Artes escénicas
Ricardo Silva incursiona en el teatro interactivo con ‘Domingo’, hablamos con él
Este domingo 18, el escritor y un conjunto talentoso de producción y actores estrenan una obra como ninguna. Nos contó sobre los retos de un proyecto innovador que lo llevó a explorar nuevos lenguajes y del que está orgulloso.
Una obra interactiva como nunca antes se ha ofrecido en Colombia, “Domingo” nace en la intersección entre las tablas y la naturaleza de internet, que le da al espectador más que un camino posible y más que un final.
Por eso, con la promesa de que no será la misma, sus creadores invitan a su público a repetir la experiencia para encontrar nuevos tonos y detalles, acercarse de manera distinta a los personajes e interactuar con este especial universo narrativo que han creado. Hecho no menor, la obra se toma su nombre en serio. “Domingo” se estrena este séptimo día, 18 de octubre de 2020, a las 6 de la tarde.
La producción tiene varios pilares fuertes. En primer lugar, se apoya en un elenco que mezcla tremendos presentes con vastas trayectorias: Carlos Manuel Vesga, Santiago Alarcón, Jimena Durán, Paula Estrada, Rodrigo Candamil, Diana Ángel, Ernesto Benjumea, Patricia Tamayo, Jairo Camargo, Silvia Varón y Carmenza Gómez.
En segundo —y muy importante— lugar, el punto de partida. El relato es creación de Ricardo Silva Romero*, un hombre que en el curso de los últimos veinte años ha probado una voz necesaria en Colombia. Desde sus novelas, sus columnas, sus poemas y más textos que exploran con sensibilidad y franqueza la naturaleza de estos tiempos, estas personas y estas tierras, el mérito de Silva es más grande si se considera que ha labrado su voz en tiempos en los que las reacciones en caliente ganan espacio frenéticamente.
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En “Domingo”, su salto al teatro interactivo, Silva se enfoca en una ficción que puede llevar al espectador desde la comedia hasta la tragedia, dependiendo de sus escogencias y exploraciones. Este extraño 20202, publicó su novela Río muerto y, ahora que incursiona en un formato inexplorado e innovador, hablamos con él sobre esa experiencia.
En este complicado 2020 publicó ‘Río muerto’, ¿qué le ha dejado la reacción del público hacia su novela?
Yo creo que me ha recordado la utilidad de la ficción: la convicción de que es en la tierra de nadie de la ficción en donde es posible comprender las cuatro dimensiones de cualquier drama humano. Uno se estremece cuando lee que ha habido 67 masacres este año en Colombia o que ha sido asesinado un padre en la puerta de su casa, pero la verdad es que tanto la gravedad de la cifra aquella como el infierno del titular son imposibles de entender del todo si no es mostrando lo que pasa adentro de las personas cuando sucede el horror, y si no es poniendo en escena lo invisible. Las reacciones de los lectores, que se han tomado la novela como un funeral, como una catarsis, como una reivindicación de una familia de víctimas, como una investigación del duelo que viene después de la violencia, como una asfixia en busca de un respiro o como una confirmación de los peores miedos, me han recordado que jamás sobrará que una novela sirva.
¿Qué relación ha tenido con el teatro desde lo personal y lo profesional?
Siempre me ha fascinado. Siempre me ha parecido una ceremonia en la oscuridad de la que se vuelve con alguna noticia del mundo. Me gusta el lugar, me fascina la presencia de los actores, me conmueve especialmente la sensación de que cualquier cosa puede suceder durante una función. Tengo la sospecha de que los escritores son actores con pánico escénico y los actores son escritores que no pueden quedarse quietos. Yo he vivido y viviría feliz escribiendo mis novelas, y ya, pero en estos veintipico años de carrera de vez en cuando he recibido propuestas de productores muy amables para escribir cine o televisión o teatro, que siempre, como cumpliendo una maldición, han terminado en el limbo. Y en los últimos tiempos gente tan brillante como Carlos Manuel Vesga, Carolina Cuervo, Nicolás Montero y Adriana Romero me han estado empujando a escribir dramas como se le empuja a la piscina a un niño que no se decide del todo a aprender a nadar. Vivo agradecido con ellos porque me han hecho creer que puedo ir y venir de las novelas. Y aquí estoy.
