíz en Colombia es más caro que atraerlo de afuera.
V. D.: claro, claro.
Y. J.: en todo ese tipo de cosas hay mucha razón y mucha lógica; en lo que no hay lógica es en querer... Ese cuentico de que vamos a regalar. Eso está mandado a recoger a nivel mundial. Nunca ha funcionado, ni siquiera en Estados Unidos, que yo tengo tantos amigos... Les dieron mucho dinero para sostenerlos en pandemia y ahorita lo están cobrando, claro, están cobrando. Eso es lo que está pasando. Entonces del gobierno de Gustavo Petro, que yo sé que de pronto le puede llegar esta entrevista, yo opino que si él se mantuviera firme en sus convicciones iniciales de querer ayudar al campesino, de querer ayudar a la agricultura... ¿Porque cuáles son las tres cosas que pueden sacar a Colombia de la pobreza? Agricultura, turismo y ganadería, ya. Es que aquí hablan de unas cosas ilógicas: produzcamos cobre, ¿de dónde cobre aquí? Lo que hay que hacer es sembrar comida para bajar el costo de la canasta familiar, para que para la gente sea más asequible una libra de arroz.
Ahora, tenemos un problema más delicado todavía, Vicky, una estupidez: producimos palmas de aceite, le vendemos el aceite a una empresa y esa empresa se lleva el aceite para afuera y entonces nos toca comprar aceite de más mala calidad y más caro. Hay muchas cosas locas en nuestro país. Yo no sé qué vaya a pasar.
No, no soy amigo de Petro, nunca he hablado con él, creo que es un hombre inteligente. Creo que es un hombre que por ahí por algo es presidente, sí, pero si no le pone un freno a todo lo que él sembró, él mismo va a tener problemas. ¿Por qué? Porque le van a empezar a exigir cosas que eran insostenibles. Yo creo que la gente se le va a ir en contra porque prometió cosas que sabíamos que eran insostenibles en este país.
V. D.: o sea, incumplibles, quiere decir.
Y. J.: sí, por ejemplo, lo de decir que se le iba a dar al adulto mayor un apoyo económico..., eso es imposible, no lo pueden lograr. Bueno, que las madres que están en su casa van a ganar, van a devengar un sueldo..., eso es imposible, no lo puede lograr. No es porque sea Petro, es porque nuestra economía no da para eso. Entonces no estoy hablando de Petro, estoy hablando de unas propuestas de X persona que, lastimosamente, cualquier persona que conozca un poquito de la vida sabe que no se podían cumplir. Pero que puede llegar a hacer una buena Presidencia si hace las cosas bien, Vicky. Por ejemplo, lo de abrir la frontera con Venezuela, eso es muy necesario por dos cosas: fácil, en Venezuela hay dólares y en Colombia, comida. ¿Qué hacemos? Cambiamos la comida por dólares. ¿Cómo llegaron los dólares a Venezuela? No sé, pero están llenos de dólares, pues vendámosles comida. Yo como voy a cantar a Venezuela, como me gusta el negocio, digo: traen una mulada, la empaca por libras, va al supermercado más grande y se gana la plata, cambio peso por dólares. Claro, entonces hay muy buenas iniciativas, pero, Vicky, ¡qué lástima! Es lo único que puedo decir.
Ahora, voy a decir algo: peor, teníamos a Fico, que me parece un gran hombre, que tampoco es mi amigo, que nunca me he tomado un tinto con él, que se han comprado un cuarto medidas. Fico qué hizo, cogió a los mismos de siempre y los puso de frente de él, tiene una campaña, facilito, solito se mató.
V. D.: y Rodolfo...
Y. J.: y teníamos al ingeniero Rodolfo, que hasta hoy ha sido la persona más coherente con sus palabras; ahí lo veo con los debates que da en el Congreso y sigue siendo ese personaje disruptivo que quiere pelear por la injusticia. ¿Cuál es el problema de Rodolfo? Colombia, esto se llama Locombia. ¿Uusted se imagina a ese señor montado en esta vaca loca? Duro.
V. D.: no, Yeison, prométame que luego un día hacemos una entrevista de economía, de todas sus empresas, y otro día hacemos una de política solamente, ¿listo?
