Salud
¿Sabe lo que come?: el álgido debate por el etiquetado de alimentos en Colombia
Hoy en día muy pocos leen una tabla nutricional antes de comprar o consumir un producto. Por eso se discute si es necesario hacer etiquetas frontales más directas. Esta es la posición de quienes apoyan y de quienes están en contra de la medida.
Este jueves la Comisión séptima del Senado realizó una audiencia pública para debatir sobre la regulación en el etiquetado frontal en los alimentos y gaseosas que consumen los colombianos. La iniciativa pretende que los productores de alimentos entreguen información más clara y veraz a los consumidores sobre lo que están comprando. Este tema ha cobrado importancia pues con la epidemia de obesidad y la desnutrición, la educación e información nutricional se ha convertido en una herramienta fundamental para los consumidores.
En la sesión se escucharon las voces a favor y en contra de la medida, para analizar la viabilidad de dos proyectos de ley que pretenden obligar a las compañías a poner etiquetados como “alto en grasa” y “alto en azúcar”, en la parte delantera de sus productos. Allí participaron tanto organizaciones que defienden los derechos a la salud de los consumidores, como voceros de las industrias, quienes advirtieron sobre el costo-beneficio que podría tener en la economía nacional.
Los que están a favor de este etiquetado argumentan que los consumidores no entienden las etiquetas nutricionales de los productos. Por lo tanto, no pueden tomar una decisión informada antes de comprarlos en un supermercado ni saben lo que están comiendo y menos las implicaciones reales que tienen para su salud. Para organizaciones como Red Papaz o FIAN Colombia (Food First Information and Action Network), esa ignorancia está directamente relacionada con el aumento de enfermedades crónicas como obesidad, hipertensión y diabetes, pues hoy muchos colombianos incurren en malos hábitos de alimentación por la información poco clara que reciben.
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Quienes están en contra tiene dudas sobre cuál podría ser el impacto. Camilo Montes, representante de la Industria de Alimentos, advierte que incurrir en un etiquetado alarmista puede asustar a los consumidores y afectar directamente su consumo. Para él, “el tamaño y la forma debería ser una discusión que integre al Ministerio de salud y aporte toda la evidencia científica”.
A su posición también se suma Felipe Torres, director de bebidas de la ANDI, quien advierte que Colombia tiene que buscar la armonía dentro de un marco regulatorio a nivel global que aún se está discutiendo en el mundo. Para él, seguir el ejemplo de países como Chile podría incluso incurrir en que “productos como el manjar blanco, los quesillos o bocadillos, sean considerados como perjudiciales. Y de estas familias muchos dependen para sus ingresos”.
La realidad es que en el país, según la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin) presentada por el MinSalud en 2017, más del 50 por ciento de la población sufre de obesidad en algún grado. Y lo que es peor, uno de cada tres jóvenes y adultos tienen la condición. Aunque es cierto que la obesidad no sólo depende de los hábitos de alimentación sino de diversos factores que pueden desencadenarlo, es importante poner en práctica nuevos hábitos saludables y uno de ellos es la conciencia sobre los productos que tienen más azúcar y grasa, por lo que el simple hecho de que los alimentos tengan un aviso, advertirá de forma inmediata a los compradores.
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Expertos como Diana Vivas, abogada y vocera de la organización Educar Consumidores, afirman que un etiquetado más claro y eficaz tiene el potencial para combatir su incremento. Pero lo que sucede en este momento es todo lo contrario: la única información a la que tienen acceso los consumidores es a la tabla nutricional y eso, dice, lamentablemente no sirve de mucho. En primer lugar porque resulta confusa para la mayoría y segundo, porque muchas veces la información que ofrece no corresponde a la realidad
Así lo aseguró un estudio realizado por Educar Consumidores que tras analizar el etiquetado de 62 bebidas azucaradas encontró que 41 productos no informaron del contenido real de sus componentes a los consumidores, bien sea porque exceden el valor de azúcar establecido por la ley o porque contienen derivados de este producto que no declaran en su etiqueta.
Para Vivas, el panorama más preocupante es que en estos momentos “los consumidores son el eslabón más débil de la cadena de alimentación”, pues aparte de que es difícil para ellos determinar lo que una tabla nutricional está informando, la regulación de los etiquetados en el país es tan laxa que ni siquiera es obligatorio para un productores agregar una tabla de nutrición a sus alimentos. En ese sentido, otros defensores de la medida como la FIAN, dicen que el país está obligado a poner estos etiquetados en sus productos, como ya lo han hecho otros de la región como México, Chile, Perú y Argentina.
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Para la industria de alimentos es indispensable que el Gobierno analice cuál ha sido el resultado de estas medidas en países de Europa, Asia y Latinoamérica, para así tomar la mejor decisión. “No sólo en cuanto al etiquetado, sino a las directivas de hábitos de vida saludable que Colombia necesita”, dice Torres. Por ahora, cuál es el modelo ideal es una de las preguntas cruciales a resolver. Algo difícil de responder a corto plazo, dijo a SEMANA, Susana Socolovsky, consultora técnica internacional en innovación tecnológica de alimentos y regulaciones alimentarias de Argentina, pues hasta hace muy poco empezó el debate mundial sobre cuál sería el modelo de etiquetado más conveniente.
Justamente el próximo 13 de mayo en Ottawa, Canadá, las naciones empezarán el análisis exhaustivo de alrededor de 40 prototipos de etiquetados que se han desarrollado en últimos 30 años en el mundo. Se espera que la próxima semana la conclusión de este encuentro sea estandarizada por el Codex Alimentarius, el más alto organismo internacional en materia de normas de alimentación. Esta comisión es un organismo subsidiario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Habrá que ver cuáles son los resultados.
Otros, como Alirio Uribe Muñoz, representante del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, una ONG especializada en litigio de casos de derechos humanos, argumentan que la industria no puede asustarse porque las reglas cambien. Es su deber adaptarse, pues de no ser así, dentro de algunos años no van a tener a quien venderle sus productos. “Habrá más diabéticos, obesos, hipertensos y menos gente joven porque el mundo está envejeciendo. Hacemos un llamado a que rediseñen sus productos porque en un futuro, los países tampoco van a tener presupuestos para cubrir lo que está desencadenando este tipo de alimentación”.