BIODIVERSIDAD

El colapso de los ecosistemas marinos en Colombia alerta a los científicos

Pesca indiscriminada, contaminación, sedimentación, actividades turísticas y tala, son algunas de las amenazas a las que se enfrentan los corales, manglares, pastos marinos, litorales y playas de arena.

16 de abril de 2021
Los corales marinos se afectan por factores como el cambio climático. Foto: Coralina.

La fragilidad de los ecosistemas marinos cada vez es mayor. La crisis climática, que con el paso del tiempo incrementa no solo el número sino también la fuerza de los fenómenos naturales, incrementa su exposición, que también está dada por las actividades del hombre.

Ante la nueva realidad que vive el mundo y el efecto de factores como la crisis climática, Andrea Luna, directora del Instituto Javeriano del Agua y docente de la Universidad Javeriana, junto con los ecólogos Edwin Uribe y Andrés Etter, de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, se dedicaron durante dos años a revisar cifras de monitoreo de cinco tipos de ecosistemas marinos y costeros del Caribe y el Pacífico colombiano: corales, manglares, pastos marinos, litorales y playas de arena y sus hallazgos no son halagadores.

“Pueden colapsar muy rápido. Eso también permite dimensionar cuáles serían las afectaciones no solo por actividades humanas sino también por algunas amenazas naturales”, afirma Andrea Luna.

El objetivo de este trabajo era dar un primer panorama del riesgo al colapso que presenta cada uno de ellos y los resultados son preocupantes. “La gran mayoría de ecosistemas están en categoría naranja, que es un riesgo alto y muy considerable”, asegura Edwin Uribe. “Si bien estos pueden fluctuar entre las categorías de riesgo, vemos que hay una tendencia hacia el aumento”, agrega.

Esta investigación, publicada en Pesquisa Javeriana, se inspiró en la metodología de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que desde los años sesenta se aplica a animales y plantas: La lista roja de especies.

Los ecosistemas marinos juegan un papel determinante en la salud del planeta. Foto: Parques Nacionales

Este trabajo busca medir el estado de conservación de alguna de ellas según el tamaño poblacional, la distribución, el hábitat y las amenazas. Luego de cruzar estas y otras variables, las clasifica según su nivel de riesgo. De allí salen las alertas cuando una especie puede estar en peligro de extinción.

Para el caso particular de este trabajo, el profesor Andrés Etter, fue el encargado de liderar la construcción de la Lista Roja de Ecosistemas terrestres de Colombia y también hizo parte de esta investigación sobre ecosistemas marinos.

“Lo que busca la lista es dar una visión de qué tanto, individualmente, estos ecosistemas han sido afectados por el proceso histórico de las actividades humanas y cómo pueden ser vulnerables en el futuro por el cambio climático”. Etter también aclara que estos resultados no reflejan el estado actual de los ecosistemas sino el daño que han sufrido en las últimas décadas y la probabilidad de que colapsen.

Esta es una primera versión del análisis que recopila la información existente a nivel nacional y conforma la línea base. Contó con la participación de cerca de 20 expertos que conocen a profundidad cada tipo de ecosistema, quienes aportaron y validaron los análisis de la investigación.

Amenazas de los corales

Los corales en Colombia enfrentan amenazas de origen humano entre las que se encuentran la pesca con dinamita, la cual está prohibida; las actividades de turismo y la contaminación producida por gran cantidad de sedimentos.

También enfrentan dos amenazas naturales: el incremento en la frecuencia y severidad de los huracanes y las relacionadas con el cambio climático. “Las zonas que más tenemos conservadas actualmente podrían ser las que más se ven afectadas por el cambio climático, porque son disturbios que están presentes en todo el territorio marino”, revelan los investigadores.

Los corales son uno de los ecosistemas marinos más importantes del mundo. Foto: Parques Nacionales Naturales

“Con el cambio climático no solo está aumentando la temperatura, sino que los océanos se están volviendo más ácidos. El pH está disminuyendo, situación que puede afectar la formación de carbonato de calcio, que es el esqueleto de los corales”, explica la investigadora Andrea Luna.

