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Tras cinco años de armonía, la relación entre el presidente y su vicepresidente se vuelve tensionante. | Foto: SEMANA

POLÍTICA

Santos y Vargas Lleras: ¿se acaba la luna de miel?

Tras cinco años de armonía, la relación entre el presidente y su vicepresidente se vuelve tensionante.

14 de noviembre de 2015

Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras se conocen desde la infancia. De jóvenes, han compartido una meta similar, trazada o impuesta: ser presidentes de la República. Y aunque parecieran rivales –se enfrentaron en las elecciones de 2010- han mantenido una relación cordial y respetuosa.

Santos consiguió primero llegar a la Casa de Nariño, y desde el primer día de su gobierno ha tenido en Vargas Lleras a uno de sus principales socios. Lo nombró ministro del Interior, a pesar de la molestia de Álvaro Uribe, y le dio un rol tan protagónico que pronto se convirtió en el ministro estrella de su gabinete.

Luego, pasó al ministerio de Vivienda, donde descolló por su capacidad de ejecución liderando el programa de las casas gratis, principal política social de Santos.

Por esos días, Santos no se guardaba elogios hacia Vargas Lleras. En público le reconocía sus capacidades para conseguir votos, garantizar gobernabilidad, y ejecutar proyectos. Incluso, reconoció y se mostró confiado en  su lealtad, en momentos en que lo señalaban de ser un plan B a la reelección de Santos.

El mandatario, lejos de hacer caso a las intrigas políticas, decidió nombrarlo su fórmula vicepresidencial, a cambio de liderar las políticas de infraestructura.

Parecía el binomio perfecto. Mientras Santos apostaba su capital político en el proceso de paz, su vicepresidente guardaba silencio, pero se dedicaba a una agenda muy particular, la de recorrer a diario el país, inaugurando obras, entregando concesiones. Por un lado, las encuestas mostraban una caída en la imagen del presidente, pero favorecían la del vicepresidente.

Pero tras más de cinco años, la relación de Santos y Vargas Lleras se ha vuelto tensionante. Ya no se oyen con la misma frecuencia las palabras de elogio hacia su vicepresidente, por el contrario ya se acumulan dos llamados de atención públicos, en los que el mandatario ha tenido que poner en orden su casa y explicar quién es el jefe de Estado. Si algo le ha molestado a Santos es que las obras de infraestructura o de vivienda se le atribuyan a la vicepresidencia y no a su gobierno.

Así ocurrió el viernes pasado cuando el presidente le hizo un llamado de atención a Vargas. En la noche del jueves una especie de reunión paralela tuvo lugar en un restaurante de Villavicencio. Se trató de una comida ofrecida por el vicepresidente para tener contacto con los gobernadores y hablar de proyectos y lamentó que no hubieran invitado a los ministros del sector de infraestructura, el cual lidera.

Santos, al parecer, se molestó con el asunto y, al dirigirse a los gobernadores del país, salientes y electos, les aclaró “quién es el dueño de la chequera”.

“Esas decisiones las voy a tomar yo, las va a tomar la Presidencia de la República, entonces cualquier decisión de esas que estoy seguro de que ustedes irán a los ministerios y a la Vicepresidencia, y entonces van a querer que allá les aprueben los proyectos. Posiblemente allá les pueden decir, tendrá mi visto bueno o yo apoyo eso, pero las decisiones de priorizar los recursos, de qué proyectos van o de qué proyectos no van, los toma el Presidente de la República”.

El futuro político

Todo el país político sabe que Vargas Lleras es el llamado a salir en la pole position para las elecciones presidenciales del 2018, cuando se elegirá al sucesor de Santos, y donde la Unidad Nacional que ha respaldado su gobierno llegará fracturada. La U, el partido de Santos, y los liberales, ya le notificaron a Vargas que le pelearán con candidato propio.

Mientras estos partidos buscan un gallo que le haga cara al vicepresidente, Santos tendrá que mantener la armonía política en lo que resta de gobierno. No será fácil. Por un lado tiene a Vargas queriendo sobresalir más que el mandatario, y por el otro las quejas de los partidos que no tienen la capacidad de ejecución de Vargas Lleras, y que solo apuestan a apoyar decididamente el proceso de paz.

La U y los liberales podrán echárselo en cara, y reclamar que el vicepresidente no define su postura frente a las negociaciones con las FARC, o por lo menos, no se le ve jugado con la paz.

Por eso, dicen los entendidos, es probable que cada día que pase Santos no esté tan convencido de que Vargas Lleras sea su sucesor, como se advertía hace más de un año,  en el momento en que sellaron el acuerdo para posar juntos en el tarjetón. Hoy a Santos no se le entendería que le pusiera todo en bandeja a Vargas Lleras, cuando su principal interés es dejar el legado de la paz.

Que Vargas Lleras esté recorriendo el camino a la Casa de Nariño desde la vicepresidencia, no está en duda, pero seguramente ahora la tendrá un poco más difícil. Aunque es prematuro, la campaña presidencial empieza a rondar, y lo hace por la misma sede del gobierno.