UN PROPUESTA BELIGERANTE

Reconocer un estatus de beligerancia restringida a las Farc tiene más problemas que ventajas

15 de noviembre de 1999

La semana pasada los colombianos escucharon por primera vez el término de
'beligerancia restringida'. El tema fue puesto en la mesa por el ex presidente Alfonso López Michelsen,
quien, en su columna dominical en el diario El Tiempo, propuso que se le otorgara ese estatus a las Farc.
Según el ex mandatario, el otorgamiento de la beligerancia restringida, por parte del propio gobierno de
Colombia y no de un tercer Estado, permitiría que el canje se llevara a cabo dentro de los lineamientos del
Derecho Internacional Humanitario y no del ordenamiento legal colombiano y garantizaría el acatamiento de
las partes a las normas internacionales que rigen los conflictos armados internos.
A semejante propuesta, a la que López llegó luego de estar en desacuerdo históricamente con el
reconocimiento de beligerancia tradicional, se sumó la rápida respuesta de las Farc. La guerrilla no sólo se
mostró de acuerdo con la propuesta de López sino que además dijo estar dispuesta a terminar la práctica del
secuestro y someterse al Derecho Internacional humanitario.
Pero la propuesta de López generó reacciones adversas. Paradójicamente se mostraron de acuerdo con
la propuesta algunos columnistas o dirigentes no propiamente afectos al ex mandatario, como Daniel
Samper Pizano, Alfredo Rangel, Antonio Morales y Enrique Gómez Hurtado. Pero una buena parte de los
llamados 'generadores de opinión' y el gobierno rechazaron la propuesta de López por considerarla
inconveniente o aun peligrosa.
La propuesta de López tiene, por una parte, problemas fácticos, para empezar. Expertos en la materia se
encargaron de corregir al ex presidente en el tema de la beligerancia restringida, estatus que nunca otorgó el
gobierno salvadoreño al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), como lo afirmaba
López. En ese caso el gobierno reconoció la naturaleza política para adelantar las negociaciones con los
dirigentes del Farabundo Martí. Fueron terceros gobiernos, los de México y Francia, los que reconocieron la
beligerancia de la guerrilla salvadoreña, con lo cual modificaron dramáticamente la percepción sobre el
conflicto en ese país.
Pero más allá de lo fáctico, el verdadero problema de la propuesta de López es que parte de una premisa frágil:
está basada en la buena fe de las Farc y en su voluntad para llegar a un acuerdo negociado con el
gobierno. Es decir, la propuesta podría tener algo de validez para aquellos que creen que la negociación es
viable y que hay un compromiso serio de parte de la guerrilla. Pero pocos creen hoy en esa voluntad de las
Farc. Y lo cierto es que si no hay buena fe de parte de las Farc el reconocimiento del estatus de
beligerancia sí podría acarrear consecuencias graves.
La beligerancia, por ejemplo, parte del reconocimiento de un control territorial por parte de la guerrilla. El
reconocimiento de beligerancia hace posible, además, que un tercer Estado que reconozca semejante
beligerancia se declare neutral frente al conflicto interno colombiano. Además obliga a que el conflicto sea
regido, no por las normas internas sino por el derecho internacional: los capturados no pueden ser
sometidos al derecho penal colombiano en ese caso, sino a las normas internacionales sobre prisioneros de
guerra. Y, entre otras, deja la soberanía del Estado en entredicho en la medida en que ante terceros se
evidencia la existencia de dos poderes, de similar legitimidad, en conflicto por el poder. Todo lo cual explica la
velocidad con la que las Farc respondieron a López.
Pero independientemente de si la propuesta de López es o no viable, o de su inconveniencia, lo que no hay
duda es que es prematura. Muchos en Colombia estarían dispuestos a hacer una concesión de esa
naturaleza a la guerrilla si el proceso estuviera más avanzado. Previa liberación de los secuestrados y luego de
avanzar en algunos de los temas de la agenda, el gobierno podría someter una idea de esa naturaleza a un
referendo popular y no estaría corriendo enormes riesgos como ahora. Pero para no pocos el reconocimiento
de estatus de beligerancia a la guerrilla no puede ser el comienzo de un proceso de paz sino un paso cercano
a su culminación.