Premio A La Innovación Social
Premio Innovación 2021: ¿Quiénes son los finalistas en la categoría de microempresas?
Estas organizaciones se caracterizan por la producción de un producto, proceso o servicio innovador el cual impacta una comunidad específica o mercado nacional y/o internacional.
La categoría microempresa del Premio Innovación 2021 busca destacar aquellas entidades constituidas como empresas que tengan en marcha una línea innovadora en su operación, producto, proceso de producción, distribución o servicio que brinde la oportunidad no solo de abrir nuevos mercados y/o posicionar su marca, sino también generar un impacto de manera importante en población vulnerable o en el medio ambiente.
Estas microempresas incluyen organizaciones que crearon un aceite para limpiar los desastres de un derrame de petróleo, un dispositivo para proteger a los ciclistas en las vías, una App tipo ‘UBER’ para dar soluciones al campo y crear escuelas a través de ladrillos hechos de plásticos en Colombia y Costa de Marfil.
Conozca los casos de los finalistas de la categoría microempresa del Premio Innovación Social 2021:
- Conceptos Plásticos.
- Biohexa.
- Cinnov.
- Grupo Empresarial Solanco.
Ladrillos ecológicos para cambiar la vida de miles
La basura y los desperdicios se han convertido en uno de los problemas más grandes del mundo actual. Según el informe los desechos 2.0: Un panorama mundial de la gestión de desechos sólidos hasta 2050 del Banco Mundial, en todo el planeta se producen más de 2 billones de toneladas de basura anualmente.
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De acuerdo con este mismo estudio, una persona en promedio puede generar entre 0.11 a 4 kilos de basura diarios. Con el ritmo actual de basura — el cual ha aumentado por la pandemia — para 2050 habrá más 3.5 billones de toneladas de desperdicios al año, concluyó el Banco Mundial. ¿Qué hacer con tanta basura?
Es ahí cuando la frase “la basura de un hombre es el tesoro de otro” entra a jugar un factor importante, al menos así lo consideran un grupo de mujeres recicladoras en las cercanías de la ciudad costera de Abiyán, una de las ciudades más importantes de Costa de Marfil.
Esta ciudad es una de las más pobladas de este país africano, con cerca de 5.251.639 millones de personas para 2021 y, como consecuencia, millones de toneladas de basura al año. Es ahí cuando entra en papel la mujer marfileña Awa y su grupo de mujeres recicladoras, encargadas de recoger los plásticos de un solo uso en sus villas y por las cercanías de la metrópolis.
“Hay muchas cosas que no sabía que se podían hacer con el plástico, ahora sabemos que nuestro trabajo sirve para construir escuelas y casas aquí.” explicó Awa, lideresa de las más de 180 mujeres recicladoras a su cuidado. El plástico y la basura es su tesoro, comentó ella, no solamente ha sido un beneficio económico, sino también porque todo el material luego es comprado por la organización colombiana Conceptos Plásticos.
Es esta compañía la que se encarga de convertir la basura enviada a sus fábricas, lo que para muchos es ya inutilizable, en su principal innovación social: ladrillos tipo Lego para construcción, hechos de plásticos de un solo uso.
La historia de este finalista en el Premio Innovación Social 2021, en la categoría de microempresas, empezó hace 12 años. Isabel Cristina Gámez, CEO de Conceptos Plásticos, junto con su socio Oscar Andrés Méndez , crearon sus primeros procesos para crear los ladrillos de material plástico en su fábrica ubicada en Mosquera, Cundinamarca. “Nuestra meta es promover la economía circular, la idea del triple impacto, mitigar los efectos del cambio climático a través del impacto en comunidades de mujeres y jóvenes.”, explicó la fundadora y actual CEO.
A través de su trabajo con comunidades rurales, en distintas zonas del país, llamaron la atención del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). El contrato inicial fue el siguiente: construir 600 escuelas de un piso en Costa de Marfil usando los ladrillos y enseñar a los locales a generar estos procesos.
