MEDIO AMBIENTE
Deforestación y transformación de la Amazonia: lo que se debe saber para actuar
El control que ha funcionado para frenar la expansión de la frontera de origen antrópico, ya sea que surja bajo propósitos legales (colonizaciones) o ilegales (ilícitos), es la declaratoria de áreas de protección. Frentes de deforestación que amenazan a la Amazonia. Por: J. Orlando Rangel-Ch, profesor titular del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia.
En los meses transcurridos en este 2023, han aparecido columnas de opinión y notas periodísticas que han hecho énfasis en el efecto devastador de la deforestación en la región amazónica (toda la cuenca) y en la porción de Colombia y sus graves implicaciones para el clima del norte de Suramérica y, por extensión, del globo.
Aunque se debe reconocer y se pueden calificar como loables los propósitos de llamar la atención sobre el avance del “desmonte” de los bosques y selvas prístinas del Amazonas, con sus implicaciones en la calidad de la vida y la conservación de la biodiversidad del país, es igualmente saludable, conveniente y académicamente recomendable utilizar o esgrimir información real y confiable sobre la cual se puedan generar las discusiones del caso.
La utilización de términos imprecisos para referirse a la manifestación de una acción (degradación-deforestación), la confusión entre determinantes naturales (afirmar que las especies amazónicas tienen poca o ninguna adaptación evolutiva al fuego, todo lo contrario a lo demostrado en varias investigaciones paleoecológicas) y los producidos por acción del hombre (incendios provocados) y las estimaciones sin citar como respaldo el trabajo de campo efectuado, pueden obstaculizar -en lugar de ayudar- en las tareas de los interesados en el mantenimiento de las mejores condiciones en la biota y territorio amazónico.
Actualmente, varios países liderados por Colombia tratan de llamar la atención de los organismos internacionales (Naciones Unidas y programas ambientales) sobre la urgente necesidad de proteger el capital natural que tenemos en la Amazonia como una de las estrategias básicas para mitigar los efectos del cambio climático a nivel regional y global. Debido a estas consideraciones, es preciso partir de un estado de conocimiento sobre esta biodiversidad y las amenazas para su conservación en todo el territorio colombiano, sobre la base del conocimiento científico generado.
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La deforestación es la pérdida de la capa vegetal original y se produce por la acción transformadora del hombre, aunque por causas naturales (erupciones volcánicas, inundaciones) diversas regiones geográficas la han sufrido en lo transcurrido de este siglo XXI. La pérdida de la vegetación natural por acción del hombre está claramente asociada con los asentamientos de sus poblaciones, ya que desde estos puntos se originan los frentes que van transformando y afectando el entorno natural. No es difícil contrastar los asentamientos con los focos de deforestación en cualquiera de las regiones naturales de Colombia, pero un ejemplo singular de esto lo constituye nuestra Amazonía. En las subregiones o paisajes de la vasta región amazónica, las zonas del piedemonte son las que congregan la mayor población humana.
Tres focos principales, como el frente de deforestación en la provincia del Napo -proveniente del Ecuador y que se ha acrecentado en el Putumayo de Colombia-, y el frente del Caquetá con Paujil, San Vicente, Doncello y poblaciones aledañas. Si estos dos frentes se llegan a conectar, prácticamente todo el piedemonte de la región suroccidental amazónica se transformaría totalmente. Es un hecho documentado desde hace más de 40 años y confirmado con las construcciones cartográficas recientes, como el mapa de la vegetación natural de Colombia.
La pregunta que surge, entonces, se relaciona con lo que deberíamos hacer para evitar la conexión de estos dos puntos de devastación. El control apropiado, que ha funcionado para frenar la expansión de la frontera de origen antrópico, ya sea que surja bajo propósitos legales (colonizaciones) o ilegales (ilícitos), es la declaratoria de áreas de protección.
Para el caso mencionado, la barrera natural que puede impedir la unión de estos dos bloques de transformación – desolación, sería la extensión de un área de protección natural existente (¿La Paya?) o la creación de una nueva reserva. Solamente una barrera natural impedirá que la tasa de transformación devore el reducido remanente que aún persiste. Casos muy ilustrativos se pueden revisar, repasando el significado del área de protección de Paramillo, en el norte de la región chocoana cordobesa y el freno que ha significado para la “incontrolable” deforestación del sur de Córdoba y el Parque Nacional Natural Los Katíos, como freno del frente de colonización proveniente de Antioquia.
Otro foco de deforestación con impacto fuerte es el de Araracuara; la penitenciaría y sus asentamientos fueron parte principal de la colonización y de la transformación del medio natural, la expresión geológica de los afloramientos guayaneses (mesetas y lomeríos) limitó la extensión del impacto, pero aun así la superficie transformada es considerable.