El estudio indica que en el Caribe los corales están en alto riesgo de colapsar debido a los cambios en la salud del ecosistema. En el Pacífico, a pesar de las fluctuaciones abruptas de temperatura por causa del fenómeno de El Niño, “estos ecosistemas se han venido adaptando a esos flujos y por eso no los ha afectado de una forma considerable”, explica el ecólogo Edwin Uribe. Sin embargo, agrega que “a pesar de esto, el alto riesgo en el Pacífico se debe a que las zonas coralinas tienen un área tan pequeña, que los hace altamente vulnerables al colapso”.

Tala de manglares

La principal amenaza para los manglares es la tala no controlada ni sostenible de árboles para el comercio de madera. “Se han hecho esfuerzos para restaurar y conservar algunas zonas como en la Ciénaga Grande de Santa Marta, pero aun así, sobre todo en la zona Caribe, ha habido una tala bastante considerable de estos árboles”, expresa Luna.

Manglares de la Ciénaga Grande de Santa Marta
Manglares de la Ciénaga Grande de Santa Marta. | Foto: Guillermo Torres

Para los investigadores, las principales labores de restauración deberían dirigirse hacia el Caribe continental y las iniciativas de protección en la zona oceánica del Caribe.

Poca información de los pastos marinos

Más de la mitad de estos ecosistemas estudiados están en peligro de colapso importante. Llama la atención de los investigadores que hay muy pocos expertos en pastos marinos en el país y que en varios lugares es muy escasa la información disponible.

Estos son ecosistemas muy dinámicos que cambian rápidamente. “En muchas zonas turísticas hay una presión importante sobre el pasto marino debido a la contaminación, al pisoteo, a la resuspensión de sedimentos y a su eliminación, entre otras presiones ejercidas por humanos en estos ecosistemas “, dice Luna. Esta situación da cuenta del desconocimiento sobre este ecosistema y su importancia para la alimentación de especies y como lugar de tránsito de animales entre los manglares y los corales.

Transformación del hábitat en litorales rocosos

La principal amenaza de este tipo de ecosistema es la transformación del hábitat causada por actividades humanas. La presencia de puertos implica un dragado que no se compensa en otras zonas o si se hacen, no son suficientes. Además, los asentamientos humanos o actividades económicas traen consigo modificaciones e incluso el reemplazo de su estructura.

La contaminación es considerable en estos ecosistemas. El litoral está habitado, principalmente, por organismos con carbonato de calcio, por lo cual se proyecta que la acidificación será una amenaza muy relevante en el futuro.

Playa de arena

Este ecosistema fue el de menor preocupación para los investigadores, pero aclaran que es el que tiene la menor cantidad de información disponible. Las normativas de las autoridades ahora prohíben construcciones en zona de playa (aunque se hayan realizado en el pasado).

Playa Cañaveral, en el Parque Tayrona.
Playa Cañaveral, en el Parque Tayrona. | Foto: Archivo Particular - Cortesía

La destrucción del hábitat, la contaminación y la fragmentación causada por el ser humano para construcciones de vivienda, hoteles y actividades económicas es la mayor afectación de este ecosistema.

Aunque se presenta un nivel de riesgo moderado en el Pacífico continental, los investigadores alertan sobre este ecosistema en las zonas oceánicas del Caribe, como San Andrés y Providencia, ya que son áreas que por su tamaño son susceptibles al colapso, como ya se evidenció con el paso del huracán Iota.

Este primer estudio da cuenta de las múltiples amenazas a las que se enfrentan los ecosistemas costeros y marinos, pero también dejó ver que hay vacíos de información. Para Andrea Luna, una de las labores pendientes es recopilar todos los datos en una sola red. Se han hecho grandes esfuerzos investigativos, pero están desarticulados.

Este proyecto fue financiado por Conservación Internacional y la Universidad Javeriana. También tuvo el apoyo técnico del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis (Invemar).