Y. J.: no tengo ningún problema. Y, de pronto, solo quiero aclararles algo a todos los seres humanos que ven esta entrevista: yo solo soy un ser humano que tiene un punto de vista; claro, ese es mi punto de vista. Si alguien no está de acuerdo con que se siembre en Colombia comida y diga, yo quiero que siembre coca porque eso es lo que se vende..., es su problema y está bien, para mí está bien. Yo vengo de cantar en Canadá, Vicky, es increíble que en Canadá la marihuana produce más plata que cualquier otra cosa y ellos la siembran, la cosechan, la venden y se la llevan al mundo. ¿Pero qué es lo bonito? Que es un negocio del Estado, para la gente. En cambio en Colombia siempre han querido coger el negocio del Estado para el Estado, porque aquí hay un problema de rotación económica. ¿Sabes cuál es el problema más grande de todos, Vicky? Cada gobierno que se baja, al otro día los colombianos olvidamos todo, lo que se perdió, lo que se fue, lo que no se acabó... Pero hay un poblema: el dinero sube, pero no está bajando; se pagan los impuestos, se hace el aporte tributario, pero el dinero no está regresando, se está quedando en unas cabezas, que todo mundo sabe quiénes son, que todo mundo sabe que hay clientelismo, que todo mundo sabe cómo se manejan la sociedad colombiana y el Gobierno colombiano. Entonces cuando ese dinero que llega ahí arriba empiece a volver a rotar y volver a la gente, y empiece a volver a llegar acá, van a haber mejores opciones y mejores ingresos para los colombianos. Mientras tanto, aquí en nuestro país, la batalla está dura. Esa es la palabra, está dura para la gente, está dura.
V. D.: pues, Yeison, nos encanta haberlo tenido aquí en SEMANA. Yo pensé que íbamos a cantar más y todo eso, pero esta charla estaba muy entretenida, muy buena; nos contó cosas muy interesantes, nos dio puntos de vista muy interesantes. De verdad, muy agradecidos. Despídase, por favor, con una canción. ¿Se acuerda de la que le puse en Instagram antes de que arrancáramos la entrevista? Esa, esa me parece buenísima.
Y. J.: a ver, no sé...
J. L.: ya llegó el guitarrista.
Y. J.: (empieza a cantar). Es el que tiene la mujer que me convierte en pecador con solo tocar su piel, pueden llevarnos al cielo o tal vez al mismo infierno, pero amarlas es un placer.
J. L.: oiga, por lo que veo la música popular sigue en auge. Hay muchos artistas que quieren seguirlo, incluso de Manzanares, Nairo Aristizábal de allá, que le está siguiendo los pasos; o sea que la música popular viene con todo furor, nada de acabarse, antes tiene más impulso.
V. D.: ¡no, imagínense!
Y. J.: estamos en el mejor momento. Yo vengo de hacer gira en Chile, en Canadá, en España, en México, en Estados Unidos. A mí me encanta cantar, yo amo cantar. Soy un hombre que soy muy ocupado, trabajo muy duro, vengo bajándole a muchas cosas, a mucho estrés para poder cumplir. Y quiero mucho a mi país, quiero mucho a la gente que paga una boleta para verme, quiero mucho a la gente que cree en mí, por eso los he respetado, por eso les he cumplido, por eso no hablo mierda, por eso les cumplo. O sea, yo no me meto en la vida de nadie, por eso ustedes no han visto escándalos de Yeison Jiménez. Soy un tipo parco, soy un tipo calmado; no me impresiona el dinero, no me impresiona la fama, no me llama la atención llamar la atención. Simplemente canto y trabajo, y de vez en cuando me tomo los guaros.
V. D.: ¡pues hágame el favor! Que tenga muchas bendiciones, que siga teniendo muchos éxitos. Gracias por abrir el corazón hoy aquí con todos los seguidores y lectores de SEMANA y un abrazo. Un abrazo muy fuerte, éxitos, más éxitos que tiene toda la vida por delante.
Y. J.: la gloria es de Dios. ¡Que Dios me los bendiga! Se les quiere y un abrazo a toda mi familia colombiana. Esto es parte de mi historia, se la cuento con amor y con mucho respeto, por más dura y cruel que sea, es mi vida, no tengo por qué ocultarla. Los quiero mucho.
V. D.: chao, chao, adiós. A ustedes, gracias por acompañarnos. Esto es SEMANA.