Estrena ‘Domingo’, teatro interactivo con posibilidades diferentes y tres finales: ¿Por qué teatro, porqué así, por qué ahora? ¿Cuándo comenzó a escribir la obra?
Yo me reconozco un mérito en todo este asunto: el mérito de dejar que cada quien hiciera su trabajo. Me explico: yo escribí la obra cuando se terminó la lectura en voz alta de “Historia oficial del amor,” y en medio de la presentación de “Río Muerto” –que continúa porque no quiero descansar mientras esté mis manos que más y más gente lo lea–, porque quiero mucho a varios actores y me puse a pensar qué clase de texto podía servirles en los días más inciertos del encierro. Le pedí a mi esposa Carolina, que es la mejor lectora que conozco, el favor de que la editara. Y luego a los dos al mismo tiempo nos pareció obvio, caído de su peso, que la productora que podía sacarlo adelante era María Riaño: María Riaño parece de sacada las eras en las que los productores eran verdaderos humanistas –y creadores– que sentían un profundo respeto y un profundo amor por la ficción. Como el propósito era aprovechar las nuevas plataformas y los nuevos lenguajes, desde las primeras reuniones de producción se me propuso escribir finales extras y pensar en la interactividad, y me reconozco el mérito de haberles hecho caso, como cualquier niño que no sabe nadar, y de haberme limitado a celebrar el talento del equipo que se fue armando.
¿Qué cambió en su proceso al escribir para teatro interactivo con respecto a sus procesos anteriores? ¿Qué no cambió en absoluto?
Tuve a un par de actores en mente mientras escribía: ese es un cambio muy importante. Pero en general escribí con los personajes en mente como cuando se escriben escenas dentro de una novela. Sin embargo, la posibilidad de escribir una obra de teatro que toma prestado el lenguaje del cine y de las videollamadas y de los videojuegos sí le da a uno una libertad y un marco particulares, y resulta francamente imposible negarse a la tentación de valerse de todas esas herramientas. Se escribe una novela para que cada lector la ponga en escena a su manera. Yo escribí “Domingo” con esa misma vocación, pero luego, cuando ya empezó a ser un trabajo en equipo, comencé a pensar las cosas prácticas que tienen que pensarse para que sea realizable.
¿Qué puede revelar de la trama?
Creo que uno puede resumir el punto de partida de la siguiente manera: un publicista treintañero, Sergio, ha caído en la trampa de volverse a encontrar a escondidas con Helena, una amante que ha tenido desde los años de la universidad, pero ese domingo, hacia las seis, descubre que no sólo se ha quedado atrapado con ella en un apartamento ajeno, sino que ni gritándole ni empujándola ni rogándole consigue despertarla. No parece muerta pero tampoco parece viva. Y ese es el arranque.
¿Se midió a la experiencia que vivirá el espectador? Qué impresiones nos puede adelantar...
Yo estoy acostumbrado a dejar en manos de los lectores la suerte de lo que se me ocurra. O sea que he sido feliz de contestarle lo que puedo contestarle y de servirle en lo que pueda servirle al equipo de “Domingo”, pero he confiado plenamente en la lectura que se ha estado haciendo de mi texto: en el trabajo de María Riaño, y en el talento de Miguel Vila, el director, para empezar, y en el elenco que conseguimos reunir. Eso quiere decir que a duras penas me he asomado a un par de ensayos y pasé una tarde de domingo –precisamente– en el montaje extraordinario en donde se grabó la obra entera. Pero sí: ya he visto algunas secuencias y me consta que va a ser una experiencia para recordar. Estoy muy orgulloso del resultado. Si fuera una campaña política, no me daría nada de culpa pedir el voto por esta lista cerrada.
El reparto reúne actores de alta experiencia y de alto presente. ¿Qué anécdota puede contar del trabajo con ellos y de ver sus palabras en sus interpretaciones?
