TURISMO
¿Por qué únicamente hombres, dónde están las estatuas de mujeres en París?
La iniciativa del libro La guía del viaje propone una visita a París sobre las huellas de sus mujeres para luchar contra la dominación de estatuas, calles y fachadas dedicadas exclusivamente a héroes masculinos.
¿Dónde están las mujeres de París? ¿Dónde se escondieron las parisinas que tomaron la Bastilla en 1789, resistieron contra el ocupante alemán en los años 40 y arrancaron adoquines en mayo del 68? ¿Dónde están sus artistas que escribían o dibujaban en cuchitriles, en sus muelles, en las terrazas de café? ¿Se encuentran, acaso, en los acabados de las fachadas haussmanianas, en los bustos de las plazas, los nombres de sus calles o en las obras del Louvre? ¿A dónde fueron a parar las Françoise, Simone, Louise y Pauline que hicieron de París un terreno de lucha por la igualdad?
De 460 mil obras de la colección del museo del Louvre, solo 47 fueron creadas por mujeres. De 302 estaciones de metro, cuatro llevan el nombre de personalidades femeninas, como solo 12 por ciento de las calles de París. En el Panteón, necrópolis en cuya fachada se lee “a los grandes hombres, la patria agradecida”, tan solo reposan los restos de cinco mujeres entre las osamentas de 73 hombres.
Al constatar esa invisibilidad, la parisina Charlotte Soulary decidió crear la asociación La Guide du voyage o La guía del viaje (“la” guía y no “el” guía), que propone descubrir las ciudades detrás de los pasos de sus artistas, políticas, actrices, músicas, poetas, escritoras, filósofas, revolucionarias. ¿Su objetivo? Luchar por el ‘matrimoine’ (neologismo similar a la palabra ‘patrimonio’ en francés, pero feminizado).
“Durante un viaje a Nepal me di cuenta de que no había información sobre la contribución de las mujeres a la historia. Decidí visitar París, mi ciudad, bajo este ángulo y descubrí mujeres formidables”, cuenta Charlotte, quien publicó la guía de París en 2017 y dirige un blog desde Bruselas, su ciudad de residencia.
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Artistas, intelectuales,rebeldes y parisinas
Para descubrir este París casi invisible, nos dimos cita en una tarde fría de finales de otoño con Florence Al Talabani, copresidenta de la asociación, al frente de la Iglesia Saint-Germain-des-Prés, en el sexto distrito de la ciudad, corazón del París literario de la postguerra. Al frente del café Les Deux Magots, Florence nos muestra una placa en medio de una placilla adoquinada: “Plaza Jean Paul Sartre - Simone de Beauvoir”. La autora de El segundo sexo, aunque comparte el nombre con su pareja, hace parte de las pocas privilegiadas que han sido honradas en el espacio público parisino. Con su obra, de Beauvoir marcó los estudios de género al declarar que “no se nace mujer, se llega a serlo”. Así, denunció el falso determinismo biológico que durante siglos ha sido excusa para limitar la libertad de las mujeres.
Las obras de Beauvoir se pueden encontrar en una de las dos tiendas de libros feministas de la ciudad, a dos pasos de allí, en la calle Jacob. La ‘Librería de las mujeres’ honra a las escritoras desde 1974, durante una década en la que los franceses, impulsados por mayo de 1968, comenzaron a destruir una vieja sociedad de autoritarismo, de sexualidad reprimida y de machismo inveterado. Un poco más al norte, en la calle Bonaparte, entramos en el patio de la Escuela de bellas artes, institución en la que, desde comienzos del siglo XIX, se han formado grandes artistas de Francia, como Renoir, Degas, Monet, Matisse… ¿Y las mujeres? “El genio era por supuesto una cualidad de hombres, ¿por qué las mujeres deberían estudiar arte?, se pregunta Florence irónicamente. “También se consideraba, en esa época, que si dejaban entrar a las mujeres, los hombres se distraerían, a pesar de su genio”, añade con una sonrisa. Apenas en 1897 pudieron participar en talleres de arte y, en 1901, luego de discusiones fogosas en el consejo de la escuela sobre moralidad y buena educación, se les autorizó pintar desnudos.
Al retomar la calle Napoleón hacia el Sena, desembocamos en la plaza Mahmoud-Darwich, donde se erige la estatua en piedra de una figura femenina. ¡Florence nos mintió! En el patrimonio de París las mujeres sí están presentes. ¡Y qué mujer! Una mujer en toga con una corona de ramas de roble en la cabeza y una espada en la mano derecha, combativa, valiente. “Es una mujer, es verdad, pero es la Mariana, la alegoría de la República francesa. En el patrimonio se ven frecuentemente representaciones idealizadas, creadas mayoritariamente por hombres. Se ven muy pocas mujeres reales, pocas celebradas por su contribución a la historia”, corrige Florence. Sobre esa plaza, emerge una cúpula dorada cortando el horizonte de este cielo brumoso que anuncia el invierno. Es la Institución de Francia, donde se reúne la Academia Francesa, organismo que desde 1634 protege lo que algunos llaman con orgullo “la lengua de Molière”.
