SOSTENIBILIDAD
Cómo aliviar al planeta de tanto plástico
Un grupo de emprendedores paisas, conscientes del medioambiente, quiere imponer con su negocio KipClin los envases de plástico de uso único en productos de limpieza. Esta es su historia.
El ser humano ha visto cómo el plástico ha interrumpido el ciclo de vida en muchos ecosistemas del planeta, en especial el marino. Tortugas atrapadas en redes de pesca, tiburones con botellas de plástico en el estómago y hasta micropartículas que quedan suspendidas en el mar son parte de las imágenes que a diario muestran grupos conservacionistas que luchan contra este problema.
El plástico, que hoy tanto se usa y se bota, tarda mucho tiempo en degradarse. Algunos expertos dicen que 500 años. Así, todo este material que el ser humano ha consumido en los últimos 50 años está acumulándose en los océanos, en la tierra y hasta en los casquetes polares sin posibilidad de eliminarse o volverse a usar.
A esta problemática muchos le han visto una solución: consumir menos plástico. Eso fue lo que pensó un grupo de emprendedores paisas en 2018 con deseos de hacer un aporte socioambiental. Montaron el negocio de refill o relleno de detergente. Aunque en algunos países se estaban empezando a conocer iniciativas de esta naturaleza, a la fecha no había nada en Colombia. Así nació KipClin, una empresa que vende el refill de los tarros de plástico donde vienen detergentes y productos de limpieza. En la siguiente oportunidad, cuando se les agota el producto, el cliente solo tiene que rellenarlos con el detergente o limpiador. Así, los plásticos que adquirió le durarían toda la vida y el planeta reduciría esa problemática.
“En ese momento fuimos ejemplo de impacto”, dice Tita Ochoa, fundadora de KipClin. “Nos inventamos una metodología fácil que era replicar lo que hacen las estaciones de gasolina”. En un comienzo tuvieron varias estaciones de detergente en Medellín donde el usuario llegaba con sus botellas y solo pagaba por el contenido. “Lo pesábamos y le descontábamos el peso del plástico. La idea era trasladar ese descuento en precio al usuario final”.
Era 30 % de economía para las personas, por lo que el negocio pronto fue muy atractivo para todos aquellos que se sumaban a la iniciativa de salvar al planeta. La sorpresa de los empresarios fue mayor cuando vieron la respuesta de la gente. “Se volvió una locura, la aceptación fue impresionante. Venía gente de todos los estratos y de otros municipios con sus envases y se iban con el envase lleno. Claramente, había una necesidad de sumarse a esto no solo por el ahorro, sino porque a la gente le parecía bien”.
La gente solo debe comprar cinco envases en su vida. Esto significa que en 60 años de vida no tendría necesidad de cambiar el juego de plástico original y eso implica un verdadero ahorro para el planeta.
Ante el ruido que causó el nuevo negocio, algunas multinacionales los contactaron para unirse a la iniciativa. Pero otras los quisieron acabar porque implicaba una dura competencia para ellas. Una de esas empresas les hizo llegar una carta en la que les pedían cerrar porque ellos no tenían los permisos para prestar ese servicio. Era cierto, en ese momento no estaba reglamentado en Colombia el tema del refill. Ante esa ausencia de ley, ellos debían cumplir con las reglas de envasados y etiquetado, como lo hacen los fabricantes.
Como querían cumplir con el marco legal, aceptaron la indicación del Invima y durante estos dos años hicieron todas las transformaciones necesarias para cumplir con esas condiciones. La noticia es que la semana pasada fueron certificados sin observaciones. “Fue cinco sobre cinco”, dice. Ochoa explica que eso significa que legalmente son los primeros en hacer venta a granel, con registro de marca de refill.
“Después de tener un palo en la rueda, es un paso muy importante. La gente tiende a brincarse al Estado, pero nosotros abordamos el tema de otra manera que fue hablar con el Invima para entender el proceso. Ellos nos dijeron cosas valiosas: que debemos garantizar la limpieza del envase y la calidad del producto al usuario final”, dice. La otra gran enseñanza fue entender que ellos no son ni fabricantes ni distribuidores, sino una categoría que no existe y que hoy definen como vendedores a granel. “Un eslabón entre el fabricante y el consumidor final cuya mayor responsabilidad es velar por que el producto sea de calidad”.