Género
Arrepentidos: ¿por qué hay trans que se lamentan de haber hecho el cambio?
El caso de Alia Ismail, una mujer de Míchigan, pone de manifiesto la situación de varios trans que lamentan haber hecho el cambio. A pesar de lo que implica, algunos creen que esto es normal.
A los 18 años, Alia Ismail, una mujer de Míchigan, descubrió que no se sentía cómoda con el cuerpo en el que nació y comenzó su viaje de transición a hombre. El primer cambio fue vestirse de manera más masculina. Un año después, en agosto de 2015, decidió someterse a una cirugía para extirpar sus senos. También cambió legalmente su nombre a Issa y comenzó a tomar hormonas para aumentar la testosterona.
Ahora, a los 27 años, y después de seis años de vivir como hombre, se dio cuenta de que tener la identidad masculina de Issa no representaba quien era ella y comenzó un nuevo viaje, esta vez de regreso a su identidad de mujer. Ahora usa el nombre Alia nuevamente y dejó de tomar las hormonas masculinas. Su caso es solo uno de tantos en el mundo en el que la persona trans se arrepiente de la transformación. Según el sitio web Sex Change Lament, hasta el 20 por ciento se lamenta de su cambio de sexo, y, según ellos, hay estudios que muestran que los procedimientos de cambio de sexo no son efectivos.
Algunos, después de 10 a 15 años de reasignación quirúrgica, corren el riesgo de tener una tasa de suicidio 20 veces mayor que la de sus pares. Para Sally Robertson, experta en ciencias biomédicas, el número de gente joven que hoy quiere una transición de sexo es muy alta, pero poco se conoce del arrepentimiento al que muchos de ellos llegan por sentirse infelices en esa nueva identidad.
Ese no es precisamente el caso de Alia, pues no lamenta su decisión de someterse a la cirugía y tomar hormonas masculinas. Por el contrario, para ella ese recorrido por la masculinidad “fue un proceso clave para autoconocerme y ser la persona que soy hoy”. Además, según el diario The Daily Mail, su familia siempre la ha apoyado, por lo que todo ha sido más fácil.
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“Mi madre llegó a comprender mejor mis sentimientos a medida que mi transición continuaba”, le dijo al diario inglés. Ahora que comenzó el proceso para a ser mujer de nuevo, “saben que yo soy lo suficientemente fuerte como para volver a atravesar este viaje desconocido y están orgullosos de mí por ser fiel a mí misma”. Desde su cuenta en Instagram, ha sido muy abierta con sus seguidores sobre todo el proceso y con ello piensa ayudar a otros que sufren con su identidad. “Algunas personas no entienden y hacen esto por ignorancia y falta de empatía”, afirmó.
Es el caso de Walt Heyer, otrora mujer trans, autor del libro Trans Life Survivors, que hoy le ofrece asesoría y apoyo en sexchangeregret.com a otros que lamentan el cambio. Para él, parte del problema es que algunas personas que viven en una identidad diferente a la que nacieron experimentan otras dificultades psicológicas, como depresión y ansiedad producto de traumas no resueltos de la infancia. Heyer fue diagnosticado con disforia de género a la edad de 40 años, y a los 50, con trastornos psicológicos por traumas de su niñez.
Pero un especialista en salud transgénero de California le indicó que su problema no estaba relacionado con eventos de la infancia, sino con disforia de género y le recomendó un cambio de sexo con hormonas. Heyer siguió su consejo y a los 42 años se sometió a una cirugía para recibir implantes mamarios y otros procedimientos que buscaban feminizar su cuerpo. Además, se cambió el nombre a Laura.
No obstante, “El alivio que experimenté a través de la cirugía fue solo temporal. Escondido debajo del maquillaje y la ropa femenina estaba el niño herido por un trauma infantil. Una vez más estaba experimentando disforia de género, pero esta vez me sentía como un hombre dentro de un cuerpo remodelado para parecer una mujer. Estaba viviendo mi sueño, pero aun así tenía pensamientos suicidas”, afirmó. Ante esto, un especialista le pidió que se diera otra oportunidad, aunque tras ocho años viviendo como mujer sintió que nada tenía sentido y que las hormonas no estaban funcionando. Todavía se sentía mal sobre su identidad e infeliz como Laura.
Con agallas y determinación, más el amor y el apoyo de varias familias y consejeros, buscó cómo tratarse con terapias psicológicas, y con una guía experta se atrevió a revivir los traumas emocionales de su juventud. “No fue fácil”, admitió, pero así abordó esas condiciones subyacentes que le impedían ser feliz. Finalmente, a los 50 se hizo una cirugía para remover los implantes y pasó varios años yendo a terapia para aclarar su confusión. Cambió su documentación a Walt y recuperó su identidad biológica.
“Todavía tengo cicatrices en el pecho que me recuerdan este viaje de género que me costó 13 años de mi vida. Estoy en régimen hormonal para tratar de regular un sistema que está permanentemente alterado”, dijo Heyer.Charlie Evans, un hombre trans de Newcastle, Reino Unido, de 28 años, también anunció recientemente su transición de regreso a mujer.
Desde que contó que había dejado de tomar la terapia hormonal, cientos de personas la han contactado porque quieren volver a su género original. “Su disforia no se ha aliviado, no se sienten mejor y no saben cuáles son sus opciones”, aseveró Evans, quien fundó The Detransition Advocacy Network para ayudar a quienes se encuentran en la misma situación que ella. Para algunos miembros de la comunidad trans, arrepentirse es normal.
Según Ophelia Pastrana, una mujer trans y defensora de los derechos de esta comunidad, esta transición es como las que suceden en otros campos: en el estado civil e incluso en la nacionalidad. “Hay gente que se arrepiente de sus cirugías. Hay gente que se casa y luego se divorcia, y no por eso se invalidan y cancelan todos los matrimonios del mundo. Hay otros que se hacen estadounidenses, cambian su vida, se mudan y luego vuelven a ser los mismos colombianos de antes de irse. La ley permite hacer la transición muchas veces. En este caso, pasa lo mismo, puedes cambiar de género”.
Sin embargo, otros creen que el asunto es más complicado porque implica cambios más drásticos, como cirugías para quitar o poner órganos sexuales, que muchas veces no tienen vuelta atrás. Por eso argumentan que la clave está no solo en investigar y debatir más profundamente sobre la disforia de género, sino indagar más en las posibles alternativas a la transición de género.
Otros temen que por esta vía algunos que sienten fobia hacia los trans sigan atacándolos y usen estos argumentos para sostener que las leyes que los protegen no son válidas, pues hay una posibilidad de arrepentimiento. “Lo que no es válido es querer invalidar a toda la gente trans porque una persona cambió su decisión de vida”, señaló Pastrana. “Es como si te dijeran que como hay gente que se divorcia vamos a poner trabas para que la gente se pueda casar, no vaya a ser que se arrepientan”, agregó.
Teniendo en cuenta que la disforia sexual es una realidad, una medida que podría ser saludable, creen los expertos, es ofrecerles más asesoría psicológica a estas personas para que tomen la decisión que consideren más conveniente en sus vidas. En Suecia y Finlandia prefieren dichas intervenciones sobre la prescripción de hormonas, al menos en los niños, pues puede existir más confusión. Pero así como unos deciden dar marcha atrás a su transición, hay muchos otros felices con el cambio. Lo importante es que siempre en estos procesos haya apoyo y asesoría y, sobre todo, empatía para entender su vivencia. Tal y como le ha sucedido a Alia.