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RELACIONES DE PAREJA

El arte de cazar infieles

No usan gabardina, sombrero ni gafas oscuras. Los detectives de hoy solo con un celular, un GPS y un micrófono miniatura pueden arreglar o perturbar un matrimonio. Así trabajan.

25 de agosto de 2018

Hace cinco meses, el famoso detective colombiano Petrochelly entró a un bar swinger por primera vez. Nunca, en sus 39 años de experiencia, había tenido que desnudarse en público ni abandonar a su suerte, en un casillero, sus preciadas cámaras, micrófonos y demás artefactos de investigación, solo por seguirle el rastro a un infiel. Petrochelly, como lo conocen sus amigos y colegas, en realidad se llama Néstor Flórez y es un exdetective del DAS de 69 años que se ha hecho famoso a punta de resolver casos de todo tipo: secuestros, homicidios, estafas, extorsiones y, sobre todo, infidelidades.

Esa noche en aquel bar de la Primero de Mayo estaba siguiendo a una funcionaria de la Fiscalía. Su esposo, profesor de una universidad de Bogotá, sospechaba que le era infiel. “La seguí durante varios días y al tercero dio positivo. Pero ¡oh, sorpresa!: no era con un hombre, sino con una mujer. Una costeña, alta y morena. Se besaron durante un rato en un café y luego entraron a un bar”. Sin pensarlo dos veces, y en aras de conseguir la evidencia, Petrochelly entró al lugar.

                                                                                                                                Petrochelly ha viajado a Perú, República Dominicana e Inglaterra, entre otros países, para seguir el rastro de los adúlteros. 

El primer baldado de agua fría le cayó cuando el recepcionista le dijo que solo podía entrar desnudo. Pero ya adentro y mientras simulaba ser uno más en la fiesta, vino lo peor: la mujer de su cliente se acercó y lo invitó a unirse a un trío con ella. “Yo, para tratar de hacer tiempo, le dije que no había problema, pero que nos tomáramos unos ‘whiskies’”, cuenta entre risas. Como no podía registrar nada de eso, en medio de la conversación Petrochelly se las ingenió para ponerse una cita con la mujer en el mismo sitio, unos días después. Al salir, llamó a su cliente y le contó todo. En tres días ya tenía el caso resuelto y un marido que había podido atrapar a su pareja in fraganti.

Aunque la historia parece de película, Petrochelly asegura que su día a día está lleno de historias extraordinarias. Hombres y mujeres que engañan a sus parejas con cuñados, personas que llevan una doble vida o, incluso, infieles mucho más intensos que tienen dos o tres amantes al tiempo. También asegura haber seguido a empresarios, famosos, políticos y periodistas, pero prefiere mantener las historias en reserva. “Casos tenemos todos los días, a todas horas y en todas partes”, asegura. “Es un trabajo arduo”.

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Su agencia de detectives, fundada en la década de los setenta, fue una de las pioneras en el arte de cazar infieles. Para la época había pocos investigadores y “la persecución era muy distinta a la de hoy”, dice. Había que seguir al personaje en tiempo real. Es decir, en carro, moto o a pie. “No había celulares, GPS ni la tecnología que hoy permite hacerlo digitalmente”. Lo más difícil, dice, era acercarse lo suficiente para obtener la prueba reina sin ser descubierto. “Las cámaras no eran tan discretas como hoy, había que acercarse mucho. Yo disparaba el ‘flash’ y salía corriendo”, recuerda.

Con la llegada del internet y las nuevas tecnologías el oficio cambió para siempre. Hoy no solo abundan en la web los perfiles de espías que prometen resolver los casos en cuestión de días, sino también todo tipo de aparatos tecnológicos como celulares, cámaras escondidas, GPS satelitales, micrófonos miniatura, entre otros, que ayudan a los detectives a ser más rápidos y contundentes. Sin embargo, el mejor aliado es el celular (ver recuadro).

