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Así es el plan de Bill Gates para salvar al mundo
La última cruzada de Bill Gates se centra en cómo controlar el cambio climático. En su más reciente libro, expone cinco puntos que considera necesarios para lograrlo.
Casi todos los que hablan sobre el cambio climático se enfocan en el desastre por venir y poco en soluciones factibles. Ese no es el caso de Bill Gates, cofundador de Microsoft y uno de los hombres más ricos del mundo.
En 2016, cuando se interesó por este fenómeno, el más complicado al que se ha enfrentado alguna vez la raza humana, Gates contactó a los más grandes expertos en el tema, visitó proyectos de energía verde en todo el planeta y empezó a estudiar el caso como un alumno interesado. El resultado es el libro How to Avoid a Climate Disaster (Cómo evitar un desastre climático), en el que Gates realiza un corto recorrido por ese futuro catastrófico que todos ya conocen, pero dedica una gran parte a proponer un camino práctico y, lo más interesante, realista para salvar la Tierra.
Hay al menos cinco mensajes claves en este texto que podrían llevar a una salida. El primero, y en este muchos lo criticarán, es que para Gates la solución no está en hacer el gran sacrificio de abandonar la vida de hoy, ni que la economía deje de crecer, ni mucho menos acabar con el capitalismo para llegar a la meta de cero emisiones.
Para él no sería justo que, mientras los países desarrollados usaron todos los recursos naturales para mejorar su nivel de vida a expensas del planeta, se les niegue a los que están en vías de desarrollo ese mismo bienestar. “En lugar de eso –dice– debemos lograr que las personas de bajos ingresos suban por esa escalera sin empeorar el cambio climático”. No solo no es justo, sino que resultaría imposible, pues hoy prácticamente todo lo que sostiene la vida tal y como se conoce requiere de la quema de combustibles fósiles. Y esto lleva al segundo gran mensaje. Si el mundo quiere salir airoso de esta crisis, debe pensar más allá de cómo proveer electricidad mediante energía limpia y cómo reducir las emisiones en el transporte por tierra y aire, los grandes focos en los que se centra hoy la discusión.
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La realidad es que se deben crear nuevas formas de producir todo aquello que requiere combustibles fósiles. Encabeza la lista fabricar plásticos, cemento y acero, entre otros, que corresponde a 31 por ciento de las emisiones actuales. Luego, el consumo de energía, que representa 27 por ciento de las emisiones, seguido de la actividad de criar y cultivar, con 19 por ciento. Por último, el transporte y los procesos de refrigerar y calentar, que aportan 16 y 7 por ciento de la cuota, respectivamente. “Las emisiones proceden de cinco actividades distintas y necesitamos soluciones para todas ellas”, dice el multimillonario.
El tercer mensaje es la posibilidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un nivel de cero neto. Pero es necesario aclarar que para Gates mermar las emisiones a ese grado no es lo mismo que reducirlas a cero. Según él, no hay vías realistas para llegar a la meta de cero emisiones, pues eso requeriría prácticamente abandonar los combustibles fósiles por completo o poner fin a las actividades que producen gases de efecto invernadero, como las mencionadas anteriormente. Esto, prácticamente, implicaría detener la economía.
Explica que en realidad no es eliminarlas por completo, sino “aproximarnos a las emisiones netas nulas”. No se trata, entonces, de “un examen de todo o nada que solo podemos aprobar si conseguimos una reducción del ciento por ciento y que suspenderemos desastrosamente si no llegamos más que a 99 por ciento”.
Aunque lo cierto es que mientras mayor sea la reducción mayores serán las ventajas. El problema es que aún el mundo no cuenta con la tecnología necesaria para llegar a esa reducción de cero neto. Pero lograrlo implicaría producir acero, concreto o hidrógeno, para nombrar solo algunos procesos industriales, sin emitir carbono. Muchas de esas tecnologías limpias o verdes todavía son incipientes o, al menos, no logran disminuir buena parte de ese carbono emitido, y, por lo tanto, el mundo debe invertir tiempo, dinero y materia gris en diseñar mejores métodos no solo para hacer estos procesos más limpios, sino para diseñar otros de captura de carbono a una gran escala.
Para él, esto no es un problema y aquí es cuando introduce el ejemplo dado por la pandemia. Hace poco más de un año, el mundo no estaba preparado para enfrentar el nuevo coronavirus, y hoy, luego de trabajo arduo y de equipo, la ciencia produjo más de cinco versiones de vacunas seguras y efectivas para contrarrestarlo.
De hecho, en el libro hay revelaciones que sorprenderán a muchos, pues para Gates el problema podría ser parte de la solución. Según él, si las piezas necesarias se reúnen, el plástico –hoy dolor de cabeza de los ambientalistas– podría ser un “basurero de carbono, es decir, en una manera de remover el carbono y no de emitirlo”, dice el experto.
Por esta razón, su cuarto mensaje es combatir el problema desde múltiples frentes: el tránsito, la urbanización, la agricultura, todo debe cambiar sin que esto implique un sacrificio para nadie. Por el contrario, cree posible generar más energía en el futuro y aun así llegar a cero emisiones.
Para lograrlo es preciso entender los obstáculos actuales a fin de cambiar las fuentes de energía. Uno de ellos es el costo de la energía basada en combustibles fósiles, mucho más barata que la limpia. Por lo tanto, no hay una motivación real para que la gente deje las fuentes de energía sucias y emisoras de carbono en beneficio de la tecnología de cero emisiones, que es más costosa. A estos costos adicionales, Gates los llama primas verdes y deben ser una pieza clave en la discusión. Y más que precios concretos, lo que él busca es que la gente sepa si “una tecnología verde determinada es casi tan barata como su equivalente en combustibles fósiles y, para los casos en que no lo es, pensar en cómo la innovación puede reducir su precio”.
El quinto punto es más filosófico que técnico. El mensaje es no creer que esta aventura hacia salvar el planeta será fácil, pues en realidad hoy no existe una manera de saltar a energías limpias de manera eficiente si el precio del petróleo por litro es más barato que el de una bebida gaseosa. Eso implicará un costo para la humanidad. Pero es un costo necesario.
El ejemplo más próximo es la pandemia, una crisis que él mismo advirtió en una charla TED en 2015 y a la que nadie le puso cuidado. Con el cambio climático sucede lo mismo. Desde hace varias décadas se está hablando del tema, pero las soluciones han llegado con cuentagotas y se requieren procesos mucho más rápidos para lograrlo. Prueba de ello son las soluciones para generar electricidad limpia.
A Gates le preocupa que las tecnologías de paneles solares no están siendo lo suficientemente eficientes para la magnitud de la crisis, a diferencia de lo que sucede en los computadores, en los que la eficiencia de los chips se dobla cada dos años. Gates es consciente de que su libro no contiene todas las respuestas. De hecho, no hay muchas discusiones sobre la voluntad política que requiere este gran cambio, y para los ambientalistas es un factor clave a fin de salvar el mundo. No obstante, sí brinda un mensaje pragmático y, sobre todo, esperanzador. Y posiblemente eso sea todo lo que se necesita para dar el primer paso.