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30 años del Walkman
El antepasado del iPod está de aniversario. Cómo ha cambiado el mundo del entretenimiento desde entonces.
Cuenta la leyenda que en cierta ocasión, Akio Morita, el mítico fundador de Sony, vio un grupo de jóvenes norteamericanos parados en una esquina escuchando música en esas enormes grabadoras que llevaban a todas partes encima del hombro, como quien carga un bulto de cemento, y se le ocurrió que esos muchachos merecían algo mejor. Y les dio el Walkman, el primer reproductor de música que se podía llevar en el bolsillo. De eso hace 30 años y con todo su éxito, el hoy tan popular iPod todavía está lejos de la marca de ventas que impuso el legendario Walkman de Sony: 380 millones de unidades vendidas en los años 80.
Como muchas otras cosas que a Morita y su socio Masura Ibuka se les ocurrieron en esos años dorados de Sony, este pequeño dispositivo estaba destinado a cambiar la cultura de la gente. Escuchar música sería, a partir del Walkman, otra cosa. Durante los años siguientes la compañía introdujo numerosos modelos con variaciones de diseño y funcionalidad, todos basados en el concepto de alta fidelidad para consumo individual mediante audífonos personales.
No faltaron los sociólogos de la cultura que criticaron el artefacto por promover el consumo individualizado y el aislamiento de los jóvenes, misma crítica que se ha formulado contra el computador, Internet y los videojuegos; y aunque a los críticos no les falta razón, en realidad estas tecnologías han propiciado también otras formas de comunicación y otras culturas de red. Era sólo cuestión de tiempo para que las personas comenzaran a hacer cosas interesantes con estos inventos.
El heredero natural de la dinastía es el iPod, sin duda. Y aunque por tecnología la comparación entre éste y su antecesor podría resultar odiosa, el concepto que subyace es el mismo. El Morita de la industria tecnológica actual es Steve Jobs, quien agregó una idea más a la receta: descargar la música en el iPod desde un tienda virtual en Internet, con lo cual enlazó el negocio de vender canciones con el de vender aparatos y creó una verdadera conmoción tecnológico-comercial.
En los tiempos digitales, por supuesto, la velocidad de evolución de los aparatos es sorprendente. El primer iPod que vio la luz en 2001 tenía la famosa rueda, mientras el más reciente iPod Touch se basa en las delicias de la pantalla táctil. Los primeros Walkman utilizaban casetes y los últimos utilizaron minidisc. En un divertido experimento organizado por la BBC, a un jovencito de 13 años se le dio un Walkman con una cinta adentro, para que lo utilizara en lugar de su iPod, durante una semana. El muchacho dijo que tardó dos días en descubrir que había música en el otro lado de la cinta y lamentó que no podía pasar directamente a la canción que quería, como se puede hacer en un reproductor de música digital. Pero la experiencia de escuchar la música en alta fidelidad, tirado sobre la cama sin molestar a los demás, le resultó asombrosamente similar. Hasta encontró más amigable socialmente el viejo Walkman, que traía dos entradas para audífonos, lo que permitía compartir la experiencia musical, y descubrió que poniendo el dedo sobre el botón forward y soltándolo aleatoriamente después de un rato, podía lograr el mismo efecto del iPod Shuffle.
Apple hizo en los años 2000 lo mismo que Sony en los 80: cambiaron las formas de consumo y crearon nuevos hábitos de entretenimiento, todo a partir de innovaciones tecnológicas. Apple prácticamente ha creado un estándar en cuanto a reproductores, sus ventas superan claramente la competencia y el iPod es un ícono mundial. Pero hubo una época, hace 30 años, cuando algo parecido al iPod, un tanto más grande y pesado, colgaba de los cinturones de los jóvenes de todo el planeta.