TURISMO
Así es estar en Sao Paulo: cuando una persona se vuelve pequeña ante la ciudad más grande de Brasil
Para comprender la vida cotidiana en una de las ciudades más pobladas del país más grande del continente, postales urbanas que dejan entrever cómo se teje, día a día, la trama de sus habitantes.
Rua João Brícola, 24. Piso 26. Centro de São Paulo 2:00pm.
Es un mar de edificios. Parecen no tener fin hasta donde alcanza la vista. São Paulo se logra entender desde sus alturas, cuando una persona se vuelve pequeña ante la ciudad más grande de Brasil, y una de las más grandes del mundo. Mientras las nubes se despejan, el sol escoge pedazos de la metrópoli para iluminar. Por allá, en el horizonte, las nubes más pequeñas y oscuras apenas tocan un conjunto de montañas tímidas que se diluyen en un océano gris y no llaman tanto la atención en un paisaje armado en concreto vertical.Desde el mirador ubicado en el piso 26 de un edificio que se acostumbró por décadas a recibir el nombre de Banespão —pero que desde el 25 de enero de 2018 se conoce como Farol Santander— el cuello necesita moverse lentamente para pasear por sus lugares más cercanos: el Pateo do Collegio, donde la ciudad nació en 1554.
El Parque Dom Pedro II. El Viaducto Santa Ifigênia construido en 1913 (desde ahí el sol pinta los azulejos que forman el mural gráfico en el suelo). O el espigón, donde se levanta la avenida Paulista —símbolo máximo de São Paulo—hasta rincones que no se sabe exactamente dónde quedan. Todos estos lugares se transforman en un espejismo, en un capítulo de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino. Alrededor de 12 millones de personas, según el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE), se esparcen por esa tierra de la que brotan cerca de 5.300 edificios. Banespão. Así se le llamaba al edificio del Banco del Estado de São Paulo —rebautizado con el nombre de Altino Arantes, por allá en 1960— proyectado por el ingeniero y arquitecto Plínio Botelho do Amaral, y adaptado para que quedara parecido al Empire State, en Nueva York.
El predio comenzó a ser construido en 1939, y fue inaugurado en 1947. Con 35 pisos y 161 metros de altura, fue el edificio más alto de la ciudad durante cerca de 20 años, hasta que se construyó el Mirante do Vale, de 170 metros.La temperatura marca los 27°C. Es un domingo de otoño, Día de la Madre, que nos obliga a andar sin suéter (acabo de fruncir el ceño mientras escribo y me doy cuenta que me quemé la cara con el sol). Turistas y paulistanos —como se le conoce a los habitantes de la ciudad— comparten una cierta euforia en el mirador del Farol Santander (que en su primer año de funcionamiento recibió 300 mil visitantes interesados no solo en su vista, sino en las exposiciones temporales y permanentes como los siete cuadros de Vik Muniz, en el piso cuatro, hechos con dos toneladas de chatarra provenientes de los materiales con los que se restauró el edificio).
Se toman fotos, selfies, se arreglan el pelo despeinado por el viento, apuntan de lejos, se sorprenden con las manchas pequeñas de barrios coloreados por el sol. Entre ellos una familia emblemática de la población local: Ricardo Rezende, paulistano, gerente comercial, 38 años, de ascendencia portuguesa, acompañado de su madre, Jorlevane, de Belo Horizonte, mineira, en São Paulo desde los 6 años, y su novia, Caroline Maffezzolli, 36 años, profesional en publicidad, de Blumenau, del estado Santa Catarina, o catarinense, descendiente de italianos y alemanes hace 12 años.“Es mejor llevar a tu mamá a pasear en vez de darle un regalo e ir a un restaurante que esté lleno”, dice Ricardo, en forma de chiste. Pero es interrumpido por Jorlevane: “Es mucho mejor juntar las dos cosas: pasear y recibir un regalo”. Cuenta Ricardo que tanto él como Caroline estaban en el Rockfeller Center, en Nueva York, en abril de este año, cuando se dieron cuenta que debían conocer el rascacielos más famoso de la ciudad donde viven. “Nos lo prometimos, ¡y aquí estamos! Me gusta esta vista, lugares altos, creo que eso es algo de un paulistano… ¿Y cuál es el edificio que está al lado? ¿El Martinelli (postal desde 1929)? ¡Iremos!”.Nosotros también. Antes de que llueva.
Tendencias
Avenida São João, 2035. Piso 13. Minhocão.4:30pm
La lluvia sirvió para mojar el asfalto y dejar al Minhocão reluciendo como si fuera una escena de telenovela de la industria de entretenimiento más grande de Brasil: TV Globo.
Desde el balcón del apartamento de Felipe Morozini, en el piso 13 de un edificio contiguo al Minhocão, la avenida São João parece un tapete plateado hasta el antiguo Banespão. La bandera del Estado de São Paulo se mueve como si posara para una foto.A la Vía Elevada Presidente João Goulart, inaugurada el 25 de enero de 1971, se la conoce como Minhocão: una pista elevada de 3,4 kilómetros que conecta a la plaza Roosevelt (Centro de São Paulo) con el Largo Padre Péricles (en el distrito de Barra Funda), una autopista a 5,5 metros de altura por donde pasan diariamente cerca de 76 mil carros que contaminan con humo, ruido y polvo a pocos metros (a veces a 28 centímetros) de las ventanas y balcones de los edificios contiguos, transformando la vida de todos en un infierno. En 1989, la alcaldesa Luiza Erundina determinó que el Minhocão debía cerrarse entre las 9:30 p.m. y las 6:30 a.m. De hecho, la entrada de carros fue permitida hasta las 8:00 p.m. A partir de 1996, la vía se torna, los domingos y festivos, exclusiva para transeúntes. Este año, el alcalde Bruno Covas anunció que a partir del primero de enero del 2020 se cerrarán 900 metros de este lugar habilitados para carros.
