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Altavoces inteligentes: la nueva fiebre

Ya muchos conocen las bondades y los riesgos de estos dispositivos que empiezan a desplazar al televisor como centro del hogar. Pero tienen un lado problemático: amenazan la privacidad.

7 de septiembre de 2019
Los dispositivos tardan en llegar a cada país porque localizar el asistente de voz es una tarea compleja. | Foto: istock

Hoy, usted puede apagar la luz del cuarto a la vieja usanza, caminando entre tumbos hasta el interruptor en la pared. O decir “OK, Google. Apaga las luces”, sin pararse del sofá y seguir durmiendo mientras suena música relajante. No es que cambie radicalmente la vida de los humanos, pero cada persona que prueba uno de estos altavoces inteligentes ya no quiere desprenderse de él. Solo entre abril y junio del presente año las ventas mundiales aumentaron 55 por ciento, con 26,1 millones de nuevas unidades vendidas de todas las marcas. Un ritmo de crecimiento apenas comparable con el que tuvo el smartphone en sus inicios. Y los colombianos comienzan a abrazar esta nueva fiebre tecnológica.

Los parlantes inteligentes seducen al público porque se les puede hablar coloquialmente y, más o menos, entienden y responden. Llevan dentro alguno de los asistentes de voz que compiten en la dura carrera de la industria por conquistar el negocio de la inteligencia artificial aplicada al procesamiento del lenguaje natural. Alexa –de Amazon–, Siri –de Apple– o Google Assistant son los más conocidos en el lado occidental del planeta. Se trata de los mismos asistentes que se encuentran en los teléfonos más populares (los de sistema operativo Android o iOS).

Los usuarios utilizan estos dispositivos sobre todo para escuchar música en streaming.

Por alguna razón la gente los utiliza poco en el smartphone, casi siempre para pedir una llamada y hasta ahí. Instalados en un parlante en casa se convierten en un sistema manos libres en el hogar. La idea de una vivienda conectada (la domótica, como la llaman técnicamente) ha rondado desde hace muchos años, pero solo con la aparición de los altavoces empieza a cobrar vida real en los hogares. En las secciones de tecnología de las grandes superficies en Colombia ya se consiguen cerraduras, cámaras, bombillos e interruptores con conexión inalámbrica, que reciben órdenes por medio de los parlantes inteligentes.

Amazon gobierna este mercado global con su serie de parlantes Echo y su asistente de voz Alexa. Uno de cada cuatro parlantes vendido en el mundo viene de Amazon, con 25,4 por ciento del mercado. Ocupa el segundo lugar la firma china Baidu, con 17,3 por ciento (solo venden en el mercado asiático), el tercero lo tiene Google, con el 16,7 por ciento; y siguen las marcas chinas Alibaba y Xiaomi, con 15,8 y 10,8 por ciento, respectivamente.

La razón del éxito de Amazon proviene de la gran apuesta de esta compañía por investigar y desarrollar la inteligencia artificial. Eso puso a Alexa en el primer lugar entre los asistentes con los que es más fluido hablar; pero también con el esfuerzo que la empresa hace en proporcionar contenido local en cada país donde vende el producto. No está presente en el mercado colombiano y no hay planes de llegar, por el momento. Pero está en México desde el año pasado, con gran éxito gracias a los acuerdos con Televisa, Azteca, Reforma y muchos medios más. Esto permite a sus usuarios escuchar en streaming las noticias en vivo, pedir domicilios y reservar sillas en Cinépolis.

Google Home acaba de aterrizar en Colombia con el primer hardware de la empresa que llega al mercado nacional. Por ahora ofrece el modelo más básico, el Home Mini, que trae todas las prestaciones de los modelos más grandes, pero a precio accesible. Google ha descuidado un poco la oferta de contenido colombiano (de momento solo pódcast de algunos medios), aunque ha construido un interesante ecosistema de dispositivos conectados para el hogar, que hacen que el parlante cobre relevancia: interruptores TP-Link, bombillos inteligentes Philips, televisores, cámaras de seguridad y muchos electrodomésticos compatibles con Google Home y ya disponibles en las grandes superficies. Además, Google confía en sus propios contenidos: las búsquedas detalladas en cualquier barrio y ciudad del país, el acceso al calendario de cada usuario, y YouTube para la música.

