El enemigo de mi enemigo...
Estados Unidos y Europa quieren firmar un TLC, una movida calificada por algunos como una alianza para frenar el creciente poderío chino.
Aunque la comparación parezca exagerada y hasta paranoica, fue una de las primeras reacciones ante el lanzamiento de las negociaciones de un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y los 27 países de la Unión Europea, acuerdo que el influyente diario Washington Post no dudó en bautizar como Eurafta (haciendo referencia al Nafta, primer gran pacto de este tipo firmado entre Estados Unidos, México y Canadá).
Al unirse las dos economías responsables de la mitad del PIB mundial se crearía un nuevo clan, sin carácter bélico, pero con características similares a la Otan y que serviría no solo para hacerle contrapeso a China, sino para consolidar “los valores occidentales”.
Si bien los aranceles entre los dos bloques ya son bajos (con un promedio de 3%), reducirlos a 0% podría expandir en 50% el comercio bilateral y generar un crecimiento adicional de 1% en ambos lados del Atlántico. Además, en caso de que se logre (está programado que las negociaciones duren dos años), no solo se les daría impulso a las economías estadounidense y europeas, sino al planeta entero, y en particular a países como Colombia, que ya tiene TLC con estos dos gigantes.
El Eurafta también podría ayudar a mejorar la apertura global, pues sería un motor para destrabar la llamada Ronda de Doha, impulsada por la Organización Mundial de Comercio, que busca liberalizar el comercio global y que lleva 12 años estancada.
El lobby
Pero, aunque los líderes europeos y estadounidenses están de acuerdo en los beneficios que les traería el Eurafta, las negociaciones no serán fáciles, dado que deben ser avaladas por 28 congresos altamente influenciados por los lobistas, en particular los del agro, que han sido los primeros en manifestar su ansiedad.
Además de los elevados subsidios que ambos bloques dan a sus agricultores, se mezclan otras trabas como las celosas denominaciones de origen europeas (como Champagne o Roquefort), así como la negativa de los europeos a recibir productos transgénicos cultivados en Estados Unidos, que son hoy gran parte de su producción.
Además, tendrían que resolver una vieja disputa entre sus dos fabricantes de aviones: Boeing y Airbus, por acusaciones mutuas sobre subsidios.
Para los analistas, si Barack Obama logra superar estas barreras y firma el Eurafta, dejará un legado más importante que ser el primer afroamericano que llegó a la presidencia de Estados Unidos o que recibió el premio Nobel durante su mandato, pues no solo impulsaría la economía, sino que les pondría el ‘tatequieto’ a los chinos.