Demanda

Comida chatarra, al banquillo

Los gigantes de las comidas rápidas están en vilo. Un norteamericano acaba de demandarlas por considerar que son culpables de su obesidad.

19 de julio de 2002

Caesar Barber, un trabajador social estadounidense de 56 años, ha emprendido una batalla legal sin precedentes en la historia judicial de ese país. El acusa a las hamburguesas, el pollo, las papas fritas y las gaseosas de ser responsables de sus 125 kilos de peso que le han ocasionado dos ataques al corazón, además de diabetes, hipertensión y colesterol. Por ello, a finales del mes pasado, inició una acción legal con el fin de llevar a los estrados a los que considera sus peores enemigos: McDonald's, Wendy's, Kentucky Fried Chicken y Burger King, cuatro gigantes de la industria de la comida rápida. El argumento de Barber es que desde 1950 se alimentaba con comida 'chatarra' entre cuatro a cinco veces a la semana porque era "barata y rápida". En vista de su precario estado de salud consultó a un médico que le dio su propio diagnóstico: "Lo que usted come lo está matando. No haría mal en denunciarlos". Aunque parecía una broma Barber se tomó el consejo a pecho y más porque en su historia clínica no había antecedentes familiares de los males que lo aquejaban.

Podría parecer absurdo que alguien demande a estas compañías cuando todos, incluyendo a Barber, tienen la libertad de escoger qué y cuánto comer. Pero en un país con 61 por ciento de la población en sobrepeso, 300.000 muertes al año relacionadas con problemas de obesidad, donde más del 90 por ciento de los niños comen al menos una vez al mes en McDonald's y un ciudadano promedio consume tres hamburguesas a la semana no es tan descabellado. Barber alega que él no sabía que lo que estaba comiendo le causaba tanto daño a su organismo. Nunca le advirtieron sobre el valor nutricional de los productos y aun cuando lo hacían en términos de porcentajes calóricos, grasas y proteínas, éste no era comprensible. "Cuando me decían ciento por ciento carne yo pensaba que era así. De haber sabido que también tenía mucha grasa y sal nunca la hubiera comido", dice.

Esta es la primera gran acción tomada contra la industria de la comida rápida y estaría en juego una millonaria suma pues el acusador señala que tiene derecho a una indemnización. Algunos expertos consideran que esta industria debería hacerse responsable de los 120.000 millones de dólares al año que cuesta tratar a las personas obesas, más cuando se trata de un negocio lucrativo que mueve alrededor de 130.000 millones de dólares anuales.

Las características de este pleito han hecho fácil relacionarlo con las demandas contra la industria del tabaco, en las que cinco de la más grandes compañías de cigarrillos tuvieron que desembolsillar en 1998 cientos de millones de dólares para compensar por los costos en salud de enfermedades causadas por el hábito de fumar. La demanda ha tenido tanto despliegue en los medios que han bautizado el proceso como el nuevo 'Big Tobacco'. La relación tiene más sentido cuando se observa que en Estados Unidos el número de muertes por obesidad les pisa los talones a las causadas por enfermedades vinculadas al tabaquismo (400.000).

Pero, ¿tiene posibilidades de prosperar esta demanda? Porque una cosa es fumarse un cigarrillo, un producto adictivo que según estudios científicos es causa de varios tipos de cáncer, y otra muy distinta es probar en las cortes que un individuo tuvo un ataque al corazón por comer hamburguesas en Burger King. Al respecto, John Banzhaf, un abogado y profesor de la Universidad de George Washington, quien fue pionero en la lucha contra las tabacaleras y ahora está a favor del ciudadano glotón, piensa que el pleito va a ser largo. "No se rían, así fue que comenzó la lucha contra el cigarrillo 20 años atrás". El abogado piensa que este es un proceso gradual en el que primero se debe atacar a las compañías que omiten el verdadero contenido de sus alimentos. En una oportunidad uno de sus estudiantes, una vegetariana que siempre había evitado las papas fritas de uno de estos restaurantes, se dejó seducir por un aviso en el que se anunciaba que eran hechas ciento por ciento en aceite vegetal. Lo anterior era cierto pero omitía mencionar que las papas habían sido precocidas en aceite animal. "Estaban pecando por omisión", dice Banzhaf. La segunda etapa en la estrategia, según el abogado, debe ser demandar a las industrias que engañan a los consumidores en tanto que ofrecen sus productos como saludables cuando en realidad presentan riesgos para la salud. Es el caso de una compañía que promocionaba la carne de cerdo como "la otra carne blanca" cuando realmente tiene más grasa y colesterol que el pollo y el pescado.

Otro de los puntos en común entre el Big Food y el Big Tobacco es que los abogados buscan que este tipo de alimentos tengan advertencias impresas como las de las cajetillas de cigarrillos. "El consumo habitual de estos productos puede causar obesidad, diabetes, ataques al corazón, hipertensión y elevados niveles de colesterol", es el mensaje que, según Barber, debería aparecer en estos alimentos.

Banzhaf no tiene dudas de que con un sencillo análisis estadístico que tenga en cuenta los componentes de los alimentos se podría establecer el porcentaje de culpa que les corresponde a estas compañías.

Pero otros creen que esto no va a ser tan fácil. Steve Anderson, presidente de la Asociación Nacional de Restaurantes de Estados Unidos, afirma que la discusión es "frívola y absurda". Argumenta que no hay nada intrínsecamente nocivo en comer estos alimentos. Es más, desde el punto de vista químico, afirma que la grasa y el azúcar forman parte importante de una dieta balanceada si se consumen con moderación. "¿Pueden entonces las compañías ser responsables de los malos hábitos alimenticios y de la falta de actividad física de los consumidores?", pregunta Anderson.

La respuesta para muchos es afirmativa. "Si bien la comida rápida no crea adicción, como sucede con el cigarrillo, el mercadeo, la publicidad y el estilo de vida actual nos llevan a consumir este tipo de productos, lo cual podría llegar a ser una especie de adicción", dice Kelly Brownell, profesora de sicología de la Universidad de Yale.

Posiblemente la batalla va a ser larga pero ya empieza a mostrar resultados. Hace poco el presidente George W. Bush declaró la guerra contra la gordura por la epidemia de obesidad de ese país e invitó a sus compatriotas a comer más frutas y más vegetales y a hacer más ejercicio. Por otra parte, el Congreso está considerando colocar las advertencias en paquetes de alimentos con alto contenido de grasa y sal e imponer un impuesto a la comida chatarra para niños.

Banzhaf no pretende hacer creer que estas acciones legales sean medidas infalibles contra la obesidad. "Pero aun la amenaza de demandas puede ser suficiente para propiciar cambios".