FINANZAS

Las tecnológicas nacionales nadan contra la corriente

Las desventajas tributarias de la industria nacional del software frente a las tecnológicas extranjeras encienden las alarmas acerca de la bonanza de la economía digital.

Álvaro Montes
19 de septiembre de 2020

Por Álvaro Montes

Los programas públicos para fomentar la digitalización de la economía nacional estarían llevando al país a perpetuar el rol de consumidor y, tal vez, a convertir a Colombia en una maquila de software. Estados Unidos y China no crecieron por comprar tecnología, sino por producirla, un camino que en nuestro país intenta, desde hace dos décadas, un número importante de desarrolladores. Pero la industria de software enfrenta serias adversidades.

Una detallada radiografía del sector TI (tecnologías de la información), realizada por Fedesoft y Radata, compañía nacional de análisis que utiliza inteligencia artificial, big data y otras herramientas para mapear la economía colombiana, ofrece las cifras más confiables para entender esta industria. El 3 por ciento de las empresas tecnológicas en Colombia son extranjeras (unas 200, de un total de 6.870 compañías), pero se quedan con el 40 por ciento de la torta, 8,4 billones de pesos. Es un sector muy concentrado: 25 grandes empresas poseen el 75 por ciento del mercado. El año pasado, los negocios tecnológicos vendieron 21,3 billones de pesos, y el 82 por ciento de esas ventas fueron realizadas por el 8 por ciento de las compañías. En el top diez de las principales solo hay dos colombianas, Carvajal y Controles Empresariales, en los puestos noveno y décimo.

El jugo está localizado casi completamente en Bogotá, que concentra el 81 por ciento del mercado y en donde están situadas dos de cada tres empresas que prestan servicios o venden productos tecnológicos. En Medellín está el 11 por ciento del negocio, y en Cali, el 6 por ciento. El resto del país no gana un peso con tecnología.¿Cuál es el problema? La industria nacional de software necesita ayuda.

Miles de empresas colombianas, la mayoría micros o pequeñas, compiten con las grandes tecnológicas globales, mientras que estas últimas se benefician de las ventajas que el país ofrece para incrementar sus eficiencias. Resulta extraño que las 12 compañías extranjeras más fuertes en el país reportaron a la Dian utilidades del 2,2 por ciento, en promedio, sobre sus ventas el año pasado, en tanto que las 12 colombianas más grandes reportaron márgenes del 5,6 por ciento. Es de sospechar que algunas de las tecnológicas extranjeras acuden a diversas maniobras para tributar menos en el país.

Se trata de un viejo problema no solo de Colombia, sino del mundo, y la discusión acerca de en dónde deben pagar impuestos las big tech está al rojo vivo.Numerosos casos generan dudas entre expertos consultados. Durante los últimos nueve años, SAP ha reportado pérdidas sin que haya sido clasificada por la Superintendencia de Industria y Comercio en causal de posible disolución, como está previsto en la Ley 1258. Pero nadie cree que a SAP le va mal. Ocupa el segundo lugar en ventas en Colombia, después de IBM, y globalmente tuvo márgenes promedio del 15,4 por ciento en los últimos cuatro años.

Desde luego, hay tecnológicas que reportan diferente. IBM informó a la Dian rendimientos del 10 por ciento sobre sus ventas; Tata Consultancy Services reportó márgenes del 11,1 por ciento; y el grupo Indra, del 6,7 por ciento. Entre tanto, Sonda y Unisys reportaron negativo a pesar de ocupar los puestos octavo y décimo en ventas en el país. Por supuesto, vender mucho no significa necesariamente utilidades, pero parece haber un patrón de reportes bajos o negativos en un grupo de tecnológicas extranjeras que deja preguntas en el aire.

