TURISMO
Estrella Navarro, la mujer que se sumergió en las profundidades del Gran Agujero Azul de Belice
El día en que la mexicana Estrella Navarro, campeona de buceo libre, se sumergió en las profundidades del Gran Agujero Azul de Belice, sintió que volvía a nacer. Crónica desde el fondo del Caribe centroamericano.
Es un día soleado a kilómetros de la costa de Belice y hoy el mar juega a disfrazarse con la serenidad de un inmenso lago color turquesa. Sobre el inmóvil espejo de agua y a bordo de un barco que la ha llevado hasta el arrecife Lighthouse, la bióloga marina mexicana y campeona de buceo libre Estrella Navarro Holm observa, mientras se enfunda en su traje de buceo, el colosal boquete marino de 300 metros de diámetro y 125 misteriosos metros de profundidad —equivalente a un edificio de 40 pisos— del Gran Agujero Azul de Belice, cuyo ojo índigo le devuelve la mirada, tentándola a explorar su abismo.
Unas horas atrás, Estrella aterrizaba en el aeropuerto Philip SW Goldson, de Ciudad de Belice, donde fue recogida por un helicóptero que la llevaría a una isla cercana para iniciar el recorrido con destino al Gran Agujero Azul. Durante el sobrevuelo del aparato, la deportista apreció el contraste de la selva verde del país centroamericano con el blanco prístino de las arenas de su costa. Había visto espesos manglares y a sus preciados residentes, los manatíes; barcos encallados en la ruina de su oxidado olvido; extensos bancos de coral y las inconfundibles siluetas de rayas y tiburones nadar en el agua transparente, pero hasta ahora, nada como la presencia de esta caverna azul la había emocionado tan profundamente.
Un salto pone a Estrella dentro del agua cálida que inunda esta formación natural y cualquier asomo de ansiedad se disipa cuando esta mujer, nacida hace 32 años, frente al océano Pacífico en La Paz, capital del estado de Baja California Sur, sumerge su rostro en el mar despertando los reflejos del buceo que relajan todos los músculos de su cuerpo en un primitivo bautizo con agua de sal. Ayudada por un flotador, inicia el conteo regresivo durante los tres minutos previos a su inmersión, inflando y comprimiendo su abdomen para relajarse y tomar más aire. Entonces, equipada con un scooter submarino que le ayudará a propulsarse, da inicio a su descenso.Mientras Estrella desciende en la inmensidad de este hoyo gigantesco entra en un túnel en donde los tonos de azul se van haciendo opacos a mayor profundidad.
El agua es tan clara que pareciera que en vez de estar en un medio líquido está en el aire. El sonido del silencio y de la inmensidad del Gran Agujero, y los leves crujidos que indican la presencia de vida allí, son confirmados por el avistamiento de tortugas y tiburones que pasan a la distancia, sin inmutarse. Cerca a los 43 metros, la profundidad planeada para su buceo libre, se encuentra con el paisaje de estalactitas y estalagmitas, algunas con varios metros de longitud y cuya forma se asemeja a largos colmillos prehistóricos de marfil. “No sabía si era magia o solo un sueño.
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Únicamente había visto algo así en cuevas en tierra firme”, comentaría luego.Han pasado dos minutos de su inmersión y ahora Estrella debe iniciar su ascenso a la superficie. A más de 40 metros ha sometido su cuerpo a una presión de cinco atmósferas de profundidad. Mientras asciende, la buzo va sintiendo cómo el aire de sus pulmones se expande, lo que alivia su cuerpo. La luz empieza a ser más clara y entonces dirige su mirada hacia arriba, hacia el cielo, para disfrutar de su visión favorita en el deporte del buceo a pulmón. Una energía poderosa la invade y la vista del cielo y sus tonos a través del filtro líquido del mar, la llenan de felicidad. Regresa con el sentimiento de haber tenido un sueño hermoso del cual preferiría no tener que despertar. Llega a la superficie y toma una bocanada de aire que cada célula de su cuerpo agradece. Ha despertado momentáneamente del sueño del Gran Agujero Azul de Belice. Ha vuelto, gracias a ese, en apariencia insignificante soplo de oxígeno, a nacer.
El gran agujero azul
El Gran Agujero Azul de Belice es un acantilado submarino formado hace cientos de miles de años, durante la última edad de hielo. Allí, el agua se filtró a través de la roca dando origen a estalactitas y estalagmitas multicolores. Su colapso creó un abismo de 125 metros de profundidad que fue inundado por el cálido mar del Caribe, una vez retrocedieron los gruesos casquetes polares, lo que hace de esta formación natural la mayor de su tipo en el mundo, parte del Sistema de Reserva de la Barrera de Arrecifes, sitio declarado Patrimonio Mundial de la Unesco y templo acuático para una romería de buzos y turistas que en cualquier época del año desean ungirse en sus aguas.
Artículo originalmente publicado en la edición 65 de la revista Avianca