VIDA MODERNA

Relaciones de pareja, durmiendo con el enemigo

El causante de una mala noche de sueño puede estar a pocos centímetros. Los expertos dicen cómo solucionar las incompatibilidades de cama con su pareja sin irse de la habitación.

12 de mayo de 2018

La mayoría culpa de sus malas noches al estrés laboral, a los problemas de dinero o a la nueva serie de televisión imposible de parar. Pero muchos estudios apuntan a que el verdadero responsable yace a unos centímetros de la cama. Sí. Ese de quien se enamoró perdidamente puede convertirse en la noche en el principal obstáculo para conciliar el sueño. Nadie habla de eso, pero Neil Stanley, experto en neurociencia, lo dice claro y conciso en su libro How to Sleep Well: “Gran parte de las perturbaciones de sueño son ocasionadas por esa persona con quien comparte la cama”.

La situación ideal es dormir solo porque uno define las condiciones en que lo hace. Pero al compartir lecho con otra persona, indica el neurólogo Miguel Dávila, el entorno se vuelve activo e interfieren muchas variables incontrolables. Están las fisiológicas como el ronquido, el chirreo de los dientes, la temperatura corporal y las levantadas al baño. Pero también las preferencias personales de cada cual: que unos quieren dormir libres cual estrellas de mar mientras otros prefieren pasar la noche abrazados, “o que uno quiere cerrar la puerta y el otro no, o dormir con algo de luz o en total oscuridad”, dice María Elena López, psicóloga de pareja.

Hay tantas posibilidades que difícilmente una pareja goza de total armonía al dormir. Cerca del 70 por ciento de la población duerme con otro y así pasa dos tercios de su vida. Por lo tanto, hablar sobre la higiene del sueño en pareja es tan importante como manejar el dinero o la crianza de los hijos. El problema para Dávila comienza con el tamaño de la cama. Algunos lechos matrimoniales tienen un ancho de apenas 137 centímetros, lo que indica que dos adultos deben resignarse a pasar la noche cada uno en solo 68 centímetros, poco menos del espacio que tendría un niño en una cama sencilla. Allí, cualquier cosa que haga el otro –moverse, toser, roncar o patear– afecta el sueño de su vecino porque “un solo movimiento de pierna hace temblar toda la cama”, dice el especialista.

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Muchos de estos disturbios son inconscientes e involuntarios. La queja principal de Pablo Martínez, quien tiene una espaciosa cama, es que todas las noches su esposa da vueltas mientras duermen y en ese proceso le va robando la cobija. “De pronto yo me encuentro desabrigado y muerto de frío”, reclama. Pero también hay hábitos nocivos que dependen más de la voluntad de cada cual, como tener diferentes horarios para levantarse y acostarse o querer trabajar o ver televisión en la cama. Así le sucede a José Hernando Ruiz, quien no logra dormir porque su esposa camufla el celular bajo las sábanas para chatear y conectarse a las redes sociales hasta la medianoche.

“Esto causa conflicto en esas relaciones y hace parte de los ajustes que deben hacer para convivir”, dice López. Si bien las parejas no van a terapia por estos temas, en la consulta salen a relucir. Pocos resuelven ese tema, en parte porque las soluciones tienen connotaciones negativas. “Tener camas o cuartos separados para muchos resulta una afrenta al vínculo, pues dormir juntos simboliza unión y compromiso”, explica. El neurólogo Marco Aurelio Venegas añade que el afecto y la necesidad de intimidad en la pareja hacen “que muchos toleren estos comportamientos aun en detrimento de su salud mental”, dice. Pocos consideran esta incompatibilidad en la cama porque “no es un trastorno identificado en los manuales de medicina”, dice Venegas.

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Pero la evidencia científica señala que hay que resolver estas diferencias, pues el sueño no es un lujo, sino algo tan vital como comer. Mathew Walker, profesor de psicología en la Universidad de Berkeley y autor del libro Why We Sleep, explica que dormir mal disminuye la concentración y la memoria y “dispara un efecto dominó que actúa como una ola dañina en todo el cuerpo”. Los adultos mayores de 45 años que duermen menos de seis horas en la noche tienen 200 por ciento más probabilidades de sufrir un infarto. El PIB de un país se afecta en 2 por ciento por la falta de sueño de su población. Aun así, el tema no está en la agenda de salud pública.