Puedo decir que ha sido un privilegio verlos embellecer e interpretar a esos personajes. No hay uno solo de ellos que no sea un maestro de su trabajo. No hay uno solo de ellos que no sea una persona extraordinaria que uno querría seguir viendo todos los domingos. Desde la primera lectura del texto, en la que estuve presente para leer las acotaciones, fue evidente que en manos de ese elenco –como suele pasar en manos de los lectores más creativos– el texto iba a ser todo lo que podía ser.
Qué nos puede contar del director Miguel Vila, ¿cómo les fue en definir esta propuesta pionera?
Puedo contar que Miguel Vila, que es muy prestigioso en el mundo de los comerciales, es tanto mi clase de director como mi clase de persona. Tiene algo de niño: la mejor parte de un niño. Sabe perfectamente lo que quiere, pero no tiene el menor problema a la hora de hacer parte de un equipo ni duda un segundo en el momento de pedir ideas mejores que las suyas. Buena parte de la proeza visual que es “Domingo”, su visión, su mezcla de lenguajes, la ejecución libre e insuperable de su elenco, se le debe a su talento.
Marcela Valencia hace poco nos dijo que, para ella, el teatro necesita del público. Esta propuesta lo involucra de otra manera… ¿De qué se alimenta el teatro interactivo?
Esta propuesta empieza en la fe que tiene un escritor en los lectores: en la certeza que tiene un escritor de que sus lectores no solo son sus iguales, sino que son los últimos responsables de sus historias. Esta propuesta, mejor dicho, parte de la base de que sus espectadores son lectores: los necesita. Por supuesto, lo que dice Marcela Valencia, que es una maestra, es completamente cierto: el teatro es una ceremonia modificada por el auditorio. Y “Domingo” es un homenaje a esa ceremonia porque el público tiene incluso la oportunidad de ver qué pasa cuando se prolonga la resolución de una comedia. Las comedias suelen tener finales benignos con sus personajes, pero en “Domingo” los espectadores pueden prolongar ese tercer acto hasta volverlo algo semejante a la tragedia.
¿Qué lee estos días?
Curiosamente, aparte de leer noticias y libros de amigos, en estos días he estado dedicado a leer biografías de directores: Woody Allen, Mike Nichols, David Lynch Y, curiosamente, acabo de terminar de leer el monólogo de Phoebe Waller-Bridge que dio origen a la serie que más me ha gustado desde Mad Men: Fleabag.
¿Alguna película o disco que recomiende?
Mire que me volví a ver The Post, porque me la encontré en Netflix, y me gustó todavía más que la primera vez: por un lado, creo que hay que estar en modo “defensa de la democracia” y es la historia perfecta para exacerbarle a uno las ganas de luchar por los derechos conquistados; por otro lado, creo que pocos directores son capaces, como Spielberg, de convertir cualquier trama en una trama de suspenso.
*Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975) es autor de las novelas Relato de Navidad en La Gran Vía (2001), Walkman (2002), Tic (2003), Parece que va a llover (2005), Fin (2005), El hombre de los mil nombres (2006), En orden de estatura (2007), Autogol (2009), Érase una vez en Colombia (2012), compuesta por Comedia romántica y El Espantapájaros, El libro de la envidia (2014), Historia oficial del amor (2016), Todo va a estar bien (2016), Cómo perderlo todo (2018) y Río Muerto (2020). Completan su obra dos colecciones de relatos, dos poemarios, un par de libros sin género, un ensayo sobre la ficción titulado Ficcionario (2017) y la página de internet www.ricardosilvaromero.com. Es columnista de ‘El Tiempo’ en Colombia y de ‘El País’ en España.
“Domingo” basa su propuesta en una experiencia fluida que se adapta a cualquier dispositivo, en un sistema interactivo multicámara con subtítulos para quien los necesite, y en un acceso sencillo, a un solo clic. Cuenta además con su propia plataforma de pagos y no fija límite de usuarios.
Para más información, ingrese a www.domingo.com.co
Funciones del 18 de octubre al 6 de diciembre, 6:00 p.m.