SALUD

El guayabo después de los 40

El consumo moderado de alcohol después de cierta edad puede tener un impacto mayor en la salud.

2 de abril de 2016
| Foto: Javier De La Torre

Al llegar a los 40 años todos deberían tomar en una copa más pequeña. La más reciente evidencia científica señala que incluso el consumo moderado de alcohol a esta edad tiene un impacto mayor en el organismo que el que se experimentaba a los 20. No solo la resaca dura más y es más incómoda, sino que algunos órganos son más sensibles a la presencia de alcohol en el cuerpo. Un estudio hecho hace un par de años por David Oslin, profesor de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania, reveló esta cruda realidad. “Los efectos del trago se amplifican con la edad: dejarlo es más complicado, soportar el guayabo es más difícil”, dice, y emborracharse, como muchos habrán podido notarlo, más fácil.

Es cierto, algunos expertos defienden el alcohol consumido con moderación. De hecho, la dieta mediterránea lo recomienda. Según el cardiólogo Efraín Gómez, las guías dictan que se deben consumir al día “no más de dos copas para los hombres y una para la mujer”. Una copa estándar equivale a 12 onzas de cerveza, 5 onzas de vino o 1,5 onzas de cualquier licor. Sin embargo, a la hora de tomar, la gente no se limita a estos parámetros y los especialistas consideran nocivo ese exceso para el organismo en todas las edades, pero mucho más después de cumplir 40.

Recientemente, Paul Wallace, profesor de salud pública del University College London, reveló que, por tratarse de una molécula muy pequeña, el alcohol afecta casi todos los sistemas del cuerpo. Pero a esta altura del partido, el alcohol deja un impacto mayor en áreas que van desde el funcionamiento cerebral hasta la fertilidad. “Del intestino al corazón, de los vasos sanguíneos hasta la piel, sus efectos son generalizados”, dice Wallace.

Esto se debe a que a esa edad, “todos los órganos que se necesitan para metabolizar el alcohol como el esófago, el hígado y el riñón ya tienen 40 años”, dice Miguel Bettin Osorio, presidente de la fundación CreSer. Los expertos señalan, además, que la composición del cuerpo cambia en la edad mediana, cuando se empieza a perder músculo y a ganar grasa. A esto se suma que el fluido total del organismo es menor con el paso del tiempo. Esto significa que los mayores tendrán mayor concentración de alcohol circulando por más tiempo en su torrente sanguíneo que los jóvenes, lo que podría explicar por qué sus guayabos duran más.

El hígado cuarentón es más grande pero menos eficiente. Las células de este órgano disminuyen en número, así como en los niveles de una enzima que sirve para sintetizar el alcohol. En las mujeres de todas las edades esta sustancia, conocida como alcohol dehidrogenasa, es escasa y por eso ellas toleran menos los tragos, pero en los hombres de edad mediana también empieza a fallar. Además, los cambios hormonales de la menopausia incrementan la sensibilidad de ellas al alcohol.

Las modificaciones en el estilo de vida también afectan la tolerancia al licor. Según el investigador del tema Robert Pandina, con la edad la gente asume obligaciones laborales y compromisos familiares que los alejan de los bares. “El cuerpo responde de manera más sensible porque se ha disminuido la exposición al alcohol”, dice el experto.

En la medida en que las personas envejecen también aumenta el consumo de medicamentos. La interacción de muchas de estas drogas con el trago puede traer consecuencias indeseadas debido a que ambas sustancias se metabolizan a través de las mismas enzimas del hígado. Esto puede facilitar una de dos cosas: o que se aumenten los efectos del licor o que se potencien los del medicamento.

Es lo que sucede con las medicinas que diluyen la sangre. Cuando se mezclan con alcohol pueden ocasionar hemorragias. Y la combinación del alcohol con ciertos sedantes no es menos preocupante. Oslin dice que esta mezcla puede generar “una propensión a la sedación, riesgo cardiovascular y tendencia a la sobredosis”.