Juan Carlos, un expolicía de aproximadamente 40 años de edad, lleva 10 cazando infieles y hace parte de esta nueva ola. Según cuenta, la mayoría de sus casos le llegan por internet y los maneja a través de WhatsApp. “Más de 1.800 personas ven mi anuncio al día y 66 visitan la página. De esas, al menos 10 me llaman”. Esto solo para los clientes que llegan por internet, pues otra gran parte llama por recomendación. “El voz a voz también es importante, a uno lo recomienda el amigo del amigo. Por eso hay que hacer bien el trabajo”, comenta Jairo Vega, otro exdetective del DAS de 48 años que se dedica a lo mismo.

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Concretar un trabajo es sencillo. Basta con un par de llamadas o correos para definir el encuentro. Allí, generalmente, el cliente entrega datos como la foto actualizada de la persona a investigar, la dirección, las placas y el color de su vehículo. Con esa información arman el caso. Juan Carlos, por ejemplo, envía evidencia en tiempo real. “Si estoy siguiendo a alguien y lo cojo, ahí mismo envío las fotos y videos a mi cliente por WhatsApp. He hecho hasta videollamadas”, explica. Otros espías, en cambio, prefieren entregar todo al final.

Los precios varían. Petrochelly, investigador consumado, ofrece paquetes de seguimiento semanal de 8 horas diarias a 1.600.000 pesos. “Exijo el 50 por ciento adelantado y una vez me envían el pantallazo de consignación a WhatsApp, procedo al trabajo”. Juan Camilo, por su parte, cobra de 1 a 8 horas diarias a 280.000 pesos y un paquete de 40 horas a 1.350.000. En general, según varios detectives, el promedio de un día de seguimiento está alrededor de los 200.000 pesos.

Todos coinciden en que hombres y mujeres contratan cazainfieles por igual y que al menos un 80 por ciento de la clientela proviene de estratos altos y gente adinerada de todo el país. “Medellín, Pereira y la zona cafetera tiene la mayor demanda”, asegura Juan Carlos. Y contratan sobre todo en fechas como “San Valentín, el Día del Amor y la Amistad, Navidad y fines de semana”, dice Vega. Los datos coinciden con una encuesta realizada en 2012 por la red de infieles AshleyMadison.com, que asegura que Antioquia es la región de Colombia donde las personas más engañan a sus parejas. Dentro del top diez también están Cundinamarca, Risaralda, Valle del Cauca, Caldas y Meta.

La tendencia a contratar este tipo de servicios es mundial. En China, por ejemplo, se ha puesto de moda pagar por medio de internet a falsos seductores para comprobar si la pareja es adúltera. Según los expertos, esto obedece a un aumento en la inseguridad de las personas. “La incertidumbre es muy dura y en estos casos aquellos que buscan evidencia, en el fondo, quieren encontrar fuerza para confrontar a la persona. Alguien con autoestima alta normalmente habla sin tapujos sobre sus miedos”, explica Victoria Cabrera, psicóloga de familia de la Universidad de La Sabana.

Pese a que lo más duro del oficio de cazar cachones es tener en sus manos la vida y las emociones de la gente, Juan Carlos asegura que el infiel cae porque cae. “Aunque salgan de su casa precavidos, más se demoran en tomarse un trago que en olvidarse de que están casados”, dice.

Testimonio

El kit de lossabuesos

Los investigadores privados se valen de tecnologías sofisticadas para atrapar a quienes ponen los cachos.

GPS de imán: este rastreador satelital adherible a un vehículo contiene una Sim card. Al llamarlo, devuelve un mensaje de texto con la ubicación en tiempo real en Google Maps.

Micrófonos miniatura: hay de diversos tipos. Graban hasta 10 horas y tienen un rango de 5 metros de escucha. “Se ponen en la oficina, detrás del cabecero de la cámara, entre otros lugares”, dice el detective Juan Carlos.

Celular: el mejor aliado de los detectives actuales. Permite hacer fotos sin ponerse en evidencia, grabar y mandar en tiempo real las pruebas.

Cámaras: las hay de corto y largo alcance, grandes y miniatura, incluso del tamaño de un botón. Las colocan en las casas, vehículos u oficinas con ayuda de los clientes.