LA banda de 'Las tomaseras' era operada desde la cárcel por un hombre que purga condena por hurto.

JUDICIAL

A las 'Tomaseras', la banda de mujeres ladronas, las dirigían desde la cárcel

Cada vez se conocen más detalles de este grupo que operaba en bares de la capital y del que fueron víctimas más de 600 incautos. Uno de ellos, un suboficial del Ejército, quien luego se convirtió en el encargado de ayudar a descubrirlas y ponerlas tras las rejas.

17 de agosto de 2012

Las mujeres que la semana anterior fueron presentadas ante un juez de garantías señaladas de pertenecer a la banda de las 'Tomaseras’ recibían órdenes desde la cárcel La Picota de Bogotá. Así se desprendió de la investigación liderada por el Gaula del Ejército, adscrito a la Brigada 13, y que se inició hace cerca de seis meses luego de que un suboficial de las Fuerzas Militares fue una de sus víctimas.
 
En ese entonces, el uniformado llegó hasta uno de los bares de la llamada zona rosa del sur, ubicada sobre la avenida Primero de Mayo, entre las avenidas 68 y Boyacá, en la localidad de Kennedy. Poco después de haber ubicado una mesa, se le acercó una mujer -jeans ajustados y botas altas- y entabló conversación con él sin saber que era integrante de las Fuerzas Militares. Para ella, simplemente, era una víctima más.
 
A la pareja se le unió otra mujer y luego, otra. Todas se encargaron de darle trago al hombre hasta que lo convencieron de salir del local con destino a otro sitio para seguir la rumba. Detuvieron un taxi y a las pocas cuadras de abordarlo el suboficial sintió un pesado sueño. Es lo último que se acuerda antes de despertar en un terreno baldío en inmediaciones de la salida a Villavicencio. Le habían robado su pistola nueve milímetros.
 
A partir de allí se inició la investigación que incluyó al suboficial en la primera fase con el fin de que lograra identificar a alguna de las mujeres con las que estuvo la noche de su robo. Luego de varias noches de vigilancia, por fin identificó a una de ellas.
 
A través de sofisticados equipos de inteligencia se detectó uno de los números telefónicos desde los que se comunicaba la mujer, por lo que se pidió la orden judicial para hacerle seguimiento. Una vez obtenido el permiso se detectaron otros números que pertenecían a otras integrantes de la banda.
 
"El proceso se empezó a complicar porque se nos crecía el secuestro simple, pero nos dimos cuenta de que se movían por la zona de la Primero de Mayo, la llamada ‘cuadra picha’ y Restrepo", le dijo a SEMANA un investigador del Ejército que estuvo en el caso.
 
A partir de las llamadas se empezó a tejer la ramificación de la organización de la banda. La cabeza, y quien coordinaba los sectores por los que se debían mover las mujeres, es un sujeto a quien identificaron como Julio César Eslava, alias 'Mechas', quien purga condena en la cárcel La Picota de Bogotá.
 
Su sentencia fue proferida por el Juzgado 14 Penal Municipal de Bogotá a dos años y 11 meses de cárcel por el delito de hurto calificado y agravado. A la penitenciaria ingresó en abril de este año.
 
Así operaban
 
Las primeras llamadas que hacía 'Mechas' eran para su esposa, en las que le indicaba el lugar hacia el cual dirigirse. Una vez llegaban a la zona, la compañera de ‘Mechas’ analizaba los bares desde la calle. Luego de una minuciosa observación decidía a cuál mujer enviar y a dónde.
 
"La que entraba analizaba las posibles víctimas. Evaluaba todo, era muy observadora y salía con información vital sobre el hombre al cual caerle: su ubicación en el bar, modo de vestir, qué tomaba y, lo más importante, si estaba solo", contó la fuente.
 
Respecto al tipo de trago cabe aclarar que ese dato era clave para la operación de las 'Tomaseras’. De acuerdo con el licor se escogía el color de la pastilla con la que sometían a sus víctimas. La investigación arrojó que se trata de un poderoso medicamento cuyo compuesto principal es el lorazepam, un fármaco de alta potencia.
 
Esa sustancia tiene efectos hipnóticos, sedantes y tranquilizantes. Es un eficaz relajante muscular, además disminuye la actividad motora y, en ocasiones, es recetado a pacientes que están por entrar al quirófano con el fin de disminuirles su ansiedad. A estos resultados físicos se suma el hecho de que a la persona se le olvidan las cosas, es decir, tiene una acción amnésica.
 
La pastilla, pese a que se consigue bajo fórmula médica, era obtenida por las mujeres, quienes la maceraban hasta hacerla polvo y luego la empacaban en hojas de papel. La pastilla amarilla era para tragos como ron, cerveza o whisky. La blanca, para aguardiente o vodka.
 
Con esas papeletas entraba una segunda mujer al bar y se le acercaba al hombre previamente descrito. “No eran mujeres guapas, pero sí bien arregladas y por lo general con un escote profundo”, reveló la fuente. Un par de miradas y una que otra sonrisa, y el sujeto sucumbía a encantos, que eran, obviamente, elevados por cuenta del licor.
 
La primera dosis que le daban era apenas la necesaria para causarle un ligero adormecimiento a la víctima. En ese estado, era fácil sacarlo del local sin que despertara sospechas entre los otros clientes o los administradores del local. Además, bajo esa condición, la víctima es dócil y acepta todo lo que le digan. Por ejemplo, que se fueran para otro lugar.
 
El resto de la red
 
Una vez en la puerta del local, las mujeres simulaban que llamaban un taxi. "Todo el montaje se hacía para no despertar sospecha". Y luego de esperar algunos minutos, llegaba uno de estos vehículos de servicio público y se llevaban al hombre entre dos o tres mujeres, incluida la que suministró la dosis.

Si la víctima aún no estaba del todo sometida, le brindaban otro trago para terminar de sedarla y así proceder al hurto. Bajo esta modalidad se tienen documentadas cerca de 430 denuncias, no obstante se investigan unos 180 casos más. Sin embargo, los investigadores creen que puede haber más hombres que cayeron bajo esta modalidad, pero que no se atreven a denunciar por cuestión de orgullo.

Pero los taxistas no pertenecían a ninguna empresa legal. Las llamadas que hacían las mujeres eran falsas. O mejor, no las hacían a los radio operadores sino a los conductores cómplices, a quienes les avisaban que ya estaban en la puerta con "el cliente".

Así las cosas, unidades del Gaula del Ejército detuvieron a cinco presuntos conductores de taxi e inmovilizaron igual número de vehículos inmersos en el delito. Los detenidos, tanto hombres como mujeres, son procesados por ser los responsables de los delitos de secuestro, concierto para delinquir, fabricación y comercialización de sustancias nocivas para la salud en concurso con hurto calificado y agravado.