Reincorporación
La mujer: motor de paz y sostenibilidad en los territorios
En Colombia, el Programa Mundial de Alimentos brindó asistencia a cerca de 1.6 millones de personas en 2020, de las cuales 800.000 fueron mujeres y apoya el proceso de reincorporación, donde ellas juegan un rol protagónico al liderar proyectos de autoabastecimiento y medios de vida para la seguridad alimentaria y nutricional de sus comunidades.
Dejar las armas y tomar un azadón para cultivar hortalizas orgánicas o cuidar ‘gallinas felices’, empieza a cambiar la vida de las excombatientes colombianas, mujeres que además de lograr un sustento económico, se forman y empoderan para ser un ejemplo de vida en sus comunidades y reconstruir la paz en el país.
Ana María, es una de las mujeres en proceso de reincorporación que ha fortalecido sus conocimientos técnicos y los comparte con otros en la vereda Chigüaza, de la localidad de Usme, en Bogotá.
Allí, en la granja ecológica Tibares, cuida de 100 ‘gallinas felices’, denominación que se les da porque andan picoteando libres y no en un galpón. Esta es una de las iniciativas que apoya el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés), que se ha convertido en un aliado en el proceso de reincorporación de muchas mujeres y hombres en el marco de la política de ‘Paz con Legalidad’.
Solo en 2020, esta organización apoyó e impulsó a cerca de dos mil personas en proceso de reincorporación a través del fortalecimiento de capacidades en 18 cooperativas en las que se han creado iniciativas como la de esta granja.
Lo más leído
En gran parte de los proyectos, el WFP trabaja de la mano con la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), y juntos acompañan y brindan asesoría a quienes le apuestan a la paz y hacen tránsito a la legalidad. Así mismo, se brinda apoyo a comunidades aledañas que han sido víctimas de la violencia con el fortalecimiento de proyectos productivos que han permitido la integración con los excombatientes y la reconciliación.
“En la Granja Tibares, creada en diciembre de 2020, se desarrollan tres áreas de trabajo: cultivo de hortalizas como tomate, pimentón y berenjena; ‘Gallina feliz’, y producción de abonos orgánicos ‘Bioinsumos’”, explica la ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional, Dana Rocío Ávila, quien acompaña a los excombatientes en la formación e implementación de este proyecto.
Aunque llevan poco tiempo, se espera que en abril estén para la venta los huevos y en mayo saquen los primeros mercados para empezar el autoconsumo. Actualmente, avanzan con el capital semilla inyectado por el Programa Mundial de Alimentos, y el modelo adoptado es de economía sustentable por la comunidad, en donde familias de ingresos medios de Bogotá se afilian a la granja. Primero, aportan al proyecto y luego se benefician con los productos, y participan de las actividades programadas.
“Como mujer, tengo el sueño de que este proyecto sea una inspiración para la comunidad de Usme y las familias de Bogotá que nos van a visitar, que se pueda replicar en otras veredas, y se oriente al autoconsumo”, señaló la ingeniera Dana Rocío.
En el proyecto también se apoya a las poblaciones vecinas, que en este caso son 150 familias enlazadas a través de Asocunt (Asociación para la Construcción Colectiva, Unidad y Transformación) y 250 familias de la vereda Chigüaza. Sandra Reyes, habitante de esta zona rural, hace parte de la comunidad que acoge a las personas que trabajan en la granja.
Para esta mujer, además del aporte productivo, este proyecto permite sensibilizar a la comunidad rural sobre la vivencia y consecuencias de la violencia, construyendo lazos de perdón y nuevo comienzo. Además, considera que el apoyo de la comunidad a las mujeres reincorporadas se da a través de la calidad humana, el intercambio económico y los saberes a la hora de sembrar. “Permite visualizarnos como seres de luz y cambiando nuestra realidad. Si no es ya, no a va a ser nunca” afirma Sandra.
