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El mundo de ‘Black Mirror’

La nueva temporada de la serie de Charlie Brooker unifica el universo de la serie antológica, para bien y para mal. Este artículo puede contener spoilers.

Ana Gutiérrez
6 de enero de 2018
Imágenes de 'USS Callister', 'Metalhead' y 'Hang the DJ'. Via Netflix.

Black Mirror se ha vuelto un referente en la cultura popular. A lo largo de cuatro temporadas, la serie antológica de Charlie Brooker ha explorado lo más oscuro de la psicología humana, sus instintos más bajos y, sobre todo, su compleja relación con la tecnología y el cambio social y cultural que acompaña su desarrollo. Brooker bautizó la serie con un nombre que traduce a “espejo negro” en honor a lo reflectivas que son las pantallas de los celulares, computadores, televisiones y más– siempre y cuando estén apagadas. La temporada más reciente de la serie, la cuarta, cuyos seis capítulos se estrenaron a Netflix el pasado 29 de diciembre, cuenta con un tema general: la naturaleza de la consciencia. ¿Acaso una copia digital, pero idéntica, de la mente de una persona no es una persona? ¿Tendrían derechos? ¿Está bien someter a nuestros clones digitales a los usos que consideramos necesarios? ¿Sómos más que la suma de nuestras memorias o simplemente somos un programa orgánico?

Los episodios exploran estas cuestiones, y más, con distintos grados de éxito. Pero el último, Black Museum, una especie de oda a la serie llena de referencias a los capítulos pasados implica que todos los episodios transcurren en el mismo universo. Las repercusiones son varias y solo algunas son positivas. El desarrollo de las tecnologías que se utilizan en Black Mirror resulta siendo una progresión lógica y coherente. Además, se perfila una compañía que las ha impulsado para explicarlo. Pero otras de las conexiones son menos satisfactorias. Uno de los capítulos de la cuarta temporada tiene lugar en una época posapocalíptica que sería la conclusión inevitable de la serie, pero otros capítulos parecerían estar ambientados después de eso. Sin embargo, Black Museum también podría servir como un buen final a la serie, que está llena de buenas ideas pero, como evidencia esta última temporada, a menudo no logra ejecutarlas.

Aquí, una mirada más profunda a los seis episodios más recientes:

  1. USS Callister

Dirigido por Toby Haynes, el primer episodio de la nueva temporada es el más exitoso. Con un excelente elenco encabezado por Jesse Plemons (Breaking Bad), haciendo en esencia un papel doble, narra una historia que al principio parece ser la de una inocente fantasía en el molde de Star Trek. Sin embargo, pronto se revela como una mirada a las dinámicas de poder, rabia y  crueldad.  Es una fuerte denuncia de la masculinidad tóxica y el lado oscuro del paisaje actual de la cultura popular pero sin perder su admiración por el idealismo que comunicaba la serie de ciencia ficción sobre el potencial humano. También introduce el tema central de la temporada: la conciencia. El episodio se centra sobre avatares virtuales copiados de personas reales y lo que implica para su existencia. Es una rara avis entre los capítulos del programa: prefiere la esperanza al cinismo y tiene un final (relativamente) feliz.

  1. Arkangel

Después de un momento terrorífico, una madre le implanta a su hija un dispositivo que le permite rastrearla, monitorearla, ver lo que ve y hasta censurar su percepción del mundo. Naturalmente, acaba saliendo mal. El segundo capítulo de la temporada es un ejercicio frustrante. Es dirigido magistralmente por Jodie Foster, en un estilo que evoca el cine indie, pero su premisa es tan torpe que no logra conectar con la audiencia. No logra, a pesar de sus esfuerzos, presentarle una historia razonable al espectador pero si le entrega un episodio que se deja ver. Funciona más como un testamento de la habilidad de Foster, y un elenco entregado, que una exploración verdadera de lo que significaría una tecnología de esa naturaleza.

  1. Crocodile

Si hay algún episodio que no vale la pena ver, sería este. Arkangel deja algo frustrado pero no aburrido al espectador y conserva su lógica interna. Crocodile, a pesar de tener una ambientación espléndida (muestra toda la belleza interna y externa de Islandia) y un elenco poderoso (Andrea Riseborough, haciendo lo que puede con un papel hecho a medias y Kiran Sonia Sawar, haciendo el único papel que se destaca del capítulo) no tiene absolutamente nada que decir. Narra dos historias que parecen pasar en universos distintos, y las une a la fuerza. Además, falla en la premisa más básica del programa: no trae a colación la tecnología. A pesar de que todos los materiales promocionales, y el episodio mismo, se centran sobre una máquina que reproduce los recuerdos de las personas, recalcando una y otra vez lo falible que puede ser la memoria, nunca se explora. Solo sirve para forzar la unión de los dos hilos. Nunca hay duda de que las memorias que vemos son correctas, ni siquiera hay mucha variación entre las de varios testigos a un evento. Si el episodio se hubiera dedicado al personaje de Sawar o el potencial de la máquina hubiera podido ser fascinante. En vez, presenta una suerte de noir nórdico con una conclusión ridícula.

