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Un asunto terrenal

La excomunión de dos obispos puso de nuevo sobre la mesa la disputa del gigante asiático con la Iglesia Católica y las libertades religiosas en ese país.

13 de mayo de 2006
Aunque en China hay libertad para practicar cualquier religión, esta debe ser controlada por un organismo estatal. Por eso en el país asiático exiten dos Iglesias: la Patriótica Católica, controlada por el gobierno, y la Clandestina, que sigue fiel a Roma

La decisión del Vaticano de excomulgar a los sacerdotes Liu Xinghong y Ma Yingling, el 3 de mayo, luego de que fueran designados como obispos por la Iglesia Patriótica Católica, es sólo un ejemplo más de la disputa entre la Santa Sede y China, un tema más cercano a la política que a la religión.

En este asunto también se mezclan el derecho a la libertad religiosa y la persecución que han tenido que vivir muchos creyentes chinos, pues bajo la premisa marxista de que "la religión es el opio del pueblo", no sólo los católicos, sino los seguidores de otras tendencias religiosas, han tenido que actuar en la clandestinidad desde la fundación de la República Popular China en 1949.

La excomunión de los obispos se debe a que, por cuenta de la Revolución Cultural, existen dos comunidades católicas: la Iglesia Patriótica China y una clandestina, obediente a los preceptos romanos. Y es que la República Popular China es "laica y atea", cualquier tipo de creencia que sigan los ciudadanos no puede interferir con la ideología comunista y debe ser controlada por un organismo estatal.

La Iglesia Patriótica Católica, creada en 1957, responde al Consejo estatal chino de asuntos religiosos. Aunque en sus lineamientos y rituales básicos no se distingue de la Romana, la Iglesia Patriótica no obedece al Papa. Por eso la Iglesia China nombra sus propios obispos, lo que para el Vaticano es una afrenta que merece la excomunión a quienes reciban el prelado de alguien distinto al Sumo Pontífice.

Según expertos entrevistados por la revista Time, los motivos que le impiden al gobierno chino aceptar el poder vaticano dentro de los católicos de su país tiene que ver con el temor de que ocurra algo parecido a lo de Europa del Este en los años 80. La influencia de Juan Pablo II fue clara en el colapso del sistema comunista, por eso los chinos se cuidan de que una religión con gran influencia política adquiera peso en su país y se venga abajo el proyecto del último medio siglo.

Por eso los católicos también han tenido que lidiar con la clandestinidad en China. Quienes decidieron ser leales al Papa actúan de modo subterráneo y aunque en muchas ocasiones se mezclan con los católicos 'oficiales', pues asisten a las mismas ceremonias, los sacerdotes son los que llevan la peor parte. Según organizaciones como la Fundación Cardenal Kung, que aboga por la libertad religiosa en China, más de 30 clérigos están en la cárcel y unos dos millones y medio de cristianos han sido encarcelados en los últimos 30 años, por cuenta de su vocación religiosa.

Aunque la oficialidad afirma que "China es un país con libertad de creencia religiosa y coexistencia de múltiples religiones", lo cierto es que los miembros de distintas devociones han sido detenidos en cárceles o campos de trabajo y asesinados. Este es el caso de los monjes budistas en el Tíbet y de la secta Falun Gong, que ha denunciado la persecución a viva voz. Tanto es así, que en la pasada visita del presidente de China, Hu jin Tao, a Estados Unidos, una seguidora de este grupo le exigió a Hu la libertad para sus correligionarios.