TEATRO

En 'Mosca', Petra nos confronta de nuevo con nuestra risa culposa

Vuelve una de las obras más reconocidas del Teatro Petra, basada en la obra de Shakespeare 'Tito Andrónico'. Bernardo García dirige y actúa en esta versión, escrita por Fabio Rubiano.

Angélica García
25 de junio de 2019
El Actor y director Bernardo García, interpretando a Demetrio de la familia de los Godos. Foto: Catalina Amaya / @teatrodelaimagen

Tito: ¡Pobre mosca inocente, que con su bella melodía zumbadora había venido a hacernos felices! Y tú la mataste. 

Marco: Perdón, mi señor; era una mala mosca negra, parecida al moro de la emperatriz; por eso la mate.

William Shakespeare, Tito Andrónico

En 2002, el Teatro Petra estrenó uno de sus montajes más importantes. Como lo menciona Fabio Rubiano, Mosca fue un “montaje consentido” que sólo se vio desplazado en 2015, cuando nació Labio de liebre.

Mosca se inspira en la más sanguinaria de las tragedias shakesperianas, Tito Andrónico, y parte de la promesa de una tregua que nace cuando Tito, el personaje principal, ya no aguanta más el cansancio y peso de la guerra. La obra coincidió con una época en la que el país atravesaba, al igual que Tito, un cansancio por la violencia. Ahora, 17 años después, Mosca vuelve con un nuevo elenco, director y un nuevo aire. A Colombia, ese lapso poco parece haberla cambiado. Se firmó un acuerdo de paz, pero la voluntad es escasa para hacerlo cumplir. 

Como es costumbre del Teatro Petra, la obra envuelve al espectador en un juego de culpas, risas, arrepentimientos y ensoñación. Las actuaciones tienden a la farsa con la intención de distanciar al espectador de la realidad. También, para volcarlo en una ficción en la que se sienta expuesto, chocado, y reflexione por su cuenta sobre lo que se presenta en el escenario. La minuciosidad con la que cada personaje y situación ridiculiza acciones atroces, y casi que convierte a la violencia en un hecho cotidiano, resulta admirable. Este teatro confronta desde el distanciamiento y la risa, y se sirve de estas herramientas para activar en sus seguidores una capacidad de reflexión y autocrítica. Y mientras la obra transcurre, la incomodidad que viven los espectadores y los aprietos morales que les produce vienen del escenario.

Lavinia y la Reina Tamora: Dos ejemplos de lo que significa ser mujer en la guerra. Foto: Catalina Amaya / @teatrodelaimagen

Mosca nos presenta a dos familias: los godos encabezados por Tamora y los romanos en cabeza de Tito. Cada bando ha perdido casi a todos sus hijos en la guerra, y por eso habita en ellos la promesa de una tregua. Pero antes de ese ‘descanso’, hay deudas y sacrificios por cumplir.  En nuestro contexto, este montaje de Tito Andrónico refleja la triste y repetitiva historia de los intentos fallidos de Colombia de hacer una tregua, con bandos que no se cansan de pelear, que han derramado la sangre de sus hijos, y a los que les cuesta concebir un país sin armas. Así produce un círculo vicioso donde la droga más fuerte es la deshumanización. 

En una escena, todos son invitados a casa de Tito a cenar en un acto de reconciliación. Se encuentran los hijos de estas dos familias, hablando, comiendo y contando historias de su niñez, y aparece Tito y los mira con sorpresa. Esa mirada de Tito es la de una sociedad que no concibe que entender al otro como un igual es la mejor contraposición a la violencia, y que es posible que quienes han peleado pueden comer en la misma mesa, contarse anécdotas y, por qué no, discutir de teatro. Los hijos de Tito y Tamora representan un pueblo sacrificado en una guerra absurda, que divide en bandos sin ninguna lógica, y construidos por medio de discursos del miedo y poder.

Tito Andrónico: reflejo del cansancio y vejez de la guerra. Foto: Catalina Amaya / @teatrodelaimagen

Tres mesas en medio, llenas de cuchillos, pepinos, pimentones, tomates, harina y frutas; dos puertas en cada lateral del escenario, y los espectadores alrededor, cómplices de un banquete que tiene por entrada decapitaciones, de plato fuerte violaciones, acompañado de mutilaciones y que  ofrece sesos bañados en dulce de venganza de postre. Ni una gota de sangre se derrama en esta cena, es más, el banquete está cargado de pulcritud, buenos modales y jocosidad. En esta versión, la propuesta de dirección se apoya en un toque de música y en el teatro físico para darle más fuerza a la narración. Con solo tres mesas, los actores logran dibujarnos escenarios y construir relaciones a través del movimiento. 

Una puesta en escena que rompe con la cuarta pared. Foto: Cortesía Teatro Petra. 

El actor Bernardo García no solo aceptó la labor de dirigir uno de los hijos más queridos de Fabio Rubiano y del Teatro Petra, con una puesta en escena juiciosa, divertida y con un sinfín de símbolos discursivos. Además, García asumió interpretar a Demetrio, un personaje con una carga emotiva personal que heredó su padre. Sus secuaces en este reto son el actor Carlos Gutiérrez (Tito), Isabel Gaona (Tamora), Manuel Sarmiento (Basiano), Iván Piñacue (Arón y Quinto), Rodrigo Sánchez (Chirón), Juan Carlos García, encargado de la sonoridad de la obra y Roger García (Lavinia), un personaje al que hay que observar con lupa, porque en él recaen el sacrificio y la promesa de poder descansar en paz.

Presentación de los Godos, encabezados por la reina Tamora. Foto: Cortesía Teatro Petra.

Ojalá Mosca sea en un futuro no muy lejano una alegoría de lo que ya pasó, de una tregua que parecía no cumplirse pero se cumplió. Ojalá que quienes tengan el placer de volver a verla entonces, sientan que están frente a un pasado que hay que recordar, pero pasado. Hoy, sigue siendo un reflejo de lo que sucede. Por eso es de aplaudir que el Teatro Petra siga presentando historias que hablan de nuestros conflictos, y nos confrontan desde la estética y la poesía, dos recursos que, una vez invadan a la mayoría, pueden hacer de la tregua una realidad.

*

Mosca vuelve del 15 de enero al 23 de febrero de 2020 al Teatro Petra (carrera 15 BIS #39-39) de jueves a sábado a las 8:00 p.m. y domingos a las 4:30 p.m. Haga clic aquí para comprar entradas.