Tal reto fue liderado por Isabel quien, a inicios del 2019, fue hasta Abiyán, Costa de Marfil, para establecer una fábrica de ladrillos de plástico. Sin embargo, la pandemia de la covid-19 y el confinamiento complicaron los procesos hasta 2020, cuando todo empezó a moverse en mayor medida.
Fue ahí cuando Isabel tuvo el contacto con Awa y sus compañeras, en un proceso donde la empresa colombiana compra el plástico de un solo uso a las mujeres a un precio justo. Los esfuerzos han dado fruto: los ladrillos han permitido construir más de 450 escuelas en Costa de Marfil, siendo comisionados por UNICEF para dar los materiales necesarios para llegar a la cifra de 1.000 colegios.
Samuel Gómez Salgado, Gerente Comercial de la organización, resaltó que el plástico lo transforman en un sistema constructivo tipo Lego que se ensambla muy fácilmente; teniendo envíos a países como Panamá, El Salvador, Costa Rica, Puerto Rico, Estados Unidos, Benin, Afganistán, entre muchos otros. De acuerdo con él, se han recuperado aproximadamente más de 3.000 toneladas de plástico en los últimos años
Este ingeniero explica la diferencia entre un ladrillo común y uno de plástico: “nuestros ladrillos, son más duraderos y resistentes que el habitual, en especial en condiciones climáticas adversas, y no requieren para su armado otros materiales como cemento, arena y agua. También los bloques de plástico aíslan más el calor y son menos propensos a inflamarse y propagar incendios”.
Una de las beneficiarias del proyecto en Costa de Marfil es Samsara, quien considera que el dinero obtenido ha sido de gran valor para toda su familia. “Con el trabajo hemos comprado nuestra comida y otras cosas. Los niños ya no tienen que sufrir como antes. Incluso hombres de la misma localidad han dicho que, gracias al proyecto, ya no hay basura en las calles”, explicó ella, quien desea que sea replicada esta oportunidad en más mujeres de Abiyán y su país.
Otra de las mujeres es Tieho Kadidjatou, quien explicó cómo es la situación ahora luego de ya dos años del proyecto y de los retos que deben sobrepasar: “antes se conseguía más fácilmente basura para reciclar, había mucha más en las calles. Ahora todo es más difícil, son más limpias las aceras, todos están reciclando y en los basureros, los hombres no nos dejan trabajar, ese es un reto al que nos enfrentamos.”, dijo ella.
Precisamente la situación de género es una de las mayores complicaciones en la sociedad marfileña, en especial, en las familias musulmanas. En este contexto social, el hombre puede tener diversas esposas y es clave para la mujer poder traer su propio sustento para tener voz y voto en las decisiones familiares.
“Hay una cultura de machismo. Los sitios donde se recolecta material o se busca material para reciclaje son administrados por hombres. Nos toca hacer una intervención para que ellos entiendan que las mujeres quieren trabajar.”, explicó Isabel Gámez, CEO de Conceptos Plásticos.
Para esta ejecutiva, el mayor objetivo con el Premio Innovación Social 2021 es dar visibilidad a lo que hacen, que más personas entiendan que es necesario reducir el uso de plásticos, aunque sean muy necesarios para la vida cotidiana.
El impacto de esta microempresa no es solo en Costa de Marfil y África. Desde su sede en Mosquera, Cundinamarca, han recogido en el país más de 1.500 toneladas de plásticos reciclados. Lo anterior ha beneficiado a cerca de 100 recicladores, en especial en Bogotá y sus alrededores. Conceptos Plásticos ha usado este material para construir más de 10.000 metros cuadrados de escuelas, refugios, viviendas en Bogotá, Cundinamarca, Valle del Cauca, Antioquia, Cauca, Córdoba, Santander, Meta, entre otras partes del país.
Café: una forma de innovar e integrar
El campo ha sido uno de los motores productivos del país desde la concepción de lo que hoy conocemos como República de Colombia. Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, el sector agropecuario representa un 17,6 % del Producto Interno Bruto (PIB) en el país para el segundo trimestre del 2021.
