VIDA MODERNA

¿Cómo reconciliarse con los seres queridos?

El fin de año es un momento ideal para perdonar a quienes se ama. El médico psiquiatra José A. Posada Villa cuenta por qué es importante hacerlo y cómo lograrlo.

30 de diciembre de 2017
foto pixabay

Muchas de las religiones del mundo promueven el perdón. Para muchos, es una parte integral de su sistema de creencias y de la relación de la persona con Dios. Para otros, el perdón es importante para lograr la paz interior que permite la iluminación espiritual. Hay otros que trabajan el perdón para lograr la salud física y mental. Las religiones a menudo dedican fiestas específicas o períodos del año al arrepentimiento y buscan el perdón de Dios y de otras personas, con los fieles participando en prácticas como el ayuno y la confesión, o rituales más simbólicos como tirar piedras a un río.

Pero, ¿qué tan importante es para la salud física y mental?

El perdón es un proceso interno en el que se trabaja el dolor, se obtiene una comprensión de lo sucedido, se reconstruye un sentido de seguridad y se supera el rencor.

El problema es que a veces se elige perdonar al prójimo (el próximo), pero aún en el fondo la ira o el resentimiento persisten. Sin embargo, es posible perdonar y realmente dejar atrás la decepción, el dolor y la rabia. Aunque a veces esto parece inverosímil, el perdón es una habilidad que se puede enseñar y aprender y que mejora dramáticamente con la práctica.

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Se está más dispuesto a perdonar cuando se comprende los beneficios del perdón. Una buena cantidad de investigaciones han descubriendo que las personas que perdonan tienen menos probabilidades de sufrir estrés, depresión, hipertensión, problemas inmunitarios y enfermedades cardíacas.

Con demasiada frecuencia, cuando se está en medio de la confusión después de una discusión o pelea, se busca desesperadamente una solución rápida para ponerle fin al sufrimiento, pero se debe tener cuidado de no cubrir superficialmente las heridas y retrasar el proceso de curación.

El perdón, como el amor, no puede ser forzado. No se puede simplemente perdonar. Lo que se puede es crear condiciones donde es más probable que ocurra el perdón.

Hay que admitir la rabia y amargura, hablar de estos sentimientos con alguien cercano, sacarlos a flote. También caer en cuenta que no es el fin del mundo y que la vida sigue, con más cosas buenas que malas y que lo que sucedió no alcanza a acabar con todo, tener una mirada positiva de la situación y mirar si hay algo que se puede aprender de la experiencia.

Si se reconoce que hay una lección para aprender de la situación vivida, es menos probable sentir molestia con la persona que produjo el daño. También es importante intentar ver la situación desde la perspectiva de la otra persona y recordar que siempre hay dos miradas del asunto.


Es justo pensar en todas las posibles cosas buenas que la otra persona ha realizado por usted y por supuesto, reflexionar si alguna vez se le ha hecho daño a esa persona.

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La sugerencia es, inicialmente, compartir nuevamente sin mencionar el motivo de las diferencias por lo menos durante un tiempo. Comenzar a hablar sobre cosas casuales e ir reconstruyendo lentamente la relación y la confianza. Se trata de un proceso que puede llevar algún tiempo antes de que se pueda realmente perdonar.

Es bueno tener una perspectiva correcta de lo que está sucediendo y reconocer que el malestar proviene de los sentimientos, pensamientos y malestar que está sufriendo ahora, no de lo que le ofendió o lastimó hace dos días, o hace 10 años.

Sin perdón, se permanece atado a la persona que nos hizo daño con cadenas de amargura, atrapados. Hasta que se pueda perdonar.

Cuando se perdona, se recupera el control del propio destino y de los sentimientos y se convierte en su propio liberador. El perdón, en otras palabras, es la mejor forma de ser egoísta. Esto es verdad tanto desde el punto de vista científico como espiritual. No se perdona para ayudar a la otra persona. No se perdona a los demás. Se perdona para uno mismo.

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Para lograr el perdón es útil darse cuenta de que nadie es perfecto y todos tienen momentos en la vida en que no actúan de la mejor manera posible.

Se deben tener en cuenta los errores del pasado para aprender de ellos, pero es necesario concéntrese en el presente y en lo que se puede hacer en el futuro para mejorar las relaciones con el otro, intentar solucionar los problemas que están en sus manos y no insistir en los errores interactuar de una manera más sana.

En cambio, la reconciliación es un proceso interpersonal en el que se dialoga con el otro sobre lo sucedido, se intercambian historias, se expresa el dolor, se escucha el arrepentimiento y se comienza a restablecer la confianza. Es un proceso mucho más complejo, que incluye, pero va más allá del perdón. El perdón es personal, la reconciliación es una empresa conjunta.

Pero toda regla tiene su excepción. Es importante tener en cuenta que algunas personas son violentas, mezquinas, abusivas, apáticas, poco confiables o muy disfuncionales, posiblemente con un trastorno de personalidad grave o un trastorno mental. En estos casos es mejor pedir ayuda a un profesional.

Sí, el perdón es un proceso y esta época decembrina es muy propicia para aprovechar y empezar ya.

Recuerde que una vida bien vivida es la mejor respuesta. En lugar de enfocarse en los sentimientos heridos, el esfuerzo debe aplicarse a buscar la bondad y la belleza a su alrededor. Perdonar es hacer las paces con la vida. 

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