TURISMO
Así se pueden conocer, en la vida real, los lugares que inspiraron los cuentos de los hermanos Grimm
En Hanau se informa dónde nacieron Jacob y Wilhelm, en la plaza Grimm de Kassel está en pie una de sus residencias y el Museo exhibe el primer ejemplar de sus cuentos…
Hace muchos, muchos años, existió un lugar de calles estrechas donde las pequeñas ventanas de las casas eran tantas que incluso superaban en número a los duendes. Y cada noche, los pequeños seres se miraban con picardía a sabiendas de que ni herreros ni carpinteros ni sastres ni panaderos descifrarían jamás cómo —antes del alba— lograban terminar las tareas pendientes de los artesanos de ese pueblo donde, de tanto en tanto, algún hada buscaba hospedaje.
Hoy, allí, viven más hombres y mujeres que duendes, troles o gigantes. Pero aún se habla de ellos.—Cómo era de cómodo vivir en Colonia con los Heinzelmännchen —se dice todavía, refiriéndose a los duendes, en las calles de esta ciudad del occidente de Alemania que habitó la fantasía. Allí crecieron los hijos de las leyendas nórdicas y germánicas, del “politeísmo” que menciona Rudolf Simek, experto en mitología de una región donde los caminos, hacia el oriente, son senderos de magia. Sí, hacia el oriente está Hessen, un condado de bosques, ríos, lagos, pueblos medievales, palacios barrocos y colinas donde, una vez, una joven durmió su belleza hasta despertar de un embrujo al rozar los labios de un príncipe.
Sí, érase una vez un par de hermanos llamados Jacob y Wilhelm que recogieron de la tradición oral, recopilaron de cuenteros que se las narraban y tejieron de su puño y letra una y otra y otra historia de bellas durmientes, cenicientas, sastres, huérfanos, lobos, sapos, reyes y caperucitas. Muchos, seguro, fueron los informantes de Jacob y Wilhelm en el mundo fantástico a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, en tiempos del Romanticismo alemán y de la resistencia a Napoleón.
Los cuentos, como lo ha rastreado Holger Ehrhardt en las cartas de los hermanos Grimm y en registros civiles y eclesiásticos, “se los contaban entre amigos y familiares…” Se sabe que Dorothea Viehmann fue una de sus principales fuentes y la mayoría de historias brotaron allí, en Hessen. Un monumento en Rengershausen —cerca de la ciudad de Kassel—, la recuerda. Y hace un par de años, cuenta Ehrhardt, identificó incluso a la mujer que les narró Cenicienta:—Se llamaba Elisabeth Schellenberg y vivió en Marburg. Un cuarto de siglo hace que el estadounidense Michael Boyer interpreta el rol del flautista en Hamelin, un poblado de 57 mil habitantes un poco hacia el norte de esta región. Y más arriba está Bremen, a donde se dirigía la inédita banda de burro, perro, gato y gallo capaz de enfrentar a los asaltantes.
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Fuera de ahí, nunca los hermanos Grimm, que nacieron en Hanau, estudiaron leyes en Marburg y también vivieron en Kassel —todo allí, en el centro-occidente de Alemania—, dijeron aquí o allí se quebró el hechizo de la hermosísima princesa o aquí o allí cayó la gota de sangre de Blancanieves. Basta andar por un bosque bautizado como Reinhardswald, sin embargo, para entender que por acá podrían estar los mendrugos de pan de Hansel y Gretel o alguna de las plumas que decidió la suerte de tres herederos.En el centro de Reinhardswald está el castillo medieval de Sababurg, llamado ‘de la Bella Durmiente’, justamente porque allí bien podría haber caído ella, adolorida al chuzarse con el huso de la rueca. —Cualquier cosa, en el bosque, puede pasar: es el lugar donde ni la realeza ni la aristocracia detentan poder alguno; sus leyes son las de la naturaleza y las de las misteriosas criaturas que lo habitan —dice Jack Zipes, especialista en cuentos de hadas.
Hoy, además del de Dorothea Viehmann hay monumentos en distintos lugares: en Hanau se informa dónde nacieron Jacob y Wilhelm, en la plaza Grimm de Kassel está en pie una de sus residencias y el Museo exhibe el primer ejemplar de sus cuentos… A comienzos de los años 70 se abrió una ‘ruta de los cuentos de hadas’ que va de Hanau a Bremen y cruza por Trendelburg donde está la torre de Rapunzel, y por Bad Wildungen, donde está el hogar de Blancanieves…Quizá no haya sido exactamente ahí, hace muchos, muchos años, donde la muchacha se llevó a los labios la manzana envenenada, ni donde hubo una vez dos hermanos que escucharon esa historia ni donde existió un reino en el que los Grimm se la inventaran… No, pero pareciera que sí. Que los duendes todavía se cuentan como ventanas. Que por ahí, camino de su casa, irá el hijo del sastre con su mesita de mantel mágico o que cruzando el bosque estará su hermano con el burro que escupe monedas de oro… Que la cabra habrá aprendido a no henchirse con la mentira.
Artículo publicado originalmente en la edición 74 de la revista Avianca