Pescando paz
El Programa Mundial de Alimentos también apoya a la Cooperativa Coomeep en Caldono, Cauca, integrada por 437 afiliados en su mayoría excombatientes. Estos proyectos hacen parte de un bioencadenamiento productivo, es decir, un sistema que permite aprovechar eficientemente los residuos de trucha, cerdos y ganado para ser utilizados como abono orgánico en el cultivo de aguacate Hass.
En este mismo proceso, se implementa un programa de piscicultura, en donde participan 55 mujeres excombatientes que han encontrado en esta actividad una nueva oportunidad para reincorporarse a la vida civil, así como la iniciativa ‘Hilando la paz’, también liderada por mujeres y que busca industrializar la producción de tejidos, generar una línea de comercialización y posicionar su marca para lograr una sostenibilidad económica a futuro.
María Nancy, una de las excombatientes beneficiarias, destaca la formación impartida a las mujeres que hacen parte de los proyectos productivos. “Es una experiencia muy bonita de construcción que trae unos recuerdos muy gratos de cómo empezamos y cómo llevamos esos cultivos en tres años”, señala.
Por su parte, Carolina Buitrago psicóloga de Coomeep, acompaña a las mujeres que hacen parte de la unidad de piscicultura en su formación y destaca esta iniciativa como un espacio “en donde se tienen en cuenta sus sueños, y sus proyectos personales y familiares”. Muchas de las integrantes
Son mujeres indígenas de la comunidad Nasa que se han apropiado del programa de piscicultura generando un impacto significativo en sus territorios.
También resalta el fortalecimiento del tejido social, que siempre es muy importante, y más cuando se es excombatiente, campesina e indígena como Cuba Atazú, quien se beneficia de las capacitaciones que auspicia el Programa Mundial de Alimentos a través de Coomeep.
Estos proyectos productivos generan relaciones de confianza y de intercambio con las comunidades aledañas y benefician indirectamente a 1.800 personas, incluidos sus compañeros e hijos. “Se apoya el bienestar colectivo y la calidad de vida, el conocimiento y fortalecimiento en mis capacidades técnicas para ser más independiente y dar ejemplo a las mujeres indígenas de mi territorio ya que vivo en un resguardo” afirma Cuba.
Espacios de reconciliación y desarrollo
El relacionamiento con los territorios, instituciones y autoridades locales permite el afianzamiento de las relaciones sociales y abre espacios para el perdón. Este es el caso del municipio de Mutatá, en el Urabá antioqueño, que le apuesta a ser territorio de paz y reconciliación abriéndole las puertas a los reincorporados, como lo afirma su alcaldesa, María Exilda Palacios Giraldo, quien además destaca la inclusión de excombatientes en diversas actividades económicas y sociales del municipio.
La mandataria local resalta el apoyo del WFP a las personas en proceso de reincorporación, que impulsan diferentes iniciativas turísticas, la comercialización de pescado y huevos, tiendas comunitarias, viveros y próximamente, un acueducto. Todo esto desde un componente de innovación que busca que se fortalezcan los medios de vida a través de acciones que buscan el desarrollo en el territorio.
“La piscicultura invita a realizar acciones en pro del turismo en este territorio, es un proyecto realmente ejemplar”, señala la alcaldesa quien también destaca que detrás de esta iniciativa está el importante rol de las mujeres.
Y es que para esta psicóloga que renunció a su zona de confort en Medellín, el papel de la mujer en la sociedad es fundamental: “seamos emprendedoras, transparentes, atrevámonos, seamos capaces, sigamos dando ejemplo de ser integrales, a pesar de haber pasado por dificultades, podemos continuar y seguir luchando por un futuro mejor”.
Organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos tienen claro que para lograr la igualdad de género es fundamental poner fin al hambre, y es por ello que ponen a la mujer en el centro de su respuesta humanitaria para lograr un desarrollo y paz sostenibles en el país.