CIENCIA

Frankenstein se volvió real

Muy pocas novelas han influenciado la ciencia como ‘Frankenstein’, de Mary Shelley. En el aniversario 200 de la obra, SEMANA explora las múltiples dimensiones médicas del personaje de terror.

3 de marzo de 2018

En 1818 vio la luz la historia de una criatura a la que el doctor Victor Frankenstein creó a partir de partes de cadáveres. La novela, escrita por Mary Shelley cuando tenía 18 años, se basa en el avance de la ciencia de la Ilustración en Europa, cuando el físico Luigi Galvani acababa de estimular los músculos de unas ranas muertas con la recién descubierta electricidad y los médicos estudiaban la manera de preservar los tejidos. El libro cuenta cómo ese científico renegado armó un cuerpo y le insufló vida mediante la descarga controlada de un rayo. Al ver que ha creado a un monstruo, el científico lo rechaza y huye horrorizado ante lo cual se desata la trágica historia de terror.

La obra refleja la ciencia de la época e incluso da un salto al futuro al sugerir la posibilidad de los trasplantes, pero también postula la idea del enorme peligro implícito en el hecho de jugar con la madre naturaleza y con la vida. En cualquier caso, para el escritor Jon Turney la obra se ha convertido en un “mito que ha gobernado la biología moderna”. Solo en la literatura científica más de 250 estudios mencionan el nombre de Frankenstein.

Hoy, 200 años después, aún muchos equiparan la obra con ciertos inventos en los que los investigadores parecen jugar a ser dios. Un ejemplo es la clonación de la oveja Dolly o la intervención del virus H5N1 para que infecte más rápido a los mamíferos. También la fertilización in vitro y más recientemente la propuesta de usar los órganos de cerdos para trasplantes en seres humanos. O cultivar tomates con genes de trucha para hacerlos más tolerantes al frío. Según los expertos, el riesgo es que, al igual que en la obra, dichas creaciones pongan en riesgo a la especie humana.

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El prefijo ‘franken’, además, hoy se usa para designar experimentos cuyos resultados parecen poco naturales. Los medios en 2003 bautizaron ‘frankenburger’ a la carne hecha in vitro a partir de células madres. Científicos de la Universidad de Harvard crearon el ‘frankenratón’, un roedor modificado genéticamente para tener cáncer. También están el ‘frankenmaíz’, el ‘frankensalmón’ y las ‘frankenmamás’, aquellas que guardan sus óvulos para donarlos a sus hijas en caso de que estas resulten infértiles. Aún más, la gente usa el prefijo para cualquier cosa que integra partes diferentes en forma poco armoniosa: desde los ‘frankenzapatos’, aquellos tenis con plataforma muy en boga por estos días, hasta las ‘frankentormentas’, una combinación de eventos meteorológicos que producen lluvias monstruosas.

Muchos científicos han sido llamados Frankenstein por querer ir más allá de los límites permitidos en la ciencia. Y quien mejor encarna ese personaje hoy es el neurocirujano Sergio Canavero, a quien llaman Doctor Frankenstein por su intención de hacer el primer trasplante de cabeza, o de cuerpo, como otros prefieren llamarlo. El experto ha sido criticado porque la operación no solo es poco ética, sino extremadamente peligrosa. Pero lejos de incomodarlo, Canavero se precia de que lo asocien con el personaje de Victor Frankenstein porque encaja con la idea que tiene de sí mismo, de científico desafiante.

El mayor escollo técnico del trasplante de cabeza reside en lograr reconectar la espina dorsal, una maraña de cables que el mismo Canavero llama spaguetti. Para lograrlo utilizará polietileno glicol, una sustancia que estimula las células grasas para crear una red con las demás. Luego, usará electrodos que estimularán la reconexión de cuerpo y mente, muy similar a como lo hace Frankenstein con su criatura, con la energía de un rayo.

No hay duda de que Frankenstein ha inspirado a la ciencia. Se dice que Earl Bakken vió en 1932 la versión de la película protagonizada por Boris Karloff, y al parecer generó en él un interés en combinar electricidad y medicina. Muchos años después, Bakken fundaría Medtronic, la compañía que desarrolló el primer marcapasos.