  1. Hang the DJ

Al igual que San Junípero de la temporada tres, este capítulo es más ligero y optimista. Empieza con una cita entre Frank y Amy (Joe Cole y Georgina Campbell), cuya química es inmediata y encantadora. Pero solo tienen 12 horas juntos, como les informa “Coach” (entrenadora) una especie de Siri que rige sus vidas. Están sujetos al Sistema, que les organiza relaciones, y su duración, para algún día juntarlos con su pareja perfecta. Sin embargo, ellos siguen encontrándose y empiezan a cuestionar el mundo que habitan. Es un episodio divertido y alegre, asistido por el excelente trabajo de Cole y Campbell, pero sigue siendo Black Mirror y suscita más preguntas sobre la conciencia, la “vida” de los avatares digitales y el amor asistido por algoritmos. Es fácil reconocer la inspiración que tomó el episodio de aplicaciones como Tinder, y de nuevo, Siri, pero más que condenar tajantemente su uso, hace algunas preguntas sobre su posible costo, tanto humano como tecnológico.

  1. Metalhead

El quinto episodio, grabado completamente en blanco y negro, es el más simple y corto (solo 42 minutos de la temporada). Es un puro thriller de supervivencia en el estilo de Terminator o Exterminio. Una mujer, que vive en un mundo posapocalítipico, debe escapar del implacable “perro” guardián mecánico que la persigue. El episodio apuesta por explicar poco del origen del perro y de la catástrofe que acabó la civilización. En vez se dedica al ingenio y determinación de su protagonista, una persona ordinaria, y su lucha con el espeluznante perro, cuyos pocos rasgos parecidos a un animal real lo hacen más horripilante. Su director, David Slade, empezó su carrera haciendo videos musicales, algo que se ve en las tomas económicas pero elegantes. Metalhead hace más con menos, la violencia es breve pero chocante, los sonidos son pocos pero cruciales, los detalles vagos pero desgarradores. El efecto es posible gracias a Maxine Peake (La teoría del todo) la actriz protagonista, que logra comunicar varias facetas de su personaje, una mujer común pero fuerte, a pesar de estar sola en la pantalla en la mayoría del capítulo.  

  1.  Black Museum

El último episodio de la temporada une a todos los que lo proceden. En el estilo del especial navideño de la serie, White Christmas, se cuentan varias historias que resultan estar conectadas. Una joven está viajando por el desierto y para en un extraño museo venido a menos. Dentro de sus paredes están reunidos artefactos de crímenes horripilantes y, de paso, referencias a casi todos los episodios de la serie. El dueño le cuenta la historia de tres de ellos, todas las cuales cuentan con la naturaleza de la conciencia, los límites y derechos de las copias digitales de las personas y el potencial para la crueldad que acarrea la tecnología, no porque la tecnología corrompa sino porque le da rienda suelta a lo peor de los impulsos humanos. Pero en últimas el más cruel es el dueño mismo y acaba sufriendo lo que ha hecho padecer a otros.

Black Museum es una historia de venganza, una exploración de la brutalidad humana y un intento de unificar el universo de la serie. Explica la progresión de los avances tecnológicos que han usado los capítulos, y que muchos de ellos han sido emprendidos por una sola compañía con empleados más preocupados por el éxito que la ética. Sin embargo las historias son simplistas y obvias, casi parodias del estilo conocido de Black Mirror. El giro narrativo del final si es sorprendente (y de seguro será más divertido volver a ver el episodio con esa información) pero el episidio está demasiado enamorado de la filosofía de "ojo por ojo, diente por diente". Además, es dificil darle una lógica coherente a la serie cuando todos los capítulos ocurren en un solo mundo.

El final triunfante, que podría servir de un digno final para la serie, es atenuado por el hecho de que el episodio contiene una referencia a Metalhead. En ese caso, falta poco para que todos los personajes de la serie acaben huyendo por sus vidas en un mundo gris. O quizás eso solo lo hace más apropiado para concluir la cuarta temporada de Black Mirror.