OPINIÓN

Universidades para la Competitividad

Las empresas colombianas enfrentan un entorno altamente competitivo debido a la globalización y a las grandes transformaciones de los procesos de desarrollo, producción, mercadeo, comercial y logístico, así como por mayores niveles de especialización de las capacidades productivas de sus trabajadores.

Carlos Andrés Pérez, Director Económico y de Competitividad de la Cámara de Comercio de Cali
9 de abril de 2019
| Foto: iStock

El mercado laboral colombiano revela que uno de los principales problemas que enfrentan, desde orillas distintas, las empresas y los hogares corresponde a una enorme de falla de coordinación entre estos dos grupos y un tercero fundamental para el desarrollo productivo y la competitividad: las universidades. Los bajos niveles de innovación y productividad, así como las brechas de capital humano limitan la competitividad de las empresas. Por su parte, los hogares requieren mejores condiciones en términos de estabilidad laboral, ingresos y crecimiento profesional para alcanzar mejores condiciones de calidad de vida.

Las empresas colombianas enfrentan un entorno altamente competitivo debido a la globalización y las grandes transformaciones de los procesos de desarrollo, producción, mercadeo, comercial y logístico, así como mayores niveles de especialización de las capacidades productivas de sus trabajadores. De otra parte, a pesar de la gran reducción de las tasas de pobreza registrada en Colombia en los últimos años, los bajos salarios o la falta de ingresos ponen en riesgo la sostenibilidad de este gran logro.

Las altas tasas de desempleo en Colombia no reflejan necesariamente desaceleraciones económicas sino la dinámica de mercado en el que las personas ofrecen su talento a las empresas, pero estas no encuentran entre los aspirantes descartados, e incluso entre algunos seleccionados, las competencias requeridas. Por ejemplo, el máximo nivel educativo alcanzado por 43% de la población ocupada en Bogotá en 2018 fue la secundaria y, entre las principales ciudades, la tasa de desempleo de los profesionales en Medellín es la más alta (10%). Eduardo Lora resaltó recientemente en su columna que solo 22% de los hombres y 14% de las mujeres que participan en el mercado laboral colombiano alcanzan condiciones de empleo pleno y decente. Los empleos de mala calidad se crean solos.

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Ante esta realidad, las personas buscan señalizarse mejor realizando diplomados, cursando programas técnicos y tecnólogos que no necesariamente sirven para alcanzar un empleo formal. Por ejemplo, durante el último trimestre de 2018, más de 30% de los desempleados en Cali eran personas que habían alcanzado algún título de educación técnica, tecnológica o profesional. En 2018, en cuatro de las cinco principales ciudades colombianas aumentó la tasa de desempleo juvenil (solo Cali registró reducción).

Las universidades colombianas parecen ignorar una gran oportunidad que, en el mejor de los casos, aprovechan consultores privados. Las empresas enfrentan presiones competitivas y de transformación que no dan espera a que las universidades ajusten su oferta de programas de pregrado y posgrado. Las empresas innovadoras y con vocación de crecimiento saben resolver ese tipo de desafíos. Cuando la solución no está en el mercado laboral, se recurre a consultores.

Las universidades colombianas deben asumir el reto de transformarse para prestar servicios de formación especializada, consultoría y extensionismo tecnológico a las empresas, tal como lo hacen varias de las principales universidades del mundo. Un caso relevante es el de Georgia Tech, ya que cerca de 65% de sus ingresos operacionales, más de US$910 millones , proviene de servicios de este tipo de actividades y solo 26% de corresponden a las matrículas estudiantiles.

El conocimiento científico, la infraestructura de laboratorios y la capacidad de investigación de las universidades podría atender las necesidades de las empresas en materia de formación especializada, consultoría y extensionismo tecnológico. De esta forma, las mejores universidades del País generarían mayores ingresos, lo que a su vez les permitiría pagar mejores salarios, ampliar su cobertura con programas de becas y formar mejores profesionales, los cuales realizarían prácticas exigentes prestando servicios y familiarizándose con los requerimientos de sus futuros empleadores.

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Estos departamentos de formación especializada, consultoría y extensionismo tecnológico no se deben encargar a docentes o investigadores convencionales. Deben ser dirigidos por personas con experiencia y relacionamiento con el sector privado, con criterio gerencial y capacidad de diseñar productos y servicios a partir de la infraestructura tecnológica y las capacidades de investigación y formación de cada universidad.

Para acelerar este proceso, los gremios, las cámaras de comercio y ministerios relacionados con sectores productivos como Industria y Comercio, Agricultura, Vivienda, Minas, Agricultura y TICs, entre otros, deben impulsar programas de desarrollo empresarial regional en los que participen las universidades.

Es poco probable que Colombia alcance grandes avances en productividad, innovación e internacionalización que permitan mejorar las condiciones laborales y de calidad de vida de los hogares si no se incorporan mayores niveles de conocimiento y tecnología en las empresas. Las universidades son fundamentales para impulsar el desarrollo del País.

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