De esta cifra, el cultivo de café representa el 7,7 % de las exportaciones del país al mundo entero, en especial a mercados como Estados Unidos, Panamá, India, China, Brasil, México, entre otros. Solo en 2020, el país cerró con una producción de café de 13,9 millones de sacos y, actualmente, es el tercer mayor exportador del mundo, por detrás de Brasil y Vietnam.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el año 2020, Colombia generó más de 2.000 millones de dólares por exportaciones de café. A pesar de su importancia y bonanza, el campo ha sido una de las zonas más rezagadas de la nación; siendo el mundo rural afectado constantemente por el conflicto armado, narcotráfico, desplazamiento y falta de infraestructuras básicas.
Este fue el contexto del país que llevó a Hugo Andrés López a crear su propia innovación social: Biohexa, una plataforma tecnológica tipo ‘Uber’, la cual conecta a productores y mano de obra para trabajar en el campo, pero con un enfoque social, ya que se prioriza población migrante para vincularse laboralmente como jornaleros formalizados. “Lo que hace la plataforma es agendar las fincas. La gente dice ‘yo voy a fertilizar en tal época y necesito tantas personas.’”, explicó el ingeniero agrícola. La App permite que cualquier persona se registre para que pueda hacer labores en el campo.
Este aplicativo, aún en desarrollo para todo el público, ofrece 7 servicios a caficultores: recolección de café, siembra de café, fertilización, tomas de muestras para fertilización de café, compra y transporte a domicilio de café, manejo de plagas y enseñanza técnica.
En Colombia se requiere, anualmente, alrededor de un millón de trabajadores para más de un millón de hectáreas de fincas cafeteras en los departamentos, de acuerdo con cifras de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC). Sin embargo, explicó Hugo quien trabajó por 6 años en el Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé) y otros 6 en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) , las condiciones laborales de estos trabajadores temporales no son las óptimas, en especial por el bajo salario y no contar con afiliación a la seguridad social.
“Los que reciben ese pago no están protegidos, no tienen seguridad social. No tienen nada y son pagados en efectivo. Si alguien se quiebra una mano, el productor es el que suele pagar. Los jornaleros rurales no están especializados, si hacen mal algo, los echan. Generalmente, no es un trabajo digno, no hay buenas condiciones.”, resaltó.
De ahí, según él, el papel que entra a jugar Biohexa: soldar muchas brechas historias que ha tenido el campo colombiano. Sus primeras pruebas arrancaron en plena pandemia, a finales de marzo del 2020, en un momento en el que las restricciones de movilidad dificultaron la contratación de mano de obra para cosechar el café.
“No había quién pudiera cosechar el café. Los productores estaban asustados, en especial, porque puede entrar un vector que los puede contaminar y muchos de ellos son adultos mayores”, comentó Hugo. Con un equipo de trabajo de 12 personas y con los respectivos protocolos del covid, fueron en auto, de finca a finca por San Gil, Mogotes y Barichara, en Santander, cosechando el café y transportándose a las cooperativas locales.
En busca de aliados para fortalecerse, se encontraron con el Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM) un sistema conformado por diversas entidades que trabajan apoyando a población en condiciones de desplazamiento, especialmente migrantes venezolanos. Según Migración Colombia, en el país hay alrededor de 2 millones de ciudadanos del vecino país, muchos buscando empleo y en condiciones complejas. La informalidad en las fincas cafeteras suele conllevar a que muchos trabajadores, colombianos o venezolanos, no tengan un contrato a largo plazo o seguridad social.
A mediados del año 2021, este finalista en la categoría de microempresas del Premio Innovación Social 2021 desarrolló una alianza con la agencia pública de empleo del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ) con el fin de reclutar población migrante, formalizarla y darle trabajo con productores cafeteros en necesidad de mano de obra.
