RELACIONES DE PAREJA
Doctor despecho: en Alemania ya tratan el mal de amor como una enfermedad
La ciencia ha encontrado que el mal de amor puede ser una enfermedad fatal. Por eso en Alemania ya existen médicos y psicólogos que tratar los síntomas de esta dolencia que muchas veces se parece a una adicción.
Un dolor punzante en el corazón. Depresión. Llanto incontrolable. Ganas de no querer vivir. Todos han experimentado alguna vez los síntomas del desamor. Aun así, pocos imaginan llamar a su jefe tras una ruptura amorosa y decir: “Tengo el corazón roto. No puedo ir a la oficina”. Y mucho menos llegar a una clínica para pedir incapacidad por una tusa. Pero eso está sucediendo en Alemania, donde cada vez hay más médicos y psicólogos que consideran este mal como una enfermedad más.
En un reportaje reciente del diario The Times, la periodista Stephanie March narra cómo en el país germano cada vez hay más centros especializados en curar corazones rotos. Llaman a la condición Liebeskummer. Liebe, por amor, y kummer, por pena. Por ejemplo, está el caso de Ellen Heinemann, una médica y psicoterapeuta que sufrió una decepción amorosa y comprobó los síntomas físicos del dolor de corazón y sus reacciones en el cerebro en un laboratorio. Por eso, ella decidió montar su consultorio en el que solo atiende problemas de amor. Las consultas pueden oscilar entre 100 y 200 euros.
Algo parecido hace Elena-Katharina, una famosa escritora alemana, reconocida por sus libros de autoayuda. Ella fundó en 2011 un colectivo de psicólogos llamado Liebeskümmerer, que literalmente traduce ‘contra el mal de amor’. A través de su página web, que lleva el mismo nombre, ofrece cursos en línea, asesoría por teléfono o Skype, y además organiza vacaciones de bienestar y exámenes médicos para quienes no han podido superar a su ex. Varios de sus libros figuran en la lista de los más vendidos de Der Spiegel, una de las revistas más reconocidas en ese país.
El riesgo de morir de un ataque cardiaco
Pero quizá el trabajo más reconocido en Alemania sobre el mal de amor es el de Katrin Streckfuß-Bömeke, directora del departamento de cardiología y neumonía de la Universidad de Gotinga. En junio de este año, la mujer publicó una investigación que se volvió viral. Demostró que hay una conexión directa entre la enfermedad del amor y la muerte por aparente ataque al corazón, pues en los casos más agudos de despecho los afectados sufren una insuficiencia cardiaca provocada por el estrés emocional severo. Durante cinco años, Streckfuß-Bömeke entrevistó a cientos de sobrevivientes de estos ataques en Zúrich. Para su sorpresa, muchos de los desencadenantes tenían que ver con una ruptura reciente. “El escenario clásico es un matrimonio largo que de repente termina, y dos días después la esposa está hospitalizada con dolor de corazón. En el peor de los casos, ciertas áreas del ventrículo izquierdo del órgano dejan de latir, a pesar de que, a diferencia de un ataque cardiaco, ninguna parte de los vasos sanguíneos está bloqueada”, explica.
Otro estudio, publicado en 1995, respalda estos resultados. En esa oportunidad, los científicos evaluaron a más de 1.500.000 individuos entre los 38 y 84 años de edad. Observaron que, en los seis meses posteriores a perder el cónyuge, el riesgo de morir de un ataque al corazón aumentó entre el 20 y el 35 por ciento. Los médicos llaman a este fenómeno el síndrome del corazón roto, una aflicción descubierta en los años noventa por científicos japoneses, en la que los pacientes presentan síntomas similares a un ataque al corazón. Hay dolor en el pecho y dificultad para respirar, pero normalmente es temporal, no afecta las arterias coronarias y tampoco deja secuelas.
Streckfuß-Bömeke también ha descubierto un vínculo del mal de amor con los estrógenos: el síndrome afecta principalmente a las mujeres posmenopáusicas y, aunque aún no lo ha demostrado, está segura de que hay un vínculo genético detrás. “He visto casos en los que una madre lo sufrió y años después su hija también”, concluye.
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Es igual a la abstinencia a una adicción
La evidencia también muestra que el amor no correspondido puede afectar todo el organismo. “Causa un desarreglo neurobiológico que hace imposible la vida cotidiana. Las personas pierden el apetito, el sueño y todo su cuerpo está debilitado”, dice a SEMANA Jorge Alberto Forero, presidente del Instituto para el Desarrollo de la Salud Emocional en Colombia. Esto sucede porque, desde el punto de vista científico, el mal de amor activa los mismos circuitos cerebrales que la abstinencia a una adicción. Lo comprobó un estudio del Instituto
Kinsey, publicado en 2010 por la antropóloga Helen Fisher. Tras analizar los escáneres cerebrales de diez mujeres y cinco hombres rechazados recientemente por sus parejas, Fisher encontró que al mirar sus fotos había una alta actividad en áreas asociadas con la adicción a la cocaína, la motivación y la regulación de las emociones.
Así, el mal de amor conduce a cambios en el estado del ánimo como la depresión y el aumento de los niveles de ansiedad. Adicionalmente, pueden presentarse alteraciones gastrointestinales, gastritis, cuadros de úlcera y cambios a nivel inmunológico que llevan a que las personas sean más propensas a cualquier tipo de infección.
La ciencia no ha encontrado una cura definitiva para este mal universal. Pero algunos expertos consideran que lo más saludable es tratarlo como cualquier otra adicción. “Cuando uno abandona el alcohol, no hay que guardar una botella de vodka en el escritorio. Hay que aplicar lo mismo en el desamor. No escriba, no llame ni pregunte a los amigos sobre la persona”, dice la antropóloga Fisher. También aconsejan salir y conocer gente nueva: eso impulsa el sistema de dopamina y puede hacer que se sienta mejor. Además, conviene aplicar el proverbio que dice “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. En efecto, los trabajos de Fisher muestran que la región del cerebro vinculada al apego en las personas rechazadas se vuelve cada vez menos activa en la medida en que se alejan del momento en que sus parejas los abandonaron.
En conclusión, el mal de amor funciona como una montaña rusa que hay que recorrer hasta que los químicos en el cerebro se nivelen. Sin embargo, la exposición a largo plazo a la ansiedad y el estrés puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiacas, dolores de cabeza y dolor crónico. Entonces, la tusa deja de ser una sensación trivial.