Medio ambiente
Atinkana, la reserva agroforestal que protege el agua y regenera las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta a través del café
Ubicada entre los 500 y 1400 metros sobre el nivel del mar en el bosque nuboso tropical, es una tierra llena de agua
En tiempos donde la visión del mundo se enfoca en el futuro de la tecnología, la importancia de la información y la data, se hace cada vez más imperante pensar en la salud del planeta.
El agua potable, la energía y algunos minerales se posicionan como los bienes más preciados. El inconmensurable valor de lo pequeño, de la raíz, de lo primordial nos lleva a cambiar el rumbo de nuestra mirada y enfocarnos en la tierra.
Atinkana es una reserva hidrológica y agroforestal ubicada en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta que conserva, cuida y regenera un punto estratégico a través del cultivo de café, cacao, aguacate, bosque nativo, entre otras especies endémicas.
Ubicada entre los 500 y 1400 metros sobre el nivel del mar en el bosque nuboso tropical, es una tierra llena de agua que impacta directamente la cuenca del río Piedras de la cual dependen aproximadamente el 50% de la población de Santa Marta con 552.391 habitantes para el censo de 2021.
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A su séptimo año de desarrollo se le suman casi 55 hectáreas de suelo recuperado, entre 30 y 50 empleados —durante los meses de cosecha—, impactando a aproximadamente 40 familias, lo que le convierte en el empleador más grande de la cuenca.
“Después de años de soñar, diseñar, buscar y esperar por una buena tierra en 2016 estaba a punto de rendirme cuando el lugar perfecto me encontró. y fue amor a primera vista. Simplemente sentí que pertenecía allí, que había llegado. Cinco minutos después de estrechar la mano del vendedor para saludarlo, y sin siquiera haber recorrido la mitad del camino hacia el río Piedras, me encontré estrechando la mano de ese hombre nuevamente para cerrar el trato, sin siquiera haber visto el 99.9% restante de la tierra. Simplemente lo supe”, cuenta José Florez, antropólogo biológico, Fundador de Atinkana.
Un bogotano que después de pasar quince años en Suiza decidió regresar a su país para sembrar las raíces de su futuro y el de muchos más: “Esta tierra, esta sagrada porción de la tierra, era para mí, así como yo era para este lugar. Tres apretones de manos ocurrieron ese día y desde entonces muchas vidas cambiaron; quizás ninguna más que la mía”, añade.
Al llegar a Atinkana José se encontró con una tierra preciosa cuya salud del suelo estaba afectada por años de malas prácticas; así que se embarcó en un proceso de regeneración que lo llevó a explorar nuevas formas de concebir la agricultura con una visión menos inmediata, enfocada en los beneficios a futuro. Encontrando en el café también una oportunidad de negocio.
“El café es la segunda mercancía más ampliamente comercializada después del petróleo y la segunda bebida más popular del mundo después del agua. Nadie pasa un día sin él, pero no ha habido un día en que nos detengamos a pensar en ello”, argumenta.
El proceso de restauración del suelo ha tardado siete años y aunque a este ya se suman 54.9 hectáreas grandes árboles nativos y demás especies endémicas para ayudar a la salud de la tierra mientras se cultiva café, están 73.1 más ha que están creciendo.
Desde hace 3 años se asoció con sus pares en Suiza y empezaron a vender sus productos en Zurich bajó el sello de Atinkana, un café que además de apostarle a la calidad le apuesta a la conservación y esta es la razón por la que muchos Suizos le prefieren. Se acaba de abrir una bodega en octubre y en 2024 se espera exportar 20 toneladas de café verde y abrir una nueva tienda para el segundo semestre del año.
Además de ser cultivado y producido en las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, una compleja formación natural única en el mundo, este café es enviado a Suiza en velero cumpliendo con la promesa de valor de apostarle a la sostenibilidad: los transportes de carga vía marítima provocan cerca del 3% de los gases invernaderos del mundo, siendo en la segunda industria más contaminante del planeta después de la aviación.
“Nos encontramos trabajando arduamente en expandir Atinkana, con miras a nuevas oportunidades, incluyendo otras líneas de negocio. En 2024 recibiremos una certificación de café orgánico y esperamos llegar al mercado Americano en un velero trans-Caribe que zarpará”, afirma Samuel Larson, director ejecutivo de Atinkana. “Estamos además en búsqueda de nuevos inversionistas a los cuales les ofrecemos un alto retorno de su inversión en activos duros como también una parte significante del inventario de la plantación de café”, añade Larson.
“Con estas inversiones buscamos partners realmente comprometidos con el mañana, quienes busquen invertir en la reducción de las emisiones de carbono para combatir el cambio climático. A largo tiempo, los beneficios económicos y medioambientales son innumerables”.
Por otro lado, acaban de recibir la visita de Amy Rogers, ecóloga estadounidense conservacionista y practicante de gestión con más de 25 años de experiencia en regeneración de bosques tropicales, quien corroboró la tesis y se encuentra acompañando el diseño de la unidad de inversión agroforestal que básicamente ayuda a comprender cuánto café y cuánto bosque nativo necesita ser plantado por hectárea.
Conocer a Atinkana es darle la oportunidad a la esperanza. Procesos como este le apuestan al futuro día a día, semilla a semilla, árbol a árbol poniendo énfasis en lo importante, priorizando la raíz. Aportando —granito a granito de café— a la conservación de la Sierra Nevada de Santa Marta. 3000 hectáreas de suelo restaurado es es la meta planteada, posicionando a Atinkana como esta gran reserva cuyo objetivo principal es el cuidado de esta tierra sagrada.