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Huawei, contra las cuerdas: ¿quién pierde más?

Los teléfonos chinos pueden reemplazar el sistema operativo Android, pero las empresas norteamericanas no hallarán un mercado más grande que el chino.

26 de mayo de 2019
Mientras que Ren Zhengfei, fundador de Huawei, considera que el Gobierno de Estados Unidos subestima su firma, Google, dirigida por Sundar Pichai, y otras tecnológicas se verían damnificadas porque podrían quedar sin acceso al poderoso mercado chino.

Es evidente que Huawei atraviesa un momento complicado, tras su inclusión en la lista negra de empresas chinas que no pueden hacer negocios con firmas norteamericanas. Y no falta quien se apresuró a vaticinar la muerte de la marca número dos en el mundo en ventas de teléfonos inteligentes y número uno en infraestructura para las comunicaciones 5G. Apresurado vaticinio porque se trata de una compañía poderosa, con capacidad para incidir en los mercados mundiales, y goza del respaldo del Gobierno de su país. ¿Quién pierde más con la medida adoptada por Donald Trump?

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El presidente de Estados Unidos declaró “emergencia nacional” la semana pasada, y dio poderes al secretario de Comercio para bloquear negocios de tecnología con compañías consideradas peligrosas para la seguridad norteamericana. Y este último puso a Huawei en una lista negra. Así que, en cumplimiento de dicha orden, a regañadientes y en contra de su voluntad, Google, Intel, Qualcomm, Texas Instruments, Corning y otros fabricantes de tecnología de Estados Unidos están obligados a suspender sus negocios con Huawei. Si la decisión se mantiene, en cosa de meses la firma china ya no podrá utilizar diseños, patentes ni chips de origen norteamericano ni el sistema operativo Android en sus teléfonos. Y no es fácil sustituir todo eso, de un día para otro, con productos propios. La industria de hoy no funciona así.

Con excepción de los iPhones, que tienen su propio sistema operativo, los demás teléfonos en el mundo necesitan el sistema operativo Android, propiedad de la norteamericana Google. Quienes intentaron un ecosistema diferente, como Nokia y Microsoft, murieron –literalmente– en el intento. Pero Google necesita de los gigantes fabricantes asiáticos, como Samsung (Corea), Huawei y Xiaomi (China), para ocupar ese primer lugar en el mercado de sistemas operativos para smartphones. Y esas grandes marcas orientales vienen estudiando la posibilidad de prescindir de Android desde hace ya mucho tiempo. De hecho, Samsung tiene su propio sistema operativo, Tizen, que no se atreve a aplicar en sus teléfonos, pero sí en televisores y otros dispositivos. Tizen está listo para sustituir a Android si Samsung llegara a verse en situación parecida a la que padece hoy Huawei.

Donald Trump ha utilizado la acusación de espionaje para encubrir el verdadero propósito: presionar un acuerdo comercial con China.

En realidad, ambos bandos perderían en esta guerra económica que Estados Unidos le declaró a China, aunque Norteamérica perdería más. Los negocios tecnológicos de estos países tienen mutuas dependencias. El gigante asiático lidera muchos segmentos, especialmente 5G, inteligencia artificial y smartphones, pero sus desarrollos en estas materias utilizan insumos de proveedores norteamericanos, sobre todo en el diseño y las patentes de chips, liderados por Estados Unidos. Así que no es fácil para Huawei simplemente despedirse de Intel, Qualcomm y la británica ARM (la última en sumarse al bloqueo) porque utiliza sus diseños para construir los procesadores Kirin, que vienen en sus afamados teléfonos P30 y en sus plataformas para los operadores móviles (torres y redes de telecomunicaciones). Pero los chinos compran chino. Y allá tiene Huawei su principal mercado, así que perderían mucho Google y demás fabricantes. Android le sirve a Google para poner su buscador y sus servicios de anuncios en los móviles de los usuarios. El bloqueo a largo plazo significaría que Google no podrá desplegar su negocio publicitario en el país más poblado y el mercado más activo de tecnología en el planeta.