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Si bien el libro data de hace dos siglos, la mayoría de sus temáticas siguen vigentes. La reanimación, por ejemplo, es un tema al que el doctor Sam Parnia, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stony Brook, le dedica la mayor parte de su tiempo. Su objetivo es lograr que quienes han sufrido un paro cardiaco, que en términos médicos es la muerte, logren volver a vivir con técnicas sofisticadas de reanimación. Otros científicos le han apostado a la criogenia, el conjunto de procedimientos para congelar cuerpos con miras a revivirlos en el futuro, cuando exista la tecnología para curar la enfermedad que les causó la muerte. Los trasplantes, otra de las ideas implícitas en el libro de Shelley, están hoy más desarrollados y son posibles a partir de la preservación de tejidos.

En un reportaje en la revista Science, Craig Venter, pionero de la genómica, señala que “Mary Shelley ha ejercido más influencia en la ciencia con ese solo libro que muchos autores en la historia”. No comparte la idea de que intervenir a la madre naturaleza trae necesariamente efectos catastróficos. Por eso, Venter, quien atesora un ejemplar de la primera edición de la obra, quiere crear una bacteria artificial con el genoma más pequeño posible. Los medios la llaman la ‘frankencélula’. Venter señala que la gente adopta estas posiciones por miedo “a las cosas que no entiende”, dice, y da como ejemplo que hoy llamen ‘frankenmaíz’ al grano que incorpora un gen sintético. Ese título, asegura, hace más daño que bien a la ciencia porque genera miedo acerca de un desarrollo que podría beneficiar a la humanidad. Para él la obra enseña la necesidad de conocer los riesgos de antemano y hacer estos desarrollos de manera responsable. Es consciente de que reescribir el genoma puede contaminar el mundo y causar daños no intencionales. Por eso cree en la importancia de tener inteligencia acerca de cómo y cuándo hacerlo. “Yo creo que Mary Shelley apreciaría mucho mi trabajo”. n

Así sería El monstruo hoy

Para su obra, Mary Shelley se basó en los desarrollos de la ciencia de la época de la Ilustración en Europa. Si viviera hoy, este sería el panorama de avances que encontraría para inspirarse.

Trasplantes: el primero, de riñón, se realizó en 1950. Sigue siendo el órgano más trasplantado seguido por el hígado, el corazón, los pulmones y el páncreas. También se implantan tejidos como hueso, piel, cartílago, córnea y nervios. En 2005 se hizo el primero de cara y desde entonces se han realizado 37 más. Se han hecho también varios de manos exitosos. En 2014 se hizo el primer trasplante de pene. Ese mismo año nació el primer bebé desarrollado en un útero trasplantado. En un futuro no muy lejano será posible trasplantar el cuerpo entero. El mayor reto será reconectar todos los nervios de la espina dorsal.

Órganos hechos a la medida: hoy es posible cultivar en el laboratorio partes del cuerpo como piel, vagina, laringe, vejiga y uretra. La técnica consiste en tomar células del propio organismo y hacerlas crecer en una estructura con la misma forma del órgano original. En el futuro se espera poder imprimir en 3D órganos más complejos como el corazón. En 2017, los cientificos lograron incubar un cordero en un útero externo que parecia una bolsa que reproducia las condiciones naturales.

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Gracias a estos adelantos cientificos se cree que en un futuro los bebés prematuros podrán seguir su desarrollo con este tipo de técnicas. Partes biónicas: ciertos exoesqueletos ayudan hoy a los parapléjicos a recuperar el control de sus piernas. También hay prótesis que responden a los comandos del cerebro, pues cuentan con la habilidad para leer dichos impulsos eléctricos. En unos años se espera que estos miembros artificiales tomen decisiones para hacer movimientos mucho más suaves.Edición genética: la ciencia ha encontrado cómo editar genes para curar enfermedades devastadoras. Aunque es un desarrollo reciente, en poco tiempo se aplicará a un grupo de males hereditarios.

En el futuro será posible alterar más rasgos de la persona gracias a que se conocerá mejor la influencia de los genes en la fisonomía. También está la posibilidad de la clonación humana.Órganos mecánicos: marcapasos, máquinas de diálisis que funcionan como riñones externos e implantes cocleares para oír mejor facilitan hoy la vida de muchas personas con discapacidades. En el futuro se vislumbran ojos, páncreas y pulmones artificiales.

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