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La lección de las hormigas

Sistemas de organización no jerárquicos inspirados en las hormigas han revolucionado las empresas. Ahora bien, gracias a la integración de otras tecnologías, estos modelos podrían cambiar nuestras ciudades.

5 de octubre de 2018
Científicos analizan el sistema organizativo de las hormigas que no depende de ninguna autoridad jerárquica. Foto: Getty. | Foto: Getty

Después de que el huracán Harvey azotó las costas texanas en 2017, los damnificados se vieron abrumados por miles de hormigas que navegaban en las inundaciones.

No solo sorprende que estos insectos puedan crear una embarcación con sus propios cuerpos, que se entrelacen para formar un entramado impermeable o que puedan cambiar su estructura en conjunto para comportarse como lo haría un fluido, sino también la pregunta que inquieta a los científicos: ¿cómo logra esta sociedad animal organizarse sin tener ninguna autoridad jerárquica?

Encontrar la respuesta podría abrir las puertas para desarrollar materiales que se curen a sí mismos e incluso sistemas capaces de autogobernarse y corregirse.

Sorprendentemente, según Guy Theraulaz, biólogo del comportamiento que ha estudiado por más de 20 años a estos insectos, solo tres principios básicos guían las decisiones de construcción que toman las hormigas: recogen aproximadamente dos granos de arena por minuto, siempre al mismo ritmo; prefieren dejarlos cerca a otros granos para formar pilares; y se inclinan por tomar granos que otras hormigas ya han cargado.

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Así, con tres simples reglas, crean estructuras complejas y sofisticadas y toman decisiones individuales que garantizan su supervivencia.

Descifrar el comportamiento de las hormigas, y en general de los organismos simples que son capaces de crear sistemas complejos, ha llamado la atención de científicos que buscan maneras alternas de organización.

Stafford Beer, creador de la cibernética organizacional, propone un modelo de viabilidad de organizaciones sociales (VMS, por su sigla en inglés) inspirado en las redes neuronales del cerebro que establecen una estructura organizacional autónoma, capaz de producirse a sí misma, adaptarse a los cambios y, por ende, sobrevivir.

Para Beer, el concepto de desarrollo basado en la posibilidad de mantener el crecimiento económico es un oxímoron, ya que no existe en la naturaleza ningún ser o sistema vivo que crezca continuamente sin eventualmente decaer.

La propuesta de esta corriente organizacional, al final, es transformar profundamente los sistemas socioeconómicos para lograr que sean autogobernados y sostenibles.

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En otras palabras, cambiar los sistemas de organización jerárquicos por horizontales que se autorregulen para mantenerse en sus límites de viabilidad.

Con la ayuda de otras tecnologías que recolectan información en tiempo real, las ciudades podrían tener un grado de autogobierno que les permita ajustarse minuto a minuto a su realidad. Con el reporte captado por sensores en el tráfico, la ciudad podría saber el flujo vehicular y adaptar la duración de los semáforos para optimizar el transporte.

Según Adaptive Cities: A Cybernetic Perspective on Urban Systems (Ciudades que se adaptan: una perspectiva cibernética), una publicación académica en la que participaron investigadores de MIT y la Unam, sería posible desarrollar algoritmos autogobernados que, con información corriente e histórica, calculen el mejor trayecto para cada individuo.

Desde una perspectiva urbanística, adoptar este tipo de sistema organizativo podría facilitar el trabajo de identificar los lugares donde una nueva infraestructura es necesaria o su construcción tiene un mayor impacto.

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Este modo de pensar, incluso, convertiría a los edificios en construcciones vivas que cambian sus propiedades dependiendo de cuántas personas estén en él y de lo que están haciendo.

Sin embargo, para alcanzar un óptimo nivel de gobernanza y sostenibilidad con estos sistemas de organización es necesario vincular diferentes tecnologías y, sobre todo, involucrar activamente a la sociedad.

Para los autores de la publicación académica, muchas preguntas sobre la calidad de vida de los ciudadanos y el costo de implementación de estas tecnologías todavía están en el aire, ya que el impacto que podría tener sobre las desigualdades sociales aún no ha sido medido. La utilidad de estos modelos, una vez más, dependerá de su integración de la ciudadanía.

Criterios de sistemas de organización horizontales

Ángela Espinosa, académica e investigadora de sistemas complejos y cibernética, dice: “Las organizaciones complejas desarrollan patrones de organización básicos orientados a garantizar capacidades de aprendizaje y adaptación. Las acciones de aprendizaje son locales y no dependen de decisiones a niveles jerárquicos superiores”.

Algunos de los criterios centrales de la autoorganización y autogestión de estos sistemas, según Espinosa, son:

  • El tejido social se construye alrededor del hacer conjunto, respetando múltiples (e incluso contradictorias) perspectivas.
  • Cada parte se integra al nicho y coevoluciona con este. Reconoce su pertenencia a sistemas socioecológicos en los que está inmersa.
  • Aquellos responsables de las tareas básicas para preservar la viabilidad de la sociedad son autónomos en sus decisiones, pero responden a las necesidades sociales, y no solo a las necesidades o intereses individuales.

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