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Plaza de la Puerta del Sol con la torre del reloj de la Real Casa de Correos, Madrid, España
Plaza de la Puerta del Sol con la torre del reloj de la Real Casa de Correos, Madrid, España | Foto: Getty Images

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Madrid (España), uno de los destinos favoritos de los viajeros: aquí algunas películas que han inmortalizado a la ciudad

Desde el nacimiento del séptimo arte a finales del siglo XIX, los hitos de la capital española han atraído a realizadores de los géneros cinematográficos más variopintos. Este es un recorrido por algunas locaciones clave de la ciudad. ¡Luces, cámaras y olé!

Diego Montoya Chica @chinocarajoEste bogotano estudió Cine y luego Periodismo. Durante cuatro años editó Avianca en revista.
14 de agosto de 2024

Pálido de los nervios y sudando frío, un sacerdote católico abre una ventana del Hotel Vincci Capitol de Madrid. Abajo fluye el tráfico nocturno de la Gran Vía a la altura de Callao mientras que, allá arriba en el piso 9, la normalmente escasa brisa madrileña se torna fuerte por la altura.

El plan del cura es absurdo, pero es el único que se le ha ocurrido para salvar su vida y la de sus dos compañeros de misión, un esotérico presentador italiano de televisión y un metalero vendedor de discos que es, según sus propias palabras, “satánico y de Carabanchel” —Carabanchel, un distrito sureño antes periférico y hoy integrado a la ciudad por la línea 5 de metro—. ¿Por qué tanto afán? ¿Es que se piensan lanzar al vacío? Pues algo así.

El mismísimo demonio está por tumbar la puerta del apartamento, así que deben huir a lo que dé lugar. Lo que sigue es la secuencia más emblemática de la película El día de la bestia (1995), coescrita y dirigida por el cineasta más ‘friki’ de España, Álex de la Iglesia. El guion dictó que los tres personajes salieran por la ventana y bajaran dos plantas del edificio, agarrados en los hierros del aviso publicitario de Schweppes en luces de neón, un inmenso cartel que aún descansa en lo alto de la fachada, desde que lo instalaron allí en 1972.

Si bien el personaje principal de la película es el sacerdote, el gordo y harapiento metalero es quien produce mayores carcajadas, pues carga sobre sí la inmensa responsabilidad de la comedia española, esa del antihéroe con visos grotescos y a la vez entrañables. El papel es interpretado por Santiago Segura, quien luego escribió, dirigió y protagonizó la saga de cinco películas de Torrente, un policía incompetente y torcido que caricaturiza hasta el tuétano el imaginario ibérico.Si desde Callao nos acercamos, por la Gran Vía, a la Plaza de España, estaremos recorriendo los pasos de decenas de producciones. Una de ellas dio como resultado la escena en la que Eduardo Noriega, César en Abre los ojos (1997), se baja de su coche y no da crédito a sus ojos cuando no ve ni un alma en la Gran Vía.

Un fotograma insólito: la Gran Vía desocupada en Abre los ojos (1997)
Un fotograma insólito: la Gran Vía desocupada en Abre los ojos (1997) | Foto: AFP

Es tal vez la calle más concurrida de la capital española y esta, a su vez, una de las urbes más visitadas por turistas en el mundo. Así que ese plano —general al principio y luego, tras un movimiento de grúa hacia arriba, gran plano general— llama la atención. Para lograrlo, se rodó durante el puente de la Virgen de la Paloma, en agosto —el mes más caliente del año, cuando los madrileños huyen del sofoco—, muy temprano en la mañana, mientras se cortaba el tráfico cada vez que se hacía una toma. Se trata del mismo tiro de cámara registrado en 1958 por Rafael J. Salvia en su película Las chicas de la Cruz Roja. En ella, un grupo de cuatro damas de la época, ‘muchachas bonitas’, se suben a un convertible descapotado y cantan mientras conducen el coche desde la Plaza España —con la altísima Torre de Madrid de fondo, la que fuera el edificio más alto del país hasta 1982— hasta la Glorieta de Cibeles.

La escena describe a la perfección el agitado tráfico en la Gran Vía de entonces. Pero si de paseos en coche se tratase, las vías del centro han servido como escenario para ajetreadas persecuciones automotrices en el género de acción. Lo que, sinceramente, adolece The Cold Light of Day (2012) en calidad de guion, lo tiene de sobra en términos de producción visual y al aprovechar las locaciones madrileñas. Sigourney Weaver, villana en el filme, se alterna el papel de perseguidor y perseguido con Henry Cavill, quien actúa como protagonista, a la vez que vuelven trizas varios viaductos de la ciudad.