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Google, Intel, Qualcomm y hasta firmas de otros países, como la británica ARM y la japonesa Panasonic, que utilizan productos de origen estadounidense, anunciaron la aplicación del bloqueo en contra de su voluntad, obligadas por la decisión del Gobierno.

Nadie quiere dejar de venderles a los chinos. En el pasado, Google se ha arrodillado literalmente para mantener su buscador activo en el país asiático. Sin los clientes chinos, Intel podría quedar en cuidados intensivos. Así que no es creíble el sostenimiento a largo plazo del bloqueo. Muchos analistas dan por seguro que Donald Trump está solamente fanfarroneando para presionar el acuerdo comercial que negocia con China, porque el año pasado las exportaciones norteamericanas de tecnología hacia China sumaron al menos 19.300 millones de dólares y generaron 52.000 empleos, según reportes de CompTIA, el gremio de la industria tecnológica. La economía norteamericana no puede darse el lujo de renunciar a esas cifras.

No se sabe si el Gobierno de Estados Unidos extenderá la prohibición también a otras grandes marcas chinas, como Lenovo, número uno mundial en computadores; o Xiaomi, la segunda marca más grande de teléfonos en China; o Hikvision, el fabricante asiático de sistemas de videovigilancia. Xiaomi sigue utilizando Android en sus smartphones y comprando las pantallas superresistentes Gorilla que produce Corning, en tanto que Intel continúa suministrando sus procesadores a Lenovo, el más grande fabricante chino de computadores. Entonces, ¿por qué Huawei?

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La Casa Blanca no ha explicado la obsesión con Huawei, pero salta a la vista. Nadie ha presentado una sola prueba de que los productos de esa casa tengan puertas traseras para el espionaje, como nadie presentó pruebas en los años en que se rumoraba que Windows lo hacía. No es que no exista el espionaje electrónico, y es conocida la afición del Gobierno chino por esta actividad secreta. Solo que Donald Trump ha utilizado la acusación para encubrir los verdaderos propósitos: presionar un acuerdo comercial con China que mejore las condiciones para Estados Unidos en el intercambio comercial de los dos países. Y, en especial, detener el ímpetu de Huawei en el mercado de infraestructura para las comunicaciones de quinta generación, que ya comenzó a consolidarse y que será fundamental en los próximos años. Huawei posee la mayoría de las patentes actuales para comunicaciones 5G. En la carrera tecnológica, Estados Unidos no quiere quedarse atrás de China, como Europa. Pero se está quedando.

¿Qué pasará con los usuarios de teléfonos Huawei? Nada, por ahora. Los aparatos ya comprados y los ya fabricados que no han llegado a las vitrinas no tienen problema alguno. Android funcionará sin lío. Huawei tiene almacenados suministros para fabricar durante varios meses más, y la prohibición de negocios tardará todavía varias semanas en entrar en vigor. Así que los smartphones que se produzcan en los próximos meses tampoco tendrán problema. Y en un probable escenario, antes de finalizar el presente año habrá un acuerdo comercial entre los dos países y entonces no habrá pasado nada.

No obstante, en el hipotético caso de una clausura definitiva de negocios con Google, el fabricante chino tendría que instalar la versión libre de Android (porque este es un sistema operativo de código abierto y gratuito). Pero no podría instalarle el buscador de Google, los Google Maps, la tienda de aplicaciones PlayStore, el correo Gmail ni YouTube. Hay millones de personas en el mundo que no podrían vivir sin eso. Pero no en China, en donde usan aplicaciones hechas allá. Sería grave para Huawei y su marca secundaria Honor porque los usuarios no querrán pagar por teléfonos cuyo futuro es incierto y amenazaría su segundo lugar en ventas mundiales. Pero no sería mortal, ya que su negocio principal no es vender smartphones. Hasta sería saludable un tercer sistema operativo móvil porque Android es inseguro y es utilizado para espiar los movimientos de los usuarios y venderles productos. Hubo una época en que no existía nada de lo que utilizamos hoy; otras redes sociales y otros buscadores dominaban la preferencia de los usuarios, de tal modo que ningún monopolio es perpetuo, en el nuevo y temible mundo de la economía digital.