En vez de atascos, en vez de pitos, en vez de enfermedades, habrá una zona verde: el Parque de Minhocão.Felipe Morozini, de 43 años, vive hace 20 en un apartamento que era de su bisabuela Maria Lovo, de ascendencia italiana. Durante su infancia vivía con sus padres en el distrito de Tatuapé, sudeste de São Paulo, e iban a visitar a su bisabuela en la avenida São João. “Hasta que le dio un infarto y duró 15 años en la cama. Yo le decía a mi mamá, indignado, que si mi bisabuela iba a terminar su vida al borde de una carretera. Cuando el apartamento quedó desocupado me vine para acá. No pensaba quedarme tanto tiempo”.Miembro de la Asociación Parque Minhocão desde 2013, Felipe defiende el uso exclusivo de este lugar para transeúntes los siete días de la semana. “Es un caso de salud pública: quien vive al lado del Minhocão respira una cantidad absurda de monóxido de carbono. Además, escuchamos el doble de decibeles que podemos escuchar normalmente”, dice Felipe, escenógrafo y activista, a quien no le gusta definirse como artista. “Soy otro tipo de poeta”. “En 2011, cuando el Minhocão fue escogido como el lugar más feo de São Paulo, decidí pintar con cal varias flores enormes en medio de la vía para que mis vecinos tuvieran una sorpresa positiva.
Esto tuvo una gran repercusión. Comencé a luchar por la ciudad, de las personas que vivimos en estos apartamentos, contra una obra pensada para que los carros eviten 26 semáforos”.La conversación en el balcón del piso 13 —con una São Paulo orgullosa, exhibiendo su trío de edificios icónicos: el Copan, el Terraço Itália y el Hilton— se transporta hasta el Minhocão, que retoma su vida luego de la lluvia. La gente aparece para correr, patinar, montar en bicicleta o en patineta; los niños se reparten en equipos de fútbol, los perros halan a sus dueños de la correa. El olor a asfalto mojado envuelve la noche fresca anunciada por la iluminación naranja del Minhocão. La caminata continúa hasta el final de la vía, en el Largo Padre Péricles, donde queda Ponto Chic, lugar donde se prepara el Baurú más tradicional de la ciudad hace ya 80 años. No hay cómo escapar de este sándwich preparado con cuatro tipos de quesos fundidos en un baño maría: prato, estepe —ambos de origen danés—, gouda y suizo, además de roastbeef, tomate y pepino.
Sao Paulo
1. Parque do Ibirapuera
Es el parque más frecuentado de la ciudad y se extiende por 1.5 millones de metros cuadrados. Allí se puede trotar, montar en bicicleta, en patines o patinetas y jugar fútbol. Inaugurado hace 65 años, el Parque de Ibirapuera alberga, además, museos como el Museo de Arte Moderno (MAM), o el Afro Brasil. No dejes de visitar el pabellón de exposiciones Lucas Nogueira Garcez (OCA), el Auditorio y el Monumento às Bandeiras.
2. Sesc Pompeia
Esta construcción de ladrillo, que fue sede de una fábrica de tambores y neveras en la década de 1930 y que, inclusive, corrió el riesgo de ser demolida, hoy es un referente arquitectónico en Brasil. Inaugurada en 1982 y diseñada por Lina Bo Bardi, sus grandes galpones se transformaron en uno de los principales centros culturales y deportivos de São Paulo. Exposiciones, shows, teatro, biblioteca, restaurante, bares, y piscinas se pueden encontrar en este lugar. De hecho, en septiembre comienza la muestra individual del artista brasileño Cildo Meireles.
3. Avenida Paulista
Comienza el recorrido por sus 2.8 kilómetros de extensión visitando el Instituto Moreira Salles, antes de seguir para el Museo de Arte de São Paulo, el MASP, una postal diseñada por Lina Bo Bardi. Luego para en el centro cultural Sesc Paulista, un edificio de 17 pisos dedicado al arte y a la tecnología, y disfruta un café en su terraza con vista panorámica. Termina en el Parque Trianon.
4. Pinacoteca do Estado
Diseñado por el arquitecto Ramos de Azevedo al final del siglo XIX para albergar el Liceo de Artes e Ofício, este edificio se volvió, en 1905, la Pinacoteca do Estado: el museo de arte más antiguo de la ciudad, reformado por el arquitecto Paulo Mendes da Rocha al final de los años 90. Dentro de la colección, por ejemplo, están 68 obras de la pintora Tarsila do Amaral.
5. Sala São Paulo
La casa de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo es reconocida internacionalmente por su belleza y acústica gracias a un techo de 15 paneles de 7,5 toneladas, en la que su altura se ajusta según el tipo de música que se toque. Los vitrales que rodean a este lugar remiten a los orígenes de la Estación de tren Julio Prestes, inaugurada en 1938.
Artículo originalmente publicado en la edición 73 de la revista Avianca