Tecnología
Los números que no deberían ir en una contraseña porque delincuentes la adivinarían fácilmente, según la inteligencia artificial
Existen secuencias simples que pueden ser descifradas en cuestión de segundos.
En un mundo cada vez más digitalizado, las contraseñas se han convertido en la primera línea de defensa para proteger la información personal y sensible de los usuarios. Sin embargo, muchas personas cometen el error de elegir contraseñas fáciles de recordar y, por ende, fáciles de hackear. Uno de los principales factores que facilitan los ciberataques es el uso de números que son demasiado comunes, predecibles o que siguen patrones simples.
Los números que no se deben incluir en una contraseña
ChatGPT, el chatbot de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI, realizó un análisis sobre por qué ciertos números deben evitarse al crear una contraseña segura y cómo su uso puede comprometer la seguridad.
Muchos usuarios, por comodidad o falta de conciencia sobre seguridad, recurren a números como “123456″, “111111″ o “12345″ como parte de sus contraseñas. Estos son extremadamente comunes y, de hecho, figuran en muchas listas de las contraseñas más hackeadas. Los atacantes suelen usar programas que prueban combinaciones de números siguiendo patrones populares, lo que significa que una secuencia simple puede ser descifrada en cuestión de segundos.
De acuerdo con expertos en ciberseguridad, estas secuencias de números no representan ningún reto para los programas de hacking modernos, que están diseñados para realizar ataques de fuerza bruta, probando miles o millones de combinaciones en muy poco tiempo.
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En consecuencia, elegir una secuencia numérica lineal o repetitiva, puede exponer a los usuarios a un riesgo significativo de robo de identidad y acceso no autorizado a cuentas personales.
Al diseñar una contraseña segura, es esencial utilizar una combinación aleatoria de caracteres, letras y números, evitando cualquier secuencia predecible. Esto se debe a que los algoritmos utilizados en los ataques de fuerza bruta o de diccionario no solo prueban combinaciones de palabras comunes, sino también secuencias numéricas que son lógicas o repetitivas. Por ejemplo, las fechas de nacimiento, como “1990″ o “2020″, también son números que deben evitarse, ya que los atacantes pueden adivinarlas fácilmente con solo conocer la información personal del usuario.
La falta de diversidad en una contraseña disminuye considerablemente su efectividad. Cuanto más simple es, más fácil es para los ciberdelincuentes acceder a ella mediante algoritmos de búsqueda rápida. Es por ello que los expertos sugieren incorporar números de forma aleatoria en las contraseñas, junto con letras mayúsculas, minúsculas y símbolos, para hacerla más resistente a los ataques.
Otro factor a considerar es el uso de patrones en el teclado, tales como “qwerty” o “asdfgh”, que también son fáciles de adivinar. Aunque estos no son estrictamente números, siguen un patrón lógico que facilita la labor de los atacantes. Muchos usuarios tienden a crear contraseñas con combinaciones como “1qaz2wsx” o “123qwe”, pensando que son más seguras, pero en realidad son vulnerables a los métodos de ataque automatizados.
Para mejorar la seguridad de las contraseñas, los especialistas recomiendan el uso de generadores de contraseñas aleatorias y gestores de contraseñas que pueden ayudar a crear combinaciones complejas, sin necesidad de recordarlas todas. También es recomendable habilitar la autenticación de dos factores (2FA) siempre que sea posible, lo que proporciona una capa adicional de seguridad y reduce el riesgo de acceso no autorizado.
Con la creciente sofisticación de los ciberataques, es esencial que los usuarios tomen medidas activas para proteger su información personal mediante contraseñas más complejas y la adopción de prácticas de seguridad robustas. Ignorar estos principios puede dejar las cuentas vulnerables a hackeos, comprometiendo la seguridad y privacidad de los usuarios en un entorno cada vez más dependiente de la tecnología.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de SEMANA.