ASTRONOMÍA

Cómo evitar el Armagedón

Los científicos estudian la forma de proteger la Tierra de un asteroide para que no se repita la historia del que acabó con los dinosaurios.

3 de diciembre de 2016
Para hacer el experimento, La Nasa y Esa escogieron el sistema binario Didymos, que consiste en un asteroide de 800 metros de diámetro y otro de 150 metros que orbita con él.

No hay dudas de que un asteroide volverá a golpear a la Tierra como ya lo ha hecho en el pasado. Por eso 100 respetados científicos, entre los que se encuentra Stephen Hawking, firmaron la semana pasada una carta que pide fondos para financiar las acciones que podrían salvar a la humanidad. No solo se trata de programas para hacer un censo de esos objetos espaciales, sino también de diseñar misiones que busquen prevenir o mitigar el daño. “El riesgo de que impacte mañana es bajo, pero con el tiempo las probabilidades aumentan a tal punto que se vuelve una certeza en los próximos 1.000 años”, dice el experto Germán Puerta.

Recientemente, las agencias espaciales de Estados Unidos (Nasa) y la europea (ESA) han hecho un gran esfuerzo por identificar y rastrear los asteroides. Se calcula que 60.000 de ellos circulan en el sistema solar aunque los astrónomos apenas conocen entre el 10 al 20 por ciento. El censo es importante porque ayudaría a determinar si alguno pone en peligro a la Tierra. Pero también se necesita idear una estrategia para contrarrestar la amenaza.

La estrategia de Bruce Willis en la película Armageddon, de destruir el asteroide con una bomba atómica, está descartada. Según una simulación hecha por la Nasa, tomaría dos años construir una nave y luego otro más para llegar al objeto. Teniendo en cuenta que muchos de ellos podrían aparecer de un momento para otro, no habría tiempo suficiente para organizar una misión. “Además el asteroide se destruiría, pero sus pedazos podrían continuar en dirección a la Tierra, lo cual sería peligroso”, dice Puerta.
La otra opción es un proyecto conjunto de la Nasa y la ESA. “La idea es enviar una nave espacial con un explosivo y activar esa bomba allí para ver cómo cambia su trayectoria”, dice Gregorio Portilla, director del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional. Esto ya se ha hecho en modelos computarizados, pero se busca hacer el experimento en la práctica.

Para ello los expertos escogieron el sistema binario Didymos, consistente en un asteroide de 800 metros de diámetro y otro de 150 metros que orbita con él. La Nasa, con la misión Dart, enviaría una sonda de 300 kilos, a chocar contra esa roca mientras la agencia europea observaría, por medio dela nave Aim, cómo se afecta la trayectoria del asteroide. “Esta opción más viable se realizaría en octubre de 2022”, señala Portilla. El impacto no representa peligro para la Tierra. Los científicos quieren aprovechar la misión, además, para saber de qué están hechos esos cuerpos espaciales.

Los asteroides son como piedras que chocan constantemente contra la Tierra. “Se calcula que caen 50 al año del tamaño de un carro”, asegura Portilla. “Pero estos son pequeños y se destruyen en la alta atmósfera, que funciona como un escudo de protección. Otros miden media cuadra, como el que cayó en Chelyabinsk, Rusia, en 2013 y causó estragos no tanto por el impacto, sino por la explosión a pocos kilómetros de la superficie. El ‘boom’ sónico causó los daños”, dice Puerta. La Tierra está llena de cicatrices de choques con estos asteroides. “Está el de Tunguska, Rusia, a comienzos del siglo XX y el de Arizona, y hay muchos otros que no se ven porque caen en el océano”, señala Puerta. Pero hasta ahora, el impacto más grande provino del que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, que habría tenido 10 kilómetros de diámetro.

Los más grandes están identificados y algunos de ellos tienen trayectorias cercanas que no suponen peligro para la Tierra, y de tenerlo habría tiempo suficiente para idear una estrategia. Pero otros más pequeños y aún peligrosos, como el de Cheliabynsk, no se ven y podrían generar problemas si se tiene en cuenta que cada vez hay más zonas pobladas en el mundo. Eso explica que los científicos clamen por un presupuesto que ayude a avanzar en la investigación.