Los parlantes tienen, no obstante, un lado problemático: amenazan la privacidad.

Los usuarios utilizan estos dispositivos sobre todo para escuchar música en streaming. La calidad del audio va desde aceptable a muy buena, y los mejores son –a juicio de los expertos en audio digital– los Echo de Amazon, el HomePod de Apple y los altavoces inteligentes de Bose, con Alexa integrado. En el Home Mini de Google están disponibles los servicios de música de YouTube y de Spotify, y el usuario puede pedir una canción específica, o que suene una lista de un género o un artista en concreto. Y en medio de la melodía le puede preguntar por información sobre el artista.

El problema

Los parlantes tienen, no obstante, un lado problemático: amenazan la privacidad. El último año ha traído complicaciones. El mes pasado se supo que los fabricantes cuentan con equipos de empleados y contratistas humanos que escuchan una porción muy pequeña, menos del 1 por ciento, de las conversaciones.

Por supuesto, no se trata de labores de espionaje, sino de detectar los errores de Alexa, Siri y Google en cuanto a comprender todo lo que les dice el usuario. Las órdenes que estos sistemas no pueden procesar les llegan a humanos que las escuchan y tratan de enseñar a las plataformas los nuevos conceptos y términos.

Las compañías informaron que las personas que escuchaban las grabaciones no tenían información alguna acerca de los usuarios ni de su identidad ni ubicación. No obstante, oyeron conversaciones íntimas, gente en la cama, acuerdos de negocios y peleas familiares. En todos los casos, los usuarios habían activado sin saberlo el aparato.

El escándalo hizo que Apple, Amazon, Google y Microsoft (dueña del asistente de voz Cortana) suspendieran este procedimiento. Los parlantes, en teoría, solo se activan al decirles una palabra clave, como “OK, Google”, o “Alexa”. Pero en ciertas ocasiones el dispositivo ha creído escuchar la palabra clave en medio de una conversación.

En síntesis, se puede, desde luego, vivir sin estos dispositivos, pero de tenerlos hay que convertirlos en algo realmente útil.

Hay que tomar precauciones: los altavoces tienen un botón que apaga por hardware el micrófono. Es preferible agregar una contraseña a las compras para que nadie acceda a su tarjeta de crédito a través del altavoz. Y deben eliminarse los registros de voz con frecuencia. Cada usuario es dueño de su información y debe hacerse cargo de quitarla.

Aunque estos dispositivos tal vez llegarán a ser tan omnipresentes como el televisor, tardan en arribar a cada país porque localizar el asistente de voz es una tarea compleja. Hay que asegurarse de que entienda la misma orden dada por un costeño, un caleño o un santandereano, y en eso todavía tienen muchas limitaciones. El procesamiento del lenguaje natural es un campo difícil, en el que la industria tiene todavía mucho camino por recorrer.

No se trata de conversar con un dispositivo de estos acerca del acontecer político nacional. En realidad, solo reciben órdenes, pero los laboratorios ya trabajan en cuestiones avanzadas. Por ejemplo, lograr que los asistentes identifiquen la salud de un usuario por su respiración y puedan alertarlo (ya hay ensayos exitosos), y, desde luego, que sirva para acompañar a las personas que viven solas.

En síntesis, se puede, desde luego, vivir sin estos dispositivos, pero de tenerlos hay que convertirlos en algo realmente útil. Desde cocinar con una receta dictada por el parlante sin que este juzgue la incompetencia culinaria del usuario hasta controlar la seguridad perimetral de una casa y el consumo de energía, automatizar rutinas, programar la cafetera para que tenga listo el tinto de la mañana, jugar a quién quiere ser millonario, hacer reservas en un restaurante o escuchar las noticias y saltar entre emisoras o entre listas de canciones utilizando solo la voz. Ya no hay vuelta atrás; los altavoces toman, con cada día que pasa, un lugar más relevante en la cultura digital.