PSICOLOGÍA

¿Por qué es tan difícil aprender a decir que no?

Los tres motivos que generalmente empujan a alguien a decir que “sí” cuando no quiere, son la culpa, el miedo o la supervivencia. Este último, en ocasiones, es entendible en un país como Colombia. El psiquiatra José A. Posada Villa dice cómo defender este derecho.

14 de junio de 2017
| Foto: Shutterstock

Uno de los mayores temores que tiene la gente es a decir "no". No importa si está conversando cara a cara, hablando por teléfono o enviando mensajes de texto. Esa palabra produce terror. Y por eso las personas con frecuencia dicen que “sí” a cosas que no están en capacidad de hacer o que realmente no quieren hacer.

Muchas veces, por supuesto, decimos que sí. Estamos encantados de ayudar, es divertido, gratificante. Pero a veces nos sentimos mal, obligados o presionados. Los tres motivos que generalmente nos empujan a decir que “si” cuando no queremos, son: la culpa, el miedo o la supervivencia. Este último, en ocasiones es entendible en un país como el nuestro.

Ser asertivos (la habilidad para defender los derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido) es fundamental para dar respuesta adecuada a los requerimientos sociales. Hay personas con serios problemas para decir “no” sin ofender a otros o para poner límites en general.

Las respuestas asertivas se pueden agrupar en dos categorías: Las de negación, que implican un rechazo hacia los comportamientos, opiniones u observaciones que realizan nuestros interlocutores (no estoy de acuerdo con lo que dice, o con lo que me pide) y las de aceptación, que expresan estar de acuerdo con la opinión o comportamiento de otros cuando está justificado (realmente tiene razón, eso que dice está muy bien).

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La capacidad para decir “no” generalmente aparece alrededor de los 2 años de edad. El niño descubre a través del “no” una manera de posicionarse frente a sus padres y entorno social, explorar límites y consecuencias, validar prohibiciones y desarrollar autonomía.

En los preadolescentes y adolescentes existe una tendencia a decir “no” a todo. Los jóvenes buscan su identidad, sus razones, sus argumentos, afirmarse ellos mismos e independizarse de la vida de los padres. A esa edad no hay certeza de la autoridad de los adultos y empiezan a dominar sus pensamientos como una forma de afirmar la personalidad.

Pero la dificultad surge cuando los niños, niñas y adolescentes, que buscan el amor y la atención de los papas y las personas mayores, se dan cuenta de que rechazar lo que un padre o persona mayor pide o quiere conlleva problemas y dificultades. Cuando dicen "no" a menudo son criticados o castigados. En algunas familias, no hacer lo que un padre solicita lleva a que se pierdan privilegios.

Por lo tanto, al llegar a la edad adulta, no es de extrañar que la mayoría de las personas sufran ansiedad o miedo solo con pensar en decir "no" a alguien.

Tristemente, nos aferramos a nuestras creencias de la niñez y continuamos en el esfuerzo de no ser desagradables, maleducados, o egoístas y que terminemos solos, rechazados o abandonados.

Parece razonable pensar que, si facilitamos el aprendizaje de las habilidades necesarias para poder afrontar la presión, conseguiremos dos objetivos fundamentales: en primer lugar, aumentar la autoestima, al incrementar la sensación de competencia social (consigo lo que me propongo) y, en segundo lugar, que se afronten las situaciones interpersonales en función de los propios valores y pensamientos, más que en función de los valores y opiniones de los demás.

La forma de decir “no”, es muy importante. Investigaciones recientes empiezan a mostrar que no es tan difícil aprender a decir “no” de una manera eficaz.

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En psiquiatría se sabe que hay una diferencia entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Hay una diferencia entre lo que se quiere decir y lo que se puede decir a quien nos dirigimos y hay una diferencia entre lo que se dice y lo que se escucha de lo que decimos. Estas diferencias son el espacio que abre la posibilidad de la psicoterapia.

Una investigación realizada por Vanessa M. Patrick, profesora de la Universidad de Houston, demostró que una manera efectiva de decir "no" a otros depende del lenguaje que utilizamos.

Las personas que responden a una solicitud con un “no puedo”, terminan haciendo lo que se les pide en el 61 por ciento de las veces, mientras que los que dicen simplemente "no”, terminan haciéndolo en el 36 por ciento de los casos.

Increíble el poder de las palabras, pues un cambio de 25 por ciento no es una cifra despreciable cuando buscamos comportamientos que son vitales para un adecuado funcionamiento personal, familiar, escolar, profesional y social.

Pero hay más. Los investigadores muestran que si las personas responden “no puedo”, 1 de cada 10 mantienen su decisión en los siguientes 10 días, pero cuando responden “no”, 8 de cada 10 personas persisten con sus metas durante el mismo lapso de tiempo.

La conclusión de los científicos es que las palabras no solo ayudan a tomar mejores decisiones personales, sino que también facilitan mantener estas decisiones a largo plazo.

Pero, ahora la pregunta es ¿por qué decir "no" funciona mejor que decir "no puedo"?

Cuando decimos “no”, implica determinación y fuerza de voluntad. El “no puedo”, implica una restricción que se impone y esto socava la percepción de autodeterminación y capacidad personal.

En otras palabras, decir “no”, empodera; decir “no puedo”, debilita.

Pero ¿cómo podemos aprovechar estos conocimientos?

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Aprender esta habilidad social es algo fundamental para nuestro bienestar en todos los campos: la salud, los negocios, la política, las relaciones de pareja, la educación de los hijos…

A veces "no" es lo más honorable y respetuoso que se puede decir a alguien.