TURISMO
El glamping o camping con glamour se apunta al turismo sostenible
El turismo intenta reinventarse integrándose con el entorno para ganar en sostenibilidad, a la vez que ofrece nuevas experiencias al turista.
El sector turístico en general y el hotelero en particular suelen tener una imagen negativa en términos de sostenibilidad, tanto por sus efectos medioambientales como sociales. Las grandes construcciones destinadas al turismo de masas, la contaminación ambiental, la proliferación de complejos hoteleros y comerciales que despilfarran agua y energía y, por supuesto, la sustitución de fuentes de ingresos locales por empleos precarios o temporales no contribuyen a la buena imagen del sector.
Consciente de esta situación, el organismo público responsable de la promoción de España a nivel internacional como destino turístico, Turespaña, se ha propuesto en su Plan Estratégico de Marketing 2021-2024 dos grandes objetivos:
- Recuperar la llegada de turismo internacional de calidad tras el parón provocado por la pandemia.
- Identificar y atraer a un turista más rentable que, además, contribuya a la sostenibilidad del destino.
El desafío está en ofrecer productos que permitan alcanzar ambos objetivos. ¿Cómo ofrecer experiencias turísticas exclusivas y, a la vez, desarrollar un turismo sostenible y responsable, sin que los desplazamientos y las estancias comprometan el equilibrio natural o generen perjuicios sobre el ecosistema?
Camping + glamour, una vieja forma de hospedaje
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Hace más de un siglo, en el ocaso del siglo XIX, los exploradores británicos que se encontraban de paso por el continente africano establecieron puntos de recreo en los que disfrutar cómodamente del paisaje.
Remontándonos siglos atrás, en las campañas de conquista de los grandes imperios se reservaba a los personajes más destacados las mejores tiendas de campaña, con lujos similares a los de los palacios. Empleadas originalmente por culturas africanas y asiáticas, las monarquías europeas medievales no dudaron en copiar la idea cuando las capitales de sus reinos eran itinerantes.
En el sigo XX, el camping como producto turístico siempre se ha relacionado con una forma barata de disfrutar del verano. Sin embargo, en el siglo XXI el concepto ha evolucionado hacia una mayor oferta de comodidades, aunque manteniendo los precios asequibles.
Fusionar glamour y sostenibilidad
El sector turístico procura estar siempre en evolución, ofreciendo nuevas y diversas experiencias a sus clientes. Con la pandemia se ha acelerado el cambio, enfrentando al sector a nuevos retos.
Durante la pandemia han proliferado las estancias de ocio en lugares aislados o con poca afluencia de público. La oferta turística ha hecho espacio al denominado glamping o camping con glamour. Viajar sí, pero con una visión holística que permita disfrutar de la experiencia, y en la que el alojamiento se integre con el paisaje.
El glamping se sustenta en la idea de que los turistas disfruten de una experiencia de lujo, con elevados niveles de confort y servicios, en la que se fusionan el ecoturismo con la sostenibilidad.
Estas son algunas características de este tipo de alojamiento:
- La estancia es al aire libre, en tiendas de campañas distanciadas entre sí para evitar la sensación de estar en un hotel al aire libre.
- El nivel de servicio es equivalente al de los hoteles de alta gama, (desayunos completos, jacuzzi, calefacción…).
- La tienda de campaña se integra con el paisaje donde se ubica. Puede ser un iglú, un tipi, una choza, una casa en un árbol…
Si antes de la pandemia viajar era una forma más de distracción, en 2022 parece haberse convertido en una necesidad. La garantía de sumergirse en entornos naturales, respetuosos con el medio ambiente, y en alojamientos que superan las expectativas de una tienda de lona convierten al glamping en un producto turístico interesante: gastronomía, paisaje y clima vienen por añadidura.
Por:
Luis Manuel Cerdá Suárez
Doctor en Marketing, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Susana Quirós Alpera
Profesora de la Escuela de Ingeniería y Tecnología, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Artículo publicado originalmente en The Conversation