“Somos una plataforma que conecta fincas con mano de obra y las especializa. Duramos un año haciendo pruebas, hicimos una alianza con la agencia pública de empleo del SENA. Empezamos a lanzar convocatoria en Cúcuta, Riohacha y otras ciudades. Las agencias de cooperación nos ayudaron a contactar personas”, resaltó Hugo.
Rina Ovelmejia, operaria de Biohexa, hizo parte del primer grupo de 49 personas que salieron de Cúcuta, Norte de Santander, a trabajar a las fincas cafeteras de Santander. Nacida en las Islas Margarita, Venezuela, esta administradora había trabajado toda su vida como asistente bancaria en el Banco de Venezuela en Caracas. Sin embargo, la dura situación en el vecino país la obliga a migrar y dejar su trabajo en la capital. Logró subsistir gracias a la venta de pan junto con su hijo Wayne Obando en el municipio de El Zulia, Norte de Santander, donde vivieron desde 2018 al 2020.
A pesar de tener pasaporte en vigencia y el Permiso Especial de Permanencia (PEP), obtener trabajo era un reto inmenso para ella. Fue por eso que ella no dudó en la oportunidad de realizar ese trabajo con Biohexa. “De trabajar en una oficina, pasé a cargar 25 kilos en mi espalda.”, afirmó. Según ella, si se es migrante y se desea trabajar con Biohexa o cualquier empresa, se debe tener los papeles en regla: tener cédula de extranjería, pasaporte, PEP o Permiso por Protección Temporal (PPT).
Su hijo de 18 años, Wayne Obando, resaltó los beneficios que trajo trabajar con Biohexa: la oportunidad de tener una cuenta bancaria, formalización y, en general, mejores condiciones de trabajo. “Teníamos internet, televisión, entretenimiento, buenas condiciones para dormir, a diferencia de otras fincas. Uno iba con otros productores de café y no había eso.”, dijo el joven.
Uno de los clientes de Biohexa es la Cooperativa de Caficultores de Santander. La relación entre ambas compañías empezó en 2020, en plena pandemia, cuando Hugo López y Cristian Darío Soto Zapata, director de esta cooperativa, realizaron los primeros pilotos de esta App para cafeteros en la zona de San Gil, Mogotes y Barichara, en Santander.
“Biohexa satisface una necesidad gigante que tiene el campo colombiano que es la formalización y hoy estamos en una situación de escasez, algo en lo que el modelo de servicio de esta App ayuda. Eso nos llamó la atención.”, explicó Soto.
Uno de los grandes problemas de la zona cafetera del sur de Santander es la falta de mano de obra calificada, en especial, para los meses de cosecha entre octubre y febrero. Lo anterior ha afectado enormemente a la cooperativa y a sus más de 5.000 asociados, en más de 5.000 hectáreas. “En los últimos 10 años se ha hecho evidente la fuga de personas que vivían en el campo para la ciudad. Esto ha disminuido la disponibilidad de mano de obra en el campo, generando un efecto de aumento de precios y la incapacidad muchas veces de trabajar para producir alimentos.”, resaltó Soto.
Por tal motivo, entre octubre del 2020 a febrero del 2021, trabajadores de Biohexa trabajaron con 50 productores para hacer tareas de siembra y cosecha de café, contratando entre 10 a 30 personas, dependiendo de la necesidad de la finca. Son más de 5.000 fincas las que se encuentran aliadas con la cooperativa de Santander.
Por último, Soto resaltó la labor de Biohexa y la necesidad de apoyar este tipo de iniciativas: “es una visión de negocio innovadora, atendiendo o partiendo de atender las necesidades del trabajador y del productor. Es una ganancia para todos y es fundamental que esto se masifique, en especial para la implementación de nuevas tecnologías”, concluyó Cristian Darío Soto Zapata, Gerente de la Cooperativa de Caficultores de Santander.