Ni siquiera en la de las parejas, aunque debería estarlo porque, como mostró un estudio hecho por investigadores de Ohio State University con 43 matrimonios, no dormir bien es perverso para las relaciones. Al analizar cómo discutían sobre temas mundanos como el dinero, el tiempo juntos y la crianza de los hijos, los estudiosos encontraron que las parejas más hostiles no habían tenido suficientes horas de sueño. “Privarse de ese tiempo afecta las relaciones porque cuando no duermen bien, su ánimo es bajo y son más cascarrabias”, dice Janice Kitcolt-Glaser, autora del trabajo.

Si una persona percibe que el otro tiene la responsabilidad de su problema de falta de sueño, los motivos para las disputas pueden aumentar. Si la pareja está distanciada por otras razones, señala López, es posible que las dificultades para dormir los separen más. Estas incompatibilidades aumentan con el paso de los años. “La menopausia altera los ciclos de sueño, y con la edad la gente se para más al baño y ronca más”, señala Paul Rosenblatt, profesor emérito de la Universidad de Minnesota y autor del libro Two in a bed.

De estos desacuerdos el que más perturba es el ronquido. Como explica Dávila, aunque muchos se acostumbran a oírlo, el cerebro nota esos sonidos y se despierta. Y si esa persona está preocupada por algo, es muy posible que no vuelva a pegar el ojo fácilmente. Aunque no es culpa del roncador, quien no puede controlar hacerlo, es una realidad que sufre quien tiene que escucharlo. “Cuando uno de los dos duerme bien y ronca, el que queda despierto quiere matarlo”, dice Dávila. Aunque hay soluciones caseras, cuando el ronquido es muy ruidoso, hay que consultar porque podría indicar otros problemas de salud.

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En los otros casos, los expertos recomiendan hablar del tema desde el principio. Algunas parejas logran establecer que es mejor dormir en cuartos separados sin que ello implique un distanciamiento emocional. Otras prefieren optar por duvets individuales para evitar los problemas de temperatura y los robos de cobijas. En cuanto a las horas de ir a dormir y levantarse, “es importante establecer compromisos y cuidar el sueño de otro”, dice López. De esta forma, también estará cuidando la relación de pareja.

Pesadilla en la cama

Estas fuentes de insomnio, según los expertos, pueden generar conflictos entre las parejas.

Ronquidos: las mayores víctimas de este molesto ruido son las mujeres porque duermen menos profundamente. Si no funcionan los tapones de oídos, cambie la posición del roncador o coloque almohadas para que duerma inclinado. Si esto falla, consulte a un especialista. Si decide dormir en cuarto aparte, compense ese momento juntos a otra hora del día, pues quedarse dormido al lado del otro tiene un impacto psicológico y emocional importante en la relación.

El termostato: algunos son témpanos de hielo y otros radiadores de calor. Ante esto, la solución es tener duvets separados o una cama más grande. Esta solución también aplica para aquellos que despojan de sus cobijas a sus parejas y a los que se mueven mucho en la noche.

Los aparatos electrónicos: aunque algunos escondan los dispositivos móviles entre las sábanas, la luz blanca que emanan afecta el sueño del otro, aún si tiene los ojos cerrados. La luz alcanza a penetrar los párpados e inhibe la secreción de melatonina. Establezca reglas claras frente al uso de esta tecnología en el dormitorio.

El cronotipo: unos se acuestan más tarde que otros. Para que esto no sea un motivo de discordia, acuerde una hora para cortar diferencias. Prepare el cuarto para que la actividad del otro no moleste a su pareja: lea con una tenue luz dirigida, use audífonos y tenga todo preparado para arreglarse y hacer el menor ruido si despierta temprano.

La posición: ¿dormir de cucharita o como estrellas de mar? Ante la divergencia, los expertos sugieren hablar del tema para que no dormir abrazados no produzca la impresión de que falta cariño.