En Colombia muchas empresas multinacionales, no solo tecnológicas, suelen utilizar figuras como los precios depredadores o la facturación desde el exterior, y no cumplen con las normas de precios de transferencia previstas en la ley. El esquema típico es el siguiente: todos los gastos del negocio son cargados a la filial colombiana de la empresa multinacional, desde los costos de personal, operaciones y sede hasta las licencias de software que le compran a su propia casa matriz, que es la encargada de realizar la facturación. Naturalmente, el saldo será negativo para la sede local al final del año y la utilidad se queda en el exterior.

Vender licencias de software o servicios en la nube facilita este modelo de negocio mediante el cual el grueso de las utilidades queda fuera del alcance de la Dian. Google reportó el año pasado ventas por 77.762 millones de pesos, y Facebook, ventas por 21.486 millones de pesos. Pero eso solo es el 12 por ciento de las ventas que en realidad hicieron estas dos compañías, que reciben el 80 por ciento de la inversión publicitaria digital en Colombia, según cifras de IAB. No están violando normas, puesto que los pagos de publicidad digital se realizan en las plataformas en línea y figuran como transacciones en el exterior. Del mismo modo, Netflix no declara renta en el país por las ganancias que obtiene de sus usuarios colombianos.

El Estado prácticamente no ve un peso de esos negocios. La industria nacional solo pide oportunidades. “Lo que buscamos es generar planes de gobierno que nivelen la cancha para que nuestros empresarios colombianos tengan las mismas oportunidades de competir junto con jugadores internacionales”, explica Ximena Duque, presidenta de Fedesoft, gremio del sector colombiano de software.Las políticas del Gobierno no van encaminadas a lo que pide el gremio. El presidente Iván Duque apoya con fuerza a las start-ups nacionales y a las tecnológicas extranjeras. Las primeras son por ahora una promesa, pero no han ganado su primer dólar, sino que se financian con los fondos internacionales de inversión de riesgo. Y las multinacionales son las primeras invitadas por el presidente Duque a las reuniones en las que se estudia la digitalización de nuestra economía. Entre tanto, los desarrolladores colombianos de software, soluciones y servicios para negocios, en los que deberían estar puestas las esperanzas de una era digital con sabor colombiano, se sienten excluidos.

Formar 100.000 programadores le podría servir a la economía colombiana si se complementa con apoyo a la industria nacional. De lo contrario, el país estaría creando maquilas de software para las empresas multinacionales. “Nos vamos a dedicar a proveer mano de obra y allí no hay valor agregado. Lo que hay que hacer es fomentar las empresas de ‘software’ que exporten producto, no que exporten programadores”, enfatiza William Corredor, CEO de la colombiana Open System. Para él, el error está en orientar la formación de programadores a la generación de empleo en lugar de a la generación de empresas, y el país podría estar repitiendo la vieja historia del sector cafetero. Aunque el negocio está en la taza –vender café al consumidor final–, el país perdió décadas enfocado en vender el grano crudo para que las tostadoras internacionales hicieran el verdadero negocio de poner el valor agregado.

Eduardo Rivera, gerente de Radata, opina que el panorama le exige a la industria nacional hacerse más competitiva. “El mundo cambió y hoy debemos competir con empresas que están en Japón y debemos ser capaces de hacerlo, en esas condiciones”. Algunas compañías colombianas instalaron base de operaciones en el exterior, buscando ser más competitivas, como Rappi, Platzi y Open System. Y José Esteban Rojas, director de CVN, advierte que prácticamente todas las firmas en el mundo buscan mitigar de alguna manera la carga tributaria, pero observa que en Colombia “hay una gran diferencia entre lo que pagan las empresas nacionales de tecnología versus lo que pagan las extranjeras”.

Nadie duda de que las grandes tecnológicas globales son competitivas en virtud de sus fuertes inversiones en investigación y desarrollo. No se ganaron su lugar en la economía mundial en una rifa. Pero se ayudan con maniobras tributarias que Colombia tendría que impedir si quiere aprovechar la bonanza tecnológica.