Adicionalmente, puntos importantes por el efecto del crecimiento y migración de sus poblaciones son: Leticia, San Martín, Puerto Leguizamo, entre otros. Sin embargo, la magnitud de la ocupación del territorio de nuestra Amazonía es menor si se le compara con lo sucedido en otras regiones naturales, como el Chocó biogeográfico. Se entiende así, porque la relación directa entre asentamientos y deforestación es la razón principal para la conservación de la vegetación original.
Sobre la Amazonía de Colombia no se tiene un inventario básico de la diversidad en el componente faunístico, como sí existe para el vegetal con su flora y vegetación. En flora se tienen registros de cerca de 7.630/8.049 especies de plantas con flores, que la ubican como la segunda región natural en riqueza a este nivel, después de la región Andina o cordillerana e igualmente la segunda a nivel de la cuenca amazónica con 22.130 especies, después del Brasil con 11.651.
En la variedad de sus bosques, selvas, matorrales, el inventario más reciente -aunque no es exhaustivo como en la aledaña región de la Orinoquía- arroja la cifra de 30 formaciones a nivel de alianza y 149 asociaciones o tipos de bosque. La singularidad de su flora y su vegetación reside en que constituye el punto básico de la dispersión de linajes de la biodiversidad de Colombia. Entre sus tipos de vegetación, figuran los palmares mixtos dominados por Oenocarpus bataua (palma mil pesos), O. mapora, O. minoris, que se extienden por otras regiones como la contigua Orinoquía, el Chocó biogeográfico y el Caribe y también con influencia en las zonas bajas de las cordilleras (valles interandinos).
De la diversidad y riqueza en familias de plantas amazónicas, es factible inferir el efecto directo de su dispersión hacia otras regiones naturales, acción que tuvo un significado muy fuerte hasta el Plioceno (5 millones de años A.P.) cuando comenzó a disminuir su influencia debido a la elevación de las proto-cordilleras en los últimos millones de años (Pleistoceno). Otros remanentes de esa influencia se notan, por ejemplo, en los palmares de Attalea butyraceae (palma cuesco, palma de vino), dominantes en las vertientes andinas hacia el río Magdalena y los bosques dominados por especies de Brosimum, Pseudolmedia (Moraceae).
Recientemente con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el grupo de investigación Biodiversidad y Conservación del Instituto de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia en asocio con los institutos adscritos al Ministerio, IIAP, Humbodt, IDEAM y Sinchi, concluyeron el monumental esfuerzo de elaborar la primera aproximación cartográfica sobre la distribución actual de la vegetación natural de Colombia. Con base en cerca de 4.000 registros de inventarios de vegetación realizados en campo, con enfoque en las ciencias forestales, o en la fitosociología clásica, se llegó a este primer escenario de lo que nos queda de vegetación natural.
Para nuestra fortuna y con inmensa alegría podemos afirmar que, a marzo de 2021, la región de la Amazonía de Colombia es la que mejor estado de conservación de sus bosques, selvas y otros tipos de vegetación presenta de las 39.692.360 ha que cubrió nuestro estudio, solamente un 11% de su superficie (4.397.826 ha) no muestra vegetación natural. Después aparece el Chocó biogeográfico con un área de estudio de 6.240.810 ha, el promedio de área transformada es del 18%, discriminada así: en la parte Norte con un área total de 4.361.957 ha, el 11% (469.838 ha) aparecen sin vegetación natural, es decir, muy transformado, en el Sur, con un área total de 1.878.853 ha, el 34% (643.778 ha) está transformada. En la Orinoquía el 26% de su territorio aparece desprovisto de la vegetación natural (especialmente sus bosques de galería y de la llanura de inundación).
Muy preocupante resultó la comprobación de la transformación y pérdida de vegetación natural en la región cordillerana o Andina (56% de su superficie sin vegetación natural) y la gravísima condición que exhibe el Caribe de Colombia, en donde de las 11.820.600 ha que cubrió el estudio, solo permanece la vegetación natural en 2.846.800 ha (24%), es decir, el 76% del área cubierta con vegetación natural fue completamente transformada.
Buena parte de la información sobre los inventarios de campo que sirvieron para todas las elaboraciones cartográficas reposa en las bases del Instituto Alexander von Humboldt y las elaboraciones cartográficas serán manejadas y administradas por el MADS.
Lo aconsejable es que estos productos se utilicen para que todas las entidades y en general la sociedad colombiana interesada en el estado de su biodiversidad, en este caso de la vegetación o de los variados tipos de selvas, bosques, matorrales, pajonales, frailejonales, tenga o disponga de una herramienta que muestra el necesarísimo y fundamental punto de corte sobre el cual se deberán basar las aproximaciones sobre avance de la deforestación (visión pesimista) o restauración - recuperación de nuestros bosques (visión optimista) con lo cual estaremos aportando de manera sustancial, significativa y real, a mitigar las consecuencias del nefasto cambio climático.
J. Orlando Rangel-Ch, profesor titular
Instituto de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Colombia