CORONAVIRUS

¿Qué tienen en común los incas, la ginebra, la covid-19 y Trump?

Mucho se habla ahora de la hidroxicloroquina desde que el presidente estadounidense Donald Trump dijo que la tomaba para desmarcarse del coronavirus. Sin embargo, su historia ancestral involucra a la Amazonia y más acá, al gin tonic. ¿Qué sabe de la quina?

12 de junio de 2020
| Foto: Jorge Restrepo

Todos los caminos conducen a la selva. De ida o de vuelta. Como cuando a mediados de los 1600 el mortal paludismo (o malaria) atacó ferozmente a los conquistadores españoles en el nuevo mundo  y el cacique ecuatoriano Pedro Leyva salvó a varios milagrosamente  administrándoles un polvo amargo sacado de una corteza, con el que lograron paliar las fiebres malditas.

Leyva, de Malacatos- Loja (Ecuador), conocía el secreto de lo único que las curaba: la quina. El nombre viene del quechua y traduce “corteza”. 

Pero obviamente los indígenas de la cuenca amazónica sabían de los poderes curativos de esta corteza desde hacía rato. Varios pueblo precolombinos, entre ellos los incas, de hecho, la usaban para aliviar varias enfermedades que tenían que ver con fiebre, dolores y calambres. La historia cuenta que el mismo Leyva la usó para sobreponerse a la malaria.

Lo cierto es que el “milagro” curador de la quina llegó a Europa donde, en un principio, su efectividad fue puesta en entredicho por cuenta del rechazo de la comunidad protestante que la interpretaba como un arma del demonio. No les generaba confianza que hubiera sido llevada por los jesuitas. La llamaban “polvo de los jesuítas” o “corteza de los jesuítas”.

A la postre sus poderes curativos superaron al maligno y ya para casi mediados de los 1700 el mundo encontró la fórmula más efectiva de usarla gracias al geógrafo y matemático francés (que en realidad era militar) Charles Marie de La Condamine.

El también naturalista viajó a Ecuador con una expedición que tenía como objetivo descubrir si la Tierra era chata en los polos o en el ecuador, para lo cual debían averiguar cuánto medía un grado de meridiano cercano al ecuador. La misión tuvo éxito pero su ciclo no se cerró ahí. Resolvió quedarse para recorrer la Amazonia donde conoció no solo el caucho sino la quina y la manera más eficaz de combatir la malaria.

Sus paisanos, los químicos Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou, para comienzos de los 1800 lograron extraer de la corteza el alcaloide que, por más de un siglo, permaneció tal cual como el mejor remedio contra el paludismo.

José Celestino Mutis jugó un papel importante en el conocimiento de la quina pues sus estudios al frente de la Expedición Botánica permitieron resolver las dudas que existían alrededor de las siete especies que existían descritas hasta ese entonces en el nuevo mundo ya que no todas servían contra las duras fiebres de la malaria. Mutis dejó el valioso escrito El arcano de la quina con sus conocimientos sobre la corteza milagrosa, que se publicó posterior a su muerte. Mutis es recordado por la historia no solo por estudiar y describir las especies existente sino por prescribirlas con total propiedad.

A mediados del siglo XIX ocurrió un hito que también le hallaría un nuevo uso cuando se llevaron semillas para Asia y grandes plantaciones de quina se extendieron por Indonesia y la isla de Java.

La madre de las pandemias

La quinaes el árbol oficial del Perú. Claro que está presente en buena parte de América, de Colombia y Venezuela hasta Bolivia. Se trata de un árbol de porte alto, que llega a medir unos 15 metros y se caracteriza por tener unas hojas bastante anchas. Existen cerca de 30 especies de quina, la mayoría en Perú, donde crece en bosques andinos entre los 1300 y los 2900 metros sobre el nivel del mar.

El alcaloide está presente en su corteza y básicamente lo que hace su derivado, la quinina, es evitar que los parásitos de la malaria infecten los glóbulos rojos reduciendo su ciclo de vida.  Estos llegan primero al hígado donde maduran y se transforman en otro tipo de parásito que vuelve al torrente sanguíneo e infecta los glóbulos rojos.

El parásito se multiplica y se alimenta de los glóbulos rojos. Aunque en realidad no es uno solo sino varios los que la producen. El más letal es el plasmodium falsiparum. Los mosquitos anofeles son sus portadores y la transmiten a los humanos a través de su picadura. 

Hasta hace una década se supo que la más letal de las malarias que atacan a los humanos proviene de los gorilas. De lo que la ciencia aún no tiene certeza es cuándo el primer mosquito que le picó a un gorila y se infectó, también picó a un humano. Algunas investigaciones sugieren que fue hace alrededor de 10.000 años.

Entonces la ruta de la malaria se inició en África, donde pasó a los humanos. De ahí fue al Mediterráneo, Asia, Europa y, a América la trajeron los españoles. Ya para antes de la mitad de los 1800 estaba repartida en todo el planeta. Y no ha podido erradicarse.

Según un estudio de la Universidad de Washington, en las tres décadas comprendidas de 1980 a 2010 murieron entre 1,2 y 2,7 millones de personas. La enfermedad sigue afectando a la humanidad como una de las peores pandemias.

De la ginebra a Trump

De tiempo atrás se le atribuyen propiedades análgesicas, ansiolíticas, antigripales, antipalúdicas y antipiréticas a la quina. Pero lo cierto es que también está presente en el agua tónica y  en el famoso  ‘amargo de angostura’, materia prima del pisco sour, el coctel más conocido del Perú.

¿Pero cómo la quina pasó de curar la fiebre al gin tonic?

Todo empezó con la ginebra que, originalmente se creó, a finales del siglo XVII, como un remedio para curar dolores, especialmente estomacales. Salió de destilar licor de cereal con frutos de enebro, en manos del médico holandés Franz De Le Boe. Casi un siglo después, Johan Jacobs Schweppes, en Londres, fabricó agua con gas saborizada. Ahí nació la gaseosa.

La idea de ponerle quinina a la tónica vino hacia 1870, por parte de Schweppes, para convertirla en un medicamento contra el paludismo que también fuera refrescante y vigorizante. En ese momento nació el agua tónica.

Y la mezcla final se logró en la India cuando soldados británicos, ya para el siglo XIX, la revolvieron con ginebra no solo para prevenir la malaria sino para pasar el sabor amargo que le encontraban al agua tónica con quinina. La ginebra era parte de su ración. El éxito fue rotundo. Tanto, que cada 19 de octubre Inglaterra celebra el Día del Gin Tonic.

Actualmente el contenido de quinina en el agua tónica es mínimo. Se le pone un pequeño toque amargo para potenciar su sabor. 

“Hace un par de semanas la tomo”, dijo el presidente estadounidense Donald Trump a mediados de mayo de este año acerca de la hidroxicloroquina. Esta derivada de la quinina se emplea en enfermedades autoinmunes y aún para tratar la malaria.

Trump hacía referencia a su plan personal para fortalecerse contra el coronavirus. Sin embargo, la FDA redujo su uso a tratamientos experimentales en hospitales debido a sus efectos secundarios.  

En todo caso la corteza que curó a los españoles de la enfermedad que ellos mismo habían traído al nuevo mundo sigue siendo tan efectiva tanto para salvar vidas como para salvar mentes, como lo decía Winston Churchill del gin tonic.