La hermosa Plaza de la Villa en la Calle Mayor, en la Madrid central de los Austrias, sufre el paso frenético de los dos coches que, sin reparo, descienden a empellones por las escaleras peatonales que de ella llevan a la Calle Segovia. Es la misma plaza donde Pedro Almodóvar rodó la escena de Átame (1990) en la que Antonio Banderas, Ricky, busca heroína en la noche y es perseguido por una jíbara enfadada. También la Puerta de Alcalá —donde el mismo Almodóvar rodó la secuencia para los créditos de Carne trémula (1997)— ve pasar a los rápidos vehículos. La persecución colapsa de manera violenta al pie de La Plaza de Toros de Las Ventas, al noreste por la Calle Alcalá. Las balas de The Cold Light of Day también chocan contra las paredes de la Plaza Mayor, una locación para al menos 50 películas según un estudio hecho en la Universidad Carlos III de Madrid. Julio Medem, por ejemplo, nos lleva a la Plaza durante un rato en un tono diametralmente distinto: su drama de 1998, Los amantes del círculo polar.

No solo le pertenecen a Almodóvar: las calles de Malasaña también inspiraron a Jim Jarmusch en Limits of control (2009)
No solo le pertenecen a Almodóvar: las calles de Malasaña también inspiraron a Jim Jarmusch en Limits of control (2009) | Foto: AFP

Otto y Ana, de nombres palíndromos y enamorados desde la infancia, se sientan el uno al lado del otro en el extremo norte de la plaza, añorándose, para luego retirarse de allí sin siquiera percatarse de su mutua presencia. Otro caso memorable es el de La flor de mi secreto (1995), en la que Almodóvar desocupa este espacio público para que, en una secuencia nocturna de rojos saturados, un hombre le baile a una mujer para luego recordarle la manera en que se conocieron, años atrás. Almodóvar, uno de los patrones creativos de la Movida Madrileña —el desenfrenado movimiento contracultural que se configuró en la capital española tras la caída del régimen franquista—, es un hijo de Malasaña y sus alrededores, hoy el área más gentrificada de la capital.

Fue en la Calle de la Palma donde rodó gran parte de su opera prima, Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón (1980). Y fue pocas calles al sur, en los Cuarteles de Conde Duque, donde rodó a Carmen Maura —Tina en La ley del deseo (1987)— mientras la mujer pedía a alguien regarla de pies a cabeza con el agua de una manguera. Y fue en ese sector, también, que el director manchego ubicó la tienda de ropa de La piel que habito (2011), para muchos la joya mejor escrita y realizada de su filmografía madura.

En Malasaña también nos cruzamos con fotogramas registrados en la película The Limits of Contol (2009), de Jim Jarmusch, una cinta de amores y odios entre su audiencia. En ella, un delincuente de pocas palabras —Isaac de Bankolé— se adentra en las calles del barrio para recibir mensajes en clave de los personajes más extraños. Lo más interesante de ese filme, en cuanto a localización, sin embargo, no ocurre en el centro, es el aprovechamiento visual de uno de los edificios más raros de la ciudad: las Torres Blancas, que no son varias sino una sola, y que asombra a quienes llegan a la urbe por la Avenida América. La edificación, diseñada y construida en la década de los sesenta, pretendía romper con el paisaje.

Inspirado en el cartel de Atáme, clásico de Pedro Almodóvar.
Inspirado en el cartel de Atáme, clásico de Pedro Almodóvar. | Foto: Ilustración: María Fernanda Ponce

Y lo logró: su planta está configurada con formas circulares repetidas a lo largo de sus 21 niveles. Según expresó en 2015 el ayuntamiento de la ciudad, la mitad de los rodajes de España —un país considerado de alto volumen de producción cinematográfica en el mundo— tienen lugar en la Comunidad de Madrid. Solo en ese año, aseguraron las autoridades, se autorizaron diez mil rodajes de toda índole. Es muy fácil asumir entonces que, en este preciso instante, se esté obturando una cámara de cine en algún rincón madrileño.

Por: Diego Montoya Chica @chinocarajoEste bogotano estudió Cine y luego Periodismo. Durante cuatro años editó Avianca en revista.

Artículo publicado originalmente en la edición 54 de la revista Avianca