Pedalear, una forma de innovar
Son las 4:00 a.m. en la vía Bogotá - Girardot. Un grupo de 12 mujeres ciclistas del colectivo Curvas en Bici realizaba una de sus rutinarias salidas. Todo hubiera procedido con la normalidad habitual, de no ser por el estado de la vía. Durante el ejercicio, pedaleando en medio de la neblina, Alcira Cruz vio cómo su compañera Tatiana cayó al suelo debido a un hueco en la carretera, ruta donde el tráfico pesado es común. El desenlace pudo haber sido fatal, comentó ella, si no hubiera sido por las luces verdes incandescentes que llevaba en su espalda: era el dispositivo BIGO SAFE.
Fue precisamente este set de luces LED la que advirtió a las tractomulas que había alguien en el suelo de la vía. Este pequeño, pero significativo cambio, es lo que Alcira define como algo que “cambió mi vida”.
Según el Observatorio Nacional de Seguridad Vial, para el 31 de mayo del 2022 y lo que va del año, 743 usuarios de bicicleta han resultado lesionados en las vías de Colombia, con un desafortunado balance de 173 fallecidos, siendo la mayoría de víctimas entre los 15 a 20 años y de 35 a 40 años.
Fue este contexto el que llevó a que Cinnov SAS — finalista en la categoría de microempresas del Premio Innovación Social 2021 — a crear BIGO SAFE, una innovación social que busca dar un extra de protección al ciclista en la vía y en la ciudad.
Su creador es Alexander Nieves Suárez, ingeniero mecatrónico de la Universidad Militar Nueva Granada y fundador de Cinnov, junto con las cofundadoras, Ledy Nieves y Paola Sánchez. La historia para crear a BIGO nace de un suceso personal, cuando iba de regreso a su casa en 2018. A solo una cuadra de su hogar, una buseta no lo vio a él montando en la bicicleta, quedando esta última destrozada, pero Nieves salió ileso de suerte.
Este suceso inspiró a este capitalino a generar el primer prototipo de BIGO, en especial, para zonas urbanas como Bogotá y las carreteras. De acuerdo con el Observatorio Nacional de Seguridad Vial, 43 usuarios de bicicleta han muerto en la vía y 209 han salido lesionados en lo que va de 2022.
“Él inicialmente origina un dispositivo para él, muy grande pero muy funcional. Los mismos ciclistas le empezaron a preguntar de dónde lo había sacado, fue ahí cuando se desencadenó todo.”, explicó Ledy Nieves, hermana de Alex y directora de relacionamiento de Cinnov SAS.
Para ella, esta situación dio a su hermano la idea de crear una solución a miles usuarios de bicicletas. BIGO SAFE se maneja a través de un sensor puesto en el caso del usuario. Basado en estos movimientos, la luz LED emite una señal si el ciclista va a la derecha, izquierda o está detenido. Esta programación es realizada por un grupo de ingenieros de Cinnov, en cabeza de Alexander.
“El dispositivo está hecho con materiales recuperados, específicamente con Polietileno (PET) de botellas plásticas, materia prima que se utiliza en la estructura de producto. Algunas piezas son producidas en 3D con materiales orgánicos como la fécula de maíz que se encuentra en el ácido poliláctico (PLA – Polímero biodegradable).”, comentó el ingeniero mecatrónico, quien añadió que, si algún BIGO se daña, su componente puede ser reutilizable.
Según Alex, este dispositivo es altamente versátil y puede usarse tanto en la ciudad como en el campo, donde Cinnov hace programas de enseñanza de la bicicleta a niños, niñas y jóvenes en las zonas rurales de Cundinamarca.
Sobre todo, en zonas urbanas, la bicicleta se ha convertido en un medio de transporte amigable con el medio ambiente. Solo en la capital, la relación entre los bogotanos y las bicicletas es estrecha. Por dar un ejemplo, la ciclovía del día domingo es uno de los eventos más concurridos de la capital, con cerca de dos millones de personas participando entre las 7:00 a.m. y las 2:00 p.m., en algún punto de los más de 550 kilómetros de ciclorruta en la ciudad.
