EDUCACIÓN

¿Qué prefieren las empresas: técnicos, tecnólogos o universitarios?

La educación terciaria (técnicos y tecnólogos) todavía no logra posicionarse como un modelo de formación de calidad y, aunque las empresas demandan más profesionales cualificados, siguen prefiriendo al egresado universitario. Análisis de Semana Educación.

16 de febrero de 2017
Desde 2007, el país viene estructurando el Marco Nacional de Cualificaciones. | Foto: Andrés Camilo González

Según cifras del Dane de 2015, 69% de los jóvenes colombianos está en condición de pobreza y vulnerabilidad. Esta realidad evidencia que son muchas las barreras que deben sortear para construir su proyecto de vida. Las brechas en el acceso a educación superior de calidad, y más a la educación terciaria (técnicos y tecnólogos), son una de ellas.

El Consejo Privado de Competitividad alertó en el Informe de 2016 que aún falta mucho camino para mejorar la calidad educativa, sobre todo en lo que respecta a la articulación de la educación superior con el mercado laboral. El Banco Mundial confirmó esta cifra y añadió que 47% de los empleadores en el país tiene dificultades para encontrar talento humano con las habilidades necesarias.

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Una de las explicaciones para entender este escenario, según señaló el estudio Lotería de la Cuna 2016 de la Universidad de los Andes, es la alta deserción de jóvenes en los niveles básicos de enseñanza y la posterior repercusión de estas cifras en el acceso a la educación superior: de cada 100 niños que entran a grado primero con padres con baja formación educativa, solo 78 alcanzan grado quinto, menos de la mitad llegan a grado noveno, solo 39 logran llegar a grado once y 11 acceden a educación superior. Y de los que logran ingresar, la mayoría prefiere un título universitario al técnico: solo 11% de los egresados tiene una formación técnica y tecnológica, advirtió el Banco Mundial.

La distribución de las instituciones educativas de educación superior también confirma esta superioridad. De las 288 instituciones que hay dispersas por todo el territorio, 82 son universidades y solo 35 imparten formación técnica profesional acreditada. El número de matriculados en 2014 para la educación terciaria fue de 90.027. En el caso de los centros universitarios, se calcula en 1’320.010 estudiantes.

“En Silicon Valley hay cinco vacantes por cada técnico que se gradúa como desarrollador de software. Es decir, esos puestos no se están llenando con estudiantes universitarios. El reto para países en vías de desarrollo como Colombia es que logremos implementar una educación técnica de alto nivel y no solo basada en habilidades manuales o rutinarias”, explicó Juliana Guáqueta del Banco Mundial. En Europa, el profesional técnico es uno de los perfiles más demandados, con 48,2 % de las ofertas.

Las políticas del gobierno de Juan Manuel Santos han ido encaminadas a dar respuesta a esta falta de sintonía entre el mercado laboral y el de la educación terciaria. En 2007 se empezó a trabajar en el Marco Nacional de Cualificaciones (MNC), una política inédita que países como Canadá o Finlandia llevan 20 años implementando. Se trata de un instrumento que busca desarrollar, clasificar y reconocer las competencias, conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes de los trabajadores para responder a las demandas de cada sector económico desde el sistema educativo.

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La idea es que la educación terciaria sea pertinente a las nuevas exigencias de las empresas. Por el momento se trabaja en 12 marcos para los 56 sectores que los requieren, para lo que se necesitará una inversión de $150.000 millones, según estimativos de Natalia Ariza, ex viceministra de Educación Superior. El primero, el de las TIC, verá la luz probablemente en mayo de 2017.

A la par con esta medida, el Ministerio de Educación desarrolla desde el año pasado junto con el de Trabajo, el de las TIC y el Sena el Sistema Nacional de Educación Terciaria (SNET). Con esta estrategia se busca poner en igualdad de condiciones el sistema técnico y el universitario en términos salariales, de reconocimiento y calidad. En otras palabras, formar técnicos y tecnólogos de alto nivel que reciban una remuneración proporcional a la formación de calidad que recibieron.

Sin embargo, los expertos coinciden en que para lograr que este escenario sea una realidad, la participación del sector económico es fundamental. “Las empresas deben cambiar la mentalidad, porque no están acostumbradas a tener este papel activo en relación a la formación de las habilidades. En Alemania, por ejemplo, el gobierno crea los incentivos para que las empresas vean esa responsabilidad. 40% del costo para capacitar a técnicos y tecnólogos lo aportan las empresas. Ellos lo ven como una inversión a largo plazo, porque al final del día esos estudiantes van a llegar a trabajar para sus firmas”, sentencia Guáqueta.

La falta de procesos de orientación socio-ocupacional en las instituciones educativas con el fin de potenciar las habilidades y los intereses de los jóvenes es otra problemática. Algunas empresas comienzan ahora a concientizarse de la relevancia de formar trabajadores con las capacidades que ellos mismos demandan. “Creemos que la educación y el empleo son dos grandes herramientas para que las personas puedan acceder a oportunidades para mejorar su calidad de vida y bienestar. Por eso, nuestro gran objetivo es promover la educación técnica y vocacional pertinente, junto al acceso a empleos formales y estables”, indicó Ángela Escallón, directora ejecutiva de Fundación Corona.

Pero quizás el factor que más influye a la hora de contratar un técnico o tecnólogo es que para muchas empresas sigue siendo indispensable el título universitario. Esta ha sido la cruz de las instituciones que ofrecen formación técnica o tecnológica: además de no proporcionar el anhelado título universitario de rigor para ser ‘doctor’, muchas veces por su corta trayectoria y reducido tamaño son consideradas como “universidades de garaje”. Es decir, de dudosa calidad académica. En la otra cara de la moneda está el Sena, con unos datos de empleabilidad de sus egresados de 51%.

En conclusión, y como apuntaron los expertos consultados, la receta del éxito de un sistema de educación terciaria de calidad en el país debe sustentarse en dos pilares inamovibles. El primero es ofrecer programas académicos sólidos para formar técnicos y tecnólogos de alto nivel con competencias que se adapten a las necesidades reales del mercado laboral. Y el segundo, involucrar al sector productivo en este proceso, tanto a nivel de elaboración de lineamientos, como de financiación de la educación.

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