A sus 40 miembros se les conoce como los “inmortales” por su supuesta celebridad perpetua, aunque muchos ya han sido enterrados en el olvido. Las mujeres debieron esperar 346 años para entrar a esta institución creada por el cardenal Richelieu. Marguerite Yourcenar, autora de Memorias de Adriano, fue la primera en 1980. Desde entonces, nueve mujeres han entrado. Solo nueve de los más de 733 “inmortales” de la historia.Atravesamos el muelle y observamos, desde el Puente de las Artes, el Louvre, que bordea el Sena con sus fachadas del sur, desbordantes, construidas en la época de Henri IV y Luis XIV. Esta institución venerada, también es un vestigio de siglos de exclusión. La más célebre de las pocas mujeres cuyas obras se exponen allí es Élisabeth Vigée Le Brun, retratista de la reina Marie-Antoinette. Sus pinturas, que toda la Europa monárquica se disputaba, la hicieron célebre en su época, aunque en el siglo XX cayó en el olvido detrás del lienzo de sus colegas masculinos. Su dominio del estilo neoclásico y la fuerza con la que forjó un destino de artista en un mundo de hombres hacen de ella una rebelde, a pesar de su monarquismo que la llevó al exilio.Bordeamos la orilla norte del Sena, tomamos el Pont au Change sobre las aguas turbias del río y nos detenemos en el bulevar del Palais, al frente de la Conciergerie, la antigua prisión en la cual Marie-Antoinette esperaba el filo helado de la guillotina.
La reina compartió ese lugar con una de las mujeres más famosas del feminismo, Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana. Marie Gouze, como se llamaba realmente, luego de quedarse viuda, decía que el matrimonio era la tumba de la confianza y el amor. No se volvió a casar pues en la época se necesitaba el permiso del marido para publicar.Viuda y libre, Olympe de Gouges, con una pluma prolija, creó obras de teatro, novelas, afiches, discursos y ensayos. Militante contra el esclavismo y reformista, se volvió un ícono de la causa negra y progresista. A finales del siglo XVIII, desarrolló la idea de un impuesto para los ricos, la creación de maternidades y exigió la instauración del divorcio. Con su Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de 1791, de Goges es reconocida como una de las pioneras del feminismo francés.
El artículo primero de su texto es subversivo: “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Su vida terminaría en la guillotina, detenida bajo órdenes de Robespierre por haber apoyado a los girondinos, grupo político que quería salvar de la pena de muerte a Louis XVI y a Marie-Antoinette.Cruzamos la calle de Lutèce en dirección de la catedral de Notre Dame, herida pero en pie, en parte devastada por el incendio de abril de 2019. Florence nos recuerda aquí que otras formas de lucha por la igualdad se han producido recientemente, como las manifestaciones de las Femen. En febrero de 2013, durante los debates de la adopción del matrimonio homosexual en Francia y poco después de la renuncia del papa Benedicto XVI, activistas de Femen entraron a la iglesia, destaparon sus senos y golpearon las campanas que se exponían ese día en la nave bajo los ojos aterrados de los devotos y ante el pánico de los agentes de seguridad que no sabían cómo atrapar por la fuerza a unas jóvenes con sus torsos desnudos. “La Iglesia es una institución que poco ha hecho por los derechos de las mujeres”, dice Florence.
La acción de las Femen recuerda que el combate continúa en todas partes y que, gracias a esas luchas, la ciudad cambia poco a poco. Las nuevas estaciones del Tramway de París que han sido inauguradas llevan nombres de mujeres, algunas calles son rebautizadas y cuatro grandes mujeres entraron al Panteón en los últimos cinco años, incluida Simone Veil, ministra que impulsó la despenalización del aborto en Francia en 1975. Gracias a Charlotte y Florence, y a la revuelta de miles, la igualdad se hace visible en la Ciudad Luz.
Cartografías
Pauline Phelippeau28 añosAbogada. Vive en la calle Carpeaux, dedicada al escultor Jean-Baptiste Carpeaux. Mi calle se llamaría Camille Claudel, por la escultora. Se le recuerda como la mujer de Rodin, pero era una artista completa que no necesitaba de su pareja para existir. Le haría un monumento a Simone de Beauvoir; representa a París.Célia Darrisseç 25 añosAsesora en relaciones territoriales. Vive en la calle Traversière. La calle Traversière sería para mí la calle Christiane Taubira, exministra de la justicia, impulsora del matrimonio homosexual. Zohra Drif, argelina militante del Frente de Liberación Nacional, merece un monumento. Tiene el mismo nombre que mi madre.Philippine Chaboisson31 añosComunicadora. Vive en la calle Léon Frot, bautizada en honor al político comunista francés. La calle donde vivo se llamaría Françoise Sagan, autora de la novela Bonjour tristesse. Le construyo un monumento a George Sand, escritora romántica francesa.
Las paradas de La guía del viaje:
1. Plaza Jean-Paul Sartre - Simone de Beauvoir (distrito VI)2. Librairie de femmes, rue Jacob (distrito VI)3. Escuela de Bellas Artes, rue Bonaparte4. Instituto de Francia (Academia Francesa), 23 Quai de Conti5. Museo del Louvre6. Conciergerie, 2 Boulevard du Palais7. Notre Dame, Île de la Cité
Sergio Peñaranda - Periodista colombiano. Excorresponsal de la revista SEMANA
Artículo publicado originalmente en la edición 80 de la revista Avianca