Una de las beneficiarias de BIGO es Natalia López, ciclista y contadora pública de profesión, además, una de las lideresas del colectivo Curvas en Bici. Para ella, este dispositivo innovador es útil para enseñar a las mujeres a su mando a montar una bicicleta sin preocupaciones. “La relación entre los actores viales no es la mejor en Bogotá, por eso es clave que las chicas se sientan seguras al momento de montar.” resaltó López, quién ahora ve el producto como una necesidad.
Recientemente, Cinnov ha tenido contacto con clientes como los bancos de Grupo Aval, Colectivos, oenegés y otras organizaciones que quieren incentivar la bicicleta como medio de transporte sostenible en la ciudad mediante BIGO.
Uno de los clientes principales de Cinnov es Renting Colombia a través de su filial Transportempo. Esta compañía se encarga del transporte y el préstamo de autos desde sus distintos establecimientos, siendo una de las principales tareas la constante movilización de los conductores a los distintos vehículos de transporte. Este proceso es a través de scooter o monopatines eléctricos, pero para mayor seguridad, en 2021 compraron 12 equipos BIGO para cada uno de los conductores ubicados en la ciudad de Medellín.
“Hay una pandemia invisible: los accidentes de tránsito. La hemos aceptado, pero son muchas las personas que terminan lesionadas o mueren debido a eso. No hemos tenido ningún accidente, pero nosotros usamos BIGO como forma de prevenir.”, comentó Juan Pablo Guevara Velázquez, Analista de Movilidad Segura de Renting Colombia.
De acuerdo con el directivo, la relación entre Renting y Cinnov ha sido la manera de prevenir accidentes de tránsito a los empleados de Medellín. Destaca cómo Alex Nieves utilizó su tragedia para mejorar la calidad de vida de los ciclistas a través de BIGO. La siguiente fase de esta alianza, dice Guevara Velázquez, es implementar el programa en Bogotá y otras ciudades.
Sus gestores han querido ir más allá y han desarrollado el Programa “BIGO IMPACTA” el cual entrega los dispositivos a cientos de niños y niñas que se desplazan en bicicleta a las escuelas en las regiones rurales y apartadas del país.
La solución milagrosa contra derrames de petróleo
El petróleo es uno de los grandes productos que mantiene a flote diversas economías alrededor del mundo. De acuerdo con el Observatorio de la Complejidad Económica (OEC), para 2020, el petróleo crudo significaba un 3,83 % de la economía mundial, es decir, alrededor de 640 billones de dólares.
Su importancia en países como Colombia es aún mayor. Según este mismo estudio, el 43,2 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país fueron combustibles fósiles en 2020. De la cifra anterior, 23.2 % de las exportaciones del país son de crudo, es decir, gran parte de la economía del país depende de actividades extractivas como el petróleo.
Para 2021, el petróleo crudo significaba 27,1% de las exportaciones del país de acuerdo con un informe del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Según la Cámara Colombiana de Bienes y Servicios de Petróleo, Gas y Energía (Campetrol), la producción de petróleo estaría entre 738.000 a 807.000 barriles diarios en 2022.
Entendiendo su importancia fundamental, toma gran relevancia las consecuencias de su explotación. Su excesiva quema ha generado un daño en la capa de ozono y, peor aún, los derrames de este componente han destrozado los ecosistemas afectados dentro de Colombia. Contrarrestar un derrame de petróleo, en especial en grandes cantidades, es complejo y los daños pueden durar décadas. Por eso, en el Grupo Empresarial Solanco en Neiva, Huila, encontraron una fórmula casi ‘milagrosa’ para contrarrestar estos desastres: God Oil.
El llamado ‘Aceite de Dios’ en español, es un producto creado a base de la planta amazónica de sacha inchi y que reduce el impacto del crudo en la naturaleza. Alberth Herrera, ingeniero de esta organización, comentó que se podría describir como “casi milagroso” al momento de entrar en acción.