Por eso, antes de empinar el codo, es bueno conocer esos efectos negativos del licor que llegan con las canas, la presbicia, las arrugas y otros achaques de la edad. Así se evitará uno que otro trago amargo.

Cerebro

El alcohol lo estimula y excita porque tiene un efecto depresor de ciertas aéreas en el cerebro encargadas de los aspectos comportamentales como el juicio, el autocontrol, la planeación y el razonamiento. A partir de los 40 años, sin embargo, el licor genera propensión hacia trastornos del ánimo como la ansiedad y la depresión. La Encuesta Nacional de Salud Mental de 2015 establece que el alcohol y la depresión son comorbilidades bidireccionales, es decir, “hay asociación entre depresión y consumo problemático de licor pero también hay riesgo tres veces mayor de presentar depresión si existe dependencia a él”.

Piel

En aquellos que son propensos, el alcohol puede disparar la rosácea, una enfermedad crónica por la cual la piel se enrojece. Esto se debe a que dicha sustancia dilata los vasos capilares, lo que hace que más sangre circule por ellos. También puede generar acné porque estimula las hormonas que promueven esta condición. Así mismo, se ha visto que tomar incluso en forma moderada genera más resequedad de la piel. Teniendo en cuenta su alto contenido de azúcar, el licor puede llegar a dañar el colágeno, el sustento de la piel.

Corazón

Aunque se ha dicho que el vino es un gran aliado del corazón, en realidad solo lo es en dosis muy pequeñas. Quienes consumen más de tres copas al día en lugar de obtener beneficios provocan riesgos de eventos cardiovasculares. Tomar en exceso aumenta la presión arterial en el corto y largo plazo y ello incrementa los riesgos de infarto y derrame. El exceso de trago también disminuye la capacidad del corazón para bombear sangre.

Hígado

Según Debbie Shawcross, hepatóloga de King’s College en Gran Bretaña, no solo los alcohólicos están en riesgo de desarrollar problemas hepáticos, sino también aquellos cuarentones que “toman más de la cuenta casi todas las noches”. Este órgano se va transformando por los efectos del alcohol. Primero se torna graso y en la medida en que el consumo sigue, la grasa y la inflamación crean una cicatriz que reduce su tamaño. De ahí a cirrosis hay solo un paso. Según el oncólogo Javier Pacheco el riesgo se da por “abusar de esta sustancia durante toda la vida”.

Cáncer

Se calcula que cada año hay un importante número de casos de cáncer que se deben al licor. Para Pacheco, “la asociación más relevante es la de cirrosis que, eventualmente, es un riesgo de cáncer de hígado”; pero otros expertos señalan que hay también un vínculo entre el consumo del alcohol y tumores de la boca, el esófago, el intestino, seno y garganta. Según Nicola Smith, especialista de Cancer Research UK, el riesgo aumenta cuando crece el consumo debido a que el etanol del licor se sintetiza como acetaldehído, una sustancia que daña el ADN de las células.

Fertilidad

El alcohol afecta en este frente a hombres y mujeres. Un estudio realizado por investigadores daneses con una muestra de miles de parejas que habían dejado de usar métodos anticonceptivos encontró que las mujeres abstemias quedaron embarazadas mucho más pronto. También tuvieron menos riesgo de aborto. Otro estudio, hecho en Estados Unidos, confirmó estos resultados al encontrar que aquellas mujeres que toman media botella de vino a la semana tienen una disminución de 18 por ciento en la probabilidad de quedar encinta. A los hombres, consumir alcohol en exceso les afecta la calidad y cantidad de los espermatozoides, algo que se suma al declive natural del semen por cuestiones de edad.

Peso

El alcohol tiene calorías y azúcares. Por eso, el consumo excesivo también tiene un impacto en el peso corporal. Según los nutricionistas, un trago puede tener las mismas calorías que la grasa. Algunos estudios, además, muestran que beber reduce la acción de la hormona leptina, encargada de controlar el apetito, y, por eso, cuando la gente toma, también come más. El exceso de grasa a partir de los 40 años implica que se guarde alrededor de la cintura, algo que generaría un riesgo de problemas cardiovasculares.