Bienestar
Clara Estrada, la famosa periodista que perdió parte de su pelvis y hoy enseña cómo cultivar el amor propio en medio de la adversidad
La periodista Clara Estrada aprendió a convertir el dolor y el cáncer en oportunidad y amor propio. Así lo relata en su libro La energía poderosa del amor, una lección de cómo no desfallecer por mucho que la vida nos ponga a prueba.
Después de afrontar dos diagnósticos severos, un cáncer en la pelvis y un lupus, sentir la muerte muy cerca y descubrir la enorme fortaleza de su vulnerabilidad, la periodista Clara Estrada pudo comprender que la enfermedad es en realidad una maestra y que, en su caso, no tenía camino distinto que apoyarse en todas las formas del amor para afrontar esas duras pruebas de la vida.
A esta paisa ambas enfermedades la llevaron a comprender que la mala salud y el dolor crónico no son un calvario, sino una oportunidad para vivir a plenitud. Y suena extraño que lo diga una mujer a la que le duele caminar, sentarse y hasta permanecer acostada. “Pero un día entendí que no podía dejar que el dolor me gobernara porque me convertiría en la mujer más amargada e histérica del mundo”, asegura esta comunicadora y periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.
La experiencia de ese desafío, el más grande su vida, la plasmó en La energía poderosa del amor, el segundo libro que publicó a sus casi 50 años. Páginas en las que reflexiona sobre cómo hallar el amor propio, aun en medio de la adversidad. Así lo confesó en esta entrevista con SEMANA.
SEMANA: Clara, ¿por qué nos cuesta tanto cultivar el amor propio?
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Clara Estrada: Es que cuando las cosas son tan obvias, no las tenemos en cuenta. Siempre nos han dicho que el amor propio es importante, pero no nos enseñan cómo cultivarlo, cómo propiciar el autocuidado. Y además, cuando pensamos en amor, pensamos siempre en amor hacia otros, casi siempre en el amor romántico, lo vemos entregado a los demás, no a nosotros mismos. Y, como lo digo en el libro, el amor propio debería ser el primero en la lista de nuestros amores. Debería ser tan natural como respirar y la piedra angular de la vida, porque de ese amor depende el amor a la pareja, a los hijos, al trabajo, a todo lo demás que nos llegue a la vida.
SEMANA: ¿Cómo fortalecer el amor propio desde niños?
C.E.: Tengo dos hijas y siempre he procurado que ellas vivan en autenticidad y en confianza. Esos son dos pilares para fomentar el amor propio. Y lo digo porque siempre queremos parecernos a otros y hacer las cosas para agradar, no por convicción. Suele pasar que desde niños nos comparan con los hermanos o con otros alumnos del colegio. Nos cultivaron mucho las comparaciones y ser implacables con nosotros mismos cuando nos equivocamos; por eso, ahora con las redes sociales, nos parece que lo mejor es lo que el otro tiene. Entonces, el reto está en educar a seres humanos más conscientes de sus fortalezas, eso estimula la confianza y nos da permiso de equivocarnos, y entender que podemos aprender de nuestros errores, qué estuvo bien, qué es rescatable y qué se puede mejorar.
SEMANA: El amor propio pasa entonces también por saber gestionar las emociones...
C.E.: Es que el amor propio no se traduce en no sentir rabia o vivir en un estado zen permanente, en el que nada nos perturba, sino aceptarnos con todas nuestras buenas y malas emociones. Hoy en día, a nuestros jóvenes les cuesta eso, no saben manejar la frustración. Y eso forma parte del autocuidado que nos enseña a tener amor propio, amarse en esa complejidad con todo lo bueno y lo malo que nos habita. A veces vivimos sin habitarnos, como sobreviviendo, cumpliendo simplemente con las tareas, obligaciones y pendientes del día. Tener amor propio es más complejo: es aceptar las subidas y las bajadas, lo blanco y lo negro de la vida.
SEMANA: Justamente ahora que habla de subidas y bajadas, cómo se puso a prueba su amor propio con estos dos diagnósticos tan duros que tuvo que enfrentar...
C.E.: A mí la enfermedad me desbarató todo lo que tenía adentro y me tocó reconstruirme, como desde cero. Me hizo frenar en seco, olvidarme de casi todas mis certezas y ver la muerte cerquita en dos ocasiones, en dos de las cirugías que me hicieron, una de ellas con una pérdida de sangre muy fuerte. Pero entendí que la enfermedad me hizo una invitación: el cáncer me invitó a sacar lo mejor de mí. No la rabia, no la victimización. Yo elegí el amor, que es lo que te da fe, te da fuerza, esperanza, motivación.
SEMANA: Clara, pero en su caso se trató de un cáncer de pelvis, que no es precisamente el más común. ¿Cómo enfrentó a esa incertidumbre?
C.E.: Tuve miedo al principio, no lo niego. Me preguntaba qué sería de mí. Era 2003 y decía “hasta aquí llegué”. Mi viaje en la vida se acabó. Después, descubrí que ese miedo no me iba a dejar dormir, respirar, me va a ahogar y desesperar. Y no podía dejar que me dominara. No me dieron buen pronóstico los médicos. El cáncer óseo común es el osteosarcoma. Pero el condrosarcoma, que fue el que me dio, es un cáncer que no es común porque se da en el cartílago y es bastante agresivo. Me dio en el lado derecho de la pelvis y estaba pegado a la femoral, y lo que me dijeron inicialmente es que en estos casos no era mucho lo que se pudiera hacer. “Eso solo lo vamos a saber cuando la abramos”, me dijeron. Por fortuna me pudieron resecar ese pedazo, me amputaron una parte de la pelvis, la base, que es donde uno se sienta. Entonces tengo el pubis izquierdo, pero no el derecho. También me quitaron el glúteo medio y una gran porción de la pierna derecha.
SEMANA: ¿Cómo ha aprendido a vivir después de eso?
C.E.: Con dolores que tuve que aprender a sobrellevar, no tuve otra alternativa. Tengo la pierna derecha más corta y debo usar plantillas y bastón para caminar, porque caminar me produce dolor por el desbalance de la pelvis.
SEMANA: Usted dice en su libro que, en medio de ese reto para su salud, decidió no quedarse a vivir en lo negativo. Eso suena fácil, pero en la práctica no lo debe ser tanto...
C.E.: Claro, porque cuando te enfrentas a algo así hay ocasiones en las que sientes miedo, frustración, desesperanza. Y yo me doy el permiso de sentir esas emociones, pero las suelto para no cargarlas. Y para eso he tenido ayuda psicológica, psiquiátrica, porque no niego que he tenido una depresión reactiva por culpa de todo esto. En mi caso, siempre hice conciencia de que la salud mental y emocional era tan importante como la física. Es que siempre nos han enseñado que debemos ser valientes, “usted puede con todo”, nos dicen. Pero no está mal sentirnos vulnerables y buscar ayuda. El amor propio también se trata de eso: de preocuparnos por nosotros mismos y hacer todo lo posible por sentirnos bien. Y espero que este libro les dé herramientas para lograrlo.