La mayoría de nosotros vemos todo borroso si abrimos los ojos cuando estamos sumergidos en agua.
Esto se debe a un problema de la física: la densidad del agua es similar a la del fluido ocular y la luz refractada no puede ingresar bien al ojo.
Es por esto que los humanos por lo general solo podemos ver bien cuando estamos en contacto con aire.
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Pero hay una excepción: el pueblo moken, que habita en el mar de Andamán, un sector del océano Índico entre Birmania y Tailandia.
A esta tribu se la conoce como los "gitanos del mar" porque pasan la mayor parte del año viviendo en chozas sobre el agua o en botes, y solo van a tierra para abastecerse de suministros.
Si tienes genes moken puedes ver de forma cristalina debajo del agua.
Se cree que esta mutación genética surgió debido a que los moken pasan mucho tiempo debajo del agua, recolectando alimentos del lecho marino y pescando con arpón en el fondo del mar.
Una investigación científica publicada en 2003 en la revista Current Biology reveló que la mutación genética de los moken hace que sus ojos cambien de forma debajo del agua.
Esto permite que la luz refracte de forma correcta al ingresar a sus ojos y hace posible que vean con claridad, incluso sumergidos más de 20 metros debajo del agua.
2. Tolerancia al frío
Otra ventaja genética observada en algunos pueblos originarios tiene que ver con la capacidad de resistir a bajas temperaturas.
El cuerpo humano tiene un rango normal de temperatura que oscila entre los 36.5 y 37.5 ?. Es por esto que la mayoría de los seres humanos estamos mejor preparados para lidiar con climas calurosos que fríos.
Un cuerpo normal no puede resistir el frío extremo. Pero hay algunas poblaciones que sí tienen esa capacidad, gracias a sus genes especiales.
Tribus como los Inuits, que habitan en el Ártico, o los Nenet, que viven en el norte de Rusia, se han adaptado a las temperaturas heladas.
Sus cuerpos responden de manera distinta al frío porque están constituidos biológicamente de forma distinta al resto.
Por ejemplo, ellos no tiemblan de frío, tienen menos glándulas sudoríparas, su piel es mucho más calurosa de lo normal y sus metabolismos tienen tasas mucho más altas.
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Estas habilidades son netamente genéticas: si te mudas al medio del Polo Norte y vives ahí por décadas no adquirirás las increíbles capacidades que tienen los pueblos que llevan estas mutaciones.
3. Menos horas de sueño
Una habilidad que sí podrías tener, sin pertenecer a ninguna tribu, es la de funcionar bien con menos horas de sueño que lo habitual.
Varios estudios han demostrado que la mayoría de las personas necesitan dormir entre 7 y 9 horas para poder sentirse descansados.
Dormir menos puede causar problemas de concentración y de salud, tanto físicos como mentales.
Sin embargo, un estudio realizado con mellizos en 2014 llevó a la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño a descubrir que existe una mutación genética que permite que algunas personas necesiten menos horas de sueño.
Las personas con el gen DEC2 mutado tienen la capacidad de tener un sueño REM más intenso, lo que hace que su descanso sea más efectivo.
Con 6 horas de sueño o menos se sienten completamente descansados y listos para encarar el día.
Sin embargo, los expertos aclaran que esta mutación afecta a una proporción extremadamente pequeña de personas -menos del 1% de quienes reportan dormir poco-.
Por eso, si tu duermes poco y crees que estarás bien porque quizás tienes la mutación genética, lo más probable es que no sea así y necesites más horas de descanso.
4. Huesos más densos
Esta ventaja sí parece salida de un cómic de superhéroes. El personaje podría llamarse "el hombre o la mujer de los huesos fuertes".
La mayoría de nuestros esqueletos van perdiendo densidad y masa ósea a medida que envejecemos. Se lo conoce como osteoporosis y puede generar fracturas y deformaciones óseas.
Pero hay algunas personas que tienen una mutación en un gen llamado SOST, que controla a la proteína esclerostina, que regula y controla el crecimiento de los huesos.
Un estudio realizado por científicos de Investigación y Desarrollo en Chiroscience en Bothell, Washington, halló que quienes tienen esta mutación no pierden masa ósea a medida que envejecen.
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Sus huesos continúan acumulando densidad y masa con el paso del tiempo, dándoles el esqueleto de una persona mucho más joven.
Esta mutación fue hallada en algunas personas de origen afrikaner, como se conoce a las poblaciones de origen holandés que viven en Sudáfrica.
Ahora los científicos buscan la manera de replicar esta mutación para permitir que otras personas pueden revertir el envejecimiento de sus esqueletos.
5. Adaptación a las alturas
Las comunidades andinas lo llaman "soroche" y cualquiera que lo haya padecido no lo olvidará con facilidad. Es el malestar que se siente a grandes alturas por la falta de oxígeno.
Este mal de altura o mal de montaña suele causar mareos, baja de presión, dolor de cabeza y trastornos respiratorios.
Son muchos los trucos que se aconsejan para evitarlo: moverse despacio, comer poco, no realizar grande esfuerzos, mascar coca. Algunos recurren a medicamentos. Pero lo cierto es que aún así muchos caen "apunados".
Sin embargo, no es un problema que afecte a las poblaciones que viven en la montaña.
Estudios realizados a los quechuas de los Andes y los tibetanos del Himalayamostraron que ellos cuentan con ventajas genéticas que les han permitido adaptarse a su ambiente.
Sus torsos son más grandes y tienen mayor capacidad pulmonar, lo que les permite incorporar más oxígeno con cada inspiración.
Y mientras que la mayoría de las personas produce más cantidad de células rojas cuando su cuerpo recibe poco oxígeno, ellos producen menos.
Estas características se mantienen incluso cuando estas poblaciones se mudan a lugares más bajos, ya que forman parte de sus genes.
Quizás esta mutación no los convierta oficialmente en "superhéroes" pero más de un turista que lucha por subir una montaña a paso de hormiga y es sobrepasado por un local que sube corriendo -a veces acarreando varios bolsos- seguramente sí crea que tienen superpoderes.