Crianza

¿Cómo educar a los hombres en tiempos del #MeToo?

En el mundo, miles de mujeres abusadas sexualmente por el sexo opuesto claman por un cambio en la crianza de ellos, mientras que los padres se preguntan cómo hacerlo. Un nuevo libro tiene varias respuestas.

1 de abril de 2021
El libro surgió de la experiencia personal de la autora, quien tuvo un bebé varón cuanto estalló el movimiento #MeToo, desatado por las múltiples denuncias de abuso sexual al productor de Hollywood Harvey Weinstein (en la foto). | Foto: gettyimages / afp

Criar a un joven en 2021 es difícil. Eso lo ha podido constatar en carne propia Emma Brown, una periodista e investigadora que en 2017 dio a luz a un varón, y, mientras estaba en su licencia de maternidad, siguió de cerca los relatos de mujeres acosadas sexualmente por Harvey Weinstein.

Luego, cuando se reincorporó al trabajo, tuvo que cubrir acusaciones similares de Brett M. Kavanaugh, entonces nominado a juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.

Posteriormente, vino el caso de su colega CharlieRose. Después, el de Matt Lauer, y así una serie de revelaciones que dieron forma al movimiento #MeToo.

En medio de eso y sosteniendo a su inocente bebé en sus brazos, Brown pensaba en cómo esas personas, que algún día fueron niños al igual que el suyo, podían hacer tanto daño a otros. Y ante el horror de que su hijo pudiera llegar a ser uno más de esos depredadores sexuales en el futuro, se preguntó cómo criarlo diferente.

Ese fue el comienzo de su libro To Raise a Boy que, tras una exhaustiva investigación en escuelas, colegios, charlas con profesores y minería de datos, intenta contestar esa gran pregunta que hoy se hacen muchos padres de hijos varones.

Lo primero que encontró es que, en efecto, y como todos sospechan, estos abusadores no nacen, sino que se hacen en los hogares, en las escuelas y en la sociedad.

Para prevenir el abuso, los padres deben educar a sus hijos en la sexualidad, porque hoy el gran maestro de ellos es la pornografía en internet, que es muy gráfica, violenta y desfigurada, afirma Emma Brown.

A pesar de que se ha avanzado mucho en la igualdad de género, a Brown le llamó la atención que a los niños se les trata de manera diferente a las niñas, ya sea conscientemente o no.

“Los ven como más fuertes, y no promueven en ellos que expresen su dolor y, además de eso, los premian por usar la rabia para obtener lo que quieren.

Mientras ellos tienen un molde fijo, a las mujeres les han dado libertad para cambiar el suyo”, dice la autora.

Para explicar este punto, ella trae a colación un estudio en el que se le pidió a un grupo de madres predecir qué tan capaces serían sus bebés de 11 meses de bajar por una rampa.

A pesar de que la habilidad de niños y niñas es igual, las mamás creyeron que sus hijos hombres serían más hábiles que sus hijas.

Esa diferencia en las creencias de las madres fue tan grande que suponían que sus hijas iban a fallar y sus hijos tendrían ciento por ciento de éxito.

Tal crianza diferencial es nociva tanto para los niños como para las niñas.

Y aunque los hombres se quieran salir de ese estereotipo en el que están atrapados para adoptar una posición diferente, cuando lo hacen son criticados como afeminados o por parecer gays, o sus padres y profesores les refuerzan en los patrones tradicionales.

Esto, sin embargo, afecta más a los hombres porque ese mandato rígido de machos y fuertes les impide desarrollar habilidades para sentir y expresar sus sentimientos y conectarse con otra gente, lo que los pone en riesgo de caer en comportamientos sexuales violentos o abusivos.

Pero tal vez el hallazgo más impactante de su libro es ver que aunque la mayoría cree que las únicas víctimas de abuso sexual son las niñas, este es un problema generalizado en las escuelas y en internet, y los niños también deben lidiar con eso a diario.

Si bien ellas hoy son más proclives a denunciar, Brown encontró que esa violencia sexual en los niños muchas veces no se reconoce.

Es el caso de un joven cuyo compañero de clase le introdujo su lengua por el recto en frente de sus compañeritos. La escuela no le dio un tratamiento de abuso sexual a dicha situación, sino que la manejó como un simple juego de niños.

No obstante, la triste verdad es que “el joven fue humillado, traumatizado y los adultos a su alrededor no fueron capaces de reconocer lo que había vivido”, dice la autora.

Esta historia también muestra otra realidad, y es que no siempre la violencia viene de adultos, sino que es común entre pares.

Según un estudio, uno de cada seis niños es victimizado sexualmente en Estados Unidos, mientras que el CDC (Center for Disease Control) señala que uno de cada cuatro hombres ha reportado este tipo de agresiones al menos una vez en su vida.

Sin la atención debida ni el espacio para hablar y sanar heridas, estos niños son más proclives a ser victimarios cuando sean adultos.

Por esto, dice Brown, el problema de la violencia contra las mujeres no se resuelve sin arreglar la violencia contra los hombres, porque ellos también necesitan apoyo para salir de esas situaciones traumáticas.

Cuando son heridos, asaltados sexualmente y no reciben ayuda para cerrar ese trauma, es muy probable que crezcan y sean abusadores de otras mujeres o de otros niños.

“Si ellos ven que son violentados y nadie hace nada al respecto, el comportamiento se normaliza”.

Brown no cree que los dos sean problemas separados, sino entretejidos, y la solución para criar mejores hombres debería recaer en toda la sociedad.

Los padres tienen que enseñar desde muy temprana edad no solo las reglas básicas del respeto, la dignidad y la autodeterminación; también hacerlos responsables por acciones que provocan daño a otros, sin importar lo pequeñas que parezcan.

Así mismo, deben educarlos en la sexualidad porque hoy el gran maestro de ellos es la pornografía en internet, que es muy gráfica, violenta y desfigurada. Esa clase es crucial para que entiendan que lo que ven en la pantalla no es la realidad.

Pero esta crianza de mejores hombres también es un asunto de profesores y entrenadores, quienes deben procurar que en sus clases haya un ambiente sano en el que lo importante no sea ganar a toda costa, sino el proceso de aprendizaje.

“Además de eso, hay que decirles a los hombres, como se les dice a las mujeres: que sus cuerpos son sagrados y que ellos tienen el derecho a decidir quién los toca y quién no, y que cuando algo así suceda tienen que hablar para recibir ayuda”.

No se les puede pedir a los niños que reconozcan el abuso sexual si se les dice que son fuertes y dominantes, y que no deben llorar, aconseja el libro.

La experta aprendió mucho en esta aventura periodística. Lo más importante es entender que los niños, aun los propios, pueden involucrarse en cualquier abuso sexual con otros, porque ese tipo de violencia se da hoy en las escuelas, aunque nadie ponga eso como tema de conversación.

Y lo otro es que no se puede solucionar la violencia contra las mujeres sin arreglar la de los niños y hombres.

Por último, señala que no se les debe pedir a los niños que reconozcan estos temas de abuso si se les dice que ellos son fuertes y dominantes, y que no deben llorar.

Pero de la misma manera, no es conveniente decirles a las hijas que sean fuertes y no tengan miedo, pues eso es reforzarles los mismos patrones que se deben desestimular en los hombres. “Quiero decirle a mi hijo que sea fuerte y suave y que adopte las mejores cualidades del ser humano porque todas son accesibles a cualquiera, sin importar el género”, concluye Emma Brown.