Para ejemplificar la afirmación anterior, este ingeniero de petróleos de Universidad Industrial de Santander (UIS) realizó un simple ejercicio en las instalaciones de Solanco a las afueras de la capital huilense: en un vidrio de reloj — un implemento de laboratorio para hacer pruebas— el agua contaminada con petróleo entró en contacto con God Oil, generando un cambio inmediato en el líquido con el rompimiento y eliminación de una parte del crudo sumado a una lenta, pero progresiva, muestra de cambio.
Fue con este producto que el Grupo Empresarial Solanco se postuló en la categoría de microempresas del Premio Innovación Social 2021. Esta idea nació de la unión de las hermanas Tatiana y Natalia Solanco quienes, durante 10 años, han desarrollado un proceso minucioso de investigación de la planta del sacha inchi, dando como resultado God Oil, un producto que hoy ya tiene patente y exclusividad. La primera es ingeniera industrial y tiene como cargo directora de la compañía. La segunda es bioquímica y desarrolló la fórmula del God Oil en el año 2014.
La base de esta innovación social es un árbol proveniente de la rica Amazonía de Sudamérica: la planta sacha inchi. Este árbol, que tiene la facultad de adaptarse con facilidad a otros ambientes, es el principal ingrediente del ‘Aceite de Dios’ y es cultivado dentro de las mismas instalaciones. Su proceso de crecimiento puede tardar hasta 7 meses y da fruto cada 45 días.
Al originarse el God Oil de esta planta amazónica, este es natural y no deja consecuencia alguna en los ecosistemas donde es aplicado. A través de nanotecnología, el aceite es capaz de romper el crudo y su composición, con el fin de que sea más fácil dispararle a presión. Los restos son absorbidos por unas bacterias dentro del producto, acabando con los demás restos del petróleo.
Una de las trabajadoras encargadas de recoger el fruto de la sacha inchi es Angie Daniela Moreno Cortés. El primer contacto que tuvo la joven huilense de 27 años con el Grupo Empresarial Solanco fue en 2018, cuando un derrame de petróleo afectó las inmediaciones del municipio de Tello, Huila, debido a uno de los múltiples derrames que ha tenido el Campo Petrolífero de Tello desde 2008. Este campo para la extracción de hidrocarburos fue establecido en 1980 y ha producido más de 60 millones de barriles.
Según ella, “las afectaciones a la vida cotidiana con un derrame son inmediatas: contaminación en fuentes hídricas y agua potable, daño en cultivos, muerte de animales y consecuencias ambientales por décadas”. Fue precisamente el Grupo Empresarial Solanco quién se encargó de limpiar los estragos sucedidos en Tello debido a la explotación petrolífera.
Para Tatiana Solano Caballero, directora del Grupo Empresarial, el objetivo de la God Oil es ayudar en zonas afectadas por derrames de petróleo. Esto es crucial, dice la ejecutiva, en comunidades impactadas por el conflicto armado. De acuerdo con cifras de Ecopetrol de 2018, en Colombia se han derramado 3,7 millones de barriles de crudo, principalmente por ataques de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (Eln). Naturalmente, se requieren décadas para que los efectos de un derrame pasen por sí solos.
Solanco trabaja con empresas como Ecopetrol, una alianza que ha permitido mitigar accidentes que se producen en lugares como el Campo Petrolífero de Tello, Huila. Recientemente, las hermanas Solanco fueron en representación de esta empresa estatal al país en la Exposición Universal de Dubái de 2020; una de las ferias más importantes del mundo.
Su trabajo también tiene alcance internacional. Uno de sus más recientes clientes es el Gobierno de Perú. El pasado 15 de enero de 2022, el buque de bandera italiana Mare Doricum, propiedad de la empresa española Repsol, recibió un fuerte oleaje el cual causó un derrame de petróleo en los mares del distrito de Ventanilla en la provincia de Callao, Perú. En respuesta a esto, Solanco se encarga de los trabajos de recuperación de playas y medio ambiente, donde 11.900 barriles de petróleo cayeron en las costas.