Mujeres
La crisis de los 30 que solo viven las mujeres millennials
Jóvenes y bellas, con trayectorias profesionales que parecen augurar un futuro exitoso. Muchas veces aún solteras y sin una intención clara de convertirse en madres. Pero llegan “al tercer piso” y empiezan a darse cuenta de una crisis. Y sí, solamente son ellas las afectadas.
Las mujeres de la generación Y o Millennials, nacidas entre 1984 y 1996, tienen un perfil muy distinto al de las generaciones que las preceden, especialmente, en temas laborales. Son muy independientes, cada vez más ambiciosas y están dispuestas a dar la lucha contra la brecha laboral que existe con los hombres.
Eso, sin hablar que en las relaciones interpersonales y de pareja también son mucho más exigentes y también quieren una condición de igualdad en la conquista, en las responsabilidades de la casa y en la vida financiera.
Pero, precisamente, esa misma mentalidad y deseo, para muchas, puede tener un efecto secundario. De acuerdo con un estudio de Mckinsey, en el que participaron 60 compañías y se entrevistaron a mujeres con posiciones intermedias y altas en jerarquías, se estimó que las mujeres al llegar a los 30 años, ya “estaban quemadas”, es decir, presentaban un agotamiento físico y mental en su trabajo, a tal punto que pueden llegar a necesitar de un año sabático.
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Entonces, mientras las mujeres pueden representar el 53% de la fuerza laboral en puestos de básicos o de entrada, luego sólo ocupa el 37% en puestos de gestión. Después, ese número se reduce a 26% en cargos de vicepresidentes y altos directivos; mostrándose esa brecha de género. Entonces, cada vez más, ellas tienen que luchar contra ese ideal para demostrar que tienen las capacidades y habilidades suficientes y cumplir con las altas expectativas que las empresas imponen.
Entonces, con el fin de comprobar esto, tienen que lidiar con estudios de posgrado, en algunos casos la responsabilidad de tener hijos y mostrarse preponderantes en su oficina con el fin de seguir creciendo profesionalmente, especialmente en cargos que parecen seguir siendo dominados por el género masculino.
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¿Por qué?
¿Ha visto cómo cada vez más amigas o compañeras suyas tienen una agenda tan apretada, entre sus tantas ambiciones de querer aprender, lograr dominar ciertas herramientas y mantenerse saludables? Es por eso mismo que ese fenómeno de “quemarse” se está convirtiendo en un factor tan común, especialmente, porque son condiciones autoimpuestas.
Ese espíritu de competitividad hace que siempre quieran superar sus propias metas, lo que puede llegar a implicar una conexión casi que 24/7 a su trabajo, sin tener siquiera un propio tiempo para ellas o sus intereses personales pues muchas de ellas pueden considerar que, de no ser así, serían fácilmente sustituidas, aún peor: por un hombre.
Esto también hace que sean más tendientes a optar por cargas laborales mucho más pesadas y que quieran asumir responsabilidades, incluso, sin que les digan. Y cuando se suma el rol que muchas ellas asumen en el hogar, manteniendo la mentalidad de ser “las responsables”, el efecto de quemarse más rápido aumenta su velocidad.
Un estudio de la Universidad de Kansas también explica cómo las mujeres empiezan a tener una carga cultural de expectativas que deben satisfacer, pero en un mundo que les exige cumplir su rol en la familia y en el trabajo, puede hacer que ellas no se sientan con el suficiente espacio y oportunidad para lograr las dos cosas de forma adecuada.
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Las consecuencias
Tras todo esto, lo que se puede estimar es cómo a pesar de que están en plena etapa de la juventud, empiezan a requerir de periodos de descanso mucho más frecuentes y largos que lo que sucedía con anteriores generaciones. El problema es que, bajos las condiciones actuales de las empresas, esto no es tan real como se quisiera.
Es, entonces, cuando se empieza a ver el desgaste físico y mental en sus trabajos, la sensación de insatisfacción e infelicidad se hace mucho más intensa y tienden a cambiar de trabajo o buscar nuevas oportunidades, de forma mucho más frecuente. Aquellas mujeres que logran detectar a tiempo su situación, incluso, piden un par de meses de licencia con el fin de recuperarse. Pero quienes no tienen la opción, terminan transmitiendo y trasladando esa infelicidad en otros aspectos de su vida.
Ante esto, es importante reconocer algunos de los factores del “burnout” o “síndrome del quemado” (como los puede ver aquí en esta nota) y luego de esto, reevaluar las prioridades en su vida para darles un giro o reorganización; teniendo más claro el panorama y lo que realmente puede volver a despertar la pasión en su trabajo.
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