Productividad

¿Con cuánta ‘cantaleta’ logrará empleados más productivos?

Algunos jefes que se sienten ‘papás’ creen que el regaño es la forma más efectiva de corregir los yerros que se presentan con sus subalternos. Pero el abuso de esta costumbre puede tener el efecto contrario.

1 de abril de 2019
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Llegar tarde, no enviar un correo a tiempo, haber dejado para el día siguiente una tarea que requería ser realizada de inmediato, estas situaciones para cualquier jefe pueden alterar su comportamiento y llevarlo a pedirle cuentas a un empleado que se ‘está mandando solo’. Entonces aparece el regaño, el llamado constante de atención y para algunos expertos, esa ‘cantaleta’ está mandada a recoger.

De acuerdo con Performia Colombia, una firma de atracción de talento más productivo para las empresas, a estas alturas parece casi un hecho científico que la cantaleta no sirve para nada. De hecho, "cantaleta” es un término casi despectivo. Originalmente, "cantaleta” se define como "Ruido, confusión de voces e instrumentos”.

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“Comparar esto con las explicaciones o regaños de sus familiares tiene una clara connotación negativa. Y sin duda, si pregunta por ahí si la cantaleta es buena o mala, la respuesta en la mayoría de los casos será "Es mala”. Pero, ¿es posible siquiera echarle cantaleta a sus empleados?”, señala Jairo Pinilla, director de Performia Colombia.

La respuesta es que sí, es posible, y es bastante común de hecho. Pero un empleado rara vez volteará los ojos o chasqueará la lengua para dejarle saber que no le interesa lo que usted dice. De manera que si quiere saber si le está pasando a usted, debe evaluar la manera en la que reprende.

¿Qué convierte a una reprimenda en cantaleta?

O en otras palabras, ¿qué hace que un regaño se vuelva "cansón”? Primero que todo cabe aclarar que las reprimendas no son necesariamente malas o buenas. Dependiendo de cómo lo haga, puede lograr grandes cambios en las personas. Puede hacer que se den cuenta de un error que han estado cometiendo toda su vida, o puede hacer que se den cuenta de que usted no les cae tan bien como pensaban, y que su empresa no es la indicada.

Si al reprender a alguien usted lo denigra o humilla, si lo insulta, o si actúa con furia desproporcional al problema, lo único que ganará serán puestos vacantes en su empresa, y dependiendo del caso, el apodo de "cascarrabias”.

Por otro lado, si se pone a contar anécdotas que difícilmente vienen al caso, se lamenta de su propia suerte, o si no hace más que enfocarse demasiado en los problemas, sin pedir soluciones, la gente dejará de ponerle atención, descartará todo lo que usted diga (por más que tenga razón) como "cantaleta”, y no le hará caso.

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¿Por qué no funciona la cantaleta?

La razón detrás de esto recae en un concepto sencillo, y es el autodeterminismo. A las personas les gusta decidir sobre sus actos, y esto se puede volver un impulso irracional. El niño que insiste en comer barro después de que se le regañe lo hace precisamente para demostrar que él tiene el control.

Por supuesto, si obtiene el respeto de alguien, esa persona puede decidir que va a escucharlo, y esto es a lo que debería llegar. Pero si está comentándole un problema a alguien que no está de acuerdo con usted, es posible que, inconscientemente, esta persona vuelva a cometer el mismo error solo para demostrarle que  él tiene control sobre sus acciones, no usted.

¿Cómo asegurarse de que se resuelva el problema?

Si quiere que sus colaboradores se lo tomen en serio cuando usted les pida mejores resultados, o señale las fallas en su trabajo que están poniendo en riesgo a su empresa, hay un par de normas que suelen funcionar muy bien.

#1. Si tiende a ponerse emocional, evítelo. Respire, apártese del problema, salga a dar un paseo o simplemente enciérrese en su oficina (o en el baño, incluso) por el tiempo que sea necesario hasta que pueda pensar sin apretar los puños. El enojo solo produce malentendidos, y más enojo.

#2. No le de vueltas al asunto. Naturalmente, nadie disfruta que le recalquen una y otra vez sus errores con explicaciones e historietas. Si hay un problema, pregúntele al que lo causó si entiende cuál es. Si le dice que sí, no le explique porqué es un problema, o porqué debería tener cuidado. Si no entiende, explíqueselo brevemente, hasta que la otra persona dé señal de captar el asunto, e inmediatamente enfóquese en algo bueno: pídale soluciones. No siga explicando.

#3. Las soluciones son lo que vale. No se centre en el problema. Si las propuestas que le dan no funcionan bien, o no solucionan todo, pida que las cambien un poco, o compleméntelas si es necesario. Pero no gire alrededor de los daños y dificultades. Sea sencillo: "¿Entiendes? De acuerdo. ¿Qué vas a hacer al respecto?”.

Cultive una cultura de soluciones y tendrá mucho menos trabajo en sus hombros, mucho mayor eficiencia en su empresa, y muchísimo más respeto de sus subordinados.

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