Ulibro 2016
"El teatro es una mentira"
En el marco de Ulibro se rindió un homenaje a William Shakespeare en el que Amalia Iriarte, profesora de la Universidad de los Andes, y Pedro García, decano de Ciencias Humanas de la Universidad Industrial de Santander, discutieron sobre su obra y el teatro.
Una vez más, las 2 de la tarde en Bucaramanga. Una vez más, el calor, un conversatorio, un auditorio lleno de estudiantes y asistentes a Ulibro, pero esta vez era otro el auditorio y el nombre del conversatorio: ‘Homenaje a Shakespeare’. Amalia Iriarte y Pedro García escucharon cómo los presentaban al público enumerando sus logros, títulos y demás. Una vez más se comenzó por el inicio.
"Vamos a trabajar los siguientes temas, yo expongo el mío, el profesor expondrá el suyo y ustedes nos van a colaborar", dijo Iriarte y continuó explicando que su interés era la reflexión que Shakespeare había hecho, implícitamente en sus obras, sobre el teatro. Pues como ella aclara, él nunca escribió un texto al respecto, pero lo "incluyó en casi todos sus textos. Esa idea del gran teatro del mundo, una idea bastante vieja, el mundo es un teatro o nuestra vida en el mundo es como el paso de un actor en el teatro”.
También explicó que ella, tras leer al autor británico, encontró distintos niveles para entenderlo, que se comportan como preguntas: "¿qué hago yo en el teatro?, ¿cómo es el escenario en el que yo trabajo?, ¿cómo me sirve, para moverme en el mundo, el modelo del actor, el modelo del teatro?, ¿cómo me invento papeles, monto obras?, ¿como hago de determinados momentos de mi vida una obra de teatro, para bien o para mal? y ¿cómo utilizo el teatro, no sólo para divertir a la gente, si no cómo lo uso para destapar problemas, para denunciar asesinos, por ejemplo, para cobrar venganza?".
La obra de Shakespeare, que es de una riqueza ‘absurda‘ como dice Iriarte, nos permite abordarlo desde diversos temas. Es así como partiendo de una sola frase, se extendió una conversación que duró cerca de una hora. La frase: "La vida es una historia contada por un necio que nada significa". Para el profesor García, esa ausencia de significado "puede aplicarse al nombre de la vida, de la historia, del necio. Uno puede preguntarse ¿qué es lo que es necio?".
Iriarte le contesta, de manera parafraseada -para no aburrir con entrecomillados-, que al jugar con la realidad Shakespeare advierte que todos somos actores, salimos a actuar en la vida, debemos definir ese papel y actuar lo mejor que se pueda, pero el libreto está escondido y con cierta inocencia creemos que actuamos con cierta libertad.
"Ese es el punto máximo de llegada de la reflexión del teatro, esa manera de abordar el mundo como un teatro. Calderón de la Barca, en El teatro del mundo, dice que no nos aferremos a este mundo, que hay algo mejor. En Shakespeare no hay esa dimensión, pero llega a ese punto de juicio de la existencia, con el modelo el teatro. El punto de partida es una consciencia profundísima del oficio del actor, del dramaturgo, del director, del constructor de escenario” dijo Iriarte y unos cuantos concentrados decían sí con la cabeza, otros hablaban entre ellos o miraban su celular.
Habló, también de cómo estos grandes dramaturgos eran el arquetipo del hombre de teatro, que realmente eran hombres de teatro, de esos que cargan tablas, que ayudan a trabajar cierto tipo de escenarios para construirlos y entenderlos. Refiriéndose a la importancia del conocimiento del oficio, de las procesos que lo componen, mencionó cómo Velázquez solo pudo pintar las Meninas gracias al conocimiento que tenía de los colores, su composición, los soportes y demás. "Shakespeare dice que sin esto no se puede, tiene que ver cómo se hace el teatro, cómo se forma el actor y ahí sí comience a reflexionar sobre el teatro”, dijo categóricamente Iriarte.
El profesor García abrió otra zanja en la conversación asegurando que “uno puede pensar la obra de Shakespeare en tres niveles: el de la poesía, el de la actuación y el del papel del espectador. A mucho pesar que no fuimos poetas ni actores, nos une el ser espectadores”. Iriarte con la cabeza decía que sí, con sus brazos, con sus codos sobre el sofá, estabande acuerdo y tomando la voz otra vez dijo: ”esa es una de las reflexiones que hace Shakespeare: ¿ustedes qué hacen aquí? ¿Ustedes para qué sirven?”. Con eso comenzó un largo recorrido por varias obras que iban y venían. Recordó cómo esta pregunta se planteó a finales del Siglo XIX con el nuevo teatro, o teatro contemporáneo, en la que el espectador no simplemente va y aplaude si le gusta o se pone de pie y sale del teatro si no le gusta. Enfatizó en que sin el público no hay espectáculo, pues son parte del espectáculo y también ayudan a hacerlo. Pero esta era una reflexión que ya estaba en La vida del Enrique V.
García recordó a Diderot y su paradoja del comediante, que enuncia lo siguiente: 1. El actor se cansa sin sentir. 2. El espectador siente sin cansarse. 3. El espectador lleva sus lágrimas del corazón a sus ojos, el actor las lleva desde su imaginación a sus ojos. El acto de llorar para el actor es un ejercicio intelectual, el espectador llora sin cansarse y sin atisbo intelectual. "¿Cuál es el vínculo entre el espectador, la obra o entre el espectador y el poeta?", le preguntó a Iriarte.
Ella propuso un ejemplo: "En dos escenas de Noche de verano, unos pobres artesanos desean montar una obra para su rey que se casa. Esta obra se desarrolla en una noche con claro de luna, pero si no hay claro de luna, dice uno de los personajes que sale con una luz y digo yo soy claro de luna. Había un muro, pero el muro no cabía en el escenario, entonces uno dice, yo me paró entre los dos y le digo a los espectadores, yo soy el muro. Al estrenarla un espectador, al que no le gusta, dice, pero qué luna es esa, qué muro es ese. El rey, que sí entiende de teatro le dice: ‘la imaginación, niña’” y Iriarte se señala la cabeza con su dedo, con ese histrionismo que trae consigo al apasionarse por algo.
Recordó también que "el teatro es una mentira en la que tenemos que entrar, en la que tenemos que jugar y la que tenemos que aceptar" y que el impacto que ejerce el personaje de ficción sobre la vida es enorme, pues son estos personajes "mucho más reales que nosotros, todo el mundo vive la historia de Lear, de Hamlet. Los personajes de la vida real somos pasajeros y vulnerables. Los de la ficción nos impactan, se quedan y por más que uno los eche de la vida, vuelven".
Fueron muchas más las elucubraciones que compartieron. En sus reflexiones recordaron a Borges, que decía que Shakespeare optó por un oficio en el que se es todo y se es nada, la profesión del que juega ser otro y ante quienes juegan a tomarlo por ese otro. Y que una obra como la del dramaturgo tiene todo ese valor, todo lo que se puede sacar de él.