Entrevista
Alberto Linero les hace una advertencia a los papás de hoy: “Hay que dejar aburrir a los hijos”. Habla de los peligros de sobreprotegerlos
Alberto Linero recoge en su nuevo libro las enseñanzas de 20 años de El Man está vivo. Habla de las claves de la relación de pareja, de las razones para divorciarse y de la búsqueda constante de los papás para que sus hijos sean felices.
SEMANA: ¿Cuál es la historia de El Man está vivo?
Alberto Linero: Siempre estoy interesado en que los seres humanos adquieran hábitos que les permitan desarrollar sus cualidades, sus habilidades. Estoy interesado en que los seres humanos tengamos hábitos físicos que nos permitan estar bien. En ese proceso dije: “Qué mejor que tener una rutina, que tener una experiencia de oración”. En medio de un acto creativo, que para mí está siempre inspirado por Dios, por mi relación con Jesús de Nazaret, aparece el oracional. Lo que se busca es hacer una oración de la mañana, una reflexión, una tarea y una oración de la noche. Busca generar tres momentos de reflexión, tres momentos de interiorización, tres momentos de estar conmigo que permitan desarrollar la experiencia espiritual. Cuando salió, vendimos 500 esa primera vez y llegamos hasta vender casi 300.000 mensuales.
SEMANA: ¿Por qué la gente siente que se enganchó tanto con El Man está vivo?
A.L.: Porque los seres humanos necesitamos conexión espiritual. Necesitamos tener momentos de pararnos, de detenernos, de interiorizar, de reflexionar, de encontrarle sentido a la vida. Algunos la realizan a través de la música; otros, a través del yoga; otros, a través de la pintura, a través de distintas manifestaciones; y algunos lo hacemos a través de la experiencia espiritual concreta. Yo creo que esta manera de orar, esta manera de expresarnos, hizo clic con muchas personas.
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SEMANA: El libro aborda mucho el amor y en especial el amor de pareja. ¿Qué claves hay para mantenerlo?
A.L.: Hay muchas reflexiones. Tengo el privilegio de haber sido fruto de la relación de mi padre y mi madre, que vivieron juntos hasta que él se fue, hasta que allá en el computador del cielo dijeron: le toca, Carlos Linero. Pero no solo eso. Acompañé a muchas parejas a ir al altar, algunas famosas, como Betty y Armando. También acompañé a muchas parejas en sus rupturas, en sus reconciliaciones, en enfrentar crisis y en salir adelante en la crianza. Creo que las parejas siempre están juntas por libertad, porque quieren estar juntas.
SEMANA: ¿Y cuál es el éxito ahí?
A.L.: Durante 25 años dije esto y hoy lo estoy viviendo. Creo en lo que dice el texto bíblico: “Dejar unirse y llegar a ser”. La relación de pareja supone renuncias y uno tiene que comprender cuáles son las renuncias que hace. Yo antes veía ocho partidos de fútbol los domingos. Ya entiendo que solo puedo ver dos. Muchas parejas fracasan porque no quieren renunciar a nada. Dos, hay que aceptar a la persona cuando uno la conoce ya de verdad. Ahí entiende que hay situaciones que son maravillosas y otras que no le gustan tanto a uno. Pero saber que mi felicidad está determinada por la felicidad de otras personas. Y, lo tercero, llegar a tener un proyecto individual y otro conjunto. Saber que estamos juntos para algo. Uno tiene que tener claro que está junto con otra persona para algo. Sin ese algo, las cosas no funcionan. Esos tres verbos o formas verbales terminan en aprender a cuidar a la pareja, aprender a consentir a la pareja y dejar ser a la pareja.
SEMANA: ¿Cuáles son esas razones para estar con alguien?
A.L.: Yo escribí un texto, un libro que se llama Si estás enamorado,no te cases. Si la pareja que tienes es la perfecta para ti, no te cases porque es probable que te estés engañando. Nadie es perfecto para nadie. Las razones para estar con alguien son que se me da la gana estar con ese alguien, a pesar de que tiene errores, a pesar de que tiene dificultades. Yo ejerzo mi libertad estando con ella, estando con él, porque me siento acompañado, complementado, asistido, amado, cuidado y por algo mágico. Yo me siento feliz cuando esa persona es feliz.
SEMANA: ¿Y cuándo se sabe que llegó el momento de divorciarse?
A.L.: Cuando no hay admiración y las emociones negativas son mayores que las emociones positivas. Hay un autor, John Gottman, que dice que para que una pareja funcione se necesita una proporción cinco a uno, cinco emociones positivas por una negativa. Cuando eso se invierte, ya esa vaina no está bien. Cuando me fastidia estar con esa persona, cuando me siento abusado por esa persona, cuando siento que esa persona está definitivamente intentando controlar o manipular mi vida. Esas son razones suficientes, podríamos decirlo poéticamente. Cuando creo que el amor se acabó, cuando veo sufrir y eso no me interesa. Ahí algo se rompió.
SEMANA: La llegada de los hijos antes era algo más automático. Pero hoy causa muchas reflexiones. ¿Qué es lo que ha cambiado?
A.L.: Todo ha cambiado. Primero, porque entendemos que la procreación no es una imposición. La procreación es una decisión. Mis papás nunca se preguntaron si querían tener seis hijos. Tuvieron seis hijos. Casi que se casaron para tener seis pelados. Hoy no. Es una decisión. No se tienen hijos por imposición, se tienen hijos porque uno decide tener hijos y es tan respetable tenerlos como decidir no tenerlos. Lo segundo, han cambiado las circunstancias, los contextos. Antes la mamá se quedaba en casa y había una articulación entre casa y escuela. No había otros actores sociales que intervinieran invasivamente. Entonces, eso daba una cierta tranquilidad. Yo soy feliz de que las mamás ya no se queden en casa y realicen su propio proyecto de vida, pero se decidió bien cómo hacer que el niño estuviera acompañado.
SEMANA: Pero ha cambiado mucho también la forma como los papás se relacionan con sus hijos.
A.L.: Claro. Porque hemos entendido que los niños tienen que ser educados positivamente. A mí me educaron a punta de gritos, de pellizcos, de descalificaciones. Hoy sabemos que eso le hace daño a una persona y que mis traumas, porque yo soy un tipo traumado, y el que diga que no está traumado siendo de esa formación es porque no se conoce o porque es mentiroso, vienen de allí. Entonces, cambiamos eso. Hoy somos más conscientes de la necesidad de que los niños sean dueños de su vida. Es un proceso progresivo, sin extremos. La crianza ha cambiado todo para bien y yo estoy feliz de la manera como hoy los papás crían a los niños.
SEMANA: Hoy el principal miedo de muchos papás es que sus niños no sean felices. ¿Cómo se logra esa felicidad?
A.L.: Dejando a los niños ser niños. A los niños hay que dejarlos vivir sus procesos. A los niños hay que enfrentarlos, hay que dejarlos enfrentar sus frustraciones, hay que dejarlos, enfrentar sus miedos, hay que dejarlos aburrirse. Es que ahora los papás les hacen agenda a los hijos para que no se aburran. No. El aburrimiento, la frustración tienen una función en la crianza de los hijos. Solo podrá ser feliz el niño que ha sido niño, que ha llorado, que se ha frustrado, que se ha aburrido y que ha encontrado maneras de superar eso.
SEMANA: En el libro hay reflexiones muy lindas sobre la gratitud. ¿Qué hay para agradecerle a El Man está vivo en estos 20 años?
A.L.: Yo soy un tipo agradecido. Yo he trabajado desde los 13 años. Mi primer trabajo fue ser cobrador de bus urbano y nunca he dejado de trabajar. Me he ganado el pan con el sudor de mi lengua, con el sudor de mi frente. He trabajado duro y podría tener la creencia de que todo lo que tengo me lo he ganado porque a mí no me han regalado nada, todo me lo he ganado. Pero todo lo que tengo es fruto de la generosidad de la gente. Entonces, para mí es fundamental que los seres humanos entendamos eso, que tenemos que trabajar por ganarnos las cosas duramente, que no pueden caer del cielo, pero que, además, tenemos que ser agradecidos con todas las oportunidades. Para mí ser agradecido es ser buen ser humano. Quien no es agradecido no es un buen ser humano, quien cree que todo lo merece se amarga. Quien cree que el universo le debe cosas solo por el hecho de existir terminará amargado y terminará tratando de quitarles a los otros. Necesitamos aprender a trabajar duro y a gozarnos lo que